Disclaimer: Bleach y sus personajes son propiedad de Tite Kubo

Hola a todos, gracias por entrar en este ichiruki! Waaa se termina, se termina hoy! T.T

Me despido desde aquí arriba, para que lo último que se lleven sea el fic :D No tengo palabras para agradecer todo el apoyo que he recibido durante este tiempo, tanto de las personas que se tomaron un ratito para dejarme un review como de todos aquellos que se la han llevado a sus favoritos y leen desde las sombras, jeje, en verdad les estoy muy agradecida. Un saludo especial para el último anónimo de Candy-chan, podés comentar donde quieras jajaaj! Quiero decirles a todos los que lean en el futuro que me agradará mucho responder a sus reviews si pasaron por esta historia, si les gustó y si quieren dejarlos, obvio jeje Siempre estaré pendiente.

En este último capi por allí se menciona el refrán que mejor resume el contenido del fic, aquel que dice "Los que se pelean se aman". Lo aclaro por si no se conoce en algún país, pero creo que es bastante popular.

No tengo más para decir, simplemente gracias por su tiempo, por su paciencia, su constancia y su cariño. Lo mejor para todos ustedes :) BUENA LECTURA!


Décimo paso: Competir con ella para establecer quién rebana más hollows en una noche (Y si esto no llegara a funcionar, ni sueñe con que le devolvamos el dinero… ni la dignidad, ni el amor propio, ni el respeto, ni…)

Oh Dios, haz que el amor entre ella y yo sea parejo,

que ninguno rebase al otro.

Haz que nuestros amores sean idénticos,

como ambos lados de una ecuación.

Qais ben-al-Mulawah.

Ejemplo:


Alineados en dos filas frente al Capitán General, los restantes nueve capitanes del Gotei 13 se disponían a escuchar el motivo de aquella reunión extraordinaria. El viejo Yamamoto permanecía en el centro sosteniéndose con solemnidad sobre su aletargada zanpakutou, hasta que su imponente y ronca voz rompió el silencio.

-Los he convocado de forma imprevista porque me ha llegado el rumor de que los radares del doceavo escuadrón han detectado una nueva alteración en la energía espiritual, esta vez en el mundo humano. ¿Puede confirmar esto, capitán Kurotsuchi?

El interpelado maldijo por lo bajo. Siempre había un boca floja entre sus subordinados. Había dado órdenes explícitas de no informar a nadie al respecto, los asuntos humanos le interesaban poco y nada, al menos en este sentido, y no quería perder el tiempo con nimiedades cuando recientemente había logrado hacerse de varios especímenes para sus experimentos. Que un grupo de hollows apareciera en el mundo humano le parecía insignificante en comparación con la gran tarea que tenía por delante. Bufó. Apenas movió la cabeza para sobresalir de la formación y responder al cuestionamiento.

-Mis radares detectan todo tipo de actividad cada día y a todas horas –explicó evasivamente-. Que hoy o ayer haya habido una alteración en la energía no constituye ninguna novedad, por eso no lo reporté.

-Si se trata de un gran número de hollows la situación puede tornarse peligrosa –señaló el capitán Ukitake, preocupado. Su rostro parecía más pálido que de costumbre, ya que aún no se recuperaba de una reciente dolencia, pero su voz se escuchaba cálida y firme-. No podemos permanecer al margen, tenemos que tomar medidas. ¿Qué posibilidades hay de que efectivamente se trate de estas criaturas?

-Mmm, diría que de un noventa y cinco por ciento –indicó con desgano Mayuri.

-Entonces ya se ha perdido demasiado tiempo –dijo el anciano-. ¿Dónde se ubica el foco de la alteración?

-¿Y dónde más podría ser? –ironizó con apatía el científico, rodando los ojos-. El titilante punto blanco de la computadora señala previsiblemente a la ciudad de Karakura en el mapa, por supuesto.

-¿Karakura? –intervino el capitán Komamura-. Entonces que se encargue el shinigami sustituto Kurosaki Ichigo de ello, se puede enviar a alguien para informarle.

-¿No está también allí Kuchiki san? –indagó Ukitake, mirando en dirección de Byakuya.

-Allí está –respondió escuetamente el noble, con la mirada en el vacío.

-Entonces no hay nada más que hablar –dijo Kyoraku con desinterés-. Que ellos dos se encarguen del asunto.

