Cuerpo cautivo


Albert Wesker & Claire Redfield


Capítulo uno: En lo que me he convertido…

So what if you can see the darkest side of me
No one will ever change this animal I have become
Help me believe it's not the real me
Somebody help me tame this animal!

Animal I have become — Three Days Grace


Descargo de responsabilidad: No amigos, Resident Evil no es mi saga, ni ninguno de sus personajes me pertenece.


— ¡Chris, detrás de ti! —gritó la joven Valentine a todo pulmón, con la vida arrastrando en cada una de sus palabras.

Jill trató de disparar, una, dos, tres veces, todas las balas pasando a un lado de Wesker, quien seguía esquivándolas con maestría, sin voltear a verla ni un segundo, mirando directamente a su objetivo.

La figura negra llegó mucho antes de que Chris pudiera evitar la poderosa embestida. Fue a dar espaldas al suelo, tratando de contener a la furiosa marea que lo atacaba.

Claire corrió cuchillo en mano, dispuesta a clavarlo en la espalda de Wesker, quien estaba sobre Chris golpeándole a puñetazos, demasiado ocupado como para notarla.

Sin embargo, al tratar de apuñalarle, el hombre tomó su brazo y terminó por torcerla, dejándola indefensa. Wesker la tumbó contra el suelo, volvió a correr y trepar por el techo, dando una voltereta que le llevó muy alejado del escuadrón de la BSAA. Chris estaba tratando de levantarse del suelo, después de haber recibido el impacto de semejante luchador; Wesker tenía la fuerza de empuje de un carro sin frenos.

Todos abrieron fuego simultáneamente contra el ex—capitán. León trataba de mantener a Claire bajo su ala, rogando porque no quisiera hacerse, como siempre, la niña grande. Y es que podía ser sumamente testaruda y dejarse llevar por la situación. Si había aprendido algo en todo ese tiempo como agente secreto del gobierno estadounidense, era mantener la cabeza fría y el pulso firme, confiando en sus habilidades individuales y la táctica de equipo.

El joven Kennedy era quien poseía el tiro más certero de los cuatro, así que fue el único que pudo despachar a Wesker con un par de dolorosos disparos en el vientre.

El antiguo líder de los STARS se tambaleó un poco, pero de las heridas simplemente brotó un riachuelo de sangre. Después, Wesker pudo volver a dar rienda suelta a su declarada masacre. Se acercó velozmente a León y le propinó un poderoso codazo en el estómago, con una patada lo mandó al suelo, demasiado aturdido para ponerse de pie.

— ¡Leon! —exclamó la joven pelirroja, con el alma en un hilo. Pero no tuvo tiempo de ir tras el joven castaño porque Wesker siguió su camino y, dando una voltereta con sus enormes piernas enfundadas en cuero negro, logró propinar a Jill un golpe directo a la mandíbula. Claire tomó su pistola, disparando desmesuradamente, tratando de distraerle, armándose de su mejor puntería.

Y en un segundo, sus brazos se volvieron piedra. Tenía a Albert Wesker de frente, apuntándole directo en la sien. El rubio respiraba tan agitado que el vaivén de su pecho era apenas perceptible y de sus labios solamente salían gruñidos ásperos ininteligibles.

No obstante, había algo aún más extraño en él… No existía rastro de esa sobriedad característica de sus rasgos, ni su gesto frío, ni sus palabras rebuscadas o su mirada objetiva. Claire vio esos ojos… y no tuvo palabras para describirlos. Estaban inundados en cólera: el rojo de ese iris apagando su voz, evitando que gritara por auxilio. Wesker no era definitivamente nada de lo que había sido en un pasado. No era él.

Sus habilidades seguían intactas, su físico, sus eternos lentes negros, pero ahora estaba inundado de furia ciega. Ni siquiera había mencionado sus acostumbrados discursos; ni una palabra elevada repleta de presunción. Era casi como si estuviera poseído por sus adentros.

Claire vio un segundo esos ojos, helada de pies a cabeza, y un recuerdo fugaz le llegó a la mente. Era ella y el mismo Wesker, aún con su chaleco grabado con el emblema STARS, diciéndole que su hermano no tardaba en llegar. Se podían adivinar sus ojos azules detrás de las gafas. Fueron las palabras de un hombre tranquilo y culto.

¿Qué…? ¿Quién era ese monstruo que tenía enfrente? ¿En verdad todos habían sido tan… estúpidos e ingenuos para no ver a un psicópata de tal magnitud antes, o es que de verdad se trataba de dos personas diferentes?

