Espejo.

—No son lo mejor que he visto.

Roxas suelta una ligera risa, que se pierde en el agradable viento que sopla esa tarde, moviendo suavemente la hierba a su alrededor. Naminé le ha pedido su opinión sobre sus dibujos, mismos en los que siempre invierte mucho tiempo, esfuerzo y dedicación. No pretende ser cruel, pero sí sincero, además, tampoco nadie le ha enseñado lo que es el tacto, así que las palabras fluyen de su boca con liviandad, próximas a causar un desastre.

La joven le dirige una mirada sorprendida y arquea una ceja, pero no dice nada, casi parece a punto de echarse a reír, pues sus labios se han crispado y es quizás por eso que no se atreve a abrir la boca.

—Nunca podría dibujar la realidad tal y como es —dice con serenidad, contemplando las páginas de su cuaderno lleno de bocetos, tanto tristes como alegres, nostálgicos y añorables, muchos de los cuales tienen a Roxas como protagonista—. Es difícil.

Y entonces regresa su cristalina mirada para encontrarla con la del muchacho, quien dibuja una media sonrisa al sentir su mano, ésa que dibujó siempre su destino, posándose en su mejilla.

—Es difícil —repite ella y va trazando con suavidad los contornos de su rostro, al tiempo que examina sus bocetos—. Nunca podría hacerlo.

Roxas se ríe, como para romper el momento, un tanto embarazoso a sus ojos. Probablemente ella nunca podrá hacerlo, pero no es necesario. Y se lo hace saber repitiendo las palabras que dijo antes, que tienen mucho más que un sólo significado.

—No son lo mejor que he visto —dice, como medio de broma y sus rasgos se desdibujan en una mueca infantil—. Pero sí los que más me gustan. Y, ¿no siempre se puede mejorar?

Ella asiente. La técnica, sí, siempre se puede mejorar. Pero nunca podrá expresar en su totalidad todo lo que quiere, ni aún practicando mil años.

¿Cómo dibujar lo que ve através de los ojos de Kairi? ¿Cómo dibujar ese milagro que puede penetrar en sus pupilas cuando ve a Sora para mostrarle a Roxas, precisamente a él, la persona que mejor la comprende? Es imposible.

Así como también lo es contener la leve mueca de indignación en la boca de Kairi cuando Sora no elogia sus dibujos. No son lo mismo, definitivamente. Y aún así, todos se echan a reír al mismo tiempo, como si no hubiera nada mejor en el mundo que esa súbita tranquilidad y el estar juntos.

Quizás sea cierto.