¡Hola de nuevo, chicos! :D como siempre me complace subir una historia, ésta ni me lo creerán, la escribí en el 2007! xD obvio tenía otros personajes pero decidí hacerla Takari :D

Está cortita, llevo 7 capítulos escritos y me parece haré 10 nada más.

Advertencias: Universo alterno.

Disclaimer: Digimon no me pertenece, los personajes son utilizados con fines de mero entretenimiento.


Capítulo 1

El reloj marcaba las 4:45am, ni un solo ruido excepto el tic-tac del reloj que sonaba por la habitación. No hacia menos de dos horas me había acostado, esperaba con ansias la llegada de mi esposo, quien se había quedado hasta tarde en el trabajo.

Luego de observar por unos instantes una de las tantas fotos de mi boda que se encontraba enmarcada en un retrato en el buró, cerré los ojos y me puse a pensar en lo afortunada que había sido y en lo bueno que era Dios conmigo al permitirme vivir una vida con la que siempre soñé y que parecía imposible tener; aún mi familia se había quedado boquiabierta cuando les di la noticia de que me casaría con uno de los mejores cirujanos del país, no les bastó con ver que pude, a base de muchos sacrificios, terminar mi carrera para creer en mí. Desde pequeña siempre tuve muchos sueños y esperanzas que desgraciadamente se fueron perdiendo, criada por una madre soltera que vivía la mayor parte del día dormida, sin saber nada de mi padre, tías y tíos que decían que yo caería en los mismos pasos de mi madre, que jamás podría superarme ni salir adelante, tenía una gran carga y una responsabilidad que yo misma me impuse: demostrar que sí podía triunfar en la vida.

Tuve que hacerme hábitos para poder salir de la preparatoria con excelentes calificaciones, no fue fácil, pese a tanta presión social que viví, pero logré obtener una beca para la universidad; siempre quise ser escritora, era mi sueño, escribía novelas y cuentos desde que estaba en secundaria, pero es un oficio del que no podría vivir sin morir de hambre. Opté por ser Ingeniera en Desarrollo de Software, después de todo era buena en eso, salir de la universidad, casi con las mismas calificaciones con las que entré fue todo un reto, pero lo hice, obtuve mi título y enseguida me emplearon en una empresa como Gerente de redes. Fue gracias a Dios que estuve en ese trabajo en el que pude emplear mis conocimientos en administración y así compré un carro, aún era algo principiante en eso del manejo y admito que hasta la fecha me aterra salir a las avenidas, por lo que opté por uno pequeño, práctico para mí. Dos años más tarde, hablo de que yo tenía 23 y medio, pude hacerme de un departamento, era chico y algo modesto, pero muy cómodo para poder iniciar mi vida sola.

Fue en unas vacaciones en las que me fui a las hermosas playas de Galveston en donde conocí a mi esposo, él, como mencioné antes, es cirujano, se encontraba igual de vacaciones, nunca olvidaré la primera impresión: yo había ido con mi mejor amiga, Yolei, a un cenote que se encontraba en una cueva, el guía de turistas, un gordito muy simpático, nos explicaba lo que eran las estalagmitas y las estalactitas, cosa a la que no estaba poniendo mucha atención, de pronto Yolei me habló para que viera un nido de murciélagos, en el que por lo menos había unos 10 metidos. Comenzamos a tomarle fotos, sin darnos cuenta que habíamos desviado la atención de los demás turistas y ahora estábamos todos observando aquello, que debo mencionar se veía asqueroso, entonces el guía nos llamó para continuar con el recorrido, la gente se fue siguiéndolo pero Yolei y yo continuamos tomándonos fotos, cuando escuché por primera vez su voz:

-Deberían dejar de hacer eso.- dijo él. Me giré hacia atrás y lo vi: alto, media como 1.80mts, de cuerpo esbelto, aunque bien ejercitado, piel muy blanca, ojos grandes y azules, cabello rubio, era... era un dios.

-¿Perdón?- preguntó Yolei, yo seguía embobada mirándolo.

-Sólo digo que deberían dejar de tomar fotos, a los murciélagos les molesta el flash, la luz los hace sentirse amenazados y no dudo que si continúan haciéndolo las atacarán.- dijo él.

-Ah, claro, gracias.- Yolei guardó la cámara. Él caminó hasta reunirse con los demás, quienes ya estaban algo retirados, ella y yo los seguimos.

-¿Lo viste? Es un dios.- dije observándolo desde atrás.

-A mi me parece un turista.- comentó riéndose, le di un pequeño golpe en el hombro y ambas reímos.

Intenté "tropezarme" con él varias veces pero fue casi imposible que notara mi presencia. Terminó el recorrido y nos llevaron en el camión hasta la carretera, que estaba a kilómetros de ese lugar. En total éramos 12 personas, contando al guía, mi dios se sentó hasta el fondo de la camioneta, yo me senté a su lado y Yolei a lado mío, debo decir que fue algo muy estúpido el haberlo acorralado de esa manera pero al menos así hablaría con él, mientras Yolei y yo nos reíamos de las fotos, sentía el roce de su brazo con el mío.

-Tengo sed.- dijo mi amiga.

-Lo sé, debemos estar a unos 70º C.

-No podemos estar a 70º C.- interrumpió él, al escucharlo de inmediato me voltee, tenía un tono burlón y algo presumido.- Nuestros pulmones lo más que aguantarían son 60º C antes de explotar.

-Fue sólo un comentario.- balbucee.

-El mío también.- dijo seriamente, miré a Yolei un momento.

-¿Cómo sabes eso?- preguntó ella.

-Soy doctor, cirujano.- se jactó.- Es mi deber saberlo.

-Interesante.

-Aburrido.- dije yo, la verdad es que no era aburrido, me gustaba escuchar su voz, era como un coro de ángeles cantando a mis oídos, pero no quería parecer tan interesada, entonces él dijo algo que me caló en verdad.

-Es común que te parezca aburrido, a la mayoría de la gente, con, bueno, poca cultura, le aburren temas así.- intentó sonreír, Yolei si rió.

-¿Me llamas inculta?- pregunté.

-Preferiría usar el término: ignorante.- dijo él, Yolei rió aún más fuerte, y no lo niego, yo también quería hacerlo pero no debía bajar la guardia.

-Mira niñito sabelotodo, que seas doctorcito y sepas mucho sobre los murciélagos o sobre los pulmones no me hace a mí una ignorante.- dije no muy convencida.- Es sólo que son temas que en lo personal no trato mucho.

-Entonces le ofrezco una disculpa, señorita, por leer demasiado y usar de esta manera mi conocimiento.- éste tipo era un presumido, pero me gustaba demasiado.

Yolei y él siguieron hablando, nos dejaron en la carretera en donde por casualidad o coincidencia tomamos el mismo autobús que nos regresaría a Playa. Él se veía tan lindo, me hubiera encantado poder tomarle una foto cada vez que sonreía, era perfecto. Así fue cómo lo conocí, él vivía en Brooklyn cerca del Instituto Pratt y yo vivía ahí mismo, pero más hacia el sur cerca del Instituto de las Artes y Ciencias. Debo admitir que los primeros dos meses había un cierto roce entre nosotros, yo no quería parecer una muchacha muy fácil así que le llevaba la contra en casi todo, cosa que a él sólo le causaba gracia, una tarde de otoño en la que caminábamos por Bahía Jamaica me dijo:

-Eres linda cuando te enojas.- me sonrojé por completo sin saber qué decir.

Fue así como poco a poco nos fuimos conociendo, no nos veíamos a diario, a lo mucho unas tres o cuatro veces al mes, a causa de nuestros trabajos, oficialmente no me pidió que fuera su novia si no hasta una noche de invierno, que me invitó a un lujoso restaurante en el Brooklyn Heights al centro de la ciudad.

Todo en esa noche era perfecto, pese a que estaba lloviendo un poco. Él había reservado una mesa casi al fondo, en el área de no-fumar. Era perfecta, el mantel, aún las servilletas, pero sobre todo él: llevaba un traje gris oscuro, una camisa negra y zapatos negros, yo, por el contrario, me había comprado un vestido de raso hasta la rodilla, era rojo y zapatos de tacón del mismo color. No tenía idea de por qué la cena era tan formal o cuál era el propósito de ella. De entrada pedimos sopa de brócoli, luego comimos pollo a la gordon blue, espagueti, puré, de postre tomamos un café irlandés. En la cena hablamos de nuestros trabajos, de el por qué habíamos decidido estudiar esa profesión; le conté sobre la presión, tanto familiar, como social que viví. Él me platicó algo de su infancia, había crecido junto a sus dos padres y su hermano en el calor de un hogar y cómo ellos lo motivaron a ser doctor, del amor que le tenía a la vida. Luego platicamos sobre anécdotas graciosas que vivimos mientras estudiamos. No podía dejar de ver esos hermosos ojos, bastaba con una mirada para hacer que me elevara a Plutón, y su sonrisa, su perfecta sonrisa me llevaba a un rincón del cielo en donde los ángeles cantaban alabanzas a Dios.

Terminamos de cenar y él pagó la cuenta, luego me dijo que me tenía una sorpresa preparada, subimos a su coche y me llevó hacia el puente de Brooklyn, estaba totalmente solo a pesar de que es una de las principales vías que conectan la ciudad con Manhattan.

-¿Qué hacemos aquí?- pregunté al ver que estacionó el coche a la orilla. Él no me respondió y bajó del auto, de inmediato vino y me abrió la puerta.

-Este es mi lugar favorito.- dijo, nos acercamos a la orilla y observamos el inmenso East River, y las estrellas que en él se reflejaban.

-Es muy bonito.- se volteó hacia mí y por instantes nos perdimos en nuestras miradas.

-Kari.- me habló con una hermosa sonrisa.- Hay algo que tengo que decirte.- me quedé dudando un momento.

-¿Sí?

-Es algo que no te puedo explicar, algo que siento y debo hacer, pero te soy sincero, me aterran las consecuencias.- dijo seriamente, yo me sorprendí, él me tomó de las manos e inclinó un poco el rostro hacia el suelo, luego volvió su mirada hacia mí.

-¿Qué pasa?- pregunté nerviosa, tras un largo suspiro me respondió.

-No podemos seguir así, al menos yo no puedo más, tengo que ser franco, yo ya no te veo como antes, y entenderé si te enojas y si dejas de hablarme.- me ponía cada vez más nerviosa ante sus palabras.

-Por favor dime ya a dónde quieres llegar.- rogué impaciente, sentía el temblar de mis manos bajo las de él.

-Kari yo…- hizo una pausa, luego se llevó mis manos a sus labios y las besó, cerré los ojos ante ese tacto y segundos luego volvimos a mirarnos, estaba a punto de derretirme y caer al río.

-¿Sí…?

-Quiero pedirte que seas mi novia.- dijo, no sé si me puse roja en ese momento pero al menos así lo sentí. Sacó una pequeña cajita de terciopelo negra de su saco y al abrirla había un hermoso anillo de plata que tenía grabado lo siguiente: I love you.

-TK, yo…

-Con éste anillo.- comenzó a decir mirándome a los ojos, tomó mi mano derecha y me lo puso lentamente.- Yo te prometo que te cuidaré, que te seré fiel, te respetaré y sobre todas las cosas te amaré con toda mi alma, mente y corazón.- apuesto a que él estaba tan nervioso como yo aunque lo disimulaba muy bien, sonrió luego de ponerme el anillo.- ¿Aceptas ser mi novia?

-Sí.- respondí con una tremenda seguridad que debió formarse de la emoción y los nervios. Él sonrió, y por momentos gloriosos sólo nos miramos y sonreíamos tímidamente. Despacio, se fue acercando a mí, puso mis manos sobre su cuello y él condujo las suyas hasta mi cintura, me sentía flotar ante su tacto, finalmente acercó su rostro al mío y pude sentir su respiración, cerré los ojos, él susurró: te quiero, después sentí el tacto de sus suaves labios apresando a los míos en la calidez y delicadeza de un tierno beso. Nos separamos segundos luego, ambos sonreímos y sólo lo abracé y me aferré a él tan fuerte como pude, hasta el día de hoy.


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