-De ninguna manera –objetó Yamamoto, elevando la voz. Su autoridad los silenció y todos lo observaron con atención-. Si dejáramos que solo ellos dos se encarguen y fallaran, sería nuestra responsabilidad, y no podemos permitir que una cosa así suceda. Ya he decidido que enviaré a uno de ustedes para asistirlos en esta misión.

-Voy yo –dijo con firmeza Zaraki. Luego, una ladeada sonrisa se dibujó en su rostro-. Me alegrará encontrarme con Ichigo para poder saldar algunas cuentas pendientes que tengo con él, pero antes podría entrar en calor aniquilando a todos esos estúpidos hollows.

-Denegado –profirió el anciano. El otro lo miró crispado-. Ya tengo una misión para usted, capitán Zaraki, así que quien irá al mundo humano será el capitán Hitsugaya.

El aludido lo miró con asombro.

-¿Por qué yo?

-Porque ya ha estado otras veces en Karakura y ha trabajado en varias ocasiones junto al sustituto. Ya ordené que tuvieran lista la puerta senkai, podrá partir una vez que termine de hacer sus arreglos. Es todo.

A Hitsugaya no le gustó mucho la tarea que le asignaban, aunque no le quedó más remedio que obedecer. Con adusto talante, dio media vuelta y abandonó el salón para buscar a su teniente y partir. Seguramente ella sí se pondría feliz con la misión, a la desfachatada le encantaba ir al mundo humano.

-o-O-o-

En una habitación del piso superior de la casa de los Kurosaki, un adolescente de cabellos anaranjados terminaba de ponerse su pijama para irse a dormir. Había tenido una jornada larga y extenuante, cargada de obligaciones y requerimientos que lo habían dejado fundido y malhumorado. Una de las personas más exigentes había sido nada menos que su propia novia, que en lugar de compadecerse de su agitada circunstancia lo había amonestado por no dedicarle ni siquiera media hora de atención. Maldita sea, no era que no hubiese querido, era que desde el momento en que la había conocido un numeroso conjunto de personas había entrado en su vida y se creía con derecho a participarle y hacerlo intervenir en cuanto plan, experimento, salida, proyecto o lo que fuere se presentara. Y él era apenas un pobre estudiante, no era solo un maldito bankai.

Tratando de deshacerse de esos molestos pensamientos, apagó la luz de su cuarto y se acurrucó debajo de las cobijas, suspirando con alivio. La noche se presentaba tranquila, el cielo era un inmenso y silencioso manto de estrellas apenas vislumbrado a través de las cortinas de su ventana. Los párpados comenzaron a pesarle, cerrándose intermitentemente. Su mente había logrado ponerse en blanco, el sopor se adueñaba poco a poco de su cuerpo. Qué maravilloso dejarse ir…

-¡¿Dónde diablos está mi monedero-Chappy? –vociferó Rukia, irrumpiendo de sopetón en el dormitorio e iluminándolo nuevamente.

Ichigo se llevó el sobresalto de su vida. Una… dos… tres… Sí, tres venas brotaron sobre la superficie de su ahora erguida cabeza, al tiempo que sus ojos despedían electricidad pura.

-¡¿Por qué demonios entras en mi cuarto de esta manera, enana endiablada?

-¡Porque estoy buscando mi monedero, cabeza de toronja!

-¡Aquí no está tu estúpido conejo!

-¿Entonces dónde está?

-¡Qué mierda me importa!

-¡Eres un desconsiderado!

-¡¿Acaso sabes qué hora es?

-¡Claro que lo sé! ¡Te estoy preguntando por mi monedero, no por la hora, idiota!

¡Maldición! El joven luchó para contenerse. Eres uno con el Universo… Eres uno con el Universo… Lo único que le faltaba, ¡la frutilla del postre! Con el día infernal que había tenido, tendría que haberlo predicho. Era un final digno para una jornada olvidable.

-Aquí no está –repitió con aspereza, mientras se acomodaba de nuevo en la cama. No le daría el gusto de una discusión más, no señor, por ese día ya había tenido suficiente.

-Entonces no me lo explico –dijo con desaliento Rukia, calmándose a su vez, dejándose caer sobre la cama con el rostro compungido-. Lo busqué por todas partes y no está, ¿qué pudo haberle pasado?

Ichigo no lo podía creer. Por más enamorado que estuviera de la chica, nunca comprendería su afición por el estúpido conejo ni por interrumpirlo cada vez que quería dormir. Suspiró. Emergió nuevamente de entre las cobijas, se zarandeó el cabello para despabilarse y se resignó a seguir de vigilia.

