Do Somethin'

Pareja: EscociaXInglaterra [Britaincest] y USAXUK. Principalmente

Summary: - Oye, Arthur ¿Desde cuándo es que vas al gimnasio? ¿Desde qué te gusta Jones? ¡Bah! Si lo que necesitas para conquistar a ese descerebrado es una cirugía plástica –. Mi hermano menor termina sobre mí, recriminándome una serie de bazofias empaquetadas pulcramente en un sofisticado manerismo inglés… Y me encanta… Britaincest USAXUK Gakuen Hetalia

Dedicator: Sin el amor y ayuda de dos personitas esta historia no hubiera sido debidamente corregida y mucho menos hubiera tenido el apoyo para hacerla pública: Mi Imöto-chan querida, Viri-kun! Quien lleva más de 4 años leyendo las locuras que hago terrenales en tinta y papel. Te adoro, hermanita! Y no menos importante: Mi Nee-chan bella! =3 Darka preciosa! Te has colado demasiado rápido dentro de mi! ¡ Para mis dos amores incestuosos una historia incestuosa !


Era un idiota. Un patético idiota y el ser tan ridículo le había llevado a aquella miserable situación.

Arthur se hallaba oculto en un obscuro callejón dentro del campus, protegiéndose de la torrencial tormenta que caía despiadadamente sobre el lugar. Sentado al lado de un gran contenedor de basura rectangular, abrazaba sus piernas y escondía su rostro entre ellas profundamente avergonzado.

Jones era un estúpido, un maldito hijo de puta en realidad. ¿Por qué se había enamorado de él? El americano más heterosexual e imbécil del planeta; sin embargo a pesar de que deseara odiarlo desde el fondo de su corazón simplemente no era capaz. Eternamente buscaría el bienestar y la felicidad de Alfred a todo costo, incluso si el estadounidense lo aborreciera y destruyera cada partícula de su alma lentamente.

El inglés lloró a lo largo de muchos minutos titiritando de frío. El ojiverde llevaba únicamente una mano cubierta con un guante negro de piel, pero la otra mano estaba casi transparente debido al frío de aquella imperiosa noche. Aquella falta de inalterable pulcritud inglesa, realmente inusual en él, era debido a su último ataque emocional hace unos momentos frente a Jones. El americano había intentado detenerlo tomándolo de una mano, pero Arthur optó por huir teatralmente aún si eso significaba abandonar su guante en la fuerte y grande mano de Alfred.

Kirkland escuchó constantes pisadas acercándose hacia él con firmeza, el ojiverde oprimió el llanto con furia, sollozó débilmente y carraspeo varias veces. Para cuando Arthur levantó el rostro en aquel deprimente estado en el que se encontraba, un hombre joven se hallaba de pie frente a él con desgarbo.

-Ah… Eres tú… ¿Qué quieres? – atinó a decir el rubio inglés con notable desprecio a pesar de lo quebrada que se percibía su voz.

-Que patético eres, me das lástima – contestó el recién llegado con una voz infinitamente deliciosa. Era varonil, profunda e inundada de una grácil arrogancia auténtica. Era como el terciopelo hecho sonido.

-Hazme un favor y muérete – gruñó Arthur aún con los bordes de sus ojos empapados de lágrimas.

El muchacho que se hallaba de pie lanzó un pesado abrigo color gris al rostro del inglés con poca cortesía.

- Ponte esto o te vas a morir congelado y créeme que no quiero darle el placer a ese yanqui de mierda –

Arthur se quedó pasmado por un par de minutos y durante este tiempo el hombre joven y pelirrojo encendió un cigarrillo con una singular elegancia rebelde para luego comenzar a fumarlo con lentitud. El rubio abrazó el abrigo y titubeó nuevamente deseando romper en lágrimas, pero no lo hizo y en su lugar suspiró con fuerza y respondió firmemente.

-Gracias. Yo tampoco quiero dárselo –


Abro la puerta del dormitorio de Arthur como si yo fuese el dueño de aquella habitación, de repente mi hermano menor me hace un escándalo y es que pretendo entrar fumando al lugar.

- Eres una rosa princesita, me causas nauseas – lo insulto.

Arthur me alega unas cuantas cosas, enérgico. Que rápido se olvida de Jones.

- ¡No voy a tirarlo, ni si quiera voy a la mitad! – recrimino.

- ¡Pues termina de matarte allá afuera! Y si quieres después entra – sentencia antes de cerrar la habitación con un violento portazo.

Tardo unos cinco minutos en terminar mi cigarrillo y al hacerlo tiro el filtro frente a la puerta del dormitorio. Hehe... Seguro que Arthur lo encuentra adorable en la mañana.