Esa noche Wesker no tenía control sobre sí mismo.

Siempre habrá momentos en que no podremos resguardar al demonio detrás de una casa de espejos.

Claire podía sentirla: la fuerza bruta, animal, que surgía de cada uno de los movimientos que el hombre realizaba.

Albert le rodeó con su brazo y la levantó, provocando que comenzara a ahogarse. Ella trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue inútil.

Chris notó a su hermana entre los brazos de ese engendro y rápidamente buscó la forma de liberarle sin causar daños colaterales.

— ¡Wesker! ¡Es entre tú y yo, maldito! —. A pesar de sus intentos de provocarlo, el mayor no contestó. Chris inició su carrera hacia su hermana, dispuesto a romperle la cara a Wesker de un sólo puñetazo, inundado con un miedo que creyó nunca volvería a experimentar: el miedo a perder a su única familia.

Sin embargo, Chris no pudo llegar, se detuvo en seco, cubriéndose la cabeza con los brazos, reaccionando por inercia a una repentina lluvia de vidrios desde el techo. Eran los refuerzos de la BSAA, rompiendo con horrido estruendo los vitrales de la mansión. Entonces, todo el ambiente se hundió en el caos. Los disparos, los gritos, las luces que penetran en la retina... Chris sólo pudo notar a su hermana desaparecer entre las sombras.

— ¡No! ¡Claire! —. El alarido fue desgarrador.

León terminó de levantarse, volvió a tomar su pistola y trató de apuntar, pero el riesgo de herir a la pelirroja era inminente. Tenía la vista aún nublada, las manos temblorosas… Bien podía darle a Claire... jamás se perdonaría algo así.

"Claire, no estás sola, no puedo hacerte daño, pero lo prometo… Iré por ti".

Los agentes recién llegados abrieron fuego, sin importarles nada más.

— ¡No disparen! ¡Una agente fue tomada rehén! —gritó Jill desde el otro lado, corriendo lo más rápido que sus piernas le permitían.

León sacó el afilado cuchillo de la funda en su pecho, mirando a Albert Wesker de manera fiera. Si había logrado derrotar a Jack Krauser de esa manera, haría lo mismo con ese tipo tan arrogante.

Los sentidos de Wesker eran mucho más agudos, su conocimiento de la mansión era mayor y viéndose rodeado, encontró una vía de escape. Parecía un tigre enjaulado, sus ojos rojos calcinantes rastreando toda la sala, con Claire todavía entre sus brazos mientras evitaba las balas.

— ¡Suéltame, maldito! —gritaba la joven Redfield con fiereza, sus alaridos no se detuvieron ni siquiera cuando la brisa de la noche le golpeó el rostro.

Nadie logró escuchar sus suplicas. El rubio rompió una de las ventanas laterales, huyendo con dirección a la floresta desierta. Corría a una velocidad tan extraordinaria que sólo hubiera sido posible detectar su movimiento a través de un radar. Corrió más rápido de lo que alguna vez lo había hecho, víctima del éxtasis en el que se hallaba preso. No liberaba a la joven, quien ya tenía la piel del mentón amoratada por la presión de sus dedos.

Claire sintió como el aire de la noche gélida corría a través de su cuerpo, su vista habilitada únicamente para percibir las estrellas, el frío, los poderosos brazos que la apretaban fuertemente, lastimándola.

No supo cuánto tiempo el tirano de gafas negras corrió a esa velocidad entre la maleza. La frustración se apoderó de su mente, para después, hundirse en una desoladora tristeza. El rocío comenzó a humedecer sus ropas, su rostro…

Fue probablemente una hora; fue quizá una eternidad. Claire quiso saber cómo podía soportar semejante carrera por tanto tiempo. Las últimas luces que pudo percibir, antes de sumergirse en la oscuridad del bosque, fueron las de un helicóptero rastreando todo el perímetro. Recordó los ojos preocupados de León, el último gesto derrotado de su hermano al verla atravesar aquel gran salón de realeza en brazos del tirano, Jill tratando de apuntar. Las lágrimas quisieron acumularse dentro de sus ojos, pero no iba a dejarlas ser más. No iba a dejar a sus emociones ganar nuevamente.

¡Cómo deseaba no ser siempre la chica en problemas! Si bien era cierto que se consideraba una persona con gran decisión, algunas veces se sentía con muy poco tacto para situaciones arriesgadas.

