Notas de Autora:Decidí Revisar los capítulos y re-editarlos un poco (no es nada grave, o eso es hasta el momento xD sólo les mejoraré la ortografía y esas cosas). Borraré las notas de autora al final de los capítulos y agregaré el dissclaimer correspondiente :D ¡Qué disfruten!

Advertencia:Si aparece este aviso en capítulos venideros, PREOCÚPENSE, pues eso quiere decir que decidí incluir escenas que no estaban en el fic originalmente publicado. (Pero, en este capítulo, no hay cambios relevantes)

Dissclaimer:Digimon y sus personajes no me pertenecen. Son creación de Akiyoshi Hongo y la Toei Animation. Esto lo escribo sin ánimos de lucrar.

Datos importantes para entender el fanfic:

– Este fic está situado en el año 2005, como una continuación luego de pasados 3 años, desde el final de la serie Digimon Zero Two, pero transcurre antes del epílogo. Por lo tanto, este fic no es una continuación del epílogo, sino una continuación directa del final. Sin embargo, las canciones y la tecnología no pertenecerán necesariamente a dicho año.

– Como el fic está ambientado en el 2005, las edades de Yamato, Taichi y Sora serán 17 años; Mimi y Koushirou (Izzy) tendrán 16 años; Takeru y Hikari tendrán 14 años; Joe tendrá 18 años. Y pueden guiarse con estas edades para calcular las edades de los demás digielegidos.

– Mimi se muda de los Estados Unidos, una semana antes del inicio del fic, por lo que dice algunas palabras en inglés. Cosas muy sencillas de traducir, por lo demás (e irónicamente, pegadizas, por razones random)

– De todas formas, estos datos se irán recalcando durante el fic, pero es para que los tengan presentes.

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Capítulo Uno

El quiebre.

Faltaban quince minutos para que fuesen las tres de la madrugada, pero una joven de cabellos castaño claro y ojos color miel poca atención prestaba al paso del tiempo. Estaba concentrada en un nuevo capítulo de "What not to wear". Una amiga de Estados Unidos los había estado subiendo a Youtube especialmente para ella desde que se había devuelto a Japón.

Claro, Mimi Tachikawa vivía, respiraba, comía y moría por la moda. Por lo tanto, ese programa era el perfecto para ilusionarla con su futura carrera de diseñadora de vestuario. Casi podía ver (en su mente) su primer desfile de tenidas únicas y coloridas. ¡Dios, qué hermosas prendas creaba!

Y hablando de moda, su ringtone "Fashion", la famosa canción de Lady Gaga, sonó cuando ya sí eran las tres de la mañana, despertando a Mimi de su desfile de ensueño. La chica leyó el nombre en la pantalla: era Sora Takenouchi. Colocó en pausa el video de Youtube y entonces contestó, con su mejor voz fatigada.

– Aló, ¿Sora-chan? ̶ dijo, mientras ponía su celular en alta voz.

– Mi-Mimi-chan… ̶ Se escuchó al otro lado. Mimi se preocupó. Sora nunca llamaba a esa hora, ni tampoco ¿lloraba? por teléfono, muy seguido que digamos.

– Sora-chan, ¿estás bien? – Pregunta estúpida. OBVIO que no lo estaba. La castaña resistió los deseos de pegarse a ella misma y tomó algo de aire ̶ ¿Qué ocurrió? ¿Discutiste con tu mamá otra vez? ̶ Esperó un momento. Sora se estaba demorando mucho en contestar ̶ ¡Sora, di algo! ̶ exigió.

– Es… es Yamato. ̶ soltó Takenouchi, finalmente, con pesar.

¡Esperen! ¿Estamos hablando de Yamato "Yama" (para los amigos y novia) Ishida? Mimi Tachikawa lucía su mejor expresión de interrogación. Seguramente en su cara estaría escrito algo así como: ¿Qué demonios…?

– ¿Yamato? ̶ preguntó la menor, confirmando lo que había escuchado de su mejor amiga.

Sora no prestó atención al tono despectivo de Mimi.

– Si… ̶ respondió la pelirroja. Y se escuchó más llanto.