-¿No puedes recordar dónde y cuándo lo viste por última vez? –le preguntó, tratando de suprimir un bostezo y su fastidio. Ella meneó negativamente la cabeza. Al verla allí sentada vestida con ese infantil pijama estampado, con el rostro apesadumbrado y esa mueca en la boca que denotaba su frustración, sintió un vacío en el estómago y una gran necesidad de protegerla, como siempre que la veía así, más allá de los motivos de su tristeza. Volvió a suspirar, bajando por completo sus defensas-. Mira, enana, ahora es muy tarde pero te prometo que mañana te ayudaré a buscarlo, de veras.

Rukia lo miró de reojo, todavía compungida. Había esperado todo ese largo día para oír de sus labios una palabra amable, para que la mirara aunque sea un rato solo a ella. Odiaba sentirse así, ella no era una mujer débil ni mucho menos, no necesitaba tener a Ichigo pegado a sí todo el día como había visto que les sucedía a muchas chicas humanas. En el tiempo que llevaban de novios había entendido que estar unidos no equivalía a estar juntos en todo momento, sino en saber que si lo necesitaban el otro estaría, que eran iguales en la confianza. Sin embargo, a veces realmente lo añoraba y no podía evitar actuar con egoísmo. Al fin de cuentas, ni los shinigamis son perfectos.

-¿De verdad? –le preguntó, suavizando su expresión.

-De verdad, buscaremos en cada rincón si es necesario. ¿Alguna vez te fallé?

-Nunca –fue su respuesta. Lo vio a los ojos con la mirada limpia de dudas, todo lo que había necesitado era eso, al Ichigo de siempre. Se aproximó a él, se sentó sobre sus muslos y le rodeó el cuello con los brazos.

Solo eso bastó para hacer que el corazón del joven comenzara a bombear con mayor intensidad, llamándola, solo con eso se le esfumó de la mente todo lo que había sido ese delirante día desde que se despertó por la mañana. Le rodeó la cintura con ambos brazos y la atrajo más hacia sí sin dejar de mirarla a los ojos, esos grandes ojos donde se veía orgullosamente reflejado. Inclinó un poco el rostro para permitirse recibir la felicidad de sus labios, que se acercaban cada vez más buscando los suyos.

-Qué bueno que los encuentro juntos –dijo intempestivamente Toshiro, que estaba sentado en el marco de la ventana semiabierta con los brazos cruzados.

La pareja saltó hasta el techo. Dispararon de la cama precipitadamente y se pararon derechitos, atónitos por su imprevista presencia y alarmados por las posibles consecuencias, rojos hasta lo indecible. De nada les valdría recurrir a tretas del tipo "No es lo que parece", tenían muy en claro que el otro podía poseer la apariencia de un pequeño pero estaba muy lejos de serlo en verdad, así que ni muertos lo subestimarían. Se le quedaron mirando con tal estupefacción que el líder del décimo escuadrón pensó que tenía verrugas en la cara.

-Vine aquí porque nos encomendaron una misión, no porque me interese indagar en su vida amorosa –explicó con inexpresiva faz-. Por si no lo saben, hace tiempo que todo el mundo está al tanto de su relación, es noticia vieja en la Sociedad de Almas.

Rukia e Ichigo permanecían uno al lado del otro, firmes como estatuas o como soldados que habían sido descubiertos en una correría y esperaban con dignidad la reprimenda. Por primera vez debían enfrentarse a la verdad pura y simple, sin presunciones ni falsas esperanzas. Todo el mundo lo sabía… Qué les aguardaba de allí en más solo el tiempo se los diría. Resignado, el sustituto se rehízo y tomó la palabra.

-Toshiro…

-¡Capitán Hitsugaya! –le reconvino el interpelado, con una indignada vena en la frente.

-Como sea –repuso Ichigo, que nunca entendía-. Lo que has visto recién…

-Ya te dije que no me interesa –lo interrumpió el otro-. Solo vine a buscarlos porque tenemos una misión.

-¿Qué clase de misión? –indagó Rukia, olvidando la zozobra anterior y asumiendo una actitud profesional.

-Se ha detectado una importante alteración en la energía espiritual y el foco está en esta ciudad. Seguramente se trate de un gran número de hollows, y con suerte no serán Menos.

