N/A: ( El título es... wtf, I know)

Bueno… hola!
Después de taaaanto tiempo, por lo menos a mi se me hizo un montón, traigo con ustedes algo que hace casi un año no me dignaba a escribir, sí señores, DRARRY. Y no solo Drarry, Drarry lemmon; y cuando digo lemmon es lemmon desde el primer capítulo hasta el último, lemmon vulgar y porno!

La idea es publicar una serie de 7 one-shots, creo yo no relacionados entre sí, todos de la pareja Draco/Harry y TODOS y cada uno de ellos LEMMONs.

Lo comparé con mi último lemmon,(Creo que era un Dramione o un Harmony, no recuerdo bien. En fin, era allá aité, a principios de año) y cuando digo lemmon me refiero a un lemmon en TODO sentido de la palabra, y en definitiva me siento más feliz (Y vulgar. MUY VULGAR) con el resultado, pero bueno ya no alargo más la intro y dejo el primer capítulo. El título es extraño lo sé, pero ya llegaron hasta acá y tienen que leer ;)

Advertencia: Sexo, sexo vulgar, sucio y rudo, sin duda. Y lenguaje malhablado al estilo de esta querida servidora que les presenta hoy la historia. xD

Disclaimer: Harry Potter no me pertenece, es de J. K. Rowling, yo sólo tomo sus personajes y los uso para satisfacer mis perversiones sexuales.

Dedicación: El primero va para Martu, porque la extraño mucho y porque yo sé que ESTE estilo de Drarrys le ENCANTAN. Te quiero mucho, persona(L)


"El rollo de papel higiénico"

Para Harry Potter subir atropelladamente las escaleras no le daba la velocidad que creía necesaria para llegar a tiempo. "Mierda", alcanzó a maldecir, agarrándose del pasamanos con las manos terriblemente sudadas, y con ganas de tirarse al suelo en posición fetal y rodar de un lado a otro. Puta escalera interminable de mierda. Asestó un manotazo a la puerta y entró con rapidez al baño. Se bajó los pantalones en un tirón desesperado, y prácticamente se abalanzó sobre el asiento del inodoro. Estuvo a punto de lanzar alguna que otra palabrota, otra vez, pero su rostro se limitó a dibujar una mueca de satisfacción.

Embargado por esa placentera sensación que a uno le provoca ir al baño luego de treinta putos minutos aguantándose, estiró su mano derecha hacia un costado, tanteando en busca del papel higiénico, pero lo único que sintió fue un rollo de cartón en dónde debería estar el papel. Quiso imaginarse que aquello era mentira, que alguien había puesto cabello de unicornio en su desayuno y estaba terriblemente volado; pero el desviar la mirada hacia el rollo de cartón sin siquiera una pizca de papel higiénico confirmó sus temores. Cerró los ojos y apretó los labios, intentando descargar en ello su rabia.

Mierda. Joder. Mierda.

¡Era verdaderamente increíble que lo hubiera hecho otra vez! ¿Cuántas veces habían discutido por ello? ¿No se cansaba de jugar su estúpido jueguito? Debería rellenar su almohada de testículos de hipogrifo, cambiar su crema de afeitar por crema batida o algo por el estilo, y que se dejara de joder.

Pero la situación no iba terminar allí, no. De aquello podía asegurarse.


Su caminar era demasiado normal como para que alguien lo notase; no, ni siquiera él. Atravesó la cocina y llegó hasta el refrigerador, sacó una lata de jugo, la abrió con dos dedos y se la llevó a la boca. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás, su tragar era demasiado normal como para que él lo notase. El muchacho rubio que se encontraba a dos metros de él, leía el periódico, allí de pie, apoyando las manos sobre la mesa de la cocina, apenas se inmutó al oírlo pasar y tomar el jugo de la heladera (Y eso que Harry es de las personas que hacen ruidos irritantes cuando la comida o bebida apenas toca sus labios). Se limitó a desviar la vista hacia donde estaba el moreno durante dos segundos, unos dos segundos muy muy cortos, y siguió concentrado en su lectura.

El ojiverde volvió a depositar la lata de jugo en el refrigerador, y cerró la compuerta. Nada, ni siquiera parecía haber notado su presencia. El muy desgraciado estaba pretendiendo que no había hecho nada, que era tan inocente como un niño de cinco años. Eso lo sacaba de quicio. Lo sacaba tanto de quicio que le daban ganas de golpearlo en el rostro hasta verlo sangrar. O tal vez de follarlo contra la mesa de la cocina hasta que le rogara piedad.

—Acabo de salir del baño —anunció, y por primera vez Draco lo miró directamente y sin disimularlo. Tenía las cejas arqueadas y aquella odiosa mirada de "Me importa tanto como el lunar en el trasero de Dumbledore".

—De acuerdo, cuando salgas del clóset me avisas, ¿te parece?

Imbécil.

Volvió a voltear la vista hacia el periódico, y continuó leyendo como si nada hubiera pasado. Harry rodeó la mesa de la cocina hasta llegar al lado opuesto de donde se encontraba el blondo, y adoptó la misma posición que él, apoyando las manos sobre la mesa y dejando descansar su peso sobre sus brazos.

—Pensé que habíamos hecho un trato.

Otra vez las cejas arqueadas. Otra vez la odiosa mirada del lunar en el trasero de Dumbledore. Y sus ganas de golpearlo en el rostro (O follarlo contra la mesa) aumentaron.

—¿Un trato, dices?

Sí, un trato, grandísimo bastardo, como si no supieras de lo que estoy hablando.

Lo vio volver a rodar los ojos hacia el periódico, no sin antes mojar el dedo índice con la lengua y cambiar de página el periódico. En ese momento quiso arrancarle los ojos con un tenedor para que no volviera a hacer eso, eso de menospreciarlo con la mirada como si fuera un asqueroso insecto pegado en la planta de la zapatilla.

—El que lo terminaba tenía que cambiarlo. Ese era el trato.

—No he sido yo el que lo ha terminado—anunció, esta vez sin siquiera dignarse a levantar la vista de las letras impresas en aquel trozo de papel que, seguramente, era menos interesante que ver madurar una mandrágora.

—No hay un hada mágica que viene a terminarse el papel higiénico y luego no lo cambia, Draco.

Una sonora risita de suficiencia se escapó de entre los dientes del rubio, mientras volvía a mojar su índice para pasar la página del periódico. ¡Qué pedazo de imbécil! No le vendría mal que lo tumbara contra la pared y le metiera la lengua hasta el esófago para que dejara de lanzar esas risitas irritantes y parara de una puta vez de mojar su dedo con la lengua.

—Eres un arrogante inmaduro —sentenció el ojiverde, sintiendo la ira trepar por sus piernas.

—Oh, eso sí que me ha dolido.

Harry volvió a rodear la mesa de la cocina y apoyó su espalda contra el material frío de la puerta del refrigerador, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho. No le alcanzaba con dejarlo sin papel higiénico, además tenía que humillarlo, ignorarlo, menospreciarlo, y, por supuesto, decorar todo eso con unos cuántos comentarios irónicos.

—¿En verdad te cuesta tanto cambiar el rollo de papel higiénico?

No podía ver su rostro, porque el blondo estaba de espaldas a él, pero no lo necesitó para saber que otra sonrisita idiota se había asomado en sus pálidas facciones. Apretó los puños y, cuando oyó a Draco contestarle, sintió que la rabia ya no era una débil ráfaga en sus piernas, sino un pequeño duendecillo trepado en sus hombros que le tapaba los ojos y le gritaba insultos groseros en los oídos.

—¿En verdad te molesta tanto tener el culo sucio, Potter?

Dos grandes zancadas le bastaron para llegar donde se encontraba aquel joven que en aquel momento tanta amenaza suponía para él. Se acercó tan bruscamente por detrás, que la mitad izquierda de su torso chocó con la mitad derecha de la espalda de él. Lo sintió estremecerse, lo sintió a pesar de que el blondo intentaba disimularlo bastante bien. Lo sintió porque sus piernas flaquearon levemente, y por unos cortos instantes su mirada se alejó del periódico, pero retomó el rol de indiferencia que le correspondía en dos segundos.

—¿Todavía no piensas cambiar el rollo de papel higiénico, grandísimo patán?

Su sonrisita de suficiencia. Sus ojos bailando a través de las noticias. Su índice contra su lengua. El sonido de la hoja del periódico al darse vuelta.

—Entretenido tu repertorio de insultos de hoy, la verdad. Y no, no pienso cambiar el rollo de papel higiénico, cara rajada.

Otras enormes ganas de meter su mano por su boca, arrancarle el hígado y tirarlo contra la pared. Ganas de tomarlo por las caderas y penetrarlo en una sola estocada, de hacer que grite con sus embestidas, de escuchar su nombre saliendo entre gemidos de su boca. Porque, aunque no lo admitiría ni aunque lo obligaran a tomar un caldero enorme de Veritaserum, en el fondo le gustaba que lo mirara como a un repugnante insecto aplastado, que lo ignorara (O al menos intentara hacerlo) cuando lo sermoneaba acerca de rollos de papel higiénico, que emita esa sonrisita de una superioridad que no poseía, o que mojara su índice contra su lengua una y otra vez.

Unos cinco segundos lentos y tormentísimos transcurrieron en silencio, Draco leyendo el periódico (O por lo menos fingiéndolo) y Harry imaginando las mil y una maneras de poseerlo de manera eufórica sobre la mesa de la cocina. Iba llevar nuevamente el dedo índice hacia la lengua, cuando una mano que emitía un calor abrasador lo tomó del codo y le impidió moverse.

—Ni se te ocurra hacer eso otra vez.

No supo muy bien el cuándo (Y mucho, muchísimo menos el cómo), pero el último recuerdo consciente que tuvo fue el haber volteado el rostro hacia la mano que sujetaba, con una fuerza que no sabía que el ojiverde tenía, su codo. Consciente porque en el momento en el que unos labios chocaron de una manera brutal contra los suyos, perdió cualquier pensamiento cuerdo que pudiera existir en su cerebro. Y se olvidó de aquel plan de tortuosa indiferencia, de rodar los ojos y leer el periódico, incluso de emitir alguna sonrisita de autosuficiencia.

La lengua de Harry exploró toda la boca del joven rubio, que quiso no parecer tan condenadamente desesperado al responderle, pero el tenso torso que se frotaba contra su espalda no le permitía concentrarse ni un puto segundo en cómo tenía que actuar Draco Malfoy. Cuando dejó de besarlo intentó voltearse, para quedar frente a frente, lo intentó pero aquella mano caliente seguía cerrándose fuertemente sobre su brazo, y al amagar que iba soltarse simplemente logró que con un movimiento del moreno, estuviera obligado a mostrarle donde sus cabellos se convertían en piel: su nuca.

Sintió que los dedos del moreno se relajaban un poco y dejaban su brazo en libertad, y ambos brazos cayeron con un estrépito contra la mesa de la cocina, tampoco quiso que aquello fuera acompañado por un gemido, pero estaba tan aturdido y tan jodidamente excitado que no podía controlar sus actos, y mucho menos al sentir como un notable bulto crecía contra su nalga derecha. Es que todo era tan extraño que ni siquiera recordaba el momento en el que ambos se hubieran quitado la camisa, pero lo cierto es que ahora tenían el torso desnudo y no estaba seguro de si aquello le desagradaba.

El ojiverde deseaba apartarse de él, porque, después de todo, seguía enfadado, pero su entrepierna palpitaba tanto que estaba completamente seguro de que si se alejaba iba a desintegrarse y convertirse en cientos de pedacitos de porcelana; y sólo podía restregarse con cólera contra la nalga derecha de Draco. Su mano derecha cobró vida propia y se deslizó desde la cintura del rubio hasta donde el vientre pierde su nombre, y joder que estaba tan caliente y palpitante que simplemente no pudo evitar apretarlo con un deseo que no supo cuándo comenzó a controlar sus movimientos.

Mientras la mano derecha continuaba masajeándolo, su mano izquierda se dirigió hasta el botón del pantalón del rubio, que continuaba intentando (con poco éxito, a decir verdad) no moverse tanto, no frotarse obsesivamente contra la mano del moreno. Al conseguir desabrochar el botón, tiró de los pantalones del muchacho bruscamente, y sus manos (Que de un momento a otro se volvieron torpes, como si intentara enhebrar una aguja) desprendieron sus propios jeans que cayeron al suelo junto con sus calzoncillos.

No supo el momento en el que lo decidió, aunque francamente creía no haberlo decidido, sino haber actuado por instinto; el asunto es que se inclinó hacia delante de manera repentina y sus manos atrajeron las caderas del rubio, como en una embestida a través de la ropa interior de Draco. Lo vio arquearse contra él y nunca pensó que la curva de su espalda se vería tan desgraciadamente bien, lo escuchó gemir (Esta vez gemir en todo el sentido de la palabra) y aunque no podía verlo sabía que cerraba sus ojos fuertemente.

—¿Quieres que te folle ahora, verdad? —inquirió el ojiverde, bajando lentamente los calzoncillos del rubio, como en una disimulada caricia a sus piernas.

—Si lo único que vas a hacer es decirlo, preferiría que tengas sexo con una manzana, gracias —no estaba en sus planes que su voz saliera tan ronca, ni tampoco estremecerse al sentir el miembro desnudo de Harry rozar sus muslos, ni mucho menos jadear de esa manera cuando aquellas manos se cerraron sobre sus caderas, y un vientre demasiado caliente y sudado como para ser normal comenzó a acariciar sus nalgas.

Harry comenzó a ladear su cintura lentamente, de izquierda a derecha, mientras su entrepierna rozaba continuamente el orificio del ex – Slytherin que se encontraba de espaldas a él. Podía notar perfectamente como su cuerpo respondía a su tacto, resaltando los músculos en su espalda, y era tan exquisito que no sabía cuánto tiempo más soportaría. Y el rubio continuaba apoyado contra la mesa de la cocina, con las manos sobre el periódico, que lentamente comenzaba a arrugarse bajo los espasmos tensos que lo recorrían, y provocaban que sus manos se cerraran contra el papel.

Su lengua se posó en la parte superior de su espalda, y recorrió un camino lento hasta llegar a su nuca, lamiendo el lunar que tenía en dónde la nuca se mezclaba con sus cabellos dorados. Los dedos de su mano derecha volvieron a cobrar vida y casi sin saber bien cómo abrazaron el miembro de Draco, que maldijo por lo bajo y se movió hacia delante y hacia atrás, buscando más fricción entre la piel de su palma y su entrepierna. Los movimientos del blondo eran tan jodidamente deliciosos que antes de que pudiera reaccionar, estaba en su interior, lo estaba y se movía a una velocidad alarmante, y su erección crecía y palpitaba de maneras que jamás había creído posibles, y era una sensación tan buena que estaba jadeando como un desgraciado.

Mierda. Joder. Mierda.

Oleadas de placer estallaban contra él, y en su mente no podía conciliar alguna idea cuerda, simplemente no cabían otros pensamientos que la estrechez de Draco cerrándose contra él, y de su mano derecha contra su miembro, y de la voz de Draco diciendo "Joder, sí" alternado con gemidos desesperados, y la nuca de Draco moviéndose al mismo ritmo que sus embestidas, y Draco. Y Draco. Y Draco.

Demasiado breve como para sentirse orgulloso, pero demasiado exquisito como para poder avergonzarse; se corrió en su interior, se corrió en una última estocada bestial, se corrió gritando "Draco" en el oído del rubio, se corrió y supo que él también lo estaba haciendo al sentir su mano húmeda y al notar las convulsiones que invadían su cuerpo, se corrieron al mismo tiempo y gritando de manera salvaje, se corrieron y es que la palabra "corrida" era demasiado acorde a la situación como para no aludirla.

Observó el papel del periódico terriblemente arrugado sobre la mesa, (Draco aún tenía las manos cerradas sobre el papel) mientras su respiración volvía a recuperar un ritmo normal, pero prefirió contar las gotas de sudor que resbalaban por la nuca del blondo.

—Entonces…—su voz aún sonaba agitada, pero no lo suficiente como para impedirle seguir hablando— ¿Piensas cambiar el rollo de papel higiénico ahora?

Con un movimiento brusco, demasiado brusco, el joven que tenía adelante se separó de él; provocando que la mano que aún se cerraba (pero de manera más relajada) sobre su entrepierna se soltara, y su propio miembro salió de su interior. Lo miró, pero aquella mirada no era la mirada de autosuficiencia que lo caracterizaba, ni tampoco tenía las cejas arqueadas, sino que era la mirada propia de quien acepta que perdió una batalla, perdió de manera humillante y de la peor manera, una mirada que a Harry le gustaba muchísimo más que la anterior, puesto que la veía tan pocas veces que era casi un premio por su trabajo.

—Joder. —lo oyó decir, y se subió los calzoncillos y los pantalones. Luego se encaminó hasta la escalera, y le dijo, antes de perderse escalones arriba —Te odio, imbécil obstinado.

Y Harry no pudo evitar sonreír. Es que no puede evitarlo, porque esa discusión se había librado mil veces antes, de la misma manera, y siempre acababa igual. Y siempre continuaba igual, como un círculo, sin comienzo ni final. Por eso se dibujaba en su rostro aquella sonrisa de ganador, de disfrutar el dulce sabor de la victoria. Porque tal vez, esa arrogancia, ese desdén, esa indiferencia, era lo que más le gustaba de Draco.


N/A: Sí, lo sé, lo sé, Harry no es tan malhablado (JODER, MIERDA, LA PUTA, JODER… wtf?) y Draco jamás de los jamases ignoraría a Harry, lo que hace es todo lo contrario, debatirlo, pero bueno, juro que mis dedos cobraron vida propia y cuando me di cuenta estaba en el pozo sin salida del OoC :(

Gracias por leer, si ya llegaste hasta acá y seguís vivo podés dejarme un bien agradecido post (Sino, todos los perritos del mundo se asfixiarán y morirán)

:D