Dos Noches de Lluvia y un Corazón en Guerra

Los personajes pertenecen a JK. Rowling, Warner, Scholastic y blablabla…


Primera Noche

Ambos se miraron con odio, ella, mojada hasta los pies, él, callado, quitándose la chaqueta para secarla en la chimenea.

—Deberías secarte ese vestido—dijo con tono despreocupado. Ella gruñó.

—Idiota—masculló.

—Haz lo que quieras—dijo levantando los hombros quitándole importancia al asunto. ¿Quién era él para preocuparse?

Un trueno resonó en el exterior y de inmediato vino el rayo iluminando la cabaña, ella se acurrucó contra la pared, el rió.

—No seas infantil, es sólo un rayo.

—No me gustan las tormentas—dijo nerviosa tapándose los oídos para no escuchar un nuevo trueno a lo lejos.

Él se giró y la contempló con una nueva sensación, lástima.

La muchacha siempre había sido caprichosa, y la verdad es que desde que tenía uso de razón nunca le había caído bien. Se creía una diva a la que había que cumplirle todos sus arrebatos, y jamás recordó haberla visto usar el mismo vestido dos veces. Ahora, enrollada como un ovillo en el suelo, temblando de frío y con toda su ropa y cabello mojados, no podía más que sentir lástima por ella.

Suspiró, odiándose por lo que iba a ser.

—Ven…—ella levantó los ojos y se sorprendió al ver frente a su cara la mano extendía del muchacho.

—¿Qué te pasa? —preguntó con recelo, él rodó los ojos pero no movió la mano.

—Estás muriéndote de frío, no seas una bebita y acércate al fuego, ¿sí?

Ella pareció pensarlo, pero al ver al abundante fuego en la chimenea no se pudo negar.

—Lo hago porque quiero, no porque me lo digas—dijo levantándose con elegancia del suelo. Intentó mantener su glamour a pesar de estar totalmente empapada y sucia, él volvió a rodar los ojos, pero esta vez se detuvo a mirarla un segundo, segundo que bastó para pensar en que tenía una linda espalda bien ceñida a su vestido mojado. Sacudió la cabeza regañándose a sí mismo por pensar imbecilidades y se acercó al fuego sentándose bien lejos de ella.

La contempló un instante, sólo por curiosidad. Se notaba agobiada y exhausta. Probablemente le iba a echar la culpa de todo a él, aunque bien podía ser más de ella por querer tomar ese estúpido atajo. Veía como se estrujaba su largo cabello y el agua mojaba el suelo, y como el vestido frente a la luz dejaba vislumbrar una leve transparencia. Tragó saliva rudamente y desvió la mirada con rapidez pasándose una mano por su cabello y la cara.

—¿Te ocurre algo? —le preguntó ella sentándose a un lado. Confundido, se giró para mirarla, parecía sorprendida.

—¿Por qué lo dices?

—Tu cabello.

—¿Qué pasa con mi cabello?

—Está rojo.

Abrió mucho los ojos al darse cuenta de su estupidez. Ella sonrió divertida, probablemente del drástico cambio de color que vivía su cabeza.

—He notado que siempre te cambia de color cuando pasas por estados de ánimo—dijo ella, y esta vez él se sorprendió.

Jamás imaginó que alguien como ella se fijaría en aquellos detalles. Aunque era normal que su cabello cambiara constantemente todos dejaron buscarle las razones después de su primer año de vida y se lo adjudicaron a los genes de su madre. Ni siquiera su padrino sabía por qué le cambiaba el color. Pero ella lo había descubierto por mera observación.

No sabía qué contestarle, ella sí se fijaba en él después de todo.

—Qué observadora…—dijo impresionado, ella bajó la mirada y pareció

ruborizarse, por un instante se olvidaron de la lluvia y de qué podían estar buscándolos.

El carraspeó.

—Sólo… es algo que me llamó la atención desde niña…

Él la miró, a la luz de las llamas su cabello claro destellaba luces rojas volviéndolo anaranjado, como una Weasley.

—Descubriste mi más profundo secreto—susurró derrotado y con una sonrisa, ahora ella lo miraba. Sus ojos chocaron y por un momento el silencio se hizo inminente. Ni siquiera un trueno de proporciones múltiples logró desconcentrarlos. Ella dio un salto y sin querer pasó a llevar con su pie descalzo una de las brasas de la chimenea.

—¡Ay! —gritó adolorida agarrándose el pie de inmediato, él, sin pensarlo dos veces, gateó hasta ella empujando nuevamente las brazas que comenzaban a quemar el suelo de madera.

—¿Te hiciste mucho daño? —le preguntó tomándole el pie que ella intentaba proteger con sus manos—déjame ver.

—¡Ay! ¡Me duele Teddy! ¡No seas tan bruto!

—¡Si te quedaras tranquila Victoire, no te dolería! ¡Déjame revisarte!

Ella estiró la pierna que tenía enroscada para que él pudiera ver mejor, aquel movimiento causó que parte de su vestido se arrastrara lentamente hasta un poco más arriba de la rodilla dejando ver casi por completo su muslo. Se ruborizó, pero él estaba muy concentrado en curarle con la varita la ampolla que se le estaba formando en la planta del pie.

Gimió con dolor cuando sintió arder su piel y cerró los ojos con fuerza. Pero a los pocos segundos se dio cuenta que su pie era depositado lentamente sobre el piso de madera.

—¿Mejor? —preguntó él. Victoire notó que su tono de voz se había vuelto más ronco, levantó la mirada y asintió lentamente sintiéndose por primera vez amenazada y nerviosa ante el brillo que destellaban los ojos del muchacho.

—Gracias—dijo con lentitud escondiendo su pierna bajo el vestido. Teddy frunció los labios y se alejó tanto como pudo del área donde se encontraba la chica.

—Vas a sentir ardor durante las siguientes horas, es normal. Te quemaste bastante feo ahí—dijo mirando el fuego de manera insistente. No supo cual fue la respuesta de ella pero asumió que había comprendido.

El silencio nuevamente se volvió abrumador, los árboles cercanos se azotaban con el viento estremeciendo la pequeña cabaña, Victoire se encogió un poco más y cerró los ojos al escuchar un nuevo relámpago.

—¿Tienes frío? —le preguntó Teddy con delicadeza viéndola con preocupación, ella se colocó un mechón tras su oreja y asintió con lentitud.

—Se está apagando el fuego—dijo sin quitar los ojos de las brasas, él la contempló y sintió que algo en su estomago revoloteaba. La imagen que él tenía de ella era de una muchachita caprichosa, siempre dando órdenes y esperando a que todos se humillaran a sus pies. Pero ahora la veía indefensa, muerta de miedo y de frío. Estaba encogida, ocultaba sus piernas bajo el vestido y su cabello aún seguía medio húmedo.

—No queda mucha leña—dijo mirando un baúl que guardaba los leños para alimentar el fuego, la chica suspiró y tembló. Teddy miró hacia todos lados hasta que encontró su chaqueta, la que había dejado a un lado para que se secara. Con cuidado la tomó y sin que Victoire se diera cuenta la depositó en sus hombros.

Ella dio un pequeño saltito cuando sintió el rose y sonrió a medias al sentir la prenda caliente sobre sus hombros, pero no evitó incomodarse cuando vio al muchacho tan de cerca.

—Dijeron que esta lluvia duraría cuarenta y ocho horas—susurró preocupado mirando por la ventana— podríamos usar la red Flu, pero con el agua filtrándose a través de las chimeneas iríamos a parar a cualquier lado—ella asintió encogiéndose más— ¿Qué te pasó por la cabeza cuando te dije que no te alejaras?

Ella lo miró ceñuda.

—¿Qué yo…? ¿Cómo puedes? —gruñó separándose un poco de él—¡Tu querías desviarte para ir a ver a tu noviecita! ¡Yo sólo quería irme a casa antes de que nos agarrara la tormenta!

—¿Y por eso tenías que salir corriendo como una loca hacia el bosque?

—¡Quería llegar a casa! Además, no tenía ningún interés de ver a esa… esa…

—Se llama Grace.

Victoire se estremeció.

—Hasta el nombre es horrible.

—Eres una malcriada, por tu culpa estamos encerrados aquí.

Ella lo fulminó con la mirada y se colocó frente a él.

—Escucha idiota—dijo achicando los ojos, repentinamente el cabello de él cambió drásticamente a un naranjo pálido— teníamos una sola tarea, ir a comprar vegetales, y lo habríamos hecho si al estúpido bobalicón no se le hubiera ocurrido en el camino a pasar a ver a la tarada de su novia, quién por cierto nos iba a retrasar más de la cuenta. La tormenta iba a comenzar y no habríamos llegado a tiempo con la cena, lo que habría significado quedarnos en casa de esa arpía—tomó aire— y yo no lo habría permitido por ningún motivo. Así que hice lo que debía hacer, seguir con las instrucciones, tomar un atajo rápido, comprar los vegetales y ¡volver a casa!

La chica respiraba con dificultad y sus mejillas se habían puesto rojas, Teddy solamente la miraba con los ojos muy abiertos. Habiendo dicho todo se alejó de él volviendo a su posición inicial enrollada bajo su vestido, el silencio nuevamente se hizo inminente y el frío comenzó a colarse a través de las rendijas de ventanas y puertas a falta de calor. Ella cerró los ojos y comenzó a sollozar. Teddy por primera vez no sabía qué hacer.

—Yo…

—Ya cállate —susurró secándose las lágrimas con sus manos, la chaqueta resbaló por sus hombros y Teddy se acercó.

—Te vas a congelar—dijo subiéndole la chaqueta nuevamente, pero algo le impidió moverse. Se quedó ahí, quieto, con sus manos puestas sobre los hombros de ella.

—¿Crees que se les ocurrirá buscarnos acá? —preguntó en un hilo de voz.

—Esta cabaña no la han usado en años, Harry quería remodelarla, pero con este clima…

—Ay Merlín…—volvió a sollozar, pero esta vez derramó más lágrimas. A Teddy se le encogió el corazón al verla así y se acurrucó a su lado.

—Lo lamento…—dijo en un susurro. Ella lo miró con sus ojos húmedos y levemente hinchados.

—Yo también…—susurró muy cerca de su barbilla, él sonrió y la abrazó más fuerte, permitiéndole acurrucarse en su pecho. —¿Nos quedaremos aquí hasta mañana?

—O hasta que la lluvia termine. —dijo muy bajito. El fuego de la chimenea de repente había dejado de ser tan importante. Ella se estremeció. —Todo va a estar bien, sólo hay que esperar a que el clima se arregle.

Ella se acurrucó aún más y súbitamente sintió que el frío iba menguando. Miró a la chimenea, pero a ésta no le quedaba suficiente fuego, sólo unas pequeñas llamas. Levantó la mirada y se encontró con los ojos de Teddy viéndola fijamente, algo en su estomago se removió y sus brazos se tensaron.

—Ya no tengo frío…—susurró, y él apenas logró sonreír. Su cabello se había tornado de un color rojo intenso y Victoire volvió a estremecerse al ver que ese mismo color estaba chispeando en los ojos azulinos del chico.

—Yo tampoco…—dijo con ese ronquido que minutos antes la había puesto nerviosa, pero que por alguna razón ahora le encantaba oír.

Se incorporó despacio, la chaqueta se deslizó por sus brazos dejándolos desnudos nuevamente, pero esta vez él no se la volvió a colocar.

Estando frente a frente se miraron, las distancias se acortaron, y en un arrebato sin explicación, él la tomó por la nuca acercándola a su boca con fuerza.


Notas:

Este es un fic cortito. Tal y como dice su título serán dos noches de lluvia y algo más.
Es mi primer lemon como tal, y la verdad es que cada vez me gusta más esta pareja. Hay tanto que hacer con ellos gracias a que JK nos lo dejó para la imaginación.

Espero que les guste.
Ya saben, todos los comentarios y críticas, buenas o no, son bien recibidos.

Abrazos y que tengan un año genial.

Anya.