Ahora los chicos miraron ceñudamente al joven capitán, preocupados por la noticia.

-¿Solo lo enviaron a usted? –preguntó la morena.

-Sí, aunque traje conmigo a Matsumoto.

En ese instante asomó por la ventana la cabeza de la susodicha, que los saludó meneando la mano con simpatía.

-Hola hola, Ichigo, Rukia. ¡Siempre tan juntitos ustedes dos!

La pareja volvió a ruborizarse y miró para otro lado, mientras a Hitsugaya le brotaba otra vena a raíz del descaro de su subordinada. Después Ichigo se compuso, carraspeó y retomó el hilo de la conversación.

-¿Ya te dijeron a qué punto debemos dirigirnos?

-Sí, ya tengo las coordenadas, así que cambien ahora mismo al modo espiritual. No podemos perder más tiempo.

De inmediato Rukia fue por su pastillero e Ichigo se hizo con el emblema. Un rato después, los cuatro se dirigían haciendo shunpo hacia el norte, concentrados en su próxima tarea. No demoraron mucho en sentir una fuerte presión espiritual que iba incrementándose en la medida que se acercaban al punto indicado.

-Sepárense –ordenó Hitsugaya, que ya había podido divisar la gran cantidad de hollows que se agrupaban avanzando hacia el centro de la ciudad.

Los cuatro shinigamis se dispersaron tomando diferentes direcciones, pero antes de que Ichigo perdiera de vista a Rukia, no tuvo mejor idea que hacerle honor a su nombre y comportarse con ella como un novio protector. Sus voces se oyeron hasta en el Seireitei.

-¡Oye, enana, no te esfuerces más de la cuenta! –le gritó a la distancia.

-¿Con quién crees que estás hablando, cabeza hueca? –le respondió ella a su vez.

-¡Solo lo digo porque al final siempre tengo que salvarte!

Rukia se crispó.

-¡Deja de decir tonterías, idiota! ¡¿Quién dijo que necesitaba tu ayuda?

-¡Lo digo por experiencia!

-¡Cállate!

-¡La experiencia dice que en el último momento debo socorrerte!

-¡La experiencia dice que puedo rebanar más hollows que tú, presumido!

-¡¿Qué dices?

-¡Lo que oíste!

-¡Pues eso lo veremos, enana descarada! ¡Solo asegúrate de llevar bien la cuenta y de no olvidarte de ninguno!

-¡Lo mismo digo! –repuso Rukia, indignada, y terminó por alejarse.

-o-O-o-

La pequeña formación de shinigamis se encontraba en plena batalla, atravesando a hollow tras hollow con sus respectivas zanpakutous ubicados en diversos puntos de la zona. Sin embargo, era tal el número de criaturas que pronto tuvieron que recurrir al shikai para poder aniquilarlos en cantidad y no malgastar sus energías. Con el vaivén del combate, Rukia e Ichigo terminaron por cruzarse y quedaron espalda con espalda.

-¿Estás bien? –le gritó la morena a su novio, preocupada, mientras brincaba a gran altura para poder partir en dos desde la cabeza a una de las horripilantes criaturas.

-¡Getsuga Tenshou! –vociferó Ichigo, y una luminosa cantidad de energía fue liberada por Zangetsu, eliminando a un gran número de hollows-. ¡Estoy bien! –le gritó en respuesta.

-¿Cuántos llevas? –preguntó ella, mientras congelaba un par de monstruosos traseros.

-¡Ahora como veintinueve! –contestó él, decapitando a dos al mismo tiempo.

-¿No lo sabes con exactitud?

-¡No puedo contarlos bien cuando uso el Getsuga, enana!

-Yo llevo veintiséis –reconoció Rukia, mordiéndose el labio inferior con contrariedad.

En un respiro del combate, Ichigo se giró para encararla.

-¿Podríamos dejar esta absurda competencia para después? –demandó, irritado-. No sé a cuántas películas me hace acordar lo que estamos haciendo, ni siquiera somos originales en esto, boba.

-¡Cállate! –le espetó ella, encarándolo también. En ese mismo instante, un gigantesco hollow con forma de lagartija se materializó de la nada justo detrás de Ichigo. La más rápida en reaccionar fue Rukia-. Tsugi no Mai, ¡Hakuren! –exclamó, y una gran cantidad de hielo se disparó con potencia, congelando a la criatura.

Ichigo solo llegó a girar la cabeza sobre su hombro para observar el resultado final. Por momentos olvidaba que su novia era muy poderosa y que debería de andarse con cuidado si no quería terminar de la misma forma (aunque más de una vez estuvo a punto). Se volvió hacia ella para agradecerle, pero en ese mismo instante un nuevo enemigo se irguió detrás de la shinigami emitiendo un espeluznante alarido. Iba a lanzarse sobre la joven, cuando el sustituto de un salto se colocó a la altura de su cadavérico cráneo y, esgrimiendo con ambas manos su katana, lo atravesó de punta a punta. Mientras sus moléculas se dispersaban en el aire, se posó en el suelo solo para contemplar, boquiabierto, cómo Rukia seguía contando mientras aniquilaba a cuanto hollow se le ponía por delante.

-¡Veintisiete! –rebanado-, ¡veintiocho! –congelado-, ¡veintinueve! –congelado de nuevo-, ¡treinta! –seccionado y luego decapitado. Se lo estaba pasando en grande.

El admirado muchacho se limitaba a observar el espectáculo con fascinación, con devoción, con íntimo orgullo. Con cada uno de sus habilidosos movimientos, con cada uno de sus impecables avances, con la visión de esa persistente fuerza que la caracterizaba se enamoraba aún más de ella. Ésa era su novia, la mujer más fuerte que haya conocido, la mujer hecha para él. Una sutil y orgullosa sonrisa se dibujó en sus labios mientras veía cómo Rukia se los cargaba a todos.

Horas después, el sector donde ellos se ubicaban quedó limpio de criaturas. La morena estaba exhausta, apenas podía mantenerse en pie después del esfuerzo que había hecho para demostrarle al engreído de su novio que ella era fuerte y que no necesitaba que la protegiera, al menos no de esa manera. Ella era Kuchiki Rukia, pero antes había sido simplemente Rukia y había sobrevivido sola durante años en el Rukongai. Había tenido que aprender a bastarse por sí misma mucho antes de descubrir que tenía algún tipo de poder, y aun cuando conoció a Renji y al resto de sus antiguos amigos siguió luchando también por ellos, incluso tuvo que seguir viviendo por ellos cuando ya no estaban. Ella no era una inocente e ingenua mujercita que dependiera de un hombre para subsistir, para elegir o para caminar, ella tenía dos piernas y dos manos. Solo la soledad era una molestia, el desamor, el no tener algo que esperar al final del día.

Rukia levantó la mirada, respirando agitadamente aún, y vio a Ichigo contemplándola. El sustituto comenzó a avanzar hacia ella con lentitud y seguridad, todavía con Zangetsu en la mano derecha, sus ojos fijos en la shinigami. Ella no podía dar un paso en su dirección, agotada como estaba solo pudo quedarse en el lugar mientras él se aproximaba. Se detuvo tan cerca que la chica podía sentir su aroma y su confianza, y tuvo que levantar la vista para mirarlo a los ojos. Se topó con su acostumbrado ceño fruncido, pero esta vez no era de enojo, no, había un brillo en su mirada que pocas veces había podido vislumbrar, un brillo donde esta vez fue ella la que se veía orgullosamente reflejada. De pronto sintió su brazo alzándola por la cintura y sus demandantes labios apropiándose de su boca.

Ese calor tan familiar, esa suave y arrobadora presión sobre sí atizaron cada uno de sus sentidos, haciéndola temblar. Se dejó invadir de buena gana por su impaciente lengua, por su apasionado ímpetu, por su varonil presencia. Lo abrazó rodeándole el cuello y jugueteó con sus rebeldes cabellos, dejándose llevar adonde él quisiera. No lo había buscado para que la protegiera, pero lo necesitaba ardientemente para hacerla feliz.

Él la estrechaba más y más contra su cuerpo, deseaba sentir cada curva, cada rincón de su ser. Exploraba y se deleitaba con su boca, con su lengua, con cada blando nido donde pudiera posarse y ser su dueño para siempre. La oía gemir y la sentía estremecerse contra sí respondiendo a todas sus maniobras, gozaba con el conocimiento de que solo ellos podían entender cuánto pesaba la soledad y cuánta dicha se podía experimentar al anularla por completo con una sencilla caricia o con un simple beso. Si ella quería ser la más fuerte que lo fuera, pero que ni se le ocurra apartarse de su vida.

