Disclaimer: Digimon no me pertenece.
El último revólver
Epílogo: Eternidad
No sabría decirse cuantas lunas pasaron por el mismo cielo después de esa noche de invierno. Edificios aún más altos comenzaron a cubrir la ciudad y tecnologías muy avanzadas eran ya cosas cotidianas en la vida diaria de las personas. Las estrellas cada vez se volvían más pequeñas y día a día se veía menos verde en el panorama, se respiraba un aire diferente al de años atrás, pero aún así… todo parecía estar en paz.
Un joven de al menos unos veinte años caminaba por la ciudad sin rumbo fijo. Su cabello rubio se movía ligeramente por la brisa del viento y sus ojos azules cual zafiros parecían perdidos en el camino. Se veía algo abrumado de tanto calor, puesto que era uno de los veranos más calientes de la última década, cosa que no parecía hacerle gracia alguna.
Todo era silencio para el rubio hasta que sintió un aparato vibrar en su bolsillo del pantalón, era su teléfono celular; suspiró antes de sacarlo y lo alzó un poco para revisar quien le estaba llamando.
– Ah… eres tú. – dijo contestando el teléfono.
– ¡Qué humor! ¿Por qué me saludas así?
– Porque nos acabamos de ver las caras hace menos de una hora… – replicó con simpleza.
– ¿Y eso significa que no puedo llamarte para ver cómo estás? – respondió la voz en el teléfono fingiendo que estaba ofendido.
– Yo sé que me llamas porque quieres algo, hermano. – suspiró el rubio.
– Me conoces bien… – soltó una carcajada. – Quiero que pases por la librería y me compres un libro.
– Hmm… – miró hacia los alrededores. – Tienes suerte, hay una justo en la esquina, pero tendrás que pagármelo en cuanto llegue a casa.
– ¡Deberías obsequiármelo! Cumpliré años y soy tu hermano menor.
– Tu cumpleaños fue hace tres meses.
La voz al otro lado de la línea soltó un bufido.
– Osh, ya… – dijo riendo de nuevo. – Es obvio que te lo voy a pagar.
– Y bien, ¿qué libro quieres?
– No recuerdo bien el nombre, pero de ese libro debo hacer mi reporte de literatura.
El mayor alzó una ceja.
– ¿Y si no sabes el título como esperas que lo encuentre?
– ¡Espera, no me regañes sin dejarme dar explicación alguna! – exclamó el hermano del rubio. – Es obvio que lo encontrarás, es de los más vendidos de la temporada.
– Ah… ¿Es ese libro de la autora que acaba de fallecer hace unos días?
– ¡Exacto! – afirmó el menor.
– ¿Pero qué no era de una historia de amor o algo así? No pensé que en la universidad pidieran reportes de novelas románticas.
– Es que no sólo trata de eso. – replicó. – La autora cuenta en ese libro sus experiencias cuando era una niña, al parecer la tuvieron como secuestrada en una casa que realmente era de mafiosos o algo así.
– Ni siquiera estás seguro de lo que trata… – soltó con algo de fastidio.
– Pues de todos modos tengo que leerlo.
– Bien, te veo al rato.
Dicho esto, el rubio colgó el teléfono y fijó su vista hacia la gran librería que estaba en la esquina de la avenida, se veía muy iluminada y espaciosa, de esas librerías donde también puedes quedarte a leer mientras bebes un poco de café. Caminó con el mismo ritmo tranquilo de siempre y entró al establecimiento.
Era enorme. ¿Por dónde podría empezar a buscar?
– ¿Puedo ayudarte en algo? – una linda joven de largos cabellos rojizos se le acercó al rubio, sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas y se veía algo nerviosa.
– Eh, sí. Estoy buscando un libro, pero no estoy seguro de cómo se llama… – respondió el rubio sin notar el evidente nerviosismo de la chica.
– Oh, pues para eso estoy. ¿Sabes algún dato sobre este libro que buscas?
– Sí, es de esa autora que acaba de fallecer hace poco…
– ¡Ah! "El último revólver" – exclamó emocionada. – Es de Hikari Tachikawa.
