La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, algunos son de mi invención, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. La historia es mía.

Lizzie Bennett 25

Argumento: Cuatro años después de que Edward abandonara a Bella, se vuelven a encontrar en San Francisco, pero cual es su sorpresa al enterarse que Bella tiene una hija... y él es el padre. Mi primer fic, espero les guste.


Una familia feliz

Capítulo 1 ¿Como si nunca hubiese existido?

Bella POV

Bella, no quiero que me acompañes —sus ojos se veían duros, sin remordimiento.

¿Tú... no... me quieres? —las palabras costaron en salir, no podía ser cierto. Su expresión era fría como el hielo—. Bien, eso cambia las cosas.

En cierto modo, te he querido, por supuesto, pero lo que pasó la otra noche me hizo darme cuenta de que necesito un cambio. Porque me he cansado de intentar ser lo que no soy. No soy humano. He permitido que esto llegue demasiado lejos y lo lamento.

No. No lo hagas —susurré.

No me convienes, Bella.

Sabía que no podía debatir eso, pero aún así, dolía tanto escucharlo. Dolía que él lo dijera. Sabía que llagaría el momento en que se daría cuenta de lo poco que valía.

Su rostro estaba desprovisto de emoción y eso hacía que mi corazón se desgarrara cada vez un poco más.

Si... es eso lo que quieres —me limité contestar, no tenía fuerzas para suplicar, sabía que eso solo lograría que doliera más el rechazo. Él asintió una sola vez con la cabeza.

Me gustaría pedirte un favor, a pesar de todo, si no es demasiado — dijo.

Lo que quieras —prometí.

No hagas nada desesperado o estúpido —prácticamente me ordenó, su voz sonando intensa—. ¿Entiendes lo que te digo?

Asentí.

Me refiero a Charlie, por supuesto. Te necesita y has de cuidarte por él.

Volví a asentir.

Te haré una promesa a cambio —dijo—. Te garantizo que no volverás a verme. No regresaré ni volveré a hacerte pasar por todo esto. Podrás retomar tu vida sin que yo interfiera para nada. Será como si nunca hubiese existido.

Como si nunca hubiese existido.

Como si nunca hubiese existido.

Como si nunca hubiese existido.

Todas las mañanas despertaba con esas palabras en mi cabeza. Mis sueños, o debería llamarlo pasadillas, aunque tampoco son dignas de ese nombre. Más bien son recuerdos, dolorosos recuerdos que quedaron grabados profundamente en mi mente. Sueño todas las noches lo mismo desde hace cuatro años, cuatro largos años. Que si bien podría decirse que son los peores, por la falta de Edward, yo no lo veo así, porque hay una persona que logró iluminar mi vida, una persona que me ayudó a salir adelante. Es por ella que me levanto todos los días, es por ella por lo cual respiro, y ella la que me da esperanza de que algún día voy a volver a ver a Edward, ella es la que no permite que lo olvide.

Como si nunca hubiese existido. Imposible, ya que me dejó algo de él. Por más que fue concienzudo en sacarme todos los regalos que me dieron en mi desastroso cumpleaños número dieciocho, aunque se encargo de quitarme las fotos, aunque su casa solo sea un edificio blanco sin vida. Hay una cosa que él no pudo quitarme...

— ¡Mamá!

La cama se hundió en la parte donde mi adorada hija, la luz de mis ojos, subió. Me di vuelta y la atrapé en mis brazos mientras basaba su sedoso cabello cobrizo, tan parecido al de él.

— Hola, bebé. —susurré—. ¿Cómo dormiste hoy?

— ¡Bien! —canturreó con su melodiosa voz.

Nos quedamos acostadas unos cuantos minutos sin dejar de abrazarnos. Mi querida Renesmee, tan hermosa. Sus ojos eran idénticos a los míos. Su cabello le llegaba a mitad de espalda y tenía el mismo extraño color que el de su padre. Sacó tantas cosas de él: su gracilidad, su inteligencia, la fascinación por el piano. Toca muy bien, tiene un pequeño piano que le compre para ella. Es la niña de tres años más inteligente que existe. Ya va al jardín, y aprende tan rápido, sabe leer y escribir. Edward estaría orgulloso si la conociera. ¡Uf! Y Alice, le encantaría llevarla de compras, mi pequeña Renesmee es tan hiperactiva como ella, y le gusta mucho salir de compras. Sería la sobrina favorita de Alice. La llamé Renesmee por sus abuelas: Reneé y Esme

— ¡Mami! Tengo hambre... —lloriqueó mi bebé.

Me levanté con ella en brazos y hundí mi rostro en su pelo para que no viera mis lágrimas que comenzaban a salir.

— ¿Qué quieres comer, cariño? —aunque sabía que iba a responder

— ¡Muffins! —su carita brillaba de alegría.

Reí moviendo la cabeza, los muffins eran sus favoritos. La dejé en el suelo.

— OK. Vístete, bebé. —no terminé de decir cuando ya había desaparecido en su cuarto.

Me dirigí a la cocina a preparar sus preciados muffins, saqué todos los ingredientes y encendí el televisor, odio el silencio, puse un programa de música, aunque iba a durar poco.

Sentí unos pasitos que se acercaban.

— ¡Mami! Quiero ver dibujitos.

Volteé a verla. Estaba hermosa, se había puesto una falda corta, negra de jeans con unas medias largas blancas. Una blusa fucsia que decía Princess con una campera negra también de jean y unas botitas negras de cuero que le llegaban a la rodilla. Su pelo caía suelto por sus hombros. Yo ya no la vestía, ella se consideraba una experta en el tema, y de hecho combinaba la ropa mejor que yo. A veces ella me elegía la ropa a mí.

— Quédate aquí, ya te preparo tu desayuno —dije mientras besaba su frente y la ponía en su sillita alta. Cambié a un canal infantil y me dediqué a preparar el desayuno.

— ¿Hoy también me llevará al jardín tía Ange? —preguntó Renesmee.

— Sí, bebé, tengo que trabajar, pero mañana tengo todo el día libre. Así que yo te llevaré y te iré a buscar. Piensa que quieres hacer mañana. ¿Sí, bebé?

— ¡Siiii! Quiero ir al cine.

— Entonces iremos al cine —dije mientras ponía un plato de muffins enfrente de ella—. Cuidado que están calientes.

Desayunamos mientras veíamos el programa favorito de mi hija Art Attack. Su cuarto estaba lleno de manualidades hechas por ella, era tan prolija y creativa. Nunca creí que pudiera existir un ser tan perfecto como Edward, pero claro solo su hija podía llegar a alcanzarlo.

Renesmee y yo vivíamos solas en un piso en San Francisco, me mudé por trabajo, me gradué recientemente en medicina, soy pediatra y por recomendación de un profesor conseguí trabajo en un hospital de acá.

Sonó el timbre. De seguro era Angela que iba a llevar a Renesmee al jardín. Besé a mi hija en la cabeza que seguía enfrascada viendo la tele. Me apresuré al portero eléctrico.

— ¿Hola?

— Hola, Bells, —saludó una voz masculina— soy Ben.

— Hola, tía Bella —se escucharon las voces de las mellizas Meredith y Mandy, las preciosas hijas de Angela y Ben.

— ¡Hola, preciosuras! —dije—. ¡Hey Ben! ¿Cómo estás?

— Bien, Bella, Angela no pudo venir porque hoy llegó su madre y no quería dejarla. ¿Te molesta si llevo yo a Renesmee?

— Por supuesto que no, Ben, —apreté el botón del portero eléctrico—. Entra, enseguida bajo.

Fui a la habitación de Renesmee, todo era de color púrpura y blanco. El empapelado, los muebles, las cortinas, el cubrecama, todo. Cada cosa marcada por su estilo. Tomé su mochila, un tapado y fui a buscar a Renesmee a la cocina.

— Vamos que tío Ben te está esperando —le dije mientras le ponía su saco rosa y los guantes.

Tomé mis llaves que estaban al lado de la puerta y nos dirigimos al ascensor. En el hall nos esperaba un cansado Ben con dos niñas de tres años en cada brazo. Pobre.

— ¡Auch! Ben, lo siento —dije—. ¿Seguro que la puedes llevar?

— Sí, Bells, no te preocupes.

— Gracias —sonreí—. Tú te portas bien chiquita, —le dije a mi hija—. No le causes problemas a tío Ben, ¿sí?

— No, mami —dijo—. ¡Adiós, mami!

Saludé a todos y volví a mi departamento para bañarme y cambiarme en una hora debía estar en el hospital.

Cuando llegué al hospital, era un caos, las enfermeras estaban como locas cotilleando de acá para allá. Por lo poco que pude escuchar, deduje que había llegado el nuevo cirujano y parece ser que debía ser muy apuesto. Las enfermeras ya planeaban distintas emboscadas para invitarlo a salir. Resoplé, eran tan infantiles parecía la secundaria. Fui directo a mi despacho y me dediqué a pasar los historiales de los pacientes que quedaron pendientes.

Al rato entró a mi despacho, una de las recepcionistas, Ashley era la más sensata de todas, apenas llegué al hospital nos hicimos amigas. Ella estaba felizmente casada y tenía dos hijos, uno de 2 y otro de cuatro, aunque solo tenía dos años más que yo. Era fascinante la relación que tenía con su esposo, él siempre la venía a buscar con sus hijas cuando terminaba su turno, su relación me hacía acordar tanto a la de Alice y Jasper. Ashley y yo teníamos personalidades muy parecidas, las dos éramos muy maduras y serias para nuestra edad.

— Hola, Bella. — saludó mientras se sentaba—. ¿Te molesta si te hago compañía unos minutos?

— Claro que no, Ashley —dije sonriente, parecía agobiada—. ¿Qué sucede?

—Por dios están todas locas por el nuevo cirujano, y para completar acaba de llegar su hijo preguntando por él, el chico debe rondar nuestra edad y varias de las enfermeras necesitan cita para un cardiólogo urgente.

— O un psiquiatra — agregué yo riendo quedamente.

— O un psiquiatra —asintió, riendo también—. ¡Por dios, parece que jamás han visto a un hombre!

Solté una carcajada, Ashley solo tenía ojos para su querido Jack.

Edward POV

Mi mundo dejó de ser mi mundo, la poca vida que había conseguido con Bella me encargué de destruirla. ¿Puede un corazón muerto romperse? Sí, sí puede. Mi existencia no tiene sentido. Cuatro años, es increíble pero cuatro años me parecen una eternidad sin Bella. Me paso los días solo dejándome llevar por la angustia, mi mente me atormenta recordando cada momento que pasé con ella. Hasta el último, en el que mentí atrozmente, en el que me comporté como el mayor idiota.

Te haré una promesa a cambio —dije con la voz más fría que pude—. Te garantizo que no volverás a verme. No regresaré ni volveré a hacerte pasar por todo esto. Podrás retomar tu vida sin que yo interfiera para nada. Será como si nunca hubiese existido.

Su corazón latía fuertemente, su rostro estaba exento de color, perecía estar a punto de desmayarse en cualquier momento. Desvié la mirada y luego volví a mirarla con una sonrisa fingida.

No te preocupes. Eres humana y tu memoria es un auténtico colador. A ustedes, el tiempo les cura todas las heridas.

¿Y tus recuerdos? —su voz sonó estrangulada.

Ah, mis recuerdos. Jamás la olvidaría y tampoco pensaba intentarlo, ella fue lo mejor que me pasó y no podría simplemente olvidarla, ella fue, no, es mi sol. Y jamás me permitiría olvidarle. Aunque ella lo haya hecho, aunque talvez haya continuado con su vida. Imaginármela en los brazos de otro provocó una mezcla de emociones en mí: rabia, celos, tristeza, dolor. ¿Qué importaba si había decidido continuar con su vida? ¿A caso no fue eso lo que le pedí? Pero me importaba y dolía.

Estaba acurrucado bajo un árbol en el medio del bosque, la melodía de mi celular rompió el silencio. Miré el identificador. Era Carlisle.

— Carlisle —saludé con apatía.

— Hola, hijo — saludó con su vos cargada de pena—. Llamé para avisarte que nos mudamos a San Francisco. Conseguí un trabajo en un hospital de ahí.

— Bien, Carlisle — dije.

— Me preguntaba si querías venir con nosotros —preguntó—. Todos te extrañan aquí, incluso Rosalie.

Sonreí con tristeza. Estos cuatro años me lo pasé lejos de todos ellos, mi tristeza hacía sufrir a Esme y Alice, hacía trizas a Jasper, aburría a Emmett y fastidiaba a Rosalie. Carlisle me comprendía pero también sufría.

— No lo sé, Carlisle, no me apetece ir a San Francisco — dije.

Sólo había un lugar al que quería ir y era a donde estaba Bella lo demás me daba igual. Continué con mi "vida", sólo por Esme y Carlisle pero la falta de Bella era un constante dolor clavado en el pecho. Jasper era el que más lo sufría y se sentía culpable, aunque le expliqué mil veces que él no tenía nada que ver, por eso decidí alejarme de ellos.

— Piénsalo, ¿sí? —suplicó Carlisle—. A Esme la haría muy feliz volver a verte.

— Está bien, Carlisle, lo pensaré

— Gracias, hijo, adiós.

— Adiós.

Tal vez ya era momento de volver con ellos, por Esme y Alice ellas eran las que más sufrían y yo también las extrañaba. Tal vez, debería dejar de ser tan egoísta y pensar sólo en mi dolor, ya había dañado suficiente a Bella, la imagen de su rostro cuando le di a entender que no la quería pasó por mi mente, dejándome un sensación de terrible dolor en el pecho, su dolor, mi dolor. Cada vez que recordaba su rostro en ese momento me sentía furioso conmigo mismo por mentir atrozmente, y a la vez con Bella por haberme creído al instante. ¡Como si fuera posible que yo no la quisiera! ¡La amaba! Creí habérselo dicho mil veces. ¿Cómo podía creer que existiera la más mínima posibilidad de que no la amara?

Pero mi familia no tenía que sufrir por mí, ellos me querían y al alejarme de ellos los estaba lastimando también.

Estaba decidido, volvería. Me levanté y corrí un día entero sin parar. En Vancouver, donde residía actualmente, paré para cazar, no quería acercarme mucho a la civilización sin haberme alimentado. Me cambié de ropa tomé el dinero que tenía y mi pasaporte.

El aeropuerto de Vancouver estaba atestado de familias y amigos que se despedían o esperaban a otros familiares. Sus pensamientos eran intensos, luego de estar cuatro años solo en el bosque sin escuchar los pensamientos de nadie era molesto. Compré un pasaje para California, el avión salía en dos horas.


Holaaa!

Espero les haya gustado. Besotes! Please reviews!

Lizzie Bennett 25