Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es una adaptación de Bevarly Elizabeth.


Summary:

A Isabella le gustaban los hombres irresponsables y excitantes, así que, ¿por qué de repente el formal Edward Cullen le parecía tan atractivo? Los cambios normales después del embarazo eran la única explicación para aquella poderosa atracción hacia un hombre tan serio. Simplemente evitaría a Edward hasta que aquellos síntomas se le hubieran pasado.

Edward estaba loco por Isabella y por su hijo recién nacido. El pequeño debería tener un modelo masculino a seguir, alguien responsable y cariñoso que estuviera a su lado siempre. Necesitaba a alguien como Edward, y también lo necesitaba Isabella. Pero si a ella le gustaban los hombres sórdidos y peligrosos, bien, él estaba dispuesto a dárselo...


Prólogo

—Es igual que tú, Bella.

—¡Vamos, Alice, si sólo tiene diez horas! ¿Cómo puedes decir que se parece a nadie?

Isabella Swan, con su bata y camisón, de pie frente a la cristalera de la sala de recién nacidos del hospital entre su hermana, Alice y su mejor amiga, Rosalie se preguntó en qué se había metido. Sabía que no era la primera madre soltera del mundo, y desde luego, no sería la última. Pero durante los nueve meses anteriores, había concentrado tanta energía sólo en que Simon naciera, que se había descuidado por completo en considerar todo lo que el bendito acontecimiento conllevaría después. Ahora, mientras estudiaba al diminuto bebé arropado con una manta de rayas blanca y azul y con un gorrito azul para calentarle la cabecita calva, sólo pudo sacudir la cabeza maravillada.

Era suyo, pensó. Y de nadie más. Ella sola era la responsable de su crianza, de sus necesidades, deseos, educación, moral y valores. La tarea a la que se enfrentaba era intimidarte, por decir poco. Y ahora estaba empezando a sentir el impacto del porvenir.

—Se parece algo a ti, Bella —dijo Rosalie extendiendo sobre el cristal sus manos con unas uñas rojas perfectamente arregladas—. Mira esa naricita respingona y esos hoyuelos. Tiene los ojos bastante oscuros, pero probablemente se volverán castaños, como los tuyos. Y puede que tenga el pelo oscuro... bueno, cuando le salga. Jacob y tú tenéis los dos el pelo oscuro.

—Oh, Rosalie, tú y yo hemos visto millones de bebés en nuestro trabajo. Tú sabes la rapidez con la que cambian y de recién nacidos no se parecen más que a una bolita chillona y arrugada. Simon podría acabar pareciéndose a su padre.

—¡Que Dios no lo quiera! —exclamó Alice.

—Mira, ya sé que Jacob acabó siendo un gañán, pero...

—Igual que todos los tipos con los que has salido —informó sin necesidad Alice.

Isabella siguió sin comentarios:

—Pero el hecho es que es el padre de Simon.

Rosalie emitió un sonido rudo.

—Ya, y realmente ha demostrado lo importante que es para él ese hecho, ¿verdad? ¿Qué fue lo que hizo en cuanto le dijiste que estabas embarazada?

Isabella suspiró con impotencia deseando poder olvidar aquella noche.

—Se negó a creer que el bebé era suyo, después tomó su moto y se fue de la ciudad.

—Sin siquiera decir adiós —concluyó Rosalie.

Isabella miró primero a una mujer y después a la otra. Su hermana pequeña no se parecía en absoluto a ella, con su cara lavada y gesto ingenuo, su pelo negro de punta y sus ojos azules. Alice sorprendía casi siempre a la gente con su aspecto de colegiala idealista, pero lo cierto era que trabajaba de camarera en uno de los restaurantes más sofisticados de Filadelfia y podía enfrentarse a cualquier marinero, camionero u obrero de la construcción que se atreviera a acosarla y dejarlos en general llorando.

Por otra parte, el aspecto de Rosalie concordaba a la perfección con su forma de ser; su uniforme de hospital almidonado, sus rebeldes mechones rubios engominados y recogidos en un moño francés y el aire de eficacia y seriedad de una enfermera de neonatos. Ella y Isabella se habían conocido en la escuela de enfermería y las dos habían trabajado desde su graduación, nueve años atrás, allí mismo, en la planta de maternidad del Hospital General de Seton, uno de los más antiguos y respetados del sur de Jersey. Isabella ocupaba ahora un puesto en el departamento de obstetricia y las dos habían sido amigas el tiempo suficiente como para que Isabella supiera lo dedicada que estaba la otra mujer a su profesión, y también lo bastante como para saber que Rosalie, al igual que su hermana Alice, eran unas amigas fieles.

