PERSÉFONE

CAPÍTULO 1: LA MÁSCARA

Año 7 antes del nacimiento de Atena

Atenas, Grecia

El sol se acababa de poner, y el Patriarca del Santuario de Atena había subido a Starhill a inspeccionar el cielo nocturno y realizar sus predicciones. Shion tomó asiento en el suelo y sacó su libreta de anotaciones. Después de un rato, bostezó.

-Creo que es todo por hoy- dijo el Patriarca, levantándose- como hace más de doscientos años, nada relevante-

Antes de que diera un paso hacia la salida, vio una luz cegadora que casi lo hace volver al suelo. Una procesión de siete cometas, uno tras otro, iluminando el cielo como si fueran siete soles. Shion abrió la boca, mirando en éxtasis aquello.

-No lo puedo creer...-

El Patriarca miró el amuleto que llevaba en su mano derecha.

-Una diosa está por nacer... pero no parece ser Atena...- murmuró.

Mientras miraba, se desprendió un fragmento del cometa y cayó encendido a los pies de Shion. Una vez que el fuego desapareció, quedó en su lugar una granada partida a la mitad, con 6 semillas.

Shion miró horrorizado la granada y dio un paso atrás.

-No puede ser... -

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Año 7 antes del nacimiento de Atena

Madrid, España

Había caído la noche en la capital española, y con ella una tormenta eléctrica como no se había presenciado en años. Dos hombres aguardaban de pie junto a una puerta. Detrás de la misma, se escuchaban los gritos de dolor de una mujer.

-Entonces el rumor es cierto- dijo uno de los hombres- una diosa está a punto de nacer... seguramente será tu hija-

-Lo sé, hermano, el problema es... ¿qué diosa es?- respondió el otro.

-En Grecia aguardan el nacimiento de Atena- dijo el primero.

-No, el Patriarca del Santuario de Grecia ha declarado que su amuleto no se encendió durante la premonición- dijo el segundo hombre- mi hija no será la reencarnación humana de Atena-

-Hay muchas diosas en el Olimpo, hermano- dijo el primer hombre- y sabes que tu hija está destinada a ser una de ellas. Quien quiera que sea, te traerá fama y fortuna-

El segundo hombre reprimió una sonrisa. El primero, sin embargo, lanzó a su hermano una larga mirada llena de envidia.

-Y Eloísa tendrá una prima española... la primera Vivaldi que nacerá en España- comentó el primero después de una pausa, pero su hermano no le prestaba atención, pues ya había comenzado a escucharse el llanto de la criatura recién nacida.

-¡Por fin!- exclamó el padre de la pequeña, y entró a la habitación, seguido de su hermano.

Mientras limpiaban a la pequeña, el padre la miró embelesado.

-Se llamará Constanza- dijo el padre, mirando a su esposa, quien asintió con una sonrisa de alivio- Constanza Vivaldi-

El tío, sin embargo, miró hacia el suelo, donde unas pequeñas gotas de sangre se habían derramado al cortar el cordón umbilical de la niña. De las mismas se formaron un par de rojas granadas. El hombre recogió una y la miró con furia.

-No puede ser...- dijo, mirando con horror la granada.

Un relámpago, seguido del sonido del trueno, resonó con fuerza por toda la casa.

-¿Qué pasa?- dijo su hermano, apenas desviando su atención de la pequeña.

El hombre no respondió, dejó caer la granada al suelo y la pisó. Después, subió corriendo a su despacho, y abrió un enorme libro. Un par de minutos después subió el otro hombre, cargando en brazos a la pequeña.

-¡Hermano!- exclamó el hombre, intentando al mismo tiempo consolar el llanto de la pequeña- ¿qué ha pasado?-

-¡Es una tragedia!- exclamó el otro- tu hija... está destinada a ser Perséfone, la reina del Mundo de los Muertos-

El hombre se quedó helado. Un nuevo relámpago cayó, y todas las luces de la casa se apagaron de golpe. La niña que llevaba en brazos reanudó su llanto con más fuerza.

-¿Cómo...?- comenzó a preguntar.

-Las granadas- dijo el hombre- son el símbolo de la reina oscura. La noche de tormenta. Y...-

-¿Y?- dijo el padre de la pequeña, casi sin aliento.

-Y la diosa suele elegir niñas españolas. La última de sus reencarnaciones fue una joven en la corte del rey de España...-

El primero hombre miró a su hija con verdadero horror.

