Disclaimer Aplicado.

Monotonía

Los días han pasado tan rápido que suena imposible contarlos. Uno tras otro como si fueran los pétalos de un árbol de Sakura en una ventisca otoñal.

La rutina se ha teñido de un tinte añejo, como si fuese una fotografía de si misma en sepia.

Las ropas del Shinsengumi continuaban pasando por sus pequeñas manos para ser despojadas del sudor y la tierra impregnados en el campo de batalla. El vapor de las verduras continuaba en sus fosas, evaluándolo para servirlo en plato de porcelana y el frio de la habitación continuaba siendo un problema cada noche.

Cuando al recostar su cuerpo en el futón las sombras danzaban para ella, se imaginaba como una de ellas, esclavizada bajo la luz de la luna.

Solo unas noches atrás, llevando la bandeja con la cena de Hijikata-san, le había visto dormido sobre una pila de documentos en su mesa de noche. La luz de las velas comenzaba una inocente travesura en su pálido rostro, arrancándole una débil sonrisa. El viento que se colaba de la ventana mecía sus cabellos azabaches en una danza sensual, iluminados por la plata que caída desde la luna.

Depositó la bandeja en una esquina de la habitación, olvidándose por completo del aroma del te y el arroz hervido. Buscó un cepillo y con suma precaución, desenredó cada hebra negruzca, descendiendo por la inmensa cascada impuesta frente a ella. El cepillo parecía caer del firmamento solo detenido por algunas nubes enmarañadas a su paso, quienes sucumbían rápidamente.

Cuando estuvo segura de que todo estaba bien, mantuvo entre sus dedos la punta del cabello de Hijikata-san, sintiendo su suavidad y captando una débil esencia desprendida desde este. Inspiró el aroma de Sakura profundamente, cayendo en cuenta de que estaba cometiendo un grave error. Se separó rápidamente de Hijikata-san y tras algunos segundos le colocó una frazada en los hombros, pretendiendo hacer más cálido su sueño.

Con su aliento desvaneció la llama de las velas, permitiendo al comandante del Shinsengumi escuchar la presencia del silencio nocturno en su habitación. Abrió la puerta lentamente, escabulléndose entre las sombras, pretendiendo que nada hubiese sucedido.

Cuando a la mañana siguiente Hijikata-san abrió los ojos con los primeros rayos del sol fingió no haberse percatado de nada la noche anterior.

El tiempo pasó lentamente para Chizuru, quien vio los ojos violetas de Hijikata-san enfocados hacia ella a la hora de la comida. Sintió una puñalada por la espalda, como el niño que es acusado de una travesura frente a sus padres.

Souji notó el como desviaba su mirada hacia el suelo, como si la madera fuese lo más interesante del mundo. Formuló una idea en su mente tras la cual sonrió, levantando la barbilla de Chizuru con el pulgar y obligándola a verlo directamente. Yukimura sintió como su pulso se aceleraba y sin poder hacer nada, su aliento se envolvió con el de Okita-kun.

La atención se centro en ellos en tato el silencio prevalecía. El comedor pareció congelarse en una tormenta de nieve por un instante. Hijikata-san se levantó de su sitio, jalando a Souji por el cuello. El estruendo de su caída provocó que la madera rechinara.

—Ite, ite, Hijikata-san.

Cuando Okita-kun levantó la vista, percibió una advertencia clara reflejada en aquellos ojos violetas. Trago saliva con dificultad, decidiendo por su bien que era mejor mantenerse callado.

Chizuru observó la escena petrificada, no sabiendo como responder o si quiera como recuperar el aliento.

La comida se reanudo con incomodidad con el sonido de los palillos en la porcelana como único efecto de eco en la sala.

Poco a poco, el comedor se vacio, dejando a tres personas encarándose.

—Souji, Chizuru, necesitamos hablar.

Chizuru sintió un nudo formándose en su garganta tras lo cual asintió, permaneciendo temblorosa en su lugar.