– ¿Le ocurrió algo? ̶ Hizo una pausa, esperando una respuesta. ̶ ¿Una fan loca lo atacó? ̶ Takenouchi seguía sin responder. Mimi estaba comenzando a pensar en lo peor. ̶ Oh my God, ¿chocó? – Y Sora lloró más y más. De hecho parecía gritar en vez de sollozar. Mimi, ya pálida, trató de sonar fuerte cuando preguntó ̶ ¿Mu… murió?

La castaña empezó a sentir ese cosquilleo en la garganta que se siente cuando uno quiere llorar. Es decir, Sora la llamaba a la hora más imprudente de la vida y le decía que algo le había ocurrido a Yama. No es que fuese su mejor amigo ni mucho menos (Era el novio de su mejor amiga y con eso ya tenía suficiente), pero le tenía un gran aprecio por todo ese tiempo compartido en el Digimundo. Y si le había ocurrido algo tan grave… ¡Oh, Dios!

– Sora-chan… ̶ dudó un segundo, sin saber qué decir ̶ ¿En qué hospital estás? ̶ Mimi sentía los ojos llorosos ̶ Digo, yo… podría…

– ¡Mimi! ̶ exclamó Sora, interrumpiéndola ̶ A Yamato no le ha ocurrido nada malo – dijo la Takenouchi de manera abrupta.

La castaña suspiró de alivio.

– Entonces Sora, ¿qué ocurre?

Y la pelirroja siguió llorando. Mimi vio la hora y volvió a suspirar: llevaban quince minutos de conversación, en los cuales Takenouchi no había podido hilar una frase. Y no había respondido a su pregunta.

No es que no le tuviera paciencia ni nada. Ella quería mucho a Sora, había sido una gran amiga para ella hasta ese momento. Pero el suspenso la estaba matando. Realmente.

Luego de ya veinte minutos de llanto y completamente harta de toda la situación, Mimi habló:

– Voy para allá – Si Sora la hubiese visto, estaría asombrada de la mirada decidida de su amiga. Sin embargo, ni siquiera sospechó, pues había hablado con tono cansado, casi como si Mimi estuviese harta de toda esa conversación.

Bueno… ¡Es que quería dormir, por el amor de Dios!

Sora suspiró un par de veces y luego empezó a hipar. La castaña sonrió al escuchar los hipidos de la pelirroja, pensando en que ya estaba más tranquila, quizás.

– Mimi, no vengas. De hecho. ̶ Hizo una pausa. ̶ No sé por qué te llamé – La castaña colocó su mejor cara de interrogación. La pelirroja tomó algo de aire, nerviosa ̶ Creo que te reirás de mí.

– ¿Ah? – exclamó Mimi, casi como un chillido. – Sora, eres mi amiga – acusó.

– Lo sé… Es que... ̶ Tomó algo de aire ̶ Es que… ¡Dios! Soñé que Yama-kun… ̶ Volvió a tomar aire ̶ me dejaba.

What The Hell! Eso fue exactamente lo que pensó Mimi al escuchar a su mejor amiga.

Así, pasó de la comprensión, luego a la sorpresa y por último a la rabia. Todo en menos de un segundo. Y es que… ¡Quería matar a Sora!

Contó hasta diez (mentalmente) y trató de tranquilizarse… E hizo una nota mental sobre pedir hora al sicólogo. (Porque esos cambios de humor tan repentinos la asustaron)

– ¿Y? ̶ Escupió. Realmente, tenía una mirada de "no me vengas con estupideces". ̶ Ustedes hacen una gran pareja – dijo. – Se entienden bien, son parecidos, se llevan bien… ̶ Tomó aire y, luego, se quedó callada, como si no encontrara algo más que decir. – Y… ̶ titubeó, como comenzando a improvisar. ̶ El naranjo combina con el amarillo – se apresuró a agregar. ̶ Y el azul es un gran neutro, al igual que el marrón…

– Es que Mimi ̶ La interrumpió Sora, para gran alivio de la castaña ̶ ¡Tú no lo entiendes!

– ¿Qué no entiendo? ¿Qué soñaste algo que te da miedo y crees que ocurrirá?

– ¡Sí! O sea, ¡No! – Suspiró nuevamente – Es decir, va a ocurrir…

¡Qué buenas bromas haces Sora-chan!, Deberías ser comediante. O eso iba a decir Mimi, pero su amiga no la dejó hablar.