– Sí, creo que ese es el nombre.
– Déjame ver si aún lo tenemos a la venta, la verdad es que es un libro muy solicitado y suele agotarse con rapidez. – explicó la pelirroja. – Sígueme, por favor.
El rubio no contestó y siguió a la joven en silencio por los largos y altos pasillos llenos de libros de todos los colores, variedades y tamaños. Al final llegaron a un gran estante que tenía espacio para bastantes libros, pero lo curioso era que parecía no haber ninguno.
– Uhm… creo que sí se agotaron; toda esta área es exclusiva para el libro de Tachikawa. – dijo la chica, desilusionada.
– No te preocupes, lo buscaré en otra ocasión. – respondió el rubio dispuesto a irse.
– ¡Ah, disculpa! – exclamó la pelirroja. – Antes de que te vayas… – pero no pudo continuar hablando cuando los bellos ojos azules del rubio se posaron sobre los suyos.
– ¿Sí? – preguntó el chico más por cortesía que por curiosidad.
– Este… ah… – la joven estaba realmente nerviosa. – ¿Cuál es tu nombre?
– Yamato. – respondió al instante, aunque no entendía porque se lo estaba preguntando.
– Uhm... ¿Te gustaría que saliéramos en alguna ocasión… Yamato? – preguntó tratando de no sonar muy atrevida.
De nuevo. Otra vez le estaba sucediendo. Siempre recibía propuestas de citas por parte de completas desconocidas, pero por alguna extraña razón sentía que ni una era la indicada y terminaba rechazándolas. Ya hasta había llegado a la conclusión de que él no estaba hecho para el amor, porque además, las historias románticas le dejaban un extraño vacío en el pecho, una sensación de opresión que no sabía de donde provenía.
– Lo siento… pero no estoy interesado. – respondió sin rodeos.
– Oh… – exclamó la joven con tristeza. – N-no hay problema. Ojalá encuentres el libro.
– No te preocupes… – dijo dándose la vuelta. – Suerte.
Estaba a punto de caminar en dirección a la salida cuando su mirada se posó en un libro solitario en uno de los estantes de en frente, la imagen en la portada había llamado su atención.
– Ese libro… – susurró abriendo los ojos de par en par.
– Ah… – exclamó la pelirroja sin mucho ánimo en su voz. – ¡Qué suerte tienes! Parece que es el destino, has encontrado seguramente el último ejemplar en la tienda.
– Ella…
El libro tenía inscrito el título de este en grande: "El último revólver" seguido por el nombre de la autora, y en todo lo largo de la portada estaba el retrato de una bella joven de ojos y cabello color chocolate.
– ¿Verdad que es muy bonita? – exclamó la chica.
– ¿Es la autora cuando era joven? – preguntó intrigado el rubio.
– No, es su hermana mayor; Mimi Tachikawa. – hizo una pausa. – El libro lo escribió como homenaje a ella.
– Oh… – susurró Yamato a la vez que tomaba el libro del estante.
Sus ojos no podían apartarse de aquella hermosa joven de la portada; simplemente la mujer más bella que hubiera visto. Parecía no pasar de los veinte años y tenía la sonrisa más angelical que pudiera existir, estaba hipnotizado.
– Entonces… ¿lo vas a comprar? – preguntó la pelirroja sacándolo de su trance.
– ¡Ah! Claro.
.
Había pasado más o menos una semana desde que Yamato había hecho la compra del libro; y aunque cuando su hermano se lo pidió él no estaba interesado en leerlo, desde que vio la imagen de esa joven en la portada no había querido soltarlo, es más, ni siquiera le cobró al menor con tal de que lo dejara leerlo primero.
– "Y así… el recuerdo de su amor vivirá por siempre."
Concluyó su lectura diciendo la última frase del libro en voz alta. Dio un largo suspiro y se recostó en su cama, cerrando el libro con pesadez. El rubio de nuevo miró la portada con atención e inconscientemente pasó sus dedos por el rostro de la chica de ojos color chocolate. No sabía porque no podía dejar de verla. No era sólo atracción… de eso estaba seguro. Desde que la vio a lo lejos en la librería sintió una extraña corriente recorrerle el cuerpo.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió, dejando ver a un rubio muy parecido a él, con el mismo color azul intenso en los ojos, pero unos cuantos años más joven.
– ¿Ya lo terminaste? – preguntó el menor. – Llegas del trabajo y lo único que haces es leer eso. ¡Se supone que yo lo leería! – exclamó fingiendo enojo.
– Ni siquiera tenías ganas de hacerlo. – respondió Yamato.
– Pues no, y de hecho… ¡Vine a pedirte que tú hicieras mi reporte de literatura! – exclamó mostrándole una hoja en blanco y una pluma. – ¿Qué dices? Luego yo lo pasaré a la computadora.
El rubio mayor giró los ojos.
– Estás loco… yo ya pasé por eso.
– Ya sabía que me ibas a decir que no. – dijo sentándose en una silla al lado del escritorio de su hermano. – Pero como tú lo leíste, yo no pienso hacerlo, así que cuéntame de que trata.
– No tienes remedio, T.K. – negó levemente con la cabeza.
– Y bien. – dijo ignorando ese último comentario. – ¿De qué se trata?
– Pues tú ya tenías una idea vaga.
– ¿Entonces la autora sí fue secuestrada por mafiosos? – indagó sonriente.
– No. – hizo una pausa. – Sus padres murieron cuando ella era tan sólo una niña, se quedó sola en el mundo con su hermana mayor y tuvieron la mala suerte de ser encontradas por Ken Ichijouji, el líder de…
– ¿Ichijouji? – preguntó asombrado. – ¿No es el sujeto que metieron preso hace muchos años y después lo ejecutaron en prisión?
– ¿Y tú como sabes eso? Ni siquiera habías nacido.
– Como no saberlo, era un famosísimo criminal. – exclamó con tono sabiondo. – Y al final obtuvo su merecido.
– Sí... merecía un final doloroso. – dijo con algo de rabia en su voz.
– ¿Por qué suenas tan molesto? – soltó una divertida carcajada. – Pareciera que te tomaste el libro muy enserio.
– Calla, déjame seguir con la historia. – hizo una pausa. – ¿Estás tomando nota?
– Por supuesto. – dijo el menor escribiendo lo que el rubio le acababa de contar.
– Bien… – continuó. – Ambas fueron encontradas por Ichijouji y este le prometió a Mimi, quien era su hermana mayor, que cuidaría de su hermanita hasta que ella obtuviera el dinero suficiente para mantenerla… pero a cambio de que se convirtiera en una asesina en su asociación.
– ¿En serio? ¡WOW! Que fuerte. – dijo tomando apuntes. – Sigue, sigue…
– Hikari Tachikawa cuenta cómo vivía en esa gran casa. La cuidaban sus dos nanas, Yolei y Sora, quienes toda la vida fueron como sus hermanas. – explicó. – También cuenta que sólo la dejaban ver a Mimi cada dos semanas, y que ella estaba consciente de que algo malo pasaba, pero no estaba segura, ya que era muy pequeña…
– Hmm… – susurró con interés. – Continúa.
Yamato se entretuvo contándole al menor todas las anécdotas narradas en el libro de Tachikawa, desde cómo se entretenía en la gran mansión, también de cuando se enteró de la relación de Mimi con un oficial privado, como también de los últimos momentos que pasó con su hermana.
– ¿Entonces con ayuda de Yolei y Sora pudo escapar? – exclamó asombrado el rubio menor.
– Pues algo así. – contestó. – Es que cuando Ichijouji se enteró de que su mejor asesina se había quitado la vida, él mismo echó a la pequeña a la calle, dejándola completamente desprotegida, ahí es cuando Yolei y Sora escaparon para cuidar de ella.
– ¿Y el sujeto ese no las buscó?
– Claro que lo hizo, pero no porque las necesitara, más bien tenía miedo de que revelaran la ubicación de la asociación. – respondió Yamato. – Por eso las tres vivieron escondidas muchos años.
– Oh… – dijo anotando ese detalle. – ¿Y no las encontró?
– Decidió que era más fácil cambiar de ubicación, se fue del país y ellas nunca más volvieron a saber de él hasta que por las noticias se enteraron de que había sido asesinado en la cárcel a mano de los mismos presos, le dieron su merecido de una manera despiadada.
– ¿Y qué me dices de la historia de su hermana y el oficial privado? Debo mencionar un poco de eso también en el reporte.
– Pues Hikari nunca supo mucho sobre eso, de hecho especifica que sus nanas fueron quienes le contaron gran parte de esa historia.
– De todos modos cuéntame. ¿Se llamaba Mimi Tachikawa, verdad? – dijo apuntando el nombre. – ¿Y cómo se llamaba el oficial?
– Nunca se mencionó su nombre, solamente lo describió, decía que tenía el cabello rubio y unos ojos "tan azules como el mismísimo océano". – citó literalmente esa descripción.
– ¡Ja! – rió el menor. – Seguramente era muy apuesto, ya que tiene los mismos rasgos que yo.
Yamato soltó una sonora carcajada.
– No creo que se haya parecido a ti, Takeru.
– Osh, mejor cuéntame su historia.
– Pues la autora describe su amor como uno que traspasó cualquier límite. Llevaban casi un año viviendo juntos cuando Ichijouji puso a Mimi en una encrucijada, era la vida del oficial o la de su hermana. Al final eligió salvar a la pequeña, quien dice que se amaban como nadie en el mundo, tanto que no pudo soportar vivir sin él y lo siguió… – dijo el mayor con melancolía.
– Qué lástima, ella era muy joven… – susurró el menor. – ¿Pero porqué se quitó la vida? Ella fue quien decidió asesinarlo después de todo…
– Pero recuerda que fue porque no tuvo otra opción, lo hizo por su hermana. – exclamó defendiéndola. – Seguramente sufrió mucho al tomar esa decisión.
– Pues sí… ¿pero que su hermana no sufrió más al quedarse sin nadie en el mundo?
– Nunca se quedó sola. Además Hikari sabía que Mimi hizo hasta lo imposible por ella, nunca dudó del cariño que le tenía; y gracias a ella obtuvo su libertad. – hizo una pausa. – Narra que en un principio sí le dolió muchísimo el saber que ya no la volvería a ver, y que aunque nunca la entendió por completo, tampoco la culpó.
– ¿Y dices que tenía apenas once años? – preguntó Takeru. – Pues era muy pequeña, yo creo que en esos momentos no comprendía muchas cosas…
– Sí, ya con el paso de los años empezó a tomar conciencia de todo. – respondió. – Y publicó el libro hasta hace poco, en honor a su hermana.
– Me sorprende que recordara todo con tanto detalle a pesar de su edad, según leí en internet, ya casi cumplía los noventa y cinco años.
– Pero escribió el libro estando más joven, lo tuvo guardado todos estos años sin publicarlo.
– Hmm… – suspiró. – Creo que terminaré leyéndolo yo también; suena más interesante de lo que imaginé.
– ¿Qué? ¡Entonces me hiciste desperdiciar MÍ tiempo! – exclamó el rubio mayor con fingido enojo.
– ¡Claro que no! Tú estabas sumamente entretenido contándome todo el libro! – se defendió el menor.
– Como sea. – dijo Yamato levantándose de su cama y dirigiéndose al armario. – Largo de mi habitación.
– ¿Vas a salir?
– Sí. Hay algo que me gustaría hacer.
.
Caminaba con pasos calmados por la acera. Era una noche de verano fresca en comparación de muchas otras, hasta el viento parecía inquieto. Yamato levantó la mirada y miró a la luna. Alzó una ceja, jamás la había visto tan grande y brillante como en ese día.
– Y a ellos los abandonaste… – susurró bajando su mirada, de repente se sentía peleado con la luna.
