VII: No más teorías baratas de Disney.

Capítulo Final.


- Mesera, soy mesera; y muy orgullosa de serlo.

Un soplo de viento suave recorrió mi espalda cuando la puerta se abrió. La joven de recepción me dió un papel que citaba: "Ten cuidado, hoy va a llover". Me acerqué a una de las ventanas y observé el brillante día soleado. Una broma de mal gusto.

¿Debería ser crédula y creer en el destino?


Conté cada uno de mis pasos de camino a casa, el sol me había jugado una mala pasada y se había ocultado tras alguna nube; no supe definir su color porque solo la miré de reojo. Una sensación de culpa me abrumaba y se concentraba en mi garganta. No fue buena idea exponer nuestros puntos de vista acerca de las historias de amor, las princesas y los príncipes. Mi mejor amiga no encontraba consuelo y repetía que nunca más lo volvería a ver. Yo no lo creía así, ella estaba exagerando... ¿Acaso nunca nadie lo rechazó? Ino quería sellar nuestras almas en algún ritual extraño para que nuestros caminos se unieran, y... mucho etcétera. Dijo que yo era una chica sin rumbo porque no creía en el amor a primera vista, en las hadas, en el destino y en la fecha de caducidad de los productos. Me recomendó que dejara de ser tan obsesiva, o detallista; no recuerdo bien la palabra.

Suspiré. Estaba rondando los dos mil pasos cuando sentí una pequeña gota que recorrió la punta de mi nariz hasta llegar a mi cuello. Sentí el repiqueteo repentino de las gotas contra los edificios más altos mientras me paralizaba frente a un cartel: ¿Cuál es el objetivo de cada persona en el planeta? Preguntas sin respuesta. Cerré mis ojos a la espera de la oleada de gruesas y rápidas gotas que empaparan mi rostro, pero nunca llegaron.

- Ten cuidado, hoy va a llover.

Maldito destino.

Un paraguas me cubrió en el momento justo para impedir que la lluvia me rozara. Era de color azul oscuro con pequeños detalles en blanco que lo antojaban muy elegante. Una mano pálida lo sostenía cerca de mi brazo derecho; rodeando mi espalda por la altura de la cintura con mucho cuidado. Me giré lentamente sin la necesidad de hacerlo, solo para contemplar su rostro y asegurarme de que no era una jugada del destino. Era el momento preciso para comenzar a creer.

- ¿Cómo no me di cuenta...? - susurré sorprendida conviertiendo la pregunta en afirmación - Te gusta todo ese asunto de las notas, ¿verdad?

Recordé el par de notas que escribió para mi. Se dió por vencido en cuanto al número del móvil y probó suerte con los mensajes de papel. Un montón de años sin recibir ningún papel de ese tipo, desde los primeros años de secundaria. Mi corazón golpeteaba nostálgico y acelerado. Una pequeña sonrisa se escapó de mis labios.

- Se podría decir que sí - contestó con diversión - . No es la mejor forma de comunicación porque existe la tecnología.

- Internet.

- Exacto - dijo pensativo -. Nada remplaza la comunicación cara a cara.

Definitivamente estábamos cara a cara, con la mirada fija el uno en el otro; mientras él me protegía de la lluvia. Me sentía como la protagonista indefensa y despistada de una película de época, que tenía un lindo vestido, el cabello corto y un paraguas que la cubría. Con delicadeza me guió hasta el edificio más próximo y esperámos un par de minutos a la espera de que la lluvia se detuviera. El repiqueteo de las gotas se hacía cada vez más intenso...

- Deberíamos refugiarnos en algún lugar - sugirió mientras buscaba con la mirada -, que sea un poco más acogedor quizás.

La representación perfecta del príncipe y la princesa. Asentí, ya que la idea no me desagradaba en lo absoluto. Caminamos lentamente hasta llegar a un pequeño local que tenía grandes ventanales con detalles en madera oscura donde la luz amarillenta traspasaba los vidrios con delicadeza. Sentí como la brisa del invierno inundaba mis recuerdos y mi estómago pidió a gritos un chocolate caliente. Sasuke abrió la puerta y me invitó a pasar; como un caballero. ¿Será que aún existen de ésos? Eligió una mesa pequeña en el ángulo de las ventanas. Usó sus brazos como soporte para su mentón, observó la lluvia otro par de minutos y luego se dirigió hacia mi.

- ¿Por qué no seguiste mi consejo?

Recordé la nota que recibí hace un par de horas. Los motivos eran simples...

- No suelo escuchar a ningún desconocido en especial. Y además, el sol estaba brillante por la mañana...

- Es bueno mirar más los informativos. La parte del tiempo y todo eso.

Uno de los empleados se acercó a nosotros y nos ofreció un café. Lo quería caliente, hirviendo, sumamente cargado...

- ¿Sigo siendo un desconocido aún?

Su pregunta no tenía una respuesta. Palpé mis bolsillos en busca de mi móvil y me aseguré de que ninguna gota de agua lo hubiese atacado. Lo dejé sobre la mesa, considerando una respuesta con fundamento; pero no logré encontrar ninguno.

- No tengo... - deletreé - ...la menor idea al respecto. Yo no sé, no sé lo que eres.

- Soy una persona. Un chico, nada más. Y tengo los ojos profundos, ¿no es así?.

Oh, me había escuchado... todas ésas veces.

- Sí, ojos profundos - murmuré -. Pero yo no soy la princesa de los cabellos exóticos.