-¿Qué debo hacer?- dijo el hombre- ¿que puedo hacer para salvar a mi hija de un futuro tan terrible?-

-Debemos irnos de aquí- dijo su hermano- cuanto antes. Hades no debe enterarse de que... esta niña es Perséfone-

El padre miró alternadamente a su hija y a su hermano, y tembló.

-Pero estamos hablando de ir en contra de un dios- dijo el padre- sabes los severos castigos que preparan los dioses para los mortales que se atreven a desafiarlos, sobre todo si se trata del dios de los muertos-

-¿Acaso tienes miedo?- dijo el otro hombre, frunciendo el entrecejo-¿vas a permitir que Hades rapte a tu hija por miedo...?-

-No es miedo- dijo el padre- yo sé que no es correcto desafiar a los dioses-

Su hermano lo tomó de la solapa de la camisa, aprisionando a la pequeña entre los dos hombres, provocando su llanto.

-No es cuestión de desafiarlos- dijo el hombre- no consentiré en que mi sobrina sea la reina del mundo de los muertos. Tenemos que ganar tiempo, mientras intentamos encontrar una manera de que Perséfone sea otra chica en esta generación...-

El padre miró a su niña con tristeza.

-¿A donde iremos?- preguntó. Su hermano cambió su mueca por una sonrisa.

-Tenemos que salir de Madrid y de España- dijo él- desaparecer de los sitios donde Hades buscaría a Perséfone, hasta que estemos seguros de que no vendrá a buscarla...-

-Hecho- dijo el padre, decidido- vámonos de inmediato-

Esa misma noche, los Vivaldi salieron de Madrid. Los padres de la niña se encontraban con ella en el asiento trasero de una lujosa camioneta, mientras que una niña de cuatro años iba en el asiento del copiloto y el otro hombre conduciendo. Un relámpago iluminó la puerta de Alcalá mientras la cruzaban y se dirigían a toda velocidad hacia el aeropuerto.

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Año 1 después del nacimiento de Atena

Castillo de Hades, Alemania

En el Mundo de los Muertos y en el castillo de Hades, se vivía un clima de confusión. Hypnos y Thanatos, dioses del Sueño y de la Muerte, podían sentirlo, Perséfone había nacido en el mundo humano hacía ya algunos años. Pero no sabían donde se encontraba. Las Parcas habían pronosticado que nacería en España y, sin embargo, junto con Pandora habían recorrido hasta el último rincón del país sin sentir el pulso latente de su futura reina.

-No lo entiendo- murmuró Pandora- las Parcas no se equivocan nunca... algo malo debió pasarle a Perséfone-

-Esperemos que no- dijo Hypnos en tono serio- Hades nunca estará completo sin su reina-

-Aún tenemos 12 años para encontrarla- dijo Thanatos.

-Es demasiado poco tiempo para encontrar a alguien perdido en el mundo...- dijo Pandora.

-Es suficiente- dijo Hypnos- es el tiempo que tenemos hasta que el sello de Atena de debilite. Pandora, tú te encargarás de buscar al chico que será la reencarnación de Hades, como habíamos acordado. Thanatos, tú regirás el Inframundo en su ausencia. Y yo... yo buscaré a Perséfone-

-¿Y si no lo logras?- preguntó Thanatos. Pandora había querido preguntar lo mismo, pero se contuvo en silencio.

-Si no lo logro, llevaremos a cabo nuestro plan original de igual forma- dijo Hypnos- Hades estará incompleto, pero será el señor del universo. Una vez que venza a Atena y gobierne el mundo, reanudaremos la búsqueda de la reina...-

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Meses más tarde

Aeropuerto de Narita, Tokio, Japón

Una niña montó un avión desde Tokio con destino a Alemania. Se sentó en el primer asiento de primera clase, y miró el despegue por la ventana.

"Todo va de acuerdo a como lo había planeado" pensó, "el chico destinado a ser mi señor Hades ya ha sido marcado con el dije de la estrella. Es solo que... Hypnos sigue sin encontrar a Perséfone. Muy seguramente fue sacada de España desde su nacimiento y a estas alturas puede estar en cualquier parte del mundo..."

Pandora cerró los ojos. Cuando su avión sobrevolaba Italia y se desviaba hacia el norte para alcanzar Alemania, la niña abrió los ojos desmesuradamente.

"Imposible", pensó.

Miró de nuevo por la ventana y después hacia el mapa que se encontraba frente a ella. Se encontraban sobrevolando el Coliseo romano. Pandora frunció el ceño y miró a su alrededor. Los sobrecargos se encontraban durmiendo. Un hombre de mediana edad se había levantado para ir al baño. Pandora sonrió, y el hombre se desvaneció.

Los sobrecargos se despertaron precipitadamente y corrieron a atender al enfermo.

-¿Hay un médico abordo? ¡Por favor!- gritaron un par de veces.

Algunos pasajeros se levantaron a ver la escena, pero ninguno era médico. Una sobrecargo tomó el teléfono y llamó a la cabina de pilotos. Su respuesta no se hizo esperar.

-ESTIMADOS PASAJEROS, LAMENTAMOS INFORMARLES QUE ESTE AVIÓN HARÁ UNA ESCALA EN EL AEROPUERTO FIUMICINO DE LA CIUDAD DE ROMA, PARA ATENDER A UN PASAJERO EN MAL ESTADO DE SALUD. DISCULPE LAS MOLESTIAS"-

Ningún pasajero hizo comentarios, y Pandora sonrió. Cuando el avión aterrizó en Roma, la niña bajó de él y se internó en la ciudad.

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Roma, Italia

Tal vez Hypnos se molestaría si actuaba por su cuenta para encontrar a Perséfone, pero Pandora sabía que encontrar a la reina del Inframundo y su presencia en él era muy importante para la supervivencia de Hades en su ya próxima guerra contra Atena.

La niña recorrió las calles de Roma bajo la luz de la luna, guiándose por el conocido cosmo que había detectado en el avión.

"Debe estar cerca..." pensó.

El cosmo la guiaba a un barrio lujoso de Roma. Pandora se detuvo en seco. Ahora, no solamente la guiaba el cosmo, sino también el exquisito sonido de un instrumento musical. Un violín. El sonido del instrumento tocaba una triste melodía, triste pero hermosa y divina. Como la misma muerte.

Pandora siguió avanzando por la calle, y escuchó una voz acompañar el sonido del violín. A diferencia del primero, la voz de mujer que cantaba un triste réquiem, a pesar de ser hermosa, era meramente humana y no la impresionó. Pero el sonido del violín...

Pandora se detuvo en la puerta. Se encontraba frente a una agencia funeraria. Se encogió de hombros y entró. Una niña vestida de negro no desentonaba en ese paisaje. Había hombres y mujeres vestidos del mismo color, la mayoría llorando o mirando con pena y tristeza los dos féretros en el centro de la sala. Junto a ellos, en una pequeña tarima, se encontraban dos niñas. La más grande era rubia, de aproximadamente doce años, que era la que estaba cantando. Su voz era impresionante para una niña y, sin embargo, puramente humana. Junto a ella había otra niña, de ocho años, de piel blanquísima y ojos y cabellos negros, tocando la melodía divina con su violín, mientras sus ojos derramaban lágrimas de tristeza.

Pandora miró alternadamente los féretros abiertos y el rostro de la chica, y comprendió lo que sucedía.

"Oh, esas personas eran sus padres...", observó Pandora, y se encogió de hombros "si es Perséfone, su dolor pronto pasará, estará con ellos en el Inframundo"

La niña de cabellos negros dejó de pronto de tocar. La niña que estaba cantando también dejó de hacerlo al no ser acompañada por la música. Pandora las miró. A pesar de ser diferentes en color de cabellos y ojos, sus facciones eran similares. Parientes. La niña de cabellos negros bajo de la tarima y salió corriendo a la sala contigua, dando rienda suelta a un llanto audible y desgarrador para todos los presentes, incluso para Pandora, quien sacudió su cabeza.

"La muerte no es el final... no hay porque estar triste", pensó Pandora, y siguió a la niña a la sala.

La niña no se encontraba sola. Lloraba amargamente con su violín abrazado. Junto a ella había un hombre que la consolaba.

-Ya, ya, Constanza, no llores- dijo el hombre, palmeando suavemente su hombro- no estés triste...-

-Es que... mis papás...- dijo la niña entre sollozos. Pandora sintió un vuelco. Esa voz, aunque infantil, era su voz... la voz de su hermana Perséfone.

-Así son las cosas- dijo el hombre- hay cosas que no se pueden cambiar-

-Fue mi culpa...- dijo Constanza- tío... fue mi culpa, ellos...-

-No fue tu culpa, pequeña- le dijo el tío- la muerte es así. El destino decide, y los humanos bajamos al reino de Hades-

El hombre reprimió un escalofrío, pero fue inadvertido por la pequeña, que seguía sollozando abrazada de su violín. El hombre se levantó y salió de la sala, pasando junto a Pandora, pero sin reparar en ella.

-Lo odio- dijo Constanza en un murmullo bajo- odio el destino. Odio la muerte. Odio a Hades- se limpió las lágrimas con el dorso de su mano- lo odio con toda mi alma, por arrebatarme a mis padres...-

Pandora, quien estaba a punto de entrar a la habitación a consolar a su futura hermana y hablarle de la belleza del Inframundo, de la calma de la muerte, de la tranquilidad y la felicidad que se viven en los Campos Elíseos, se detuvo en seco al escuchar esas duras palabras. Eso no estaba bien. Perséfone debería entender. Perséfone debía amar la muerte, por ser el paso a la siguiente vida. Aunque la muerte se llevara a sus seres queridos, esas palabras no eran dignas de su reina. No.

Constanza seguía en el suelo de rodillas, abrazando su violín y llorando más violentamente que antes. Pandora se acercó a ella por detrás, llena de odio y furia en su contra. Extendió sus manos hacia ella, dirigiéndose hacia el cuello de la niña que continuaba sollozando. Cuando estuvo a punto de tomarlo y apretarlo con todas sus fuerzas, alguien más entró a la sala. Era nuevamente el tío de Constanza, acompañado de la niña rubia que había estado cantando.

-No está bien que estés sola, Stanzy- dijo el tío- Eloisa se quedará a hacerte compañía un rato-

La niña rubia no se veía muy dispuesta a obedecer, pero lo hizo y tomó asiento en una silla, mientras el tío levantaba a Constanza la levantaba del suelo, donde se había tumbado a sollozar, y la depositaba en un sillón contiguo y la cubría con un edredón de seda.

-Descansa, mi pequeña sobrina- dijo el hombre- ha sido un día largo y terrible para ti. Necesitas dormir-

Constanza asintió y cerró los ojos, sin soltar su violín. Unos minutos más tarde, Eloisa pronto también cayó rendida ante el sueño, y Pandora aprovechó para acercarse más. Miró con desprecio a las dos niñas, sobre todo a Constanza.

-No mereces ser nuestra reina, no eres más que una niña mimada que no entiende nada y que merece morir- dijo Pandora- aprenderás a las malas como es el reino de Hades-

Acercó su mano al cuello de la niña, pero una fuerza invisible la rechazó. Volvió a intentarlo, y volvió a fallar. Pandora miró a Constanza, y vio que, sobre su vestido negro y alrededor de su cuello colgaba un dije de plata, con la forma de la puerta de Alcalá. Volvió a intentar llegar a su cuello y casi sale despedida lejos de ella. Hizo una mueca.

-Vaya, lo olvidé- dijo Pandora- no solo te protege el Inframundo... el Olimpo también es tu hogar... bien, entonces haremos esto...-

Con su mano, formó una esfera de humo negro y la puso sobre el corazón de Constanza. Esta se absorbió de inmediato.

-Esta es mi maldición por ofender a mi hermano, Hades, rey del Inframundo- dijo Pandora- aunque tú seas Perséfone, no dejaré que él se una a una mujer como tu. No te reconocerá aunque se encuentre frente a ti. Esta nube de humo negro cegará sus ojos de tu alma que tanto lo odia-

Constanza solo suspiró en respuesta.

-Tu vida será humana, o será reclamada por el Olimpo- dijo Pandora- pero jamás serás reina del Inframundo-

Tras pronunciar esas palabras, Pandora se retiró de la sala, dejando solas a las dos niñas dormidas. Mientras se alejaba y desaparecía entre las calles de Roma, el tío de Constanza miró hacia el interior de la sala y sonrió.

-Perfecto...- susurró antes de retirarse.

Constanza se dio la vuelta y suspiró.

-Sueño, me eres querido porque me quitas el dolor- dijo la niña para sí misma.

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CONTINUARÁ…

Bueno chicos, este es un nuevo fic en el que he estado trabajando desde hace seis meses, que se me ocurrió cuando estuve en España. Espero que les guste.

Abby L. / Nona =)