De pronto, sintió el duro impacto contra la tierra húmeda de llovizna. Un leve quejido de dolor salió de entre sus labios. Y, después, la bendita oscuridad de la inconsciencia.


Para cuando despertó, la cabeza lo estaba matando. Era el peor dolor que había sentido en muchos años. Incluso el tratar de alzar la cabeza era doloroso. Estaba manchado de fango, y sentía una extraña debilidad en las piernas, producto de tanto correr. Tenía una herida en la pierna, podía sentirla levemente, como un piquete.

¿Correr?

¿De quién?

Hubo veloces recuerdos aturdiendo su cabeza y no pudo evitar gruñir cuando la molestia en su cerebro se hizo más fuerte.

Otro de esos momentos…

La inyección del virus claramente no le había convertido en un B.O.W, por el contrario, le había dotado de habilidades que muchos otros solamente podían soñar con obtener, pero desde un tiempo atrás, algo no iba del todo bien. Trataba de entender que era lo que sucedía como hombre de ciencia, pero estaba lejos de poder controlarlo.

Al principio, creía que era un punto a su favor, algo extra. Fuerza extrema, sus sentidos tan alertas que podía definir entre los pasos de una persona y otra, pasar días enteros sin ingerir un alimento; todo sin ninguna repercusión y gracias a una simple inyección. No obstante, poco a poco, reloj arena de locura y delirio, el virus comenzó a alterar su psique. Había acabado casi por completo con su sensibilidad. Los estímulos exteriores eran leves. Casi extintos a esas fechas. El aire contra su rostro, el agua caliente al ducharse. Todo eso había ido desapareciendo hasta casi dejar de existir. Podía tocar un vaso o una jeringa y romper ambos objetos sin ser capaz de sentir los vidrios incrustándose dentro de su piel.

A raíz de ello, el trabajo de laboratorio se había transformado en algo frustrante. Siempre terminaba por vaciar el contenido de las muestras, de romper alguna probeta, y más tarde, aniquilando la calma con los tronidos de todos sus materiales volando por los aires.

Durante sus ataques, además, su memoria se transformaba en fragmentos dispersos, simplemente fantasmas, vagas imágenes que no le decían nada; él mismo buscando la muestra original del virus progenitor, golpeando a Chris, al tal Leon, las luces encima de la mansión. Y…

Trató de alzar la mano y levantarse, recordando que aquellos parajes no eran seguros para él, pero no pudo. No porque le faltaran fuerzas, sino que tenía a Claire Redfield tomando la siesta a su lado, aplastando su brazo. Si hubiera sido otra persona, se habría burlado de la ironía de 'dormir con el enemigo'.

"No puede ser…" Suficientes problemas, suficientes ocupaciones lo aquejaban.

No la necesitaba, no la quería cerca; ni los menores deseos de matarla siquiera. No era algo que le placiera en ese justo momento. Por él, la niña podía perderse en el bosque, simplemente desaparecer.

Sin embargo, como la persona astuta que había sido desde siempre, se dio cuenta que la presencia de la joven podía ser un punto contra Chris y su patético grupo. Podía llevarla y utilizarla como le viniera en gana, burlarse del mayor de los Redfield y después desecharla cuando ya no le fuera útil.

Albert Wesker tomó su localizador satelital y su moderno teléfono y pidió a un helicóptero ir a recogerlo, pero recordando sus riesgos, optó porque el transporte se instalara en un lugar lejano a donde se encontraba la mansión Spencer.

Se quedó viendo a los árboles, los cuales liberaban un poderoso olor a pino en el ambiente.

Volvió a la tarea de ser dueño de su mano, trató de alzar a la joven, y de paso, despertarla y enfrentar ese dolor de cabeza de una buena vez. Entre más rápido, mejor, y no tendría que enfrentar sus gritos de histeria y recriminaciones después. No se sentía de humor para mujeres en pánico.

Y justo como lo deseaba, las pestañas de Claire comenzaron a abrirse. Wesker pudo ver severas marcas en el cuello de la chica, moretones en forma de huellas de una persona. Se preguntó si había sido él.

—Vaya, vaya, corazón. Es bueno recuperar mi brazo de una buena vez —dijo mirándola de soslayo a través de los lentes negros.

Claire prácticamente se levantó de un salto, maldiciendo la presencia de ese hombre… o ser, que estaba a su lado.

Se echó atrás por impulso, lo más alejada posible al rubio arrogante.