Finalmente entro a la habitación y el intenso aroma a frutos y hierbas secas me da de lleno en todo el rostro… ¡Aaagh! Esto me recuerda a casa ¡Maravilloso, tengo las caras de todos esos bastardos ahora en mi mente! Pero también me hace rememorar a Arthur. Se me antoja un olor más bien suave, a esencia de té inglés. Muy de Arthur.

Escucho el sonido de la regadera en el cuarto de aseo, Arthur se está duchando.

Me tiro a un bien cuidado sofá de tafetán rojo y percibo que el lugar tiene una decoración sobria, pero a la vez tan nostálgica. Es una habitación inauditamente mucho más grande que la mayoría donde a todos nos obligan a echarnos, bañarnos y aún peor: convivir con el idiota al que te asignaron como compañero. Obviamente Arthur goza de demasiadas ventajas siendo el Presidente del Consejo Escolar ¡Ni siquiera tiene un compañero de habitación! Me pregunto por qué no ha obligado a Jones a vivir con él todavía. Estoy seguro de que tiene el poder necesario para hacerlo. Quizás alguno de sus ridículos asuntos morales internos sea la única respuesta.

Las paredes se encuentran cubiertas por sobrios tapices texturizados con formas curvas y caprichosas, pero perfectamente simétricas entre sí. El fondo era blanco y las líneas trazadas con un color café bastante especial, que combinaba perfectamente con todo el mobiliario: un escritorio amplio, una pequeña salita de tafetán escarlata, un armario, dos cómodas y la ilegal cama al fondo, en el centro.

La llamó ilegal porque es el doble de grande de lo que suelen ser eso en lo que nos obligan a dormir y se atreven a llamar camas. La llamo ilegal porque me parece infinitamente más cómoda que esos trapos rellenos con resortes poco confiables y hule-espuma de segunda mano. La cama de Arthur me pide a gritos tirarme sobre ella, rodar sobre aquella colcha deliciosamente acolchonada color carmesí metálico, acomodarme en las almohadas forradas escrupulosamente con fundas a juego con la colcha – Y puedo jurar que mi hermano coloca bolsitas aromáticas dentro de ellas –, para después dormir todo el bendito fin de semana en aquella nube escarlata y si Arthur se atreve a refunfuñar puedo mandarlo mucho a dirigir su Consejo Escolar.

Todo está iluminado tenuemente por elegantes lámparas de procedencia india, sus luces reflejan un color sumamente tranquilizador: un amarillo pastel que crea una atmósfera que invita al descanso. Una luz suave e incluso romántica.

Definitivamente este lugar me hacer recordar nuestro hogar, ese adorable nido de víboras… Si tengo que decir, Arthur es el sujeto más inglés de todo Londres a pesar de que nuestros padres son escoceses. Si, todas esas cosas que todos en nuestra ancestral familia británica hemos olvidado por ser tan hijos de perra: Ser un caballero, ser refinado, tener un retorcido humor gris sarcástico, ser obsesivamente puntual, gustar que el té se sirva a las 5.00 de la tarde y que todo sea preparado como de antaño, reír con una gracia irónica, saber vestir con galantería, leer el periódico mientras desayunas tostadas, tener un saludable amor patriótico y a la Reina, creer a todos los franceses unos pervertidos y buenos para nada… Y miles de estúpidos detalles más.

Al pasear la vista me encuentro con la ridícula e insoportable chamarra de aviador del soso niño yanqui… Arthur la remienda o algo así. ¡Quiero quemarla! ¡No, mejor! Quiero dársela a comer a una cabra y después enviarle la mierda al imbécil de Jones. ¡Haha! Brillante…

Arthur seguro llora. Mejor olvido la chamarra, no quiero ver llorar a Arthur…. Es que es muy problemático cuando llora.

Odio a Alfred F. Jones, no es porque sea yanqui e increíblemente estúpido, no, es porque hace llorar mucho a Arthur y ya dije que me molesta porque es problemático, además sólo yo puedo torturar a Arthur.

Esta noche mi hermano le confesó por décima ocasión que lo amaba y deseaba ser correspondido al menos una vez por el yanqui. Sólo supe que el yanqui le dijo a Arthur que a él le gustaban solamente las mujeres y que no podía intentarlo porque Arthur ni si quiera parecía una…

¡Listo yanqui!

Arthur finalmente sale del baño. ¡¿Qué sucede? Ha salido únicamente con una diminuta toalla azul cubriendo su intimidad. Es un trapo tan pequeño el que lleva encima que incluso resulta insultante ¿Qué intenta? ¿Seducirme?

