Ahora sí, este es el capítulo final. Aunque tiene más pinta de epílogo, pero bueno. Nuevamente, darle las gracias a todos los que me acompañaron a lo largo de estos casi cuatro años en los que Universe Densetsu estuvo en publicación. Gracias por todos los reviews y alertas y principalmente ¡gracias por la paciencia! Sé que soy bastante lenta para actualizar, pero como lo prometí, no dejé esta historia sin concluir. Sin más que decir, aquí está el final.

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Capítulo L – Perfecto final

Se había asegurado de que ella no estaría en casa, al menos por un buen rato. También, sabía de buena fuente que los padres de ella estarían en casa para recibirlo. Esta vez, quería hacer las cosas bien. Aquel era el primer paso, pero estaba más nervioso de lo que pensaba en un inicio. Sus manos temblaban cuando finalmente llegó a la casa de su novia y estacionó su automóvil. Tomó una gran bocanada de aire y caminó hasta la entrada. Se volteó y se miró en la ventana, esperando no lucir demasiado formal. Quizás debió haber prescindido de la corbata, pero ya qué. Llamó a la puerta y Sammy fue quien lo recibió, dedicándole una sonrisa cómplice.

Seiya entró en la sala, donde los padres de Serena miraban la televisión. Se sorprendieron un poco por la repentina visita, pero rápidamente lo hicieron sentarse y le sirvieron té y bocadillos dulces. Le informaron que Serena no regresaría hasta un poco más tarde, pero por supuesto eso él ya lo sabía.

—Hoy he venido a verlos a ustedes, señor y señora Tsukino —dijo entonces, reuniendo todo el valor que tenía. La pareja lo miró —Verán, hay algo de lo que necesito hablarles.

—Aquí viene —comentó Ikkuko, en voz baja y con los ojos brillantes. Kenji se ajustó los lentes y dejó su taza de té a un lado —Adelante, Seiya, querido, di lo que tengas que decir, por favor —el muchacho asintió y continuó:

—Verán, esto es algo que he meditado durante mucho tiempo. No quiero que piensen que me lo estoy tomando a la ligera, porque me ha tomado noches de larga meditación. Yo… estoy enamorado de su hija, aunque imagino que eso no es ninguna novedad —se rascó la cabeza, comenzando a sentirse nervioso, gracias a la penetrante mirada del padre de su novia —Sí, la amo y quiero pasar el resto de mi vida a su lado.

—En otras palabras, —intervino entonces Kenji —quieres casarte con mi hija, ¿verdad, Seiya? —el muchacho asintió con la cabeza.

—Así es. Quiero casarme con ella y por eso he venido hoy. Quiero pedir el permiso de ambos para proponerle matrimonio a Serena. Sé que aún somos jóvenes, —continuó, antes de que el hombre pudiera objetar —pero voy completamente en serio. Tengo un trabajo y voy a continuar estudiando, para garantizar que tendré trabajo aún si en algún momento tenemos que retirarnos del mundo de la música.

Ikkuko y Kenji se miraron, como manteniendo una conversación sin la necesidad de usar palabras. Seiya paseó la mirada de un lado al otro, intentando en vano descifrar el significado de los gestos y miradas de la pareja. Después de lo que a Seiya le pareció una eternidad, Kenji se puso de pie. El chico lo imitó al instante.

—Bueno, estoy seguro de saber cuál será la respuesta de Serena a tu proposición. Y no puedo oponerme —finalmente, Kenji sonrió —Eres la persona que hace feliz a mi pequeña. Finalmente podemos verla sonreír como antes y eso es gracias a ti, Seiya. Por favor, continúa haciendo feliz a mi hija —agregó, antes de extender la mano para posarla en el hombro ajeno.

—Le aseguro que no lo defraudaré. A ninguno de los dos —miró a Ikkuko y ella le sonrió. La mujer había comenzado a llorar y esta vez era de felicidad.

—Oh Seiya, no sabes cuánto he soñado con poder ver a mi pequeña vestida de novia. ¡Se verá tan hermosa! ¡Casi puedo imaginarme la boda! —mientras Ikkuko fantaseaba, Kenji volvía su mirada seria a Seiya.

—Tienes nuestra bendición. Ahora, Seiya, —le pasó un brazo por los hombros —tengo curiosidad por saber cómo vas a proponerle matrimonio. Verás, cuando se lo propuse a Ikkuko en realidad fue un poco desastroso, pero al final dio el sí que es lo importante —Seiya rió.

—Bueno, mi idea es poco convencional, verá…

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Realmente no entendía qué rayos estaba haciendo en la cima de aquel edificio. Hacía frío y tenía hambre. Sí, definitivamente su humor no era el mejor. ¿Por qué Seiya la había citado, a las ocho de la noche, en un lugar como ese? Cuando le envió un mensaje en la tarde, para proponerle una cita, ella pensó que sería en un lugar romántico, con una cena a la luz de las velas y tenue música. Pero no. En vez de eso, estaba sola en ese estúpido edificio. Además, ya eran más de las ocho y Seiya no aparecía, ni siquiera respondía sus mensajes o llamadas.

