Mi primer Klaine *.* Estoy emocionada, y todo! No sé muy bien cómo he sido capaz de escribirlo, de repente se me ocurrieron un montón de cosas que salieron no-sé-de-dónde...
Vamos, que espero que alguien lo lea, que los comentarios son amor, que estoy escribiendo un montón de tonterías y espero que no me odiéis por ello :3 (estoy un poco zombie hoy, lo confieso)

DISCLAIMER: Glee no me pertenece (sólo en mis sueños, y en historias delirantes como ésta). Es propiedad de FOX y sus creadores.


.

Como si no hubiese mañana

Le quiere. Ahí, ahora. Con más intensidad que a nadie en el mundo. Como si no hubiese mañana. Le necesita, y tiene la sensación de que pronto se olvidará de respirar si siguen envueltos en ese torbellino de aliento feroz y caníbal.

Los labios de Kurt son suaves. Saben a manzana. Blaine no puede evitar sonreír contra su boca, maravillado ante tanta ternura. Por un momento, lo imagina sentado frente a su tocador, aplicándose el cacao labial cuidadosamente, con esa delicadeza suya tan característica. No puede dejar de sonreír, intenta concentrarse, pero no puede. Él no le deja. Hay veces que su universo le resulta tan complejo, tan increíble…

No obstante, pronto su mente se queda en blanco. Se deja llevar. Están los dos juntos, ahí, ahora, y su pecho explota en mil fuegos artificiales y sabe que necesita dar una bocanada de aire, pero se demora, y siente una ligera presión en la garganta. Insignificante, soportable. Pero tiene que respirar, y separa su boca lo menos posible de la del chico. Suficiente para apreciar sus mejillas sonrosadas y su cabello revuelto. Eso provoca que su corazón vaya todavía más deprisa, como el trote de un caballo salvaje. ¿Dónde había estado Kurt Hummel escondido durante toda su vida?

Blaine abre la boca, pero se siente incapaz de hablar. Vuelve a cerrarla. Cualquier estupidez arruinaría el momento, y está seguro de que Kurt no quiere eso. Ni él tampoco. ¡Torpe!, quizá si tuviese más práctica sabría cómo comportarse… aunque quizá pudiese llegar a gustarle esa aura de inocencia. Pensar que dos personas como ellos, simplemente queriéndose con toda su inexperiencia, como si nadie más importase, son lo más hermoso del mundo.

Y entonces, lo sabe. Sabe que quiere un futuro junto a Kurt. Vivir cada momento, acostumbrarse poco a poco a sus pequeñas cosas, que le hacen feliz y le obsesionan de un modo casi peligroso para su salud mental. Sus besos de manzana, y también los que saben al primer café de la mañana, cuando se esconden en la biblioteca cerca de la chimenea. Su voz, el candor de su rostro, sus mejillas encendidas. Su inteligencia, vehemencia, perspicacia; y al mismo tiempo, sus miedos y preocupaciones. Sus miradas vehementes, y también las apáticas. ¡Su sonrisa! Le vuelve totalmente loco. Y desea verla cada día de su vida, cada maldito día. Está seguro de que era lo único que realmente necesita para vivir.

Y de repente, todo parece fluir. Respira. Cierra los ojos. Y el baile hipnótico comienza de nuevo. De un modo vertiginoso, abrupto y pasional que nunca antes había experimentado. Siente los nervios punzando su estómago, pero pronto los olvida. Se deja llevar. Y le ama. Con cada minúscula célula de su cuerpo. Con la fuerza de cien huracanes juntos. Como si no hubiese mañana…