Siguió caminando hasta que llegó a un gran parque. Era raro ver zonas verdes en la ciudad, pero ese parque siempre se había mantenido intacto, ya que era el único lugar donde aún se festejaban los tradicionales festivales de la región.
– "Festival Tanabata" – leyó en voz alta un letrero que estaba en la entrada del lugar.
Al rubio nunca le habían llamado la atención esa clase de cosas, de hecho se sentía raro al ser el único con ropa normal entre tantas personas que llevaban su yukata puesta, como era tradición; pero había decidido ir este año ya que Tachikawa mencionó en su libro que el festival Tanabata del verano era una de las festividades favoritas de su hermana mayor. Y para su buena suerte, la fecha del festival coincidía con el día que justo había terminado de leerlo. Aun así, se sentía algo tonto por estar ahí, él no solía dejarse influenciar, y mucho menos por un libro.
– Hmm… – comenzó a caminar sin mucho interés viendo los puestos y juegos que estaban alrededor de todo el parque.
Definitivamente las tradiciones del país no eran lo suyo, nada parecía llamarle la atención, así que optó por retirarse del lugar; pero alguien se lo impidió.
– ¡Señor!
Un pequeño niño de hermoso cabello rojo y grandes ojos color ámbar comenzó a tirar de la camisa del rubio para llamar su atención.
– ¿Me hablas a mí? – respondió algo dudoso.
– Sí… es que no puedo ganar ese peluche. – dijo apuntando a un gran conejo que era el premio mayor en una atracción del festival.
– Y… ¿yo que puedo hacer?
– Uhm… yo esperaba que usted me ayudara. – exclamó el pequeño con una voz sumamente inocente.
– Eh… yo no…
Estaba a punto de negarse cuando de pronto sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Algo le decía que ya había pasado antes por una situación así, pero eso era imposible, ya que nunca había ido a un festival en su vida y juraba que era la primera vez que veía a ese niño. ¿O no?
– Déja vu… – susurró para sí mismo.
– ¿Uh? – exclamó el pequeño al escucharlo hablar.
– Sí, claro… te ayudaré. – replicó aun no muy convencido.
Una sonrisa adornó el rostro del niño.
– ¡Usted puede, señor! – animó el pequeño pelirrojo.
– No soy un señor... – dijo mirándolo con pesadez.
– ¡Lo siento! Mi mamá me dice que les hable a mis mayores con respeto. – explicó el chiquillo, aún emocionado.
El rubio no respondió y caminó al lugar donde tenían al gran conejo como premio, era un juego con muchos años de existencia, el típico de lanzar una pelota para derribar la pirámide de botellas. Yamato no podía creer que aun se jugaran cosas así.
– Señorita, deme una pelota. – le dijo a la encargada del local.
– Aquí tiene. – replicó entregándole tres de estas. – Son tres por persona, no es un juego fácil. – le advirtió.
– Gracias… – dijo tomando una pelota. Nunca en su vida lo había jugado, pero usaría bien sus tres intentos para ganar al conejo.
Y sin más, Yamato se posó a la distancia establecida para lanzar la pelota. Afiló sus ojos azules, parecía concentrado y tenía que estarlo, ya que nunca antes había hecho algo así. Levantó su brazo derecho, con el que sostenía la pelota, y la lanzó con fuerza en dirección a la pirámide de botellas.
Tanto la encargada como la gente que miraba se quedaron asombrados por la puntería del rubio. Había derribado la montaña de un sólo intento, para sorpresa de él mismo.
– ¡No me dijo que tenía tan buena puntería! – exclamó la chica encargada.
– Creo que ni yo mismo lo sabía… – dijo aún sin salir de su asombro.
– ¡Muchas gracias, señor! – chilló feliz el pequeño.
– Aquí tienes... – dijo la encargada entregándole el conejo al niño.
– ¡Señor conejo! – gritó el pelirrojo mientras abrazaba al peluche, que era más grande que él. – ¡Mamá! Mira lo que me gané...
Dijo el niño corriendo en dirección a una de las bancas del lugar, al parecer iba con su madre. Yamato observó la escena por unos minutos hasta que recordó que estaba a punto de regresar a casa.
– Será mejor que me vaya de una vez. – no sabía porqué, pero ese lugar lo ponía inquieto.
Desde que había pisado el festival, una extraña sensación de ansiedad contenida albergaba todo su cuerpo. Un sentir extraño, no sabría decir si era bueno o malo, pero en definitiva era abrumador, así que optó por salir de ahí. Pero justo cuando se iba a dar la vuelta hacerlo, un montón de gente comenzó a caminar rápidamente hacia el río que pasaba por el lugar, llevaban consigo papeles de colores y bambús de todos los tamaños.
– ¿Qué rayos? – exclamó.
Ahora que lo pensaba, no estaba muy seguro de lo que era un festival Tanabata.
De pronto divisó al pequeño niño pelirrojo quien también iba en dirección al río, y lo detuvo para preguntarle.
– Hey… ¿tú sabes porque todos se dirigen hacia allá?
– ¡Sí! – sonrió emocionado. – ¡Es la hora de pedir nuestros deseos!
Yamato arqueó una ceja.
– ¿Cómo es eso? – preguntó aún confundido.
– Lo escribimos en papelitos de colores como este. – dijo mostrándoselo. – Los atamos a un bambú y luego los dejamos ir por el río.
– Oh… con que a eso van…
– ¡Sí! ¡Y después el cielo se llena de fuegos artificiales! – exclamó con más emoción. – Ya me voy, no quiero mandar mi deseo al último.
Dicho esto, el niño se marchó corriendo hacia el río. Yamato suspiró aun algo confundido, ya que aunque no le interesaban mucho las tradiciones, algo en su interior le decía que debía ir a contemplar ese momento.
Se acercó al lugar y observó al montón de personas en la orilla del río, todos amontonados y haciendo escándalo, parecía que estaban jugando carreras para ver quién mandaba su deseo primero. Se apresuró a alejarse de la multitud de gente y encontró un gran árbol donde se recargó mientras veía como todos comenzaban a dejar ir sus deseos en la corriente. Sin duda era una visión muy diferente a cualquiera que hubiera experimentado antes, tantos colores y luces hacían ver la noche muy hermosa.
Desvió la mirada un poco para contemplar el árbol en el que estaba descansando. Era simplemente enorme y muy bello. Lo miró por unos instantes más y sonrío. Era sin duda el árbol más grande y notorio del parque, los demás no se le comparaban.
– "Montblanc" – susurró leyendo el cartel que estaba a un lado de este. – Es un nombre extraño para un árbol…
Caminó un poco hasta quedar frente a este. Se sentía algo raro, nunca antes lo había visto y aun así le parecía un sitio muy familiar.
De pronto una fresca brisa de verano comenzó a soplar, acariciando las mejillas del rubio y levantando las hojas del suelo que volaron hacia él. Cerró los ojos para sentir el aire, cuando la voz de una mujer lo sacó de sus pensamientos.
– ¡Mi deseo! ¡Por favor, atrápalo!
Abrió los ojos de golpe y frente a él pudo ver un papel de color rosa volando junto con las hojas; rápidamente reaccionó y lo atrapó con su mano derecha. Abrió el puño donde lo tenía y como si fuera un reflejo leyó lo que estaba escrito en este.
"Por favor, déjame a encontrarlo."
La brisa nocturna volvió a soplar, el chico entrecerró sus ojos para evitar que el viento los golpeara directo y, por mera causa del destino, giró su rostro en dirección a la cual el viento le había invitado a voltear. Juró que algo dentro de él despertó enseguida cuando pudo divisar a una chica vestida en una yukata color rosa acercándose.
Era hermosa. Una bella joven de ojos color chocolate y cabello largo del mismo tono corría en dirección a donde él estaba. El rubio de ojos azules no dudó en comenzar a caminar en la misma dirección en la que la chica se dirigía a él. Dentro de su pecho algo se calentaba rápidamente, embriagándolo de una felicidad que no sabía porque sentía.
Poco a poco la distancia de ambos se fue acortando.