Permanecieron perdidos uno en el otro durante un largo rato, descubriendo nuevas formas de besarse y de ser felices. Luego sintieron una conocida presión espiritual acercándose y tuvieron que desprenderse, no sin antes renovar con la mirada la inquebrantable promesa de siempre. A continuación tomaron un poco de distancia y se dispusieron a esperar a sus compañeros.

-o-O-o-

La misión había sido cumplida con éxito y los cuatro shinigamis regresaron al hogar de los Kurosaki, donde se despidieron.

-Buen trabajo Kurosaki, Kuchiki, estén atentos ante cualquier tipo de novedad –indicó Hitsugaya, y luego se dio media vuelta y salió por la ventana.

-Me alegra saber que están tan enamorados como siempre, chicos, ¡nos vemos! –saludó una sonriente Matsumoto-. ¡Espéreme, capitán! –rezongó, yendo tras él.

Cuando por fin se quedaron solos, Ichigo y Rukia suspiraron con cansancio. Era casi la hora del amanecer y pensaron con desilusión que les quedaban muy pocas horas de reposo antes de comenzar una nueva jornada. Volvieron al modo humano y se recostaron juntos y abrazados sobre la cama de Ichigo. Pese al agotamiento, permanecieron con los ojos abiertos observando el cada vez más claro cielo, meditando.

-Oye, enana, ¿te diste cuenta de una cosa? –preguntó Ichigo, rompiendo el silencio.

-¿De qué?

-No importa lo que pase, no importa lo que hagamos, no importa lo que hablemos, al final terminamos juntos besándonos como libertinos o insultándonos como idiotas.

-¿Y?

-¿Cómo y? ¿Acaso no te parece absurdo?

-A estas alturas para mí es lo más normal del mundo.

-¡Je! Lo imaginaba…

-¿Qué imaginabas?

-¡Que no te interesaría hablar de ello con seriedad!

A Rukia le brotó una vena.

-¿Que yo no hablo con seriedad? ¡Yo siempre hablo con seriedad, estúpido!

-¡Ahí está! –exclamó el muchacho, sentándose y apuntándola con un dedo acusador-. ¡Ahora empiezas a insultarme, enana del demonio!

-¡¿Y cómo se supone que debo reaccionar cada vez que me provocas, descerebrado? ¡Y ya deja de llamarme enana todo el tiempo!

-¡Pues para variar podrías ser más amable!

-¡Busca amabilidad en lo del vecino, idiota! ¡Y ponte a buscar mi monedero-Chappy de una buena vez!

-¡¿Qué dijiste?

-¡Lo que oíste!

-¡Enana maldita!

-¡Sustituto imbécil!

Sobre la calle en la cual se ubicaba la vivienda, la puerta senkai se abría dejando que dos mariposas infernales asomaran revoloteando. Antes de cruzarla, llamaron la atención de los shinigamis los gritos que procedían de la habitación del segundo piso. Hitsugaya interpeló con una ceja levantada a su teniente, en cuya sien había aparecido una gota de sudor.

-Matsumoto, ¿estás segura de que esos dos se quieren tanto?

La exuberante mujer se sonrió nerviosamente. Luego, guiñando pícaramente un ojo y elevando el dedo índice de su mano, le respondió con complicidad.

-Ya sabe lo que dicen, capitán: Los que se pelean… Créame, los chicos se entienden.

Toshiro pestañeó un par de veces, intentando comprender. Cuando le pareció descubrir el sentido de la frase, dirigió una última mirada a la ventana de la habitación donde aquellos dos intercambiaban insultos con la misma naturalidad con la que dos niños intercambiaban figuritas. Después echó a andar hacia la puerta.

-Si tú lo dices...

Finalmente cruzaron la senkaimon, que se cerró tras ellos y desapareció. En el amanecer del primer día de primavera, el cielo se asomaba completamente azul y cierta bruma parecía desdibujar el paisaje de la ciudad de Karakura. Algunas personas ya transitaban por las todavía silenciosas calles, encaminándose a sus respectivos empleos. Algunas otras, en cambio, se transparentaban y parecían aguardar que alguien las recuerde y las oriente, sea a donde sea que tuvieran que ir. Quizás alguno de esos dos que estaban gritando como locos podría indicarles el camino, tal vez el joven de cabello naranja que de vez en cuando les dejaba flores, o la bonita muchacha de grandes ojos que caminaba siempre a su lado.

FIN