Tsukuyomi

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Advertencias: El siguiente relato contiene escenas yaoi -a este punto tods deben saber lo que significa- si no es tu agrado abstente de leer y/o comentar.

Todos los personajes descritos en este fanfic son propiedad de Masashi Kishimoto. No obtengo ninguna ganancia monetaria, solo trabajo por amor al arte.

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Capítulo 1.

Un reloj de tiempo limitado

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La oscuridad era casi absoluta, apenas podía notarlo a través de sus ojos entreabiertos, el dolor era agonizante pero se resistía a el. No podía cerrarse al mundo, quería seguir mirando sus ojos, pese a la situación y aunque no podía sonreír, internamente casi saltaba de felicidad. Por muy contradictorio que sonara.

Tosió brevemente sintiendo el sabor de la sangre escapando entre sus labios y trato de pronunciar su nombre pero apenas pudo mover los labios sintiendo una nueva punzada de dolor cerca del hombro. Era obvia la gravedad de la herida pero no importaba, debía resistir, era lo menos que le debía después de ser el responsable de aquella locura.

Sentía su respiración entrecortada muy cerca de sus labios, su mirada fija sin perder el contacto trasmitía todas las emociones que no pudieron decirse. Era esa la razón que lo hacía tan feliz, la que lo impulsaba a ignorar el dolor y la certeza de que su corazón latía cada vez más lento.

Nunca quiso que terminara de ese modo. La oscuridad se volvía más densa a su alrededor, casi no podía escuchar la lluvia pero aún la sentía mojando sus mejillas, limpiando sus rostros de todo rastro de la pelea.

Finalmente sus esfuerzos por tocarlo pudieron menos que su voluntad dejando caer sus brazos con un sonido hueco entre la tierra y el silencio se hizo presente. Su corazón lanzó un último latido y el dolor terminó…

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…Abrió los ojos casi al mismo tiempo que se llevó una mano a ellos tratando de evitar el intenso brillo del sol. Inconscientemente se quitó las gotas invisibles de agua pero era obvio que no estaba lloviendo. Un sueño... Permaneció quieto regulando su respiración y volvió a intentarlo, miró a los lados. La terraza. Dio un amplio bostezo dispuesto a retomar su merecido descanso cuando una oleada de gritos lo obligó a incorporarse. Gateo el tramo que lo separaba de la reja de seguridad mirando hacia abajo en dirección del sonido. Indudablemente provenía de la canchas, en la parte trasera del edificio que eligió para su siesta. Logró disipar los resquicios de sueño recapitulando su situación; se había perdido las primeras dos clases de la mañana y a juzgar por la cantidad de gente que iba y venía quizá no quedaba mucho de la hora de descanso.

Golpeó ligeramente sus mejillas con las palmas antes de salir corriendo escaleras abajo.

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Corría tan rápido como podía atravesando largos corredores y esquivando personas que en más de una ocasión casi lo orillan a un accidente, llevándose insultos variados y algunas risas compartidas de quienes lo conocían lo suficiente como para considerar aquello una situación típica. La sonrisa no desaparecía de su rostro, divertido de si mismo hasta que llegó a las últimas escaleras, giró para bajar frenando al dar el siguiente paso, cerró los ojos tratando de detener su carrera pero al estrellarse con otro cuerpo no pudo evitarlo. Sintió que el otro lo tomaba del brazo jalándolo hacia si. Su inconfundible risilla lo animó a abrir los ojos, primero miró hacia atrás sintiendo la orilla del primer escalón y entonces pudo soltar el aire.

– Eso estuvo cerca –comentó Sai soltándolo.

– Gracias –rió llevándose una mano a la nuca– tengo que irme...

– Que inusual verlos separados –retomó– ¿ahora te escondes de Uchiha?

– No es eso, solo me quede dormido –hablo mientras bajaba escalones– y creo que ya voy tarde a la práctica…

– ¿Podrías llevarle esto? –le extendió una pequeña bolsa de papel. Naruto la tomó notando el vendaje en la muñeca del otro.

– ¿Qué te paso?

– Nada importante, pero llévaselo rápido. Podría necesitarlo –su típica sonrisa le dio la certeza de lo que ya suponía.

– ¿Pelearon? –la mirada mortificada del rubio, como casi siempre, quebró su falsa sonrisa adoptando una actitud seria.

– ¿…Ya te lo dijo?

– Que…

– ¡Naruto! –aquel grito fue la señal de salida para el rubio, y antes que Sakura lo encontrara, saltó los últimos escalones que lo separaban de la planta baja– ¿dónde está? –murmuro con el ceño fruncido llegando al lado de Sai.

– Fue a terminar un encargo –giró sobre si cambiando completamente su semblante– por cierto, eres muy imprudente.

Sakura apenas tuvo oportunidad de dirigirle una mirada gélida antes que Sai la dejara con el reclamo a medias. Mantuvo el gesto fruncido mientras lo observó alejarse.

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No tenía ni la menor idea de qué iba a reclamarle Sakura y aún así salió corriendo consciente de que no había otra opción. Recientemente la pelirosa había encontrado como deporte tratar de corregirlo, que si era impuntual, que los deberes, que su falta de participación en algún club, siempre tenía alguna buena excusa para perseguirlo. Lo cierto es que un par de meses atrás no le hubiera molestado tanto, cuando creyó que Sakura le gustaba, pero luego de las vacaciones de verano algo pareció cambiar y en cuanto volvió a verla, notó la diferencia. No paso mucho antes que ella comenzara este nuevo hobbie, pero no parecía interesada en él, más bien la notaba… molesta.

Detuvo su paso ante aquel pensamiento. Era por eso que la evitaba, no quería tratar con Sakura de ese modo, incluso cuando preguntó la razón, ella siempre lo evadía. Y ahora era su turno para escapar, al menos hasta que supiera el motivo y pudiera disculparse; a sugerencia de Shikamaru, que insistía en que las mujeres eran demasiado problemáticas.

Mecánicamente sus pies lo llevaron a la zona de clubes. El más retirado de ellos, luego de cruzar el sendero de árboles, era el dojo. Un área destinada a los miembros del club de Kendo pero que desde unas semanas atrás compartían con el equipo de exhibición. Un pequeño grupo improvisado que participaría en una competencia regional; según las categorías su escuela podía participar en arquería y combate. Curiosamente habían seleccionado algunos alumnos que no participaban en clubes, ni siquiera en kendo, pero el profesor responsable, Kakashi, había sugerido a Sasuke, Gaara, y él mismo para la parte del combate, aún así se reservó sus razones para rechazar la propuesta. Eso no impedía que Naruto, curioso por naturaleza, siempre estuviera presente. Siempre que podía. O cuando no peleaba con Sasuke, como oportunamente recordó que había sucedido.

Se detuvo en la puerta del dojo cuando volvió a su memoria la razón por la que se había saltado clases pretendiendo faltar a ese entrenamiento. Desde aquel lugar observó a los únicos ocupantes del sitio practicando con espadas de bambú. El combate era solo entrenamiento pero siempre se lo tomaban demasiado en serio, por eso Kakashi les había prohibido usar espadas reales, pese a que serían necesarias en la exhibición. Gaara era un poco más bajo en estatura pero ese parecía el único defecto porque era capaz de sostener la pelea con la misma fuerza y velocidad que Sasuke imponía. Por varios minutos, Naruto se quedó hipnotizado con el intercambio de golpes hasta que un par de movimientos especialmente bruscos lo hicieron apretar la bolsa que aún sostenía. Bajó la mirada hacia ella recordando que debía dársela a Sasuke.

Y en vez de hacerse notar como tenía por costumbre subió al piso de las graderías, acomodándose en el lugar más alejado donde no pudieran verlo. Se recostó en una de las bancas dejando que sus brazos colgaran a cada lado, aún sostenía la pequeña bolsa. No era extraño que él y Sasuke tuvieran diferencias cada día o cada hora, si era posible. Era parte del día discutir por razones absurdas. El problema venía de semanas atrás, cuando aceptó ayudar a Sai, que al igual que Sasuke había sido elegido para la competencia. Siendo miembro del club de arquería, daría una exhibición de tiro que requería de un pequeño asistente. Según Sasuke, ese era un trabajo que cualquiera del club podría realizar pero Naruto insistía en apoyarlo solo por ser su amigo. El tema se volvió cada vez más tenso cuando Sasuke empezó a perder argumentos que respaldaran su posición y el detonante había sido esa mañana cuando se le ocurrió insinuar un posible interés de parte de Sai hacia el rubio, algo que iba más allá de la amistad. Obviamente, Naruto se molesto considerándolo un recurso demasiado bajo para la desesperación ilógica del moreno.

Y ahí estaba. Enfurruñado, tragándose sus propias palabras al gritarle que no le volvería a hablar hasta que se disculpara.

– ¡¿Qué clase de espíritu joven es ese? –no tuvo tiempo de quejarse cuando aquel grito prácticamente lo arrojó al suelo. Se incorporó para ver a Lee golpeando a un rival imaginario– deberías entrenar conmigo, desperdicias tu juventud descansando –sonrió ayudándolo a levantarse.

– ¿Y qué se supone que haces aquí?

– Kakashi-sensei dijo que si entreno lo suficiente podré entrar en el equipo –le lanzó un golpe que Naruto evitó retrocediendo.

– ¿Para la competencia? ¿Quieres ir? –retrocedió pasos cortos no queriendo caer en el juego de Lee.

– ¡Por supuesto! Es una oportunidad única, deberías intentarlo –trató de alcanzarlo con una patada pero Naruto dio un paso más amplio hacia atrás– eres bueno –esta vez tenso el hombro imponiendo fuerza a un puñetazo– pero no te servirá sino me atacas.

– ¡No quiero pelear! –chillo mirando de reojo hacia atrás. Golpeó uno de los bancos perdiendo el equilibrio justo cuando Lee arremetió con otra patada. Naruto apoyó las manos en el suelo impulsando los pies hacia arriba por la inercia, golpeó el rostro de Lee lanzándolo contra el suelo, y a su vez, él cayó llevándose el banco– lo siento, no quería…

– ¡A esto me refería! –gritó Lee, ya de pie, corriendo hacia él.

– ¡Espera! Te dije que no…

– ¡Lee! –se escuchó la voz de Gaara desde el piso inferior. El aludido se detuvo cuando Naruto bloqueó su ataque, sorprendido por la mano que detenía su golpe y que lo dejaba expuesto al otro brazo del rubio, muy cerca de su estómago.

– Creí que… no sabías pelear –murmuro, citando la frase que Naruto siempre decía para evitarlo.

– No sabía… –dijo, agitado. Tan confundido como el moreno. Se separó sosteniéndole la mirada.

– ¡Sabía que tenías talento! –gritó cuando pudo salir del estupor.

– Lee, tienes que irte –retomó Gaara.

– A partir de ahora serás mi compañero de prácticas -declaró, saltando desde el barandal.

Naruto se acercó temiendo que Lee se lastimara por la caída, pero ya estaba siendo reprendido por Gaara quien vestía el uniforme y su cabello claramente mojado delataba que la práctica del día había terminado. Pronto también el descanso, como le recordó su estómago. Giró sobre si al escuchar el golpe seco de un bulto tras él. Observó las acciones de Sasuke después de abandonar su mochila sobre la banca, sin que le devolviera la mirada tomó la pequeña bolsa de papel revisando su contenido.

– ¿Qué es esto?

– Es para ti –murmuro, debatiéndose entre gritarle como siempre o limitarse a regresar esperando una disculpa que nunca llegaría. Suspiro resignado captando su atención.

– ¿Qué ocurre?

– No vas a disculparte, ¿cierto? –murmuro cabizbajo.

– ¿Por qué debería? –se sentó tomando su mochila, ignoró de nuevo la bolsa y empezó a acomodar el almuerzo.

– Me quede dormido.

– Lo sé –separó una porción haciéndole una seña para que se sentara.

Naruto ocupó el lugar mirando la comida, giró los ojos apenas un segundo para ver la tranquilidad con la que Sasuke comía. Pese a que tenía hambre, era más fuerte el hormigueo en su interior, tenía que gritar, sabía que no podría aguantar ese silencio por mucho tiempo. Se mordió el labio inferior tratando de calmarse. Pero fue inútil.

– ¡No entiendo tu actitud contra Sai!

– Ya hemos hablado de esto –murmuro sin dejar de comer.

– ¡No es cierto! ¡Ni siquiera le has dado una oportunidad! ¡Ya sé que media escuela lo odia pero llegar a pelearse! ¿Qué se supone…?

– ¿Quién te dijo eso? –interrumpió, dejando de lado su tazón.

– Sai. Él fue quien me dio esa bolsa para ti, dijo que la necesitarías.

– Entonces puedes devolvérsela, no la quiero –dio un sorbo al termo.

– ¿Lo ves? Sigues igual de irracional. No es su culpa…

– ¡Ya basta! –su tono fue suficiente para callar las quejas del rubio.

Esa misma pelea infantil de semanas atrás estaba acabando con la paciencia de Sasuke y Naruto lo sabía, pero también era cierto que el tema estaba tomando tintes ilógicos. Sasuke no solo odiaba a Sai, le prohibía hablar de él, era casi enfermizo, y nunca lo había visto en semejante actitud. Algo que se volvió preocupante cuando supo que habían peleado. Lo miró de reojo, Sasuke se mantenía ausente, pudo notar el leve temblor que sacudía sus manos cerradas en puño y como pocas veces decidió permanecer callado. Un comentario equivocado más podría llevarlos a una situación peor que la de días atrás. "Él es igual que yo" murmuró una suave voz dentro de si, y aunque era un pensamiento que siempre supo, esta vez era diferente, se sentía como si…

– Detesto que hables de él –siseo bajando la cabeza, algunos mechones cubrieron sus ojos. Naruto lo observó tratando de abandonar sus propios pensamientos– y ya me canse de esta discusión, es lo mismo desde hace días… ¿Por qué no entiendes?

– Porque tú no eres así –murmuro desviando la mirada incómodo– no sé que es lo que te pasa, pero no creo que sea para tanto –volvió a mirarlo sonriendo para aligerar la tensión, cruzó los brazos tras la nuca– estoy dispuesto a olvidar todo si me invitas a un sábado de ramen. Aunque… el sábado tienes práctica, ¿verdad?, quizá podamos ir después, el domingo no porque Jiraiya dijo algo sobre un almuerzo. Tal vez el viernes…

– Me gustas. –Naruto se quedó a medias en su monólogo, casi sin parpadear. Miró a Sasuke que permanecía con la cabeza agachada y por un largo momento solo se escucharon los gritos lejanos desde las canchas. Bajó sus brazos lentamente.

– ¿Qué…?

– Dije que me gustas.

Se giró a mirarlo apenas un segundo antes de lanzarse sobre el rubio. Y sin darle tiempo a reaccionar atrapó sus labios en un beso suave que al simple contacto lo impaciento demandando por más. Lo sintió bajo él tratando de alejarlo pero Sasuke fue más rápido apresando sus manos a cada lado de su cabeza, moviendo sus labios con más fuerza acallando los quejidos del rubio. Era más de lo que esperaba. Algo dentro de si lo alertó a detenerse antes que perdiera el control pero no pudo, había esperado demasiado por ese momento, era embriagante. La sutil forma en que Naruto intentaba alejarse, aquellos suaves gemidos y un último esfuerzo de su parte que le permitió profundizar la caricia.

No fue consciente del momento en que soltó el agarre de sus manos, deslizando las propias para no dejar su peso sobre el rubio pero éste no se movió, ni respondió el beso pese a la fuerte presión que imponía. En algún momento escuchó el lejano golpeteo de algo muy parecido al sonido que producía la lluvia. Y pudo haberlo ignorado si no fuera por las pequeñas gotas que sintió, deslizándose en su rostro y que poco a poco cubrieron su cuerpo. Lentamente se separó de Naruto mirando su cuerpo… demasiado quieto, demasiado… ¿qué estaba pasando? Parecía dormido. Y no tenía puesto el uniforme, jamás había visto aquella extraña vestimenta naranja. Miró a su alrededor sintiendo el aumento de la lluvia, pero no había algo que pudiera reconocer. Se encontraba a la mitad de un terreno vacío, apenas un poco de vegetación aquí y allá, solo tierra, y a un par de pasos cerca una imponente cascada custodiada por dos figuras, una a cada lado, daban la sensación de protección propia de un lugar que no debería ser visitado. No había nada. Por un largo momento solo pudo escuchar el silencio, su corazón latió con fuerza cuando comprendió su significado. El aire tan espeso, el silencio pese a la lluvia y aquella sensación de vacío, era un escenario propio de… la muerte.

Naruto se abstuvo de reaccionar porque no sabía qué hacer, cuando decidió que era mejor esperar, sintió su cuerpo demasiado pesado, no podía abrir los ojos pero sabía que Sasuke ya no estaba cerca. Aunque debería estar molesto por ello, fue más grande su preocupación cuando descubrió que no podía moverse, solo podía sentir su corazón latiendo muy rápido. Trató de calmarse escuchando el suave murmullo de la cascada. ¿Cascada? ¿En la escuela? De nuevo se impacientó sintiendo gotas de agua, quizá, que cubrieron rápidamente su cuerpo. También podía escuchar el viento y sin proponérselo su respiración se fue acompasando, el ritmo de su corazón disminuía, lo que le permitió escuchar la respiración de otra persona muy cerca de si. Finalmente la calma se hizo presente, pero no era normal, sentía que lo adormecía, si seguía así…

Fue el grito de Sasuke que lo devolvió al presente, abriendo los ojos de golpe su respiración se intensificó de nuevo. Casi apostaría a que se le saldría el corazón y miró frenéticamente a su alrededor. Estaban en el gimnasio y Sasuke aún sobre él sosteniéndose con los brazos a cada lado de su cabeza, lo miraba como si no lo conociera, los ojos demasiado abiertos y su respiración igual de agitada.

– El valle del fin… –murmuro alejándose del rubio.

– ¿Q-Qué… demonios…? –trató de hablar pero su voz fue apenas un susurro que se extinguió con un repentino arranque de tos. Se llevó una mano a la boca tratando de reponerse. Era extraño, sentía una fuerte opresión en el pecho.

Aquello fue suficiente para obtener una reacción de Sasuke, quien se incorporó de un salto hacía su mochila, revolvió todo en su interior por valiosos segundos antes de recordar que el termo estaba en la banca. Apenas lo miró y ya estaba de vuelta junto a Naruto, que no dejaba de toser apretando las manos con fuerza sobre su camisa. Lo ayudó a sentarse, aferrándolo con una mano y empinando el recipiente sobre sus labios con la otra. Naruto bebió pequeños sorbos, tanto como la persistente tos se lo permitió pero no tardó en empujar el termo, no podía respirar con el agua y el sobre esfuerzo a su garganta.

– Sigue bebiendo –ordenó insistiendo con el termo. Naruto lo fulminó con la mirada pero obedeció. Por varios minutos, Sasuke frotó su espalda en un acto reflejo y poco a poco el ataque paso, Naruto bebió el resto del agua para asegurarse.

– ¡No vuelvas a hacer cosas absurdas! –gritó, aunque no tan fuerte como acostumbraba. Carraspeo frotándose la garganta– ¡Mira lo que sucede cuando lo haces! ¡¿Y qué demonios le pusiste a la comida? ¡No podía moverme!

– ¡¿Y no puedes quedarte callado más de cinco minutos?

– ¡No me grites, estoy enfermo!

– Solo que sea de la cabeza.

– ¿Y quién fue el que me besó? –de nuevo silencio. Se miraron con furia un momento antes que la campana que anunciaba el final del descanso los interrumpiera.

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La primera reacción de Naruto había sido correr. Como siempre. No tuvo que escuchar la campana más de dos segundos antes de emprender la carrera halando a Sasuke contra su voluntad. Y es que el moreno quería, necesitaba, escuchar la respuesta del rubio, que acorde a su personalidad, parecía haberlo olvidado. Mientras corrían a través del sendero de árboles, Sasuke considero la posibilidad de obligarlo a saltarse la siguiente clase pero algo dentro de si lo detuvo, y bajando levemente la cabeza se alineó al rubio siendo ahora quien guiaba el camino. Al notarlo, Naruto desvío la mirada sintiendo aquel curioso calor, de nuevo, sobre sus mejillas, solo entonces notó sus manos firmemente unidas.

Cruzaron un pequeño corredor que conectaba al área libre donde se impartía la clase de educación física, mientras sus pensamientos derivaban a una posible respuesta. Pero, ¿qué se suponía que debía decir? Trató de soltar sus manos pero Sasuke hizo lo contrario aferrándolo con más fuerza, ¿cómo podía pensar fríamente si su corazón no dejaba de latir tan rápido? Claro, era obvio, estaban corriendo, entonces ¿por qué estaba nervioso? No, no estaba nervioso, solo preocupado. Si, ya estaban llegando tarde a clase y no podía saltarse una más. Y ese leve rubor en sus mejillas era una reacción normal, sucedía siempre que… sucedía siempre, a cualquiera. ¿Por qué no podía recordar la última vez que le había sucedido?

– ¡Basta! –gritó logrando que Sasuke se detuviera, se giró para mirarlo y una leve sonrisa curvó sus labios al ver la reacción de Naruto. El rubio se llevó ambas manos al cabello alborotándolo aún más, sus mejillas seguían teñidas de rojo y cuando sus ojos se encontraron movió los labios sin poder hablar– yo…

– ¡Naruto! –aunque escuchó el gritó tras de si, supo quien era y por primera vez pudo ver la reacción de Sasuke ante su presencia. La expresión relajada del moreno se volvió tosca mientras fulminaba con la mirada al moreno tras de si. Casi pudo escuchar el castañeo de sus dientes. Se giró para ver a Sai quien se detuvo a su lado sin dejar de sonreír– apenas a tiempo, Asuma-sensei aún no llega, deberían cambiarse.

– ¿Y qué haces aquí? –murmuro recordando que no compartían esa clase.

– Solo estoy de paso, ya llego tarde a mi práctica en el club pero olvide algo. Toma –empujó una bolsa, notoriamente llena, contra el rubio obligándolo a aceptarla– lo siento, Uchiha, pero estoy seguro que a ti no te agradan –sonrió pasando a su lado– te veré luego, Naruto.

– Que será… –murmuro para si revisando la bolsa dentro de la bolsa. Sasuke se giró hacia el rubio sin dejar de mirar al otro moreno, le arrebató el paquete– ¡¿Qué estás haciendo?

– Mejor ve a cambiarte, yo guardaré esto.

– ¡Pero solo quería saber…!

– Ya lo oíste, Asuma no tardará.

– Pero… –se quedó con el puchero frunciendo sus labios y finalmente cedió, se adelantó a los vestidores olvidando que Sasuke también debía cambiarse. El moreno lo observó un par de segundos antes de volver en sus pasos hasta un bote de basura donde arrojó la bolsa sin siquiera mirarla.

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Asuma apareció inusualmente tarde y bastaste animado para dejarles practicar un peloteo sencillo de basquetbol. Naruto lanzaba el balón hacia Lee procurando que botará una vez antes de ser devuelto, pero Lee, siendo como era, demasiado enérgico devolvía el pase con la fuerza suficiente para que el balón rebotará un par de metros obligando al rubio a correr de un lado a otro del patio. En un día cualquiera no habría problema, Naruto podía mantener el ritmo exagerado de su amigo pero justo en ese momento, con el estómago recordándole el hueco que aún tenía y sus pensamientos muy lejos de su cuerpo apenas podía coordinar manos y pies para no terminar en el suelo.

Sasuke, un par de metros alejado, practicaba con Hinata mirando de reojo al rubio. No tardó en descubrir la razón por su falta de entusiasmo pero al parecer Lee se las estaba ingeniando para motivarlo. Lanzó el balón con su rebote correspondiente pero su compañera apenas pudo esquivarlo evitando que la lastimara, obviamente estaba distraída. Y no tuvo que seguir su mirada para saber a quien cuidaba. Se disculpó torpemente girando para recuperar el balón mientras Sasuke se daba el lujo de mirar a Naruto, apenas un segundo y torció el gesto en ironía. El rubio se reponía muy fácilmente, ya había olvidado la falta de alimento para competir contra Lee jugando a tres balones. Volvió su atención hacia Hinata en cuanto llegó frente a él, pero igualmente se distrajo con la hiperactividad renovada de Naruto. Aún así no dejo de observarla, ¿cuando se había cortado el cabello? Estaba seguro de haberla visto con el cabello amarrado. Parpadeo y sintió un leve escozor en los ojos que lo obligó a bajar la mirada. Se llevó una mano al puente de la nariz y parpadeo un par de veces más antes de volver a mirar a Hinata quien había llegado a su lado con un notorio gesto de preocupación.

– ¿Te encuentras bien? –murmuro aferrando el balón entre sus manos.

– Si –respondió más como un gruñido dándose la vuelta para descansar a la sombra de un árbol cercano. Sacudió un poco su cabello, quizá estaba cansado, porque Hinata si tenía su cabello amarrado. Se dejo caer en el pasto con el brazo sobre sus ojos.

¿Qué estaba pasando? ¿Qué era el Valle del Fin? No recordaba algún lugar con ese nombre pero cada vez que lo pensaba la imagen de una cascada llegaba a su mente, ahora complementada por aquellas estatuas de la visión hacía horas. No tenía sentido, no era normal tener visiones, o sueños, o lo que fueran esas imágenes. Peor aún, estaba seguro que Naruto también lo había visto. Y ahora aquel sutil cambio en Hinata, que no tendría porque considerar pero casi enseguida de verla vino el dolor en los ojos y ahora sentía un amargo sabor en la garganta. Carraspeo tratando de ignorar la incómoda sensación de ansiedad, como si hubiera olvidado hacer algo muy importante.

– Que raro verte descansado –escuchó la voz de Sakura que sin aviso se sentó a su lado, presumiblemente sonriendo porque no se molesto en mirarla.

– ¿Qué quieres?

– Saludarte –dijo inocente.

– No estoy de humor, ¿podrías irte?

– Siempre dices eso pero si puedes soportar al terco de Naruto entonces creo que mientes.

– Considérate peor que…

– Uchiha –de nuevo Hinata. El aludido se incorporó mirándola, ahora sostenía una botella de agua y una toalla que le acercó tímidamente– tal vez solo sea insolación.

– Gracias –murmuró dejando la toalla a un lado pero no tardo en beber un poco de agua, al menos le serviría para quitarse ese curioso sabor amargo.

– Ya casi termina la clase, deberías ir a descansar a la enfermería…

– Dije que estoy bien –cortó en el tono más amable que pudo. Se puso de pie pasando de largo.

– ¿Te gusta… Sasuke? –murmuró Sakura llamando la atención de Hinata que enseguida apartó la mirada del moreno.

– N-no, claro que no… solo… estaba preocupada –logró decir bajando la cabeza. Un suave rubor brillaba en sus mejillas sobresaliendo a través del cabello que le cubría los ojos– yo…

– Entonces, ¿te gusta Naruto? –sonrió abiertamente al ver el tono rojo que alcanzó el rostro de la chica. Se puso de pie poniendo una mano sobre su hombro– deberías decírselo. Así como es Naruto de despistado, jamás lo notará –le regaló una última sonrisa antes de alejarse.

Sabía que estaba siendo cruel pero se le terminaban las ideas. Cada vez que intentaba acercarse a Sasuke, éste encontraba algún pretexto para irse con Naruto y, quizá, si el rubio se mantenía ocupado con alguien más ella tendría oportunidad de declararse. Detuvo su caminata mirando a dicho par, de nuevo, juntos. Naruto no era una mala persona, eso lo sabía, pero no podía entender como alguien como él podía simpatizar tanto con Sasuke y ella no. ¿Qué le hacía falta, en qué eran diferentes?

Agitó levemente la cabeza, ya eran suficientes ideas pesimistas. Tenía muy claros sus sentimientos, solo necesitaba una oportunidad.

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Luego de la tortuosa última clase de historia, donde Naruto ya no tenía ganas de dormir, y tuvo que resistir aquel estado de aturdimiento en que el profesor Ebisu lograba inducir a grupos completos. Se mantuvo jugueteando con su pluma por dos largas horas, mirando por la ventana de tanto en tanto. Y de manera inconsciente el recuerdo de la cascada volvió a su mente, justo cuando empezaba a concentrarse en ello al punto de escuchar el sonido del agua, la campana que anunciaba el final de las clases lo despertó de su estupor a tiempo para ver a Sasuke, a su lado, con la mochila lista para irse. Le sostuvo la mirada apenas un segundo y suspiro recogiendo sus libros.

Mantuvieron el silencio, repentinamente inusual entre ellos, hasta que llegaron al dojo. Sasuke se alistaba para la práctica mientras Naruto lo observaba, de nuevo, en su sitio entre las gradas. En algún momento se dejo caer a lo largo de la banca encontrando un balón con el que jugueteo mirando el techo, lanzaba la pelota sobre su rostro y la atrapaba una y otra vez. No quería pensar, no se le daba muy bien, y sabía que no lo necesitaba pero… ¿qué sentía por Sasuke? Porque era obvio que debía darle una respuesta, y no tenía idea de que decir. Suspiro pesadamente sosteniendo el balón en su pecho. Eran amigos desde que tenía memoria, le agradaba su compañía aunque se pasaran la mitad del tiempo juntos peleando. Quizá… se preocupaba por él, le importaba, por eso estaba ahí, no había caso en negarlo. Pero… ¿eso era todo? ¿Con eso bastaba para decir que le gustaba?

Se llevó una mano a los labios apenas rozando. Y recordó la sensación, ese beso había sido diferente de lo que pensó que sentiría con Sakura. Algo en su estómago se había agitado y por un momento, tal vez solo por un segundo, pensó en corresponder, entonces… ¿qué lo detuvo?

– Esa es la expresión que tienen las personas cuando son rechazadas –murmuro Kakashi agachándose sobre él para mirarlo a los ojos. Naruto parpadeo doblando un poco el cuello hacia atrás para encararlo.

– Que raro que llegues temprano –sonrió ignorando el comentario.

– Entonces tú lo rechazaste.

– Ahh, ¡déjame en paz! –chillo arrojándole el balón. Kakashi lo atrapó sin problemas y se giró riendo con ganas hacia el barandal, donde se dispuso a observar la práctica. Aburrido como estaba, Naruto no tardó en alcanzarlo, recuperó el balón sentándose en el con los brazos cruzados sobre el barandal apoyando la barbilla en ellos.

En el piso inferior, Sasuke descansaba en la banca con una toalla alrededor del cuello, mientras Gaara practicaba con Lee. Ambos, espada en mano, demostraban sus hábiles en combate, cruzando las armas con un sonido constante. Lee era más ágil pero Gaara tenía más fuerza, sus ataques eran certeros y hasta cierto punto letales. El moreno tenía serios problemas para esquivarlo a tiempo, y aunque la espada era de bambú era obvia la gravedad de los golpes que recibía.

– ¿Qué opinas? –preguntó Kakashi llamando su atención.

– ¿Sobre qué?

– ¿Sobre incluir a Lee en el equipo? –el rubio giró el rostro hacia su maestro y de nuevo miró a Lee. Había caído, quizá, por quinta vez, recuperándose para tratar de ganar terreno.

– Es muy hábil –murmuro, no sabiendo que decir– estoy seguro que… ayudaría mucho al equipo. ¡Y tiene muchas ganas de participar, creo que se esforzara más si…!

Pero ceso su monólogo cuando Lee cayó por última vez.

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Curiosamente, Sasuke no se había sorprendido cuando, de regreso a casa, Naruto había recuperado su humor habitual, ya no parecía nervioso o preocupado y por un momento, el moreno había considerado la posibilidad de olvidar lo que había dicho. Quizá era lo mejor, por su amistad o por la tranquilidad de Naruto, por seguir a su lado… quizá. Lo miró de reojo, sonriendo al lado de Gaara, conversando de algo sin importancia.

Se suponía que volverían juntos a casa, como siempre, pero oportunamente Naruto le había pedido al pelirrojo que los acompañara, alegando que hacia mucho no lo hacía. Y ahí estaban, recorriendo el camino acostumbrado, con un Gaara que intentaba explicar las reglas de la exhibición a un Naruto que escuchaba la mitad de sus palabras e interrumpía cada dos frases. Para su suerte, no tuvo que soportar mucho de eso cuando el pelirrojo, oportunamente, recordó que debía comprar algo en la dirección opuesta a la que iban. Lo que no terminó fue el monólogo de Naruto.

– Se supone que será una sorpresa, pero creo que Lee los acompañara en la exhibición –sonrió orgulloso, caminando con los brazos cruzados en la nuca– y todo gracias a mí.