La joven castaña detuvo sus pasos justo a unos centímetros de distancia de Yamato. Una sonrisa inexplicable se posó en los labios de la chica cuya hermosa cabellera bailaba junto al viento. Tímidamente alzó su rostro y sus ojos color chocolate miraron directamente a los azules del rubio frente a ella. Se quedaron observándose fijamente sin decir nada, ambos parecían haberse perdido profundamente en los ojos del otro, era una sensación indescriptible.
Yamato soltó una pequeña risa, no sabía exactamente qué decir, así que sin más, extendió su mano y le entregó el papel rosa que había rescatado.
– Creo que esto te pertenece.
– Oh… – dijo la chica aún sonriendo. – Muchas gracias.
Cuando tomó el papel y las manos de ambos tuvieron contacto, fue como si el mundo se detuviera para Yamato. Nunca en su vida había sentido algo así, su corazón comenzó a latir desbocado y no estaba seguro del porqué. Rascó su cabeza de forma torpe mientras bajaba la mirada, ahí divisó un anillo de oro blanco y diamantes en el dedo anular de la chica, cosa que lo desilusionó un poco. ¿Acaso estaría comprometida?
La joven de cabellos color chocolate notó la insistencia con la que el rubio miraba su anillo y su sonrisa se hizo aun más amplia.
– Lo encontré cuando era pequeña justo aquí, en este árbol. – comenzó a explicar. – Antes me quedaba muy grande pero hace poco descubrí que ya podía usarlo y desde ese día no me lo he quitado. No sé porque pero… es mi tesoro más preciado. – dijo con un toque de ternura en su voz.
– Pues… te sienta bien. – dijo rascando su mejilla. Se sentía aliviado de escuchar esas palabras, pero no podía dejar de ver con insistencia a esa joven, tenía la sonrisa y la voz más dulce que en su vida hubiera escuchado. – Y bueno… ¿Cómo te llamas? – por ahí hubiera empezado.
– Soy Mimi… – respondió.
– Mi nombre es Yamato. – dijo tendiéndole la mano.
Una risa se escapó de los labios de Mimi y sin si quiera pensarlo, aceptó la mano del rubio con la suya para así entrelazar sus dedos.
– Yamato. – repitió sintiendo un extraño regocijo en su pecho por decir ese nombre. – Me gusta tu nombre…
– ¿Sí? El tuyo lo leí en un libro… justo lo acabo de terminar. – susurró el rubio. No entendía porque sus ojos empezaron a arder. Apretó con seguridad la mano de la chica. – Y te pareces a ella…
Mimi de pronto se extrañó por las lágrimas que comenzaban a formarse en esos ojos azules. Llevó su mano libre a la mejilla de Yamato y le dedicó una mirada capaz de calmar cualquier dolor.
– ¿De verdad? – preguntó con inocencia.
– Mimi… – dijo en voz baja, tomando la mano que acariciaba su mejilla.
Yamato cerró sus ojos y lágrimas comenzaron a salir de estos. De pronto el tiempo había dejado de tener sentido y su corazón no paraba de latir con fuerza, como si se fuera a salir de su pecho... era como si hubiera encontrado todos esos colores que le habían hecho falta toda su vida. Una sonrisa se formó en sus labios.
– Yo sabía que cumplirías tu promesa, príncipe azul… – susurró la chica con una sonrisa.
– Perdóname por haberte hecho esperar… – respondió el rubio.
Sus ojos azules buscaron los de Mimi y al encontrarse con estos se dio cuenta de que ella también estaba llorando, pero era un llanto de felicidad, un llanto de alegría pura. Y ahora no podía dejar de mirarla, simplemente no podía dejar de mirar a esa chica que todo este tiempo había estado esperando… por largos años.
– Me has hecho mucha falta… – exclamó ella.