– Mimi, Yama está cambiado… Ya no es el mismo chico de antes… No es el mismo novio que tuve a principios de secundaria…

Desde que tú llegaste. La pelirroja completó la oración en su mente, pero no pensaba mencionarle esa parte a su amiga. A lo mejor sólo eran imaginaciones suyas. Claro, no podía culpar a su amiga de sus problemas sentimentales.

Sora se quedó callada, esperando una respuesta de Mimi.

Sin embargo, Tachikawa se quedó pensando en algo para responderle. Porque había otra cosa que ocupaba su mente en ese minuto:

Cuando su amiga Sora le comentó que se había vuelto la novia de Yamato, después de aquella "ocupada" navidad del 2002, se alegró muchísimo por ella. ¡Obvio! Sora era (y es) su mejor amiga y como Mimi no veía a la parejita feliz muy seguido que digamos, se contentaba con ver las fotografías que Sora subía a Facebook y allí parecían hacer buena pareja. No obstante, nunca se detuvo a pensar en cómo eran ellos como novios, a pesar de que ya habían pasado tres años de tal acontecimiento. De hecho, si lo pensaba mejor: nunca en la vida se le habría cruzado por la mente una relación como esa.

Y si no mal recordaba, cuando Mimi llegó de los Estados Unidos (hacía una semana atrás), todos los digielegidos la fueron a recibir al aeropuerto. Y, cuando le tocó a saludar a Sora y a Yama, lo hizo: les sonrió y continuó saludando. Era como si no hubieran llamado su atención, como si no fuesen pareja. Como…

Como si el amor que se profesan no estuviera ahí, se dijo mentalmente, pero no le mencionó nada a su amiga. Obvio, no podía decirle que ella y su novio no tenían ni una chispa de enamorados. Era un suicidio, considerando que estamos hablando de la chica con el emblema del amor: era estúpido y muy contradictorio decir que la chica del emblema del amor no estaba enamorada de su novio.

Mimi se mordió la lengua y esperó por si Sora tenía algo más que decirle.

Así que ninguna de las dos habló durante los cinco minutos siguientes…

– ¿Aló?, ¿estás ahí? – dijeron al mismo tiempo. Pero al escuchar a la otra, permanecieron calladas.

– ¿Sabes? – habló Mimi de repente. – Creo que debes tranquilizarte. No sé, tómate un vaso de agua con azúcar y vuelve a dormir. No creo que ocurra algo maalooo. – trató de extender la última palabra para que su amiga la entendiera ̶ con Yamato.

– Te refieres a te… ter… ̶ Sora no tuvo el valor de terminar la palabra.

– ¿Terminar? ̶ La completó Mimi. Luego resopló. ̶ No lo creo. Se nota a leguas que Yama te ama. ̶ mintió o, en realidad, se atrevió a esconder información importante.

– ¿Tú crees? ̶ preguntó Sora con la voz tan llena de ilusión, que a Mimi se le encogió el corazón.

– Si. ̶ Su voz expedía ánimo. Demasiado. Sus ojos en cambio… Dejémoslo en que se notaba que estaba mintiendo.

– ¡Gracias Mimi!

– ¿Para qué estamos las amigas? ̶ Para mentirte, de seguro, se respondió mentalmente Tachikawa a su propia pregunta.

Y Sora colgó, seguramente ya más tranquila. Quizás le haría caso a Mimi y no se preocuparía por nada. En cambio, la castaña miró nuevamente su computadora, el video seguía en pausa, y aunque estaban frente a una tienda de diseños exclusivos, ni siquiera lo notó.

Es que… necesitaba pensar. Porque toda la palabrería que le dijo a Sora no era cierta. Aunque, lo de los colores era verdad (lo de las combinaciones y todo eso), pero el resto era mentira. Absolutamente.

– Sora y Yamato, ¿estarán enamorados realmente? ̶ se preguntó a sí misma, en un susurro.

Mimi cerró los ojos con fuerza y se tiró en su cama. ¡Dios! Ósea, había vuelto a Japón para librarse de un problema amoroso y aquí se encontraba con otro.

– Seguramente es el karma de mis vidas pasadas o algo así. – se dijo en voz alta.