Las dos habían sido el sistema de apoyo de Isabella durante todo el embarazo. Nunca lo hubiera conseguido sin ellas. Ahora, sin embargo, la estaban empezando a atacar los nervios.

—Mira, admito que Jacob acabó estado a millones de kilómetros del hombre adecuado —concedió—, pero durante un corto tiempo, tuvimos algo especial.

Alice puso una mueca de disgusto.

—¡Tú tenías algo especial, Bella. Jacob no tenía nada!

—A pesar de todo, siento que es un engaño para Simon el que no tenga a un padre a su lado. Y francamente, tampoco estoy segura de cómo lo voy a pasar yo sin uno.

—Estará mejor sin él, eso es todo —replicó Rosalie sin vacilar—. Vas a ser una madre estupenda, Bella, pero Jacob como padre... Eso es algo que viola todas reglas de la naturaleza.

—Pero un niño debería tener un padre. Sobre todo un niño pequeño. Simon va a necesitar a un hombre en su vida a quién emular y admirar, alguien sólido, decente y cariñoso

—Bueno, eso excluye a todos los hombres de los que generalmente te enamoras —concluyó Alice.

Ninguna de las mujeres, incluida Isabella, negaron la verdad de aquella afirmación. Las tres siguieron contemplando a través de la cristalera a la pequeña bolita de piel rosada envuelta en franela que era su hijo.

—¡Eh! ¿Y qué hay de Edward? —preguntó de repente Alice.

—¿Edward?

Isabella estaba despistada.

—Edward Cullen, tu vecino. Ya sabes, el de la puerta de al lado.

Isabella hizo una mueca.

—Ya sé de qué Edward estás hablando, lo que no entiendo es por qué lo has mencionado.

—Sería un gran padre —señaló Alice—. Es inteligente, delicado y encantador y un buen ejemplar de hombre. Tiene un trabajo estable y todo eso. Es la sal de la vida. Y además vive en la puerta de al lado. ¡Qué cómodo!

Antes de que Isabella pudiera decir nada, Rosalie dio su propia opinión.

—Y no sólo sería una gran figura como padre, también sería una pena dejarlo escapar

Isabella abrió la boca con incredulidad.

—¿Estamos hablando del mismo Edward? ¿Edward Cullen? ¿Mi vecino de la puerta de al lado? ¿Una pena dejarlo escapar?

Casi se rió al decir las últimas palabras. De verdad que aquello era demasiado divertido. Alice asintió.

—Es un bombón.

Isabella miró a su amiga en busca de confirmación y esta asintió con vigor.

—Un bombonazo.

Isabella lo pensó un momento, pero sacudió la cabeza con rapidez.

—No, Edward no. Es demasiado... demasiado... demasiado encantador.

Después suspiró con desagrado ante la idea, se olvidó de su vecino y miró a su hijo de nuevo. Diez horas atrás, había sido arrastrado al mundo contra sus deseos, desnudo, frágil y sin ninguna preparación para lo que la vida le tuviera preparado. Era sólo un bebé, pensó con los ojos empañados en lágrimas. Y ella era sólo una mujer. ¿Cómo iba a ayudarle a aprender a vivir y a amar ella sola? ¿Cómo podría hacer a solas el trabajo que normalmente estaba reservado a dos personas cuando ella ni siquiera había tenido una mascota? ¿Cómo diablos podría asumir aquella ingente tarea ella sola?

¿Qué era lo que tenía que hacer una madre?


La primera de tres historias de las tres parejas. Un hombre serio es la historia de Edward y Bella. La siguiente será la de Jasper y Alice, pero para eso hay que terminar esta primero.

Espero que les guste tanto como a mi. Perdón si me atraso con la subida de capitulos. Estoy sin internet en casa y además de subir los capitulos tengo que subir los videos del recital de Paramore (si, fui al Luna Park y los ame más a pesar de terminar aplastada en el campo).

Por favor, lean y dejen sus comentarios/reviews que son muy importantes para mi. Juro que leo cada uno y si no los respondo es por falta de tiempo. Pero son mi paga por estos trabajitos. Que esten bien y sigan leyendo la historia!