– Pero ya estoy aquí…
Yamato tomó las mejillas de la menor y sin dudarlo unió sus labios con los de ella en un beso que, aunque era el primero de ambos en esa vida, llevaba plasmados grandes sentimientos, palabras, sueños y deseos en él. Mimi enseguida pasó sus brazos por el cuello del rubio e hizo la unión más fuerte. Los corazones de ambos latían sin parar y el beso continuó, haciéndose cada vez más profundo. Era un beso lleno de amor, un beso lleno de añoranza contenida. El tiempo parecía haber dejado de correr y no supieron cuánto había pasado cuando algo hizo que se separaran.
– ¡Yamato! ¡Mira! – gritó Mimi emocionada.
Varias luces de colores inundaron todo el cielo nocturno, eran fuegos artificiales, esos que habían contemplado juntos bajo la misma luna hace ya tanto tiempo. La chica tomó la mano del rubio y con la mirada lo invitó a que contemplara las bellas luces a su lado.
– Te amo… – susurró el chico al oído de Mimi. – Y nunca nadie nos va a separar.
– Y esta vez será para siempre… – respondió la chica.
– Para toda la eternidad.
Y así, ambos volvieron a posar sus ojos en los fuegos artificiales que adornaban todo el cielo estrellado de esa noche de verano. El destino les había dado otra oportunidad a dos corazones, a dos corazones que no habían olvidado, aún después de la muerte… lo que era el amor. Y ahora estaban seguros de que estarían juntos para toda la vida, para toda la eternidad... pues esa promesa fue más fuerte que el tiempo y su amor pudo superar todas las barreras.
FIN
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Notas de la autora:
Ahora sí puedo decir que terminé de escribir esta historia, aunque realmente no tiene un final, pues el amor verdadero no conoce finales. Y bueno... ¿qué les pareció el pequeño epílogo? :D! Y sí, digo pequeño porque lo considero corto a comparación de los capítulos pasados, pero la verdad ya no quise extenderme, pues cuenta con todos los puntos que necesitaba cubrir.
Mi hermana me dio la idea de que Hikari publicara un libro y me pareció una muy buena manera de explicar los huecos que habían quedado inconclusos en el capítulo anterior de una manera rápida y concisa, como el asunto de qué sucedió con Hikari y con Ken Ichijouji después de la muerte de Mimi.
Lo demás ya lo tenía planeado desde que comencé a escribir el fic. Sí, es algo fantasioso, pero significativo. Al final Yamato cumplió la promesa que le hizo a Mimi de que estarían juntos para toda la eternidad, lo cual me deja a mí satisfecha, y ojalá les haya gustado la manera en que lo planteé. Que por cierto, me inspiré de una historia llamada "Medieval" que escribió una persona que admiro y quiero mucho, creo que incluso ya había mencionado el título de esta en el libro que Yama le regaló a Mimi en en segundo capítulo.
Pero en fin, enserio haberles sacado aunque sea una sonrisa :D ~
Ah, una cosita, los invito a que pasen a leer mi nueva historia, ya está publicada :D! Es un concepto completamente diferente a este... ahora tratará temas sobre la vida escolar de los chicos en la academia de artes más prestigiada de todo Japón. Habrá amoríos, rivalidades, sueños rotos, sueños por cumplir, les aseguro que mucho DRAMA y un posible triángulo amoroso! Obviamente será Mimato ~ ...pero esta vez también tendrá menciones de Takari y Taiora, ya que son las parejas que más me gustan. ¡Espero contar con su apoyo!
Y ya para terminar mi larga nota, no pienso despedirme sin antes darles las gracias a todos y cada uno de ustedes! Sepan que los amo por todas esas palabras de apoyo que me dieron a lo largo del fic! Así que mi más sincero agradecimiento por leer la historia y por escribirme! Sepan que aprecio cada review recibido! Y a los lectores silenciosos también les digo GRACIAS! Ojalá se tomen un momento para escribirme y decirme que les pareció el fic; aunque eso va en general, en verdad me gustaría saber su opinión del epílogo y de toda la historia en sí, los estaré esperando :)!
Ahora si, ¡hasta luego! y repito, GRACIAS por darle una oportunidad a esta historia, me han hecho muy feliz.
Se despide:
Rolling Girl
aka: Gravi ~