Se levantó y apagó el computador, luego se colocó su pijama y se recostó en su cama, sin cobijarse aún. Miró el reloj de su celular, eran las cuatro con treinta. Hora de dormir para cualquier persona normal. Excepto para ella que le había mentido a su mejor amiga.

¿Y si Yamato y Sora terminaban?

¡Se tiraría de un barranco!

Es decir, le habría dado falsas esperanzas a Sora por... por… ¿nada?

Hizo una mueca y prefirió dormir. A lo mejor encontraba una manera de decirle a Sora todo lo que estaba pensando y hacer un contraataque o algo así. Pero, ¿qué sabía ella de amor? Bueno, no tanto como de moda… Y eso no servía de mucho.

Bostezó y se trató de relajar. Tomó las cobijas y se tapó hasta la cabeza. Finalmente, logró quedarse dormida.

A la mañana siguiente: no había sol. Sora prefirió colocarse pantalones en vez de la falda que había dejado encima de una silla, porque era muy friolenta. Pero, hoy tenía una cita con Yamato. Bueno, seguramente él la comprendería cuando la viera con jeans. Además, según Mimi, nada podía salir mal.

Pero parecía como si todo lo malo iba a ocurrir ese día, como si se acercara el Apocalipsis. Se rio de buena gana. ¡Dios, qué paranoica se había vuelto!

¿Se imaginan si hubiese soñado con que Yamato le era infiel con otra persona? ¿Habría buscado a la fulana para sacarle los ojos? Se rio con aún más ganas. Era mejor bajar a desayunar, porque Mimi ya le habría dicho que ella y Yama no tenían ningún futuro como novios,en caso de ser así. Obvio.

Sonriendo, la pelirroja desayunó tranquilamente, mientras veía la televisión. Justo el meteorólogo estaba anunciando un temporal para Tokio.

Cuando ya era la una de la tarde, Mimi despertó de mala gana por una pesadilla. Había soñado con que ella era una gran diseñadora y en el primer desfile de su carrera, Sora había subido a la pasarela a reclamarle por haberle mentido, después la agarró del cabello como si tratara de quitarle una peluca, mientras la castaña parecía volar por los aires.

¡Dios, qué horrendo!

Pero lo importante es que no iba a ocurrir nada malo, claro está. O eso se había dicho para convencerse a sí misma de ello.

Su mamá había entrado a su habitación y, sin importarle el estado de zombi que su hija tenía, corrió las cortinas de la ventana que se encontraban al costado derecho de la cama. De pronto, Mimi lo vio todo gris.

Claro, es que iba a llover.

– Hija, no salgas hoy. Están anunciando un temporal muy fuerte – dijo su madre, con su tono de voz meloso.

La chiquilla asintió, con aire distraído. Pero, de pronto, pensó que todo era demasiado irreal como para que estuviese ocurriendo. Todo se estaba convirtiendo en un mal presagio.

A la una y media de la tarde, Sora se encontró con Yamato en un café cerca de las casas de los dos. El rubio llegó primero y ya había ordenado algo para ambos. La pelirroja sonrió para sí, no todas las parejas hacían eso, pues no se conocían lo suficiente. Saludó a su novio como era debido, léase: beso en los labios y se sentó junto a él. Fue justamente ahí cuando notó que Yama no tenía el mejor humor del mundo ese día, precisamente.

Mimi se llevó las manos a su cabeza y se sacudió el cabello. Pensó que lo mejor era darse golpes contra la pared, solo para tranquilizarse un poco. Sora no le contestaba el teléfono y ella tenía el peor mal presentimiento del mundo.

Y, bueno, Tachikawa no quería ver a su amiga subiendo por la pasarela de su primer desfile…

– Si tan sólo Michael estuviese aquí. ̶ deseó en su desesperación. La frase se le había escapado de los labios.

Era definitivo, necesitaba a ese sicólogo.

Michael no podría estar con ella, no ahora, ni tampoco la próxima semana. Ni nunca. Se mordió el labio inferior. Había algo que podía hacer ella sola aquí en Japón: ir a buscar a Sora.

Cuando le entregaron su capuchino y a Yama, su moka, comenzó a llover. Y después de que su novio se levantara de su asiento sin siquiera pedirle permiso, ya llovía torrencialmente. Sora miró al rubio, aun estando sentada y se sonrojó. Es decir, Yamato parecía volverse cada vez más atractivo. Eso es lo que pasaba cuando uno estaba con la persona amada, se repetía mentalmente con la cara roja y una sonrisita boba en los labios.

Estaba tan ocupada pensando eso que no notó que el rubio ni siquiera le estaba devolviendo la mirada.

– Yama, ¿no vas a terminar tu café? – preguntó la pelirroja, apuntando el vaso.

– No es eso – Su novia la miró confundida – Los pedí para llevar.

– ¿Y con esta lluvia, Yama? ¡Nos mojaremos! – reclamó tiernamente.

A simple vista, parecían dos chicos realmente enamorados. O, en realidad, parecían una chica muy enamorada y un chico que no la tomaba en cuenta.

Yamato ya había pensado en eso. Todo con Sora era maravilloso, pero era tan… ¿rutinario? Al principio pensó que eran los lugares a los que iban, como ambos habían crecido en el mismo lugar, bueno, conocían todos esos destinos de parejas. Sin embargo, con el paso del tiempo, Yamato comenzó a notar que no era Tokio el problema, sino que… ¿era él? ¿O ella? No estaba muy seguro quién era el culpable (si es que había), pero de lo que estaba seguro era que no quería seguir más con toda esa farsa.

Porque sí, su relación era una farsa. Él ya no estaba enamorado de Sora desde hacía un buen rato. El problema es que se había negado a creerlo. O quizás, era más fácil decir:Tengo mala cara porque mi hermano se enferma cada vez que nos vemos, a decir: Sora, ya no me gustas.

Ishida tomó su vaso de moka y decidió salir. Vio que Sora se levantaba de su asiento y lo seguía con su vaso también en la mano. Y cuando estuvieron afuera, se mojaron, pero en ningún momento el rubio decidió mirar a su novia. De hecho, rehuía su mirada y su tacto. Solo podía escuchar cómo se quejaba: su maquillaje se había corrido, su ropa estaba estilando, su peinado se había arruinado. Le recordaban a alguien: a Mimi Tachikawa.

Ishida se detuvo de golpe. Sora lo miró y luego observó que estaban en el parque donde Yamato le había propuesto que fueran novios. Iban ahí para cada aniversario, era taaaan romántico, la frase revoloteó en su mente.

(Si hubieran estado en una caricatura, a la pelirroja ya le habrían salido corazones y purpurina por los ojos)

Yamato casi suelta su vaso de café. ¿Estaba pensando en Mimi? Sus hermosos ojos azules se abrieron de la sorpresa, y sus pupilas se expandieron. ¡Dios! No podía pensar en Tachikawa en el momento en que iba a terminar con su novia.

– Yama, ¿estás bien? ̶ Sora notó con preocupación que su novio había palidecido. Seguramente iban a pescar un buen resfriado con esa lluvia torrencial. Y a ella justo se le quedó el paraguas en casa. ¡Qué boba!

– S-S-si ̶ titubeó.

Pero Sora no lo notaba muy seguro. Estaba ocurriendo algo muy malo.

Mimi tomó su paraguas y, aunque escuchaba los gritos de su madre, ni siquiera los tomó en cuenta. ¿Qué había de malo con un poco de lluvia si ella tenía un paraguas? ¡Nada! El problema no era su mamá gritando chillonamente, sino la pareja del año: El Sorato.

Se sentía extremadamente culpable por no haberle dicho la verdad a Sora en su momento. Ellos iban a terminar. La lluvia se lo decía.

– ¡Dios, qué paranoica! – habló en voz alta, mientras corría por las calles de Odaiba.

Cuando se encontró con un semáforo en rojo, se detuvo. ¡No tenía idea a dónde debía dirigirse! ¡Sólo ella salía corriendo hacia ninguna parte en una emergencia!

– ¡Oh, my God! ̶ gritó con rabia, extendiendo lo más que pudo la última palabra. Incluso estuvo tentada a pedir una señal divina o algo así.

Una señora la miró como si su cabeza tuviera forma de bicho. Mimi no tenía tiempo de esperar el semáforo, así que daba pequeños golpes al piso con su pie derecho. Tampoco sabía a dónde dirigirse.

Seguramente Dios se estaría burlando de ella, riéndose a sus espaldas y la señalaba como una persona estúpida frente a todos los ángeles. Ya se imaginaba a los querubines riéndose de ella mientras montones de plumas se caían de las nubes.

Bufó molesta cuando dieron luz verde y siguió corriendo. Pero, de pronto… parecía que todo se había aclarado.

– ¡Claro! ¡Verde! – gritó como si le hubiese atinado a la pregunta del millón de dólares.

Y la señora creyó que a la chica loca le había crecido una segunda cabeza.

Yamato tragó un poco de café. Estaba amargo, como le gustaba. Y eso que tenía un poco de sabor a chocolate, que también le gustaba.

Sora se quedó mirando su vaso, pero cuando el rubio le habló, su vista se dirigió hacia su rostro.

– Sora… tenemos que hablar…

– ¿Eh?

El rubio la miraba lo más seriamente posible. La pelirroja sentía que la tierra se la había comenzado a tragar. Había algo en la mirada de Yamato que la hacía sentirse fuera de lugar.

Como si su felicidad no lo alcanzara a él.

– ¿Qué ocurre Yama? – Su corazón tenía una punzada, había algo que estaba mal en esa situación. Algo muy malo.

Mientras que con Mimi, ella sabía que el rubio era bastante retraído. Lo suficiente como para buscar el lugar más apartado del planeta como para cortar con su amiga. Y con este tiempo, el lugar más indicado para ser catalogado como discreto era un parque. Pues a nadie se le ocurriría en su sano juicio ir a un parque cuando había una lluvia torrencial.

Así que se dirigió al parque de Odaiba. Era su única opción. (En realidad no, la otra era el Polo Norte…)

Con Yamato y Sora, las cosas se estaban comenzando a poner feas.

– Sora… yo… ̶ ¡Oh, Vamos!, no era tan difícil, ¿cierto? Es decir, lo había practicado miles de veces frente a un espejo y con su hermano presente, no podía fallar ahora. Pensó Yamato con frustración. Tomó algo de aire y lo intentó de nuevo – Sora…

– Yama, pareciera que me vas a proponer matrimonio o algo así – bromeó Sora.

Qué equivocada estaba.

Cuando la castaña los divisó, se alegró bastante. Pero al acercarse más, descubrió que todas sus premoniciones eran correctas. Sora y Yamato estaban solos, sí, pero no hacían las cosas que los novios hacen cuando están completamente solos. (Lo que en cierta forma era un alivio, pero no tanto tampoco)

Yamato deseó tener un anillo de matrimonio en ese minuto. Pero sabía que ésa no era la razón por la que se encontraban allí. Prefirió ser directo y escupirlo todo de una maldita vez.

– Sora, nosotros ̶ Hizo una pausa ̶ Nosotros ya no…

– ¡Sora, Yamato! – Los susodichos se voltearon y miraron llegar a Mimi, con paraguas rosa y algo agitada. - ¡Qué coincidencia! – saludó con una sonrisa. Y trató de recobrar el aliento.

¿Coincidencia? ¡¿Coincidencia?! El rubio podría haberse echado a reír de manera histérica. Estaban en un parque, en medio de una lluvia torrencial, apartados del camino principal y se notaba a leguas que la castaña se había deshecho corriendo hacia ese lugar. ¡Coincidencia, su abuela!

Sora se asombró al ver a Mimi ahí. Bueno, seguramente le tocaba ir a comprar o algo así.

– Hola, Mimi – saludó respetuosamente la pelirroja.

El chico sólo le hizo una inclinación de cabeza a modo de saludo. Luego la ignoró y miró a Sora.

Mimi también miró a Sora.

Y Sora se sintió demasiado observada de pronto. No sabía a cuál de los dos debía atender primero.

– Yama… ¿por qué no me dices lo que me tienes que decir? – sugirió la pelirroja algo perturbada.

La castaña tragó saliva.

– Sora, debo hablarte… ̶ comenzó seria. El rubio miró a Tachikawa fríamente. – A solas. – masculló, mirando a Mimi.

Sora, trató de ser más amable.

– ¿Podemos dejarlo para después Mimi? – habló la portadora del amor.

– No lo creo – dudó la otra.

– ¿Puedes dejarnos solos? – dijo el único chico, fríamente.

Todos sus presentimientos eran reales, Yama iba a cortar con su amiga. A menos que ella estuviese presente. Porque Yamato no podía ser tan malo, ¿cierto?

– Puedes decirlo conmigo al frente, soy su mejor amiga, aunque no estuviese aquí me enteraría exactamente un segundo después sobre lo que han hablado – respondió Tachikawa con aires de autosuficiencia.

Algo tienen estos dos entre manos. Eso pensaba Takenouchi en ese minuto.

Ishida no contaba con eso. Se sonrojó levemente y miró hacia otro lado. Es decir, había ensayado mil veces este momento pero nunca creyó que iba a tener público. Una cosa era pensar en Takeru como su futura ex novia, la otra era pensar que iba a estar la señorita estadounidense rosadita con ellos en el minuto de la verdad.

El joven volvió a mirar a Mimi fríamente, pero la chica juntó valor de no sé dónde y se mantuvo quieta. Cualquier cosa, tenía un paraguas y bien podría darle un paraguazo al rubio, ¿no? Debía ser fuerte, tenía que darle tiempo a Sora para que se diese cuenta.

Takenouchi se encogió de hombros, como si no supiese qué hacer. Muy pocas veces había visto una escena como esa. Tenía la sensación de que debía actuar con delicadeza o una bomba estallaría.

Y su corazón no dejaba de dar puntadas.

– Mimi-chan… ̶ Sora cortó toda la escena, ya que necesitaban algo de diplomacia. ̶ ¿Yamato puede escuchar lo que vienes a decirme?

WHAT THE HELL! Si alguien pudiese escuchar los pensamientos de los otros dos chicos, habrían escuchado eso.

En fin…

– ¿Eh? – chilló Mimi. – Su-supongo…

¿Por qué no pude predecir esto? Pensaron Mimi y Yamato al mismo tiempo.

– Yama – La pelirroja le dedicó su mejor mirada de amor. ̶ ¿Puedes esperar un segundo?

A Yamato no le quedó otra que decir que sí. Y miró hacia otro lado, había un árbol muy bonito a su derecha.

– ¿Y bien? – Sora le recordó a su madre. Tan melosa para hablar y todo eso.

– Y bien ¿qué? – Mimi sentía la odiosa necesidad de detener el tiempo. Y de borrar al rubio de la escena.

– ¿Qué quieres decirme? ̶ preguntó Sora, ya con una sonrisa fingida.

– No lo sé. ̶ Mala respuesta. Mimi quería que se la tragase la tierra. ̶ ¿Cómo te encuentras Sora? ̶ Era oficial, moriría asfixiada por la ira de su mejor amiga. ¡Y todo por una buena causa! Dios se estaba burlando de ella, eso era seguro.

No lo sé, con ganas de estrangularte, pensó la pelirroja ácidamente.

– Mimi, ¿tienes algo que decirme o no? – Sora escupió la pregunta.

– Sí ̶ respondió Mimi, temerosa.

– ¿Y bien? ̶ Si las miradas matasen, una pobre castaña estaría ardiendo en el infierno. Eso era lo más seguro.

Yamato miraba a Tachikawa aburrido. Pobrecilla, se notaba a leguas que no quería que su novia hablase con él. Así que decidió ser bueno con ella, por los viejos tiempos en el Digimundo, su emblema y todo eso.

– Mimi, si quieres, puedo hablar yo con ella y tú nos escuchas. No tengo ningún problema – propuso pausadamente su oferta.

– ¡Oh! – Había que hacer algo rápido – Claro.

¿Por qué mierda había aceptado?, se preguntó Mimi, con horror. Asustada, descubrió que no tenía un plan.

Pero en cuanto vio al rubio dirigirse hacia Sora, decidió improvisar. Ése era su plan. Y sonrió.

– Sora, tengo que decir que yo… ̶ Comenzó Yamato.

– Sora, ¿sabes? Tengo un mal presentimiento. ̶ dijo Mimi.

Habían hablado al mismo tiempo. La pelirroja de pronto se sintió mareada.

– ¡Mimi! – El rubio iba a perder la paciencia, puedo jurarlo. – Quedamos en que yo iba a hablar primero.

– Lo siento, Yama. – La castaña le sonrió tiernamente. – No volverá a ocurrir.

Ishida gruñó.

– Sora… nosotros debemos…

– Sora, sabes que tu cabello se ve muy bien con la lluvia. – le interrumpió la chiquilla a su costado.

Ahora podemos agregar que Mimi tenía suerte de que el Ishida fuese un caballero y se estaba controlando para no tomar el paraguas de la chica y darle un par de paraguazos en la cabeza hasta dejarla inconsciente.

O eso hacía, hasta que notó la sonrisa de astucia de la chiquilla. Rodó los ojos. Qué juego más estúpido estaba jugando. Pero… si Mimi quería jugar…

Eso es lo que él iba a hacer.

– Sora… ̶ comenzó a decir Yamato y esperó el comentario de Mimi.

– ¿Sabes, Sora? Deberíamos ir al centro comercial. – le interrumpió nuevamente la Tachikawa.

O eso creyó.

– Si, una vez que yo termine de decir que nosotros terminamos. ̶ remató Yamato, sin anestesia. De hecho miraba a Mimi, orgulloso de haberle ganado en su propio juego.

Las dos amigas se impresionaron al ver cómo el rubio había dicho algo tan fuerte, como si sus palabras no tuviesen ninguna importancia para él.

Claro, para él ya no significaban nada.

Lo último que escuchó la pelirroja fue el golpe del paraguas de Mimi contra el suelo. Luego Sora comenzó a llorar.

La castaña vio la escena tan irreal. Si tan sólo hubiese llegado antes… Si tan sólo… Si tan sólo… le hubiese dicho a Sora…

– No tenía que haber venido. – Completó su pensamiento en un susurro.

La voz de Mimi pareció salir de la nada. Pero ninguna de las chicas lo notó. Sólo Yamato logró escuchar el murmullo.

– ¿Qué estás diciendo, Yamato Ishida? – Sora lloraba como Magdalena, pero eso no importaba en ese minuto, porque casi había rugido la pregunta.

El rubio olvidó completamente lo que estaba pensando.

– Yama, tú no me… ̶ sollozó. – Tú no nos puedes hacer esto. – se corrigió.

– Escucha, Sora, yo… ̶ trató de explicar Yamato.

– Esto es una broma, ¿cierto? – preguntó esperanzada, interrumpiéndolo.

– Ojalá lo fuese… ̶ respondió Mimi, en lugar de Yamato.

Sora miró a su amiga con horror. Había olvidado por completo que ella se encontraba ahí.

– Y tú… ¿Lo sabías? – rugió de rabia.

Mimi no tuvo el valor de responder. Había metido la pata hasta el fondo.

– Sora, eso no importa ahora… ̶ Trató de defenderla Yamato. Pero Sora lo cortó.

– ¡Cállate! ¡No quiero escucharte Ishida! – Rompió a llorar la pelirroja. – ¡Mimi, te llamé! ¡Te-lla-mé! – repitió fuera de sí – ¡Y no me dijiste nada! – gritó.

– Sora… ̶ Trató de explicarse la chica, pero Sora la volvió a interrumpir.

– ¡Como si el agua con azúcar me pudiese ayudar ahora! – gritó fuera de sí.

Y la pelirroja salió corriendo. Al diablo el paraguas, su ropa, su maquillaje. ¡Qué todo se vaya al demonio!

Tachikawa tenía la sensación que debía ir por ella, pero se concentró en Yamato. El chico estaba ahí, pero no en realidad. Se veía distraído en la lluvia. Y, por primera vez en toda esa tarde, se le ocurrió la primera cosa cuerda.

De la nada, tomó fuerzas y se plantó frente a Yamato y le golpeó en la mejilla, volteándole la cara hacia un lado.

Yamato se tocó la mejilla adolorida y se volteó a ver a Mimi, quien lo miraba con odio. Le había dado una cachetada llena de rabia y frustración

– ¡Eso es por cortar con mi mejor amiga! – gritó, fuera de sí. La chica tomó su paraguas y salió corriendo del lugar, también llorando.

Y lo último que recordó Yamato de ese día, fue la silueta de Mimi, empapada por la lluvia y el dolor punzante en su mejilla derecha.

oxoxoxoxoxoxoxoxoxoxoxo

Capítulo editado: 24/07/2014

Y re-subido: 21/02/2015

Próximo capítulo: Un pastel de fresa y un pastel de chocolate.