Nuestro diálogo se estaba volviendo un juego de palabras en el cual iba a salir perdiendo. Él es solo un chico que tiene los ojos profundos. Y yo no soy una princesa después de todo; soy una persona nada más, una chica. Suspiré. Sasuke fijó sus ojos sobre los míos y ni siquiera el sonido de las tazas al entrar en contacto con la madera lo hizo reaccionar.

- Eres la chica de los cabellos exóticos.

Sujeté el café y tomé algunos sorbos silenciosamente.

- ¿Podemos dejar los juegos de palabras? - pedí -. Por favor.

Él bebió un poco de su café también. Una sonrisa se reflejó en su rostro pálido. En un parpadeo sentí como la luz de la habitación se desvancecía y el color azulado de la lluvia inundaba el lugar en cuestión de segundos. La luz eléctrica se había ido. Y sus ojos reflejaban mi silueta con gran claridad. Movió sus labios y suspiró.

- Estoy agradecido de que no seas una príncesa.

¿Dónde quedó mi plegaria acerca de los juegos y los diálogos? Arqueé una ceja con el propósito de soltar un par de preguntas pero no me dejó hablar.

- Si fueses una príncesa, estarías atada a un reino y tendrías muchas responsabilidades.

- ¿No es eso bueno? - pregunté confundida - Las responsabilidades y todo eso.

- Lo es, es bueno. Pero no en grandes cantidades. ¿A quién le gustaría estar lleno de ellas? Yo quiero ser libre. Tú eres libre.

- Sí, somos libres - coindicí entre sorbos de café -.

- Y estamos al azar del destino.

Dejamos de coindicir inmediatamente. Le hice una mueca de disgusto y negué con la cabeza un par de veces. Al terminar nuestros cafés, él pagó la cuenta y caminamos hasta un par de escalones que nos separaban de la calle. El paraguas se balanceó de un lado a otro por el viento...

- ¿Cuál es el objetivo de cada persona en el planeta? - le pregunté mirándolo a los ojos. Él sonrió.

Muchas personas caminan sobre estas tierras con malos objetivos; se dañan a si mismos y a los demás. Destruyen todo a su alrededor en busca de algo que no pueden encontrar. Son infelices cuando solo tienen agua, y siguen siéndolo cuando tienen vino de la mejor cosecha.

- El objetivo es simple: todos son infelices porque se rehúsan a buscar lo que el corazón les pide - respondió con un toque de dulzura en su tono de voz-.

Esto no me parecía una fábula de Disney.

- ¿Qué es eso? ¿Qué les pide?

- Amor.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al escuchar la palabra que acababa de salir de sus labios con el mismo tono dulce que había adquirido su voz. Y sólo era dulce; sin cursilerias y sin Disney latente. Cerré mis ojos como reflejo para evitar que el impulso eléctrico de mi columna se transformara en un temblor. En un susurro me preguntó si tenía frío y me rodeó con sus brazos aunque respondí negativamente a su pregunta. No tenía idea de donde me encontraba ni tampoco del transcurso del tiempo. Se acercó a mi rostro sutilmente y observó el sonrojo de mis mejillas; sonrió y rozó sus labios con los míos.

Solté una risa incómoda al recordar un par de palabras de Ino en el momento inoportuno.

- ¿Qué sucede? - preguntó - ¿Algo va mal?.

- Dicen que las personas buscan una pieza que encaja perfectamente con su corazón...

- ...y que nadie puede vivir sin amor.

Exactamente.

- Dime, chico de los ojos profundos - pedí un poco divertida con la situación -. ¿Es otra teoría barata?

- Sinceramente, chica de los cabellos exóticos... no tengo la menor idea al respecto. Sólo sé una cosa...

- ¿Qué? - pregunté - ¿Qué cosa?

- Que eres solo una chica de cabellos exóticos, que nunca fuí un desconocido y que... somos libres para buscar lo que el corazón nos pide.

Suspiré. Un largo y profundo suspiro.

- Sasuke - llamé -. Estamos pisando el punto de cursilerías de Disney. ¿Podríamos cambiar de tema?

- La función de hoy... ¿no irás?.

- No, no pienso ir. No soy una princesa con responsabilidades. Soy una chica libre.

Comenzó a reirse mientras me apretaba contra su pecho.

- Ésa no es la razón - negó -.

- ¿Y cuál es entonces?

- El fiel seguidor de tus funciones te ha raptado.

- No tiene sentido sino hay alguien observándote. No tiene sentido sino estás sentado allí.

Volvió a rozar mis labios. Y se acomodó en el hueco de mi cuello con su respiración alocada que llenaba mis oídos.

- Creo que mi corazón ya no pide nada más.

- El mío tampoco - le comenté mientras sujetaba el paraguas con mis manos -. Suficiente tuvo por el día de hoy.

Caminamos bajo la lluvia, protegiéndonos de ella con su paraguas azul de lunares blancos y nos perdimos por las frías, oscuras y húmedas calles de la ciudad. Y cuando tomó mi mano entre la suya sentí el sonido de una pieza cuando encaja con otra. Un pequeño click quizás. El comienzo de algo nuevo... el comienzo de...

- Amor.

Maldito destino. Ino, y sus teorías baratas... No vas a ilusionarme tan facilmente la próxima vez Disney. Y ni pienses que voy a venderte el comienzo de esta historia para algunas de tus películas... porque es mi película; la chica de los cabellos exóticos. (Y el chico de los ojos profundos).