Título: Amor errante
Claim: Seya Riku/Nitori Shuuichi.
Notas: Historia alterna a partir del capítulo 95 del manga. Shounen-ai.
Rating: T
Género: Romance/Angst
Tabla de retos: 30 besos
Tema: 08. Nuestro mundo


Tanto Seya como Shuu trataban de ignorar la incesante charla que se llevaba a cabo a unos cuantos metros de distancia de donde ellos estaban. Al parecer, ni Mako ni Chiba-san podían contener sus pequeños gritos de sorpresa, expectación y enojo, al ver a Seya ahí después de lo que ellos consideraban algo despreciable. ¿Qué quería decirle? Eso mismo se preguntaba Shuu mientras miraba nervioso hacia el rostro del otro, que no le sostenía la mirada por más de dos segundos, no sabía si por verguenza o porque le incomodaba su atuendo —no se había quitado el vestido ni la ropa de chica, dándole un aspecto aún más femenino de lo habitual.

—¿Qué pasa, Seya-san? Si vienes a decirme lo que has decidido, créeme que ya lo sé —Shuu habló con voz firme, sin vacilar ni una sola vez en sus palabras, quería terminar con todo ese asunto de una vez por todas y sabía que ponerse a hacer melodramas no iba a ayudarlo en lo más mínimo para conseguir su propósito.

—¿Lo sabes? —Seya palideció, pero luego de unos segundos recobró la compostura—. ¿Y por eso te has vestido así? No es necesario.

—No lo hago por ti, lo hago por mí —fue la respuesta del castaño, quien era unos cuantos centímetros más pequeño que él, pero que sin importar eso lo miraba desafiante—. A mí me gusta.

—A mi también —dijo el otro, como si temiera haber hecho un comentario hiriente—. Pero también me gusta de la otra manera, sin la peluca, ya sabes...

El silencio volvió a reinar entre los dos. ¿Estaban hablando acaso de cosas diferentes? Así le parecía a ambos, pues no tenían ni la menor idea de qué le causaba molestia al otro de sus palabras, ni porqué le parecían tan importantes. La conversación no parecía fluir hacia el tema principal, no parecía que Seya fuera a decirle la verdad sobre su hermana, al menos no la que él esperaba.

—Shuuichi, me gustas —los colores se le subieron al rostro del muchacho, pues consideraba demasiado íntimo haber dicho el nombre de pila del menor de los Nitori, pero a la vez, también lo consideraba prueba fehaciente de que sus sentimientos eran reales—. Eso venía a decirte. Se lo he dicho a Maho y me ha dicho que está bien, así que ahora quiero decírtelo a ti.

—¿Es en serio? —inquirió el menor de los dos, pero sin esperar respuesta agregó—: Tu también me gustas, Seya.

—Riku.

Por como se estaban mirando y por el intercambio de sonrisas que se sucedió a esas palabras, Mako y Chiba comenzaron a saltar de alegría o poco les faltó para hacerlo. Las sospechas de Mako habían sido erróneas y ahora todo parecía terminar como debería, ¡como en un cuento o algo así! ¡Qué romántico! Pensó Mako, antes de intercambiar una mirada cómplice con Chiba y por supuesto, antes de comenzar a gritar...

—¡Beso! ¡Beso! —coreaban ambos, ante la cohibida mirada de Takatsuki, que se había llevado una mano a la frente de pura verguenza, pero que a la vez también parecía esperar el desenlace.

—¿No te importa lo que dirán? —Shuu quería dejar todo en claro antes de comenzar con la relación. Habría años de sufrimiento, serían duros y largos. Si Seya no estaba preparado para afrontarlos, de nada servía haber hecho sufrir a su hermana.

—No me importa —respondió sinceramente él, colocando una mano sobre su hombro como sin querer—. ¿Quieres que te lo demuestre? En nuestro mundo, nada más importará.

Shuu pasó saliva pesadamente al tiempo que los latidos de su corazón se aceleraban vertiginosamente, había besado antes, sí, pero nunca se había sentido de esa manera, expectante y necesitado. Cerró los ojos y dejó que el resto se hiciera solo, completando por fin un beso entre ambos, tan esperado desde los días de su primer encuentro.

Estaba tan concentrado que nisiquiera notó cuando Seya le quitó la peluca, como símbolo de que de verdad no le importaba lo que la gente pensara.

Era su mundo después de todo.

Nuestro mundo. Lo sería para siempre.

Y nadie más que ellos tenía derecho a juzgarlo nunca más.

FIN