- ¡Scott! – exclama completamente avergonzado. Su sorpresa es tan grande que incluso me llama de esa forma. Aquello mueve fibras dentro de mí que preferiría ignorar. – Creí que te habías ido – alega mientras busca apresuradamente algo en sus cajoneras.

- Eso quisieras- respondo y una absoluta malicia comienza a nacer dentro de mi estómago.

Arthur toma sus calzoncillos y un piyama de color aburrido, está dispuesto a regresar al baño lo más rápido posible, incluso me ignora para lograr su cometido enseguida.

- Oye, Arthur – le llamo mientras saco una moneda de mi bolsillo y jugueteo con ella haciéndola pasar sobre mis nudillos.- ¿Desde cuándo es que vas al gimnasio? ¿Desde qué te gusta Jones? ¡Bah! Si lo que necesitas para conquistar a ese descerebrado es una cirugía plástica –

- ¿Tú crees? – se detiene en seco y su timbre de voz es sobriedad absoluta.

¡Bingo!

Termina técnicamente sobre mí, señalándome con el dedo índice mientras me recrimina una serie de bazofias empaquetadas pulcramente en un sofisticado manerismo inglés… Y me encanta…

Me causan repulsión todas aquellas basuras que se atreven a encerrar la atracción sexual en un podrido y selectivo grupo de acuerdo a tus características elementales ¡Glaikit! (1) Lo mismo me parecía irresistible el cuerpo de una voluptuosa joven morena desnuda que el cuerpo semidesnudo de Arthur.

Su esbelto cuerpo trabajado con esmero en el gimnasio; su perfecto trasero censurado bajo aquella burlona toalla color azul marino que se pegaba insinuantemente a aquella incitante piel mojada; sus morenos pezones erectos debido al frío clima; su cabellera color paja mojada y despeinada agitándose al ritmo de sus insultos; su rictus de enfado tan jodidamente encantador; esos imperdonables hoyuelos que me sonrieron cuando Arthur me dio la espalda hace unos momentos ¡Sí! Aquellos dos hoyuelos gemelos despiadadamente sexys que me guiñaron al final de la columna vertebral justo arriba de aquel delicioso trasero…

- ¡Un tatuaje! – exclamo en trance

- ¿Pero qué te pasa? – brama Arthur

- ¡Un tatuaje de dragón! – con un movimiento inesperado atraigo completamente el cuerpo de Arthur al mío en un abrazo muy escandaloso; después paso mi mano helada justo encima de sus nalgas ¡Sobre aquellos endemoniados hoyuelos! – Justo aquí… - Y Arthur se estremece violentamente, un escalofrío recorre su cuerpo, más pequeño que el mío, ¡Y a mi comienza a excitarme todo esto! …


- ¡Tú! ¡Basta! ¡No se qué diablos te pasa! ¡No te quieras burlar de mí, Bloody Bastard! –

¡Repudio que Scott juegue de esta forma conmigo! ¡Bien! Puede burlarse todo lo que quiera de mí, pero jugar conmigo ¡Nunca!

Quiero golpearlo, pero en mi patético intento él atrapa mi puño con facilidad ¡Perfecto! Desde pequeños él siempre ha sido más hábil que yo.

Scott baja con suavidad mi puño mientras atrae mi mirada a la suya como si fuese un imán… Y trae una mirada rarísima encima. Es una mirada sofocante y me llena de vergüenza, pero yo ya no puedo dejar de mirarla.

Siempre me han dicho que mis ojos son como dos brillantes y grandes esmeraldas; que todos los Kirkland poseemos los mismos ojos, pero eso no es verdad. Los ojos de Scott son en realidad profundos, hipnotizantes y peligrosos… muy muy peligrosos… más bien como los interminables y espesos bosques verdes de Escocia.

Violentamente Scott profundiza su opresivo abrazo y hunde aún más su mano sobre mi espalda baja ¡Qué situación tan bochornosa! Técnicamente estoy desnudo ¡Miserable, Scott! Forcejeo violentamente, pero es inútil. Scott me toma del mentón con vehemencia y me doy cuenta de lo inevitable ¡Bloody Hell!

- ¡Basta! ¡Detente! ¡Te lo exijo!-

Esto parece incitarlo con más locura y cuando menos me doy cuenta mis labios y los de mi hermano se encuentran unidos en un demandante abrazo que ha sido forzado en contra de mi voluntad.


Glaikit: Insulto escocés, significa que aquello a lo que te diriges es ofensivamente estúpido.