Cuando su paciencia se agotó, finalmente decidió marcharse. Pero justo cuando se daba la vuelta para entrar al ascensor, escuchó un sonido ensordecedor. El viento le sacudió el cabello. Cuando se volteó, vio un helicóptero acercándose hacia donde ella estaba. Cuando la puerta se abrió, Seiya apareció, vistiendo el traje rojo que a ella tanto le gustaba. Parpadeó, confundida, antes de escucharlo decir:

—Bella dama, su transporte ha llegado —Seiya extendió la mano y Serena la tomó. Él la sujetó con fuerza y la ayudó a subir. Ambos se colocaron los audífonos y se acomodaron dentro de la cabina. El helicóptero emprendió la marcha. Sobrevolaron la ciudad, con una Serena mirando emocionada por la ventana —¿Te gusta?

—¡Es increíble! —exclamó ella —¡Es la primera vez que vuelo en uno de estos! —Seiya sonrió, complacido, mientras ella seguía contemplando la ciudad desde arriba.

Seiya le hizo una seña al piloto para que comenzara a descender un poco, pues ya se estaban acercando a su destino. El helicóptero dio una vuelta un poco brusca y entonces Seiya señaló con el dedo hacia el mar. Los ojos de Serena se abrieron con la sorpresa. En el oscuro mar, unas pequeñas luces dibujaron: "S & S 4ever". Enternecida, Serena se abrazó a su novio. El helicóptero comenzó a perder altura y Serena vio que de pronto Seiya se ponía de pie, abría la puerta y lanzaba una escalera, de esas que se ven en las películas. El muchacho le extendió una mano y ella la tomó, confundida. Seiya la abrazó y comenzó a descender.

—¡P-Pero qué…! —exclamó la rubia —¡Seiya, qué rayos…! —no pasó mucho tiempo para que aterrizaran sobre la arena. Seiya le hizo un gesto de despedida con la mano al piloto del helicóptero y condujo a Serena hasta una pequeña carpa —Oh, Seiya.

Dentro de la carpa había una mesa con un mantel blanco, sobre la cual descansaba una elegante cena, un par de copas y una botella de champán dentro de una cubeta de hielo. La estancia estaba iluminada con velas aromáticas, que le daban un ambiente etéreo y romántico. Serena se llevó las manos a la boca, con lágrimas en los ojos.

—¡Oh, Seiya, es hermoso! —exclamó nuevamente, abrazándolo. El muchacho sonrió, complacido y se adelantó para acomodarle la silla.

Se sentaron y comenzaron a comer. Brindaron por la paz, por su amor y por la victoria de la luz sobre la oscuridad. La melodía de un violín los acompañó durante toda la cena. Seiya miró su reloj y supo que el momento estaba cerca. Estaba nervioso, pero trataba de que no se le notara. Serena no sospechaba nada y él quería que todo siguiera así por unos minutos más.

Entonces, cuando aún estaban comiendo el postre, Seiya tomó una gran bocanada de aire y tomó las manos de la rubia entre las suyas.

—Bombón, sabes que te amo, ¿verdad? —algo confundida, ella asintió —Sabes que pienso que eres la mujer más maravillosa del universo, ¿verdad? —con un ligero sonrojo en las mejillas, ella volvió a asentir —Y sabes también que mi intención es pasar el resto de mi vida junto a ti, ¿verdad?, formar una familia y caminar de la mano, aun cuando ya seamos viejos.

—Seiya… —el muchacho se llevó una mano al bolsillo del saco y extrajo una cajita de terciopelo negro. Serena abrió mucho los ojos. Seiya se puso de pie y se arrodilló enfrente de su novia.

—Hace años me puse de rodillas y te pedí que me dejaras reemplazar a Darien —abrió la cajita, mostrando un anillo de oro con un enorme diamante de color rosa pálido —Ahora, vuelvo a ponerme de rodillas ante ti para decirte esto. Serena Tsukino, mi bombón, ¿me concederías el honor de pasar el resto de mi vida a tu lado? —la rubia se cubrió la boca con las manos —Amor de mi vida, ¿quieres casarte conmigo?

Con el rostro bañado en lágrimas de euforia, Serena apenas pudo asentir levemente con la cabeza. Seiya sonrió ampliamente y deslizó el anillo por el dedo de su ahora prometida. Ella se arrojó a sus brazos, tumbándolo sobre la arena. Y lo besó. Lo besó con todo el amor que sentía por él, haciéndole saber que sí, que lo que más quería era pasar el resto de su vida junto a él. Seiya le pasó los brazos por la cintura, correspondiendo el beso con igual emoción. Se separaron para tomar una bocanada de aire y se miraron a los ojos, sonriendo como nunca antes lo habían hecho.

—Te amo, Seiya. Creo que no hace falta que te lo diga, pero sí, acepto casarme contigo —Seiya se puso de pie y ayudó a Serena a levantarse, para conducirla al exterior de la carpa. Señaló con su dedo al cielo, justo cuando los fuegos artificiales comenzaban —Es tan hermoso.

—Espera que aún falta lo mejor.

En el cielo nocturno se dibujó un enorme corazón, con las iniciales S & S dentro de él. También aparecieron los nombres de ambos. Ambos se sentaron en la arena y continuaron disfrutando del espectáculo que era sólo para ellos dos, con la promesa de un amor eterno, un amor que habían compartido desde vidas pasadas.

—Te amo, bombón. Gracias por hacerme tan feliz.

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Habían viajado juntos a Alemania para asistir a la conferencia impartida por la Dra. Mizuno. Leipzig había probado ser una ciudad mucho más impresionante de lo que ambos se hubiesen imaginado, con sus hermosas catedