La tarde era lluviosa y el corazón del pequeño sentía que a cada gota de lluvia que caía necesitaba explotar más rápido. Los párpados le pesaban, su mente ya no podía pensar con claridad sus acciones y su pecho dolía…

A cada paso que daba se daba cuenta que se estaba alejando de la respuesta. No podía volver a tras, ya que si lo hacía se encontraría con más problemas. Entonces, ¿qué estaba haciendo? ¿Huyendo? Tal vez… pero por ahora necesitaba pensar. ¡Por favor! Sólo tenía once años… ¡Once! ¿Qué la gente no podía entender eso?

Maldijo por enésima vez el haber decidido quedarse en casa y no acompañar a su familia. Si no hubiera hecho eso, tal vez estaría en la misma situación que ellos… descansando en paz. Su corazón no dolería tanto al saber que desde ahora en adelante tendría que arreglárselas solo. Saber que desde ahora, no tendría a su mami ni a su papi ni la compañía de su molesto hermano en la casa.

¿Qué haría? No tenía dinero. Tal vez, lo enviarían a vivir con uno de sus tíos. Un escalofrío recorrió su espalda. No, no lo iba a permitir, e iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para que no ocurriera. No viviría con uno de ellos ni aunque le pagaran. Eran crueles con el por el simple hecho de que no compartía los mismos gustos e intereses con sus primos.

Paro en seco el caminar, era hora de volver a su casa. Dónde ya no había nadie. El funeral de sus padres y de su hermano había terminado no hace más de una hora, y apenas lo hizo, corrió sin rumbo alguno. La lluvia lo tomó desapercibido y ahora estaba empapado.

Su abuela, que ya tenía muchos años de edad y era en la única persona en la que podía confiar, le había dicho que en un par de días se leería el testamento. Lo único que entendía por ello, era que le darían lo que sus padres le habían dejado. Y sabría en custodia de quien estaría de ahora en adelante.

Se fue a su casa, las lágrimas ya habían parado de salir. No por que el las haya detenido, si no por que al parecer sus ojos se cansaron de llorar. Al abrir la puerta de la desolada casa, buscó una toalla y ropa limpia. Se cambió y luego el pequeño se recostó en la cama de sus padres abrazándose a sus piernas. Y antes de poder quedarse dormido dijo.

-Desde ahora, no dependo de nadie. Sólo existo yo… - los ojos del pequeño se cerraron y entró en un profundo sueño.

El despertador comenzó a sonar. El sonido retumbó por toda la vacía casa, y entre las sábanas de la única cama ocupada salió la nivea mano de un joven adormilado. Suspiró pesadamente, soñar con ese día lo agotaba psicológicamente y lo distraía de lo que tenía que hacer.

Se dio un baño para desperezar el cuerpo y se colocó el uniforme del instituto. Cuándo tomó su bolsa de raquetas y las llaves para poder irse, cayó en la cuenta de la fecha. El aniversario…

Ya habían pasado seis años desde aquella fecha, y lo había olvidado. En fin, el asombro se le pasó en el mismo instante y siguió con lo que estaba haciendo. Salió de su pequeño departamento y caminó hacia el instituto sin ganas.

El día fue monótono, su último año escolar le era prácticamente insoportable e interminable. Faltaban seis meses aún para terminar el instituto y poder largarse. Lo único que calmaba su exasperada situación era el tenis…

Cuándo terminaron las clases, cómo lo hacía a diario se dirigió a las canchas de tenis para poder entrenar. Su cuerpo respondía irremediablemente ante tal pensamiento y no lo dejaba de inquietar hasta que tomara su raqueta y fuera a jugar.

Lo había hecho desde pequeño, su padre lo había entrenado hasta los once años, no había podido hacerlo más. Pero el continuó en una forma de sentirse cerca de su progenitor, en una forma de distraerse de la realidad.

En el instituto, el era el chico autista. No hablaba con nadie, y tampoco miraba a nadie. No le importaba lo que los demás pensaran de él, no le importaba si los demás pensaban que el era pesado o si era demasiado arrogante por jugar bien al tenis. A pesar de ello, las fans no lo dejaban vivir. Al ser el que menos aceptaba a las chicas, era el más codiciado. Pero a el no le interesaba, simplemente vivía su vida, no dependía de nadie y eso… no le importaba.

No, para nada. No necesitaba amigos, sólo una raqueta y un par de pelotas. Era todo lo que quería. Luego de lo que pasó hace seis años así lo había decidido. Por dos meses dependió de su abuela, la que falleció. Tuvo que aprender a cocinar, a lavar, a planchar, y demás tareas de un hogar. ¿Le pidió ayuda a alguien? Pues no. ¿Por qué habría de necesitar a alguien ahora que ya sabía hacer todo?

No sabía por qué, pero cada vez golpeaba más fuerte la pelota. Quizás era una forma de desquitarse por haber estado solo todo este tiempo. De pronto, se sintió observado, no se iba a detener, de seguro era una loca admiradora de él. Volteó su vista disimuladamente, y vio a una chica que nunca antes había visto. Lo observaba con tal cuidado que pensó que en cualquier momento, la chica se lo comería con la mirada.

-¿Te gusta lo que ves? – le preguntó de forma burlona y arrogante, sin dejar de golpear la pelota

-¿Me hablas a mí? – se desentendió ella

Ok, la chica era idiota o ¿qué? No había nadie más ahí. Era obvio que le hablaba a ella.

-No, le estoy hablando al árbol – le respondió

-No sabía que los árboles hablaran –

Ok, la chica lo estaba molestando. Paró de jugar y se volteó con mirada asesina hacia ella.

-¿Qué quieres? – preguntó

-Sólo quería saber cómo te llamas – dijo ella en un tono calmado

-¿Tare? –

-Sólo dímelo – respondió ella

El suspiró con pesadez, al menos si le decía se iría ¿no?

-Echizen Ryoma – respondió volviendo a jugar

-E… ¿Echizen? – preguntó sorprendida

-¿Y? –

-Nos… ¿Nos conocemos de algún lado? – preguntó la castaña

El chico entendió el mensaje, ella no se iría. Así es que dejó de jugar y comenzó a guardar sus cosas con fastidio. Una vez terminó salió de las canchas y cerrando los ojos dijo:

-Yadda – luego de esto, comenzó a caminar rumbo a su departamento.

No esperó respuesta, sólo quería llegar y dormir un poco. El día había sido agotador mentalmente, y no había podido distraerse mucho con el tenis por aquella chica, que por cierto lo estaba siguiendo…

¡Un momento!

¿Lo estaba siguiendo?

-¿Te importaría dejar de seguirme? – le espetó

-¿Te crees el centro del universo? Voy a mi casa engreído – respondió ella molesta

El sonrió burlón - ¿ahora me dirás que no te intereso? – Su tono fue de ofendido, obviamente falso – si, claro. Por eso corriste a preguntarme el nombre ¿verdad? – esto ultimo lo dijo con sarcasmo.

-Te lo pregunté por que… - la chica no pudo terminar, por que el chico había apurado el paso. Dejando que hablara sola – ¡Eres un engreído y un mal educado! – le gritó

El chico bufó, ¿el era un mal educado? ¡Era ella quien le gritaba engreído! Se volteó para encararla, pero al parecer ella no se dio cuenta ya que chocó con el.

-Estás comenzando a molestarme – le espetó con mirada fastidiada. No estaba de humor para esto.

-¿Honto? Creí que te agradaba a-mor-ci-to – dijo ella en tono de burla

Ok, ya estaba molesto, su humor no era el mejor hoy además de ello, ¿ella venía a molestarlo? No, no le daría el gusto. Se acercó al rostro de ella con una sonrisa altanera lo suficiente como para ponerla nerviosa.

-No sabía que tenía novia. Ahora me tomaré las atribuciones correspondientes – dijo acercándose un poco más, haciendo que sus respiraciones chocaran.

La chica, que se veía tan segura de sí misma, comenzó a sonrojarse y cerró sus ojos por el miedo. El chico se alejó y comenzó a caminar.

-Mada, mada dane – le dijo para luego irse a su departamento

La chica bufó mientras vio a Ryoma alejarse.

-Me llamo Sakuno, un gusto pequeño engreído – dijo al aire mientras desviaba la mirada.

Suspiró una vez más y emprendió camino hacia su casa. Se supone que a esta hora Nikaidou, su padre, no debería estar en casa. Eso la alivió. Una vez estuvo en la puerta de la mansión Ryuzaki, entró aparentando frialdad. Era la única manera de sobrevivir ahí.

Cuándo se dirigía a su cuarto, pasó par al lado de la oficina de Nikaidou, escuchó la voz de él, y la piel se le erizó. Lo mejor sería salir de ahí lo antes posible. Corrió a su habitación, se cambió el uniforme por ropa cómoda, y emprendió camino hacia fuera. Cuándo pasó nuevamente por la oficina de Nikaidou, inevitablemente escuchó una conversación que la perturbó.

-¡Demonios! – gritó el – ¡Seis años, Seis para saber que había otro! – estaba enojado y mucho

-Cálmate – le dijo otro hombre – así cómo acabamos con esos tres, acabaremos con el restante-

-Ese maldito… – dijo - ¡Jamás dio a la luz pública que tenía otro hijo!

-Espera, fue hace seis años ¿verdad? – preguntó, pero no esperó respuesta, sólo continuó – Entonces, ya no tratamos con un niño – aclaró

-Tal vez tenga la edad de Sakuno –

-Es lo más probable… -

-¡Rayos, Echizen lo tenía escondido! ¿Cómo no me di cuenta antes? – se lamentó

La chica se sorprendió… ¿Había escuchado bien? ¿Acaso su padre había dicho Echizen? ¿Cuántos Echizen había en Kantou, o en Tokio, o en Japón? ¡O quizás en el mundo!

Un apellido poco común. No cabía duda, se trataba de Ryoma, pero… ¿Quiénes eran los otros tres? Pues su padre había mencionado a un "maldito Echizen" y a "otro hijo". Antes esto, había dos posibilidades. La primera era que Ryoma tenía dos hijos, uno ya no estaba y el otro pues… si. La otra es…

Entonces cayó en la cuenta. ¡Era imposible que hablaran de Ryoma! Bueno, si. Pero el no era el padre de los hijos si no… "El que no salió a la luz pública".

El padre y su hermano… los habían… ¿asesinado? Tal vez… ¿A qué otra cosa se podían referir con "acabamos"?. Pero faltaba alguien, otra persona, alguien que se encontraba con el padre y el hermano de Ryoma, pero… ¿Quién?

-Cómo sea, tengo que empezar a moverme – decía Nikaidou el padre de Sakuno – Encontraré a ese Echizen restante… Lo haré.

Sakuno tragó saliva y decidió salir de ahí antes de que la vieran. Cuándo ya caminaba por las calles de Kantou suspiró. Tenía que preguntarle a Ryoma si su padre y su hermano aún vivían. Si eso era así, podría estar tranquila.

Se sorprendió. ¿Tranquila? ¿Desde cuándo se preocupaba por un extraño? Pero cayó pronto en la cuenta. Se preocupaba por que su padre… su estúpido padre era el culpable. Se convenció de eso y siguió su camino.