—Parece que has visto un fantasma…

—Wesker —siseó la joven mujer, con enojo en la mirada aguamarina.

¿Por qué los hermanos Redfield tenían ese gusto por recalcar lo evidente? Era casi como una patología. Wesker se irguió cuan alto era, al igual que la chica. Su pierna protestó, pero hacer caso omiso era su especialidad. Las heridas no eran algo de lo que debiera preocuparse…

—Será mejor que quite esa cara, señorita Redfield, ya que tendremos que vernos seguido desde ahora y hasta que yo lo disponga así.

Claire sintió esas palabras como una sentencia.

— ¿Qué te asegura que voy a hacerlo? —trató de responder desafiante.

No estaba dispuesta a ceder tan pronto y tan fácil.

— Porque no tiene otra opción. Tú no puedes enfrentarte a mí. Así que tienes dos opciones, corazón: venir por tus propios pasos o venir mediante… métodos que no quiero utilizar por ahora. Sea lo que sea, siempre terminarás por doblegarte ante mí.

Claire deseaba tanto que aquello no fuera cierto.

Deseaba ser más fuerte que él.

Poder salir de ahí.

Poder acabar con él, incluso.

Pero no iba a funcionar. No de esa manera por ahora. Sin arma. Sola.

Lo único que podía hacer era tratar de buscarle ventaja a su posición. Y de alguna manera poder obtener algo que dejara a Wesker vulnerable.

Así, manteniéndose alerta, sobreviviendo, sería la única manera de no fallarle a sus compañeros. Con suerte obtendría la diferencia entre la derrota de ellos o la del hombre que le miraba ahora con desdén.

—Así que, señorita Redfield, ¿qué decide? —preguntó Albert. Aunque poco le importaba lo que ella decidiera. Se sacudió la ropa, sintiéndose extraño sin las gafas en su rostro. A fuerza de costumbre, era casi como no llevar una prenda de vestir tan esencial como la interior.

—No siempre te saldrás con la tuya —mencionó ella apretando los dientes.

Wesker hizo el amago de sonreír: —Lo veremos, corazón—. El hombre se giró dándole la espalda. —Comience a andar, va a congelarse si se queda ahí parada toda la noche… y no deseamos que eso pase, ¿o sí?

Claire vio al hombre empezar a andar y supo que su infierno apenas iniciaba. No sabía a dónde la llevaría ese maniático, pero su sentencia ya había sido dictada y ahora sólo quedaba esperar, actuar más rápido y con más ingenio que en toda su vida.

La luz de vidriera proveniente de la luna iluminaba el camino por donde vio desaparecer el traje de piel de su nuevo guía.

Estaba a merced del tirano incontrolable en el que se había convertido Albert Wesker.

Y ella iba caminando a paso propio a descubrir lo que había en su mundo.


¿Y qué si tú puedes ver el lado más oscuro de mí?
Nadie podría cambiar este animal en que me he convertido.
Ayúdame a creer que no es mi yo real…

Alguien que me ayude a domar este animal en que me he convertido…
Ayúdame a creer que no es mi yo real…
Alguien que me ayude a domar este animal.


Notas y nuevas noticias:

Espero les guste el inicio de mi nuevo fic.

No estaba muy segura del título… en fin. Cualquier opinión háganmela saber. Es sólo el inicio. Wesker no planea quedarse quieto, se los aseguro. Necesita resolver sus dificultades lo más rápido posible, aunque tenga que llevar con él a la joven Redfield.

Sé que no se explica demasiado del ambiente, pero en el siguiente capítulo lo haré.

Muy pronto:


Wake me up: Un Rebecca Chambers&Albert Wesker Pre—RE0. Sin romance. Sé que es una pareja extraña de ver, pero fue una idea que me vino.

Far Away: Claire Redfield&Albert Wesker Pre—RE1. ¿Qué pasaría si Claire hubiera conocido al capitán mucho antes?

Whiskey en las rocas: Chris Redfiel&Albert Wesker. Nada de romance amigos. Otra idea, después de haber terminado RE5. "Y es que yo llegué a respetarlo, antes…"

—Está demasiado pálido, Redfield. Venga a tomar un trago— aún escuchaba la voz del excapitán en su mente.

Aclaro: No pairing.

Hasta luego y muchas gracias por leerme.


Fecha de la última revisión ortográfica: 11 de julio de 2018

[A quien encuentre una falta de ortografía, le debo un helado.]