Este es el último capítulo, os aviso de que, leáis lo que leáis, continuéis hasta el final, no os arrepentiréis. Por si os interesa, la próxima historia que suba será sobre Edmund. Besitos de parte de Futbolera.

Marilia

Susan se encontraba en su cama, había conseguido que la dejaran salir de la enfermería, aunque le había costado lo suyo. Recordó entonces que, en ese mismo día, hacía tres meses que había vuelto de Narnia.

"Ojalá aún estuviera allí, como le echo de menos."

Susan, en esos tres meses, no había dejado de pensar en Caspian ni un solo momento, de hecho ni siquiera se había tomado la molestia de quitarse el anillo de casada, le hacía sentir que estaba más cerca de él, aunque sólo fuera sí en sus sueños.

"¿Cuánto tiempo habrá pasado en Narnia desde que nos marchamos?"

De repente, notó un dolor muy agudo en el vientre.

Aaaaaah, ¿pero qué…?

El dolor no dejaba de repetirse cada diez minutos, cada vez era peor, no podía soportarlo; reprimía todo lo que podía los gritos para no acabar despertando a todo el internado. Intentó levantarse de la cama y, al hacerlo, se dio cuenta de que las sábanas estaban mojadas.

¿Qué me está…

Pero entonces sintió nuevamente el dolor, aunque esta vez era más fuerte que todas las anteriores; se tumbó nuevamente en la cama deseando que todo aquello se detuviese lo antes posible; las lágrimas a causa del dolor ya le habían empapado todo el rostro.

Susan estaba desesperada, aquel dolor no cesaba, la estaba matando, no podía aguantar más, notaba todo su cuerpo muy dolorido; finalmente el dolor fue más fuerte que ella y cayó en la inconsciencia.

Al instante Aslan apareció en el cuarto de Susan.

Espero no haber llegado demasiado tarde.

Aslan hizo que Susan desapareciera, la trasladó mediante la magia a Narnia, el único lugar donde podría sobrevivir. Ella apareció sobre la cama que habían preparado para poder asistirla. Aslan no tardó en llegar también a aquella habitación.

¡Vamos rápido, la reina Susan no puede esperar más, tiene que ser ahora!

Pero señor, la reina está inconsciente.

Ha sido a causa de las contracciones, el dolor ha sido demasiado para ella, ¡vamos, no podemos dejar que muera!

Las criadas comenzaron con su labor. Aslan salió de la habitación y fue a buscar al rey.

¡Majestad!

Caspian se encontraba en el salón del trono, sin dejar de dar vueltas por toda la estancia. Al oír que le llamaban miró hacia la puerta, la cual no tardó en abrirse.

Aslan, ¿cómo está Susan?—preguntó el con nerviosismo y temor ante lo que el león pudiera contestarle.

Ha llegado aquí inconsciente, el dolor que le han causado las contracciones ha sido superior a ella.

Pero se va a poner bien ¿verdad?

Eso espero.

¿Cómo que eso esperas? Me dijiste que el traerla de vuelta a Narnia era la única manera de que ella pudiera vivir, ¿¡cómo me dices ahora que esperas que se ponga bien!

Mucho me temo que el parto va a ser muy complicado, es posible que…

¡No lo digas! ¡Eso jamás ocurrirá, sé que Susan no va a morir!

Caspian comenzó a alterarse, la sola idea de que eso pudiera ocurrir le atormentaba, prefería que ella estuviera en su mundo antes que muerta.

Calmaos majestad, no tiene porqué pasar nada pero, debéis estar preparados para cualquier cosa que pase.

Caspian se sentó en el trono, aquella situación estaba siendo insoportable para él. Aslan decidió salir del salón del trono e ir nuevamente donde se encontraba Susan, esperaba y deseaba que todo acabase saliendo bien. Cuando llegó a la puerta de los aposentos escuchó el llanto de un bebé y vio que salía una criada, la cual cerró la puerta nada más salir.

Por lo que oigo veo que el bebé está bien, ¿ha sido niño o niña?

Ha sido una niña.

Y la reina, ¿ha despertado de su inconsciencia?

Aún no, estamos intentado que la recupere.

En ese momento la puerta volvió a abrirse y por ellas salieron todas las criadas, una de ellas con la recién nacida en brazos, la llevaba envuelta en una toalla.

Señor, lamentamos mucho tener que decirle que, no hemos podido hacer nada por salvar a la reina, ha muerto mientras le sacábamos a la niña.

¡NOOOO!

Caspian estaba en el pasillo y lo había escuchado todo.

¡No es verdad, decidme que no es verdad!

Majestad…—comenzó a decir Aslan.

Pero Caspian no le escuchó, apartó a las criadas de la puerta y entró dentro de los aposentos. Nada más ver el inerte cuerpo de Susan sobre la cama las lágrimas brotaron de sus ojos.

¡Susan!—gritó mientras se acercaba velozmente a ella—¡Susan por favor, despierta, no me dejes solo, por favor, no te atrevas a dejarme!

Caspian estaba sentado en la cama, abrazado al cuerpo de Susan y llorando, no podía creerse que todo aquello hubiera pasado.

¡Susan por favor, no me dejes!

Las criadas, entristecidas por lo ocurrido, se marcharon para poder bañar a la niña. Aslan no se atrevía a entrar dentro de los aposentos, no se sentía preparado para ver la escena que estaba pasando dentro. Finalmente entró; el llanto de Caspian era incesante.

Caspian…—comenzó a decir el león.

¡FUERA! ¡Largo de aquí!—gritó el rey sin dejar de llorar.

Caspian por favor, a mí me duele tanto como a ti esta situación…

¡No, tú no tienes ni idea de cuanto me duele a mí! ¡Todo esto es culpa tuya, si hubieses permitido que Susan se quedase en Narnia o tal vez si hubieses hecho que ella viniera aquí antes podría haber llevado un embarazo normal y no habría pasado nada de esto! ¡Lárgate de aquí!

Aslan pensó que, en parte, Caspian tenía mucha razón, así que decidió salir de los aposentos y dejarle allí solo con su pena.

Eran las seis de la mañana cuando una criada entró en los aposentos donde se encontraba el cuerpo de Susan; el rey no había salido de allí en toda la noche.

Anoche prohibí la entrada a estos aposentos hasta nueva orden—dijo él con la voz tomada. Aún estaba abrazado al frío cuerpo de Susan.

Majestad, necesitáis descansar, creo que sería mejor que os retiraseis a vuestros aposentos.

No pienso moverme de aquí, no tengo motivos para estar en otro lugar, por favor, márchate.

Como gustéis, majestad.

La criada se disponía salir cuando el rey la llamó.

¿Qué deseáis, majestad?

Saber si he sido padre de un niño o una niña.

Es una niña señor.

Tráemela, quiero verla.

Majestad…

¡Es una orden!

La criada se marchó a cumplir lo que el rey le había ordenado. No tardó mucho en regresar, se acercó al rey y le dijo:

Majestad, aquí tenéis a vuestra hija.

Caspian depositó el cuerpo inerte de Susan sobre la cama y cogió a su hija.

Gracias.

La criada volvió a marcharse. Cuando la puerta se hubo cerrado, Caspian miró por primera vez a su hija; las lágrimas comenzaron a recorrer su rostro.

Eres hermosa, mi pequeña princesa, tanto como tu madre.

Caspian no podía dejar de llorar, por un lado odiaba profundamente a la niña que tenía en sus brazos, ella había sido la causante de la muerte de su Susan, pues ésta había muerto al traerla a ella al mundo; pero, por otra parte, la amaba con toda su alma pues, a pesar de lo que había pasado, no dejaba de ser hija suya y de Susan.

"Ojalá pudieras verla, ella es el fruto de nuestro amor, ella es la prueba de demuestra cuanto nos quisimos."—pensó Caspian mirando a la niña y sin dejar de llorar.

A media mañana Caspian llamó a una criada para que se llevasen a la niña, él, por el contrario, continuó en los aposentos, no tenía ganas de estar en otro sitio que no fuera aquel, no quería estar lejos de Susan.

Aquel día Caspian no comió, se negó en rotundo.

Majestad.

Era Lord Cornelius quien le llamaba.

Adelante.

La puerta se abrió y por ella entró el Lord.

Majestad, por favor, deberíais comer algo, lleváis sin comer nada desde anoche y ya es media tarde, por favor.

Lord Cornelius, por favor, entended vos que no tengo hambre, dejadme solo.

No pienso hacerlo, puedo entender perfectamente que estéis tremendamente afectado por la desgracia que ha sucedido pero, no podéis dejaros desfallecer de esta manera, recordad que ahora sois padre, esa niña ya tiene bastante sin tener a su madre, no seáis tan irresponsable como para que también se quede sin padre.

Está bien, iré a comer algo pero, no quiero que nadie entre aquí.

No os preocupéis, nadie entrará.

Caspian se levantó de la cama y siguió a Lord Cornelius hasta el comedor.

Traed algo de comida para el rey—dijo Lord Cornelius a un criado.

La comida no tardó en llegar, pero Caspian apenas tomó bocado, no se sentía con ganas de nada. Mientras comía fue recordando uno a uno todos los momentos que había pasado con Susan desde el mismo momento en el que la conoció.

Estaba apuntó de llevarse el tenedor a la boca cuando un recuerdo en concreto llegó a su mente. Dejó el tenedor en el plato y se levantó.

Majestad, deberíais comer un poco más, apenas si habéis comido algo—le dijo Lord Cornelius.

¿Dónde se guardaron las armas de los reyes del pasado?

En la cámara del tesoro.

Caspian salió como alma que lleva el diablo hacia allí, esperaba que su idea tuviera éxito. Lord Cornelius decidió seguir al rey.

Por Aslan, cuantísimo chisme inútil hay aquí dentro, tengo que ordenar que hagan limpieza, la mayoría de las cosas son de tío y de esa alimaña no quiero tener nada.

Caspian se puso a buscar las armas de los Pevensie. Primero encontró la espada y el escudo de Peter, después la linterna y la espada de Edmund, seguido del arco, las flechas y el cuerno de Susan, y, al levantar la vista, vio lo que andaba buscando. Sobre una vitrina estaba la daga y la poción de Lucy. Cogió la poción y salió de la cámara del tesoro.

Majestad, creo que sé lo que pretendéis hacer y, tengo que deciros que eso no serviría para nada, sería malgastar poción—le dijo Lord Cornelius.

Pero Caspian no le escuchó, se metió dentro de los aposentos donde descansaba el cuerpo de Susan y cerró la puerta. Se acercó hasta el cuerpo, le abrió con cuidado la boca y vertió varias gotas de poción dentro de ella; Caspian sabía que para las heridas con una gota era suficiente, pero dado que su caso no era el de las heridas, prefirió echar más de una. En caso de que funcionase, el efecto debía ser instantáneo.

Caspian esperó a que el cuerpo de Susan reaccionase pero, pasados diez minutos, perdió la esperanza. Su llanto comenzó nuevamente, se arrodilló en el suelo y, cogiendo las manos de Susan, apoyó la cabeza en la cama y dejó que todo su dolor saliera. Poco después se quedó dormido.

A media noche algo le despertó.

Creía que no despertarías nunca—le dijo alguien entre risas.

Caspian, debido a la oscuridad, no conseguía distinguir a quién le había dicho eso, aunque creía haber reconocido la voz de esa persona.

¿Quién eres?

¿Sólo han pasado ocho meses y medio en Narnia desde que me fui y ya me has olvidado? Porque a mí me ha sido imposible el olvidarme de ti, no lo he hecho en ningún momento.

Caspian había notado como la voz de esa persona se oía cada vez con más claridad, se estaba acercado. Cuando dijo la palabra "momento", tenía su rostro frente al suyo. La luz de la luna se coló entonces por la ventana y Caspian vio algo que reconoció al instante, unos ojos azules que hacía ocho meses y medio que no veía.

Dime que esto no es un sueño por favor—dijo Caspian entre lágrimas.

La respuesta que obtuvo fue una sonrisa y un beso lento, suave, tierno y apasionado.

Susan—dijo Caspian cuando ella se separó de él—, creía que te había perdido para siempre.

Jamás me perderás, pase lo que pase y aunque tú no puedas verme, yo siempre estaré contigo, además—en ese momento le mostró su mano derecha—, recuerda que te pertenezco por y para siempre.

Caspian sonrió abiertamente por primera vez desde la marcha de Susan, sus hermanos y Lyric.

Nuestra hija es preciosa, ha heredado toda tu belleza.

No exageres, seguro que también ha sacado parte de la tuya.

Caspian rió y la abrazó.

Esta vez no permitiré que te separen de mí, ahora tenemos en común algo más que el amor, ahora tenemos una hija.

Dime una cosa, ¿cómo vamos a llamarla?

Caspian se quedó pensativo, hasta la noche de antes no se había enterado de que iba a ser padre.

No había pensado en ninguno, la verdad; no sabía que iba a ser padre hasta ayer por la noche.

Me gusta mucho Marilia, ¿qué te parece a ti?

Es muy bonito.

Creo que entonces no hay más que hablar—dijo ella riendo.

Crees bien.

Susan rodeó con sus brazos el cuello de Caspian y volvió a besarle. Después le dijo:

Quiero verla, quiero ver a nuestra hija.

-Te llevaré hasta ella.

Todo el castillo estaba silencioso, todos estaban dormidos. Minutos después, Caspian y Susan llegaron hasta los aposentos donde se encontraba la cuna de la niña. Caspian la cogió con cuidado y la depositó en los brazos de Susan.

Caspian es…

Susan no tenía palabras para describir la belleza que sus ojos estaban contemplando.

Es simplemente maravilloso Susan, maravilloso—dijo él mirando con mucha ternura a ella y a la niña.

Te quiero.

Y yo a ti.

Caspian, con una sonrisa en el rostro, le dio un beso en la frente a al niña; después besó a Susan.

A partir de ahora todo volverá a estar bien—le dijo él—. Por fin te tengo a mi lado y hemos comenzado a formar nuestra propia familia, no podría ser más feliz.

Créeme, yo tampoco.

Susan volvió a besar a Caspian y, sonriéndole abiertamente, le dijo nuevamente:

Te quiero.

FIN