– ¿Por qué no intentaste ocupar ese lugar?

– Creo que Sakura se molestaría mucho –sonrió tanto como pudo– se supone que la ayudo con los preparativos.

– Eso empieza a molestarme, ¿por qué te preocupa tanto lo que diga Sakura?

– No es eso… solo quiero saber por qué esta molesta conmigo.

– ¿No es obvio? –detuvo su andar obligando al rubio a detenerse un par de pasos adelante. Desde donde estaban se podía ver la casa de Sasuke, al final de la cuadra– lo de esta mañana…

– No entiendo a lo que te referías –interrumpió acercándose, una leve sonrisa en su rostro– creo que somos buenos amigos, pero si hablabas en serio…

– Entonces eres muy idiota o muy ingenuo.

– ¡¿Te importaría dejar de insultarme? –eso sonaba más como el auténtico Naruto. Sasuke sonrió en una mueca irónica, era más fácil hablar con él de ese modo. Por extraño que sonara– ¡de todos modos, no entiendo que pretendes!

– Por ahora me basta con alejar a ese entrometido de Sai –tomó su rostro con ambas manos y Naruto supo lo que vendría pero apenas tuvo tiempo de poner sus manos sobre el pecho de Sasuke tratando de alejarlo. El moreno unió sus labios un par de segundos y se separó por su propia cuenta, dejando a Naruto nervioso y sonrojado mirándolo con furia.

– ¡Ya tuve suficiente! –lo alejó aún más pasando a su lado hacia la calle que lo llevaría a su casa– ¡por tu culpa no he comido nada en todo el día!

– Puedes quedarte a cenar.

– ¡No quiero! –siguió gritando mientras se alejaba.

Sasuke lo siguió con la mirada hasta que llegó al final de la calle y dobló en la esquina, un par de casas más a partir de ese punto estaba la suya. Y con una media sonrisa casi invisible, el moreno se giró hacia la siguiente calle para llegar a su propia casa. Ya un poco más tranquilo pudo llegar al razonamiento lógico con el había logrado convivir con Naruto tanto tiempo: la falta del mismo. Así de simple, con Naruto no había necesidad de pensar nada, ni de preocuparse o ser considerado, era algo que simplemente surgía. Y si ya había aceptado que lo quería como algo más que un amigo, solo hacia falta convencer al rubio de que esa era la mejor opción para ambos. Sonrió para sus adentros sin notar la presencia de Itachi, que lo observaba un par de metros cerca de su casa, convenientemente oculto a la sombra de un árbol, desde donde Sasuke pudo haberlo visto, de no estar tan distraído, pero que el mayor había aprovechado para verlo llegar junto a Naruto.

No apartó la vista de su hermano menor hasta que entró a la casa pero su mirada impasible volvió al punto donde Sasuke se había separado del rubio. Ni siquiera podía decir que estaba sorprendido, era obvio que ese par terminarían con una relación de ese tipo, era eso o matarse uno al otro. Por fortuna fue lo primero. Suspiro llevándose una mano al rostro sintiendo algo que bajaba por su mejilla. Al mirar su mano abrió los ojos en sorpresa al notar sangre. Se apresuró a entrar pasando de largo al cuarto de baño para mirarse en el espejo. Efectivamente había sangre en su rostro, nacía en su ojo derecho, y por extraño que sonara eso no era lo importante. Traía puesta una especie de placa metálica amarrada con una cinta sobre su frente. Tenía grabado un curioso símbolo en espiral tachado con una línea justo a la mitad.

Miró su reflejo por eternos segundos sintiendo la sangre que ahora cubría su otro ojo. Cerró ambos sintiendo el espeso líquido que se adentraba en las cuencas e hizo un nuevo esfuerzo por mirarse. Había cambiado, en ambas pupilas tenía dibujada una estrella negro-rojiza. Una nueva punzada, esta vez con más fuerza, lo llevó al suelo sujetándose la cabeza con ambas manos. Un dolor intenso que le impedía pensar taladró su cabeza llevando certeras punzadas por todo el cuerpo, apretó los labios ahogando sus propios gritos, aferrándose la cien como si quisiera atravesarse el cráneo. Era demasiado, sabía que perdería la consciencia, pronto su vista se nubló y los sonidos del exterior se perdieron en una suave neblina.

En ese pequeño espacio entre el delirio y la cordura pudo percibir una serie de imágenes que asaltaron su mente devolviendo el recuerdo de una vida a la que había renunciado. Un momento en el tiempo que había dejado suspendido para protegerlo, para proteger a…

– …Sasuke –murmuró recuperando su visión del mundo. El techo blanco del baño lo recibió acompañado por el lejano cantar de las últimas aves que despedían el día– ahora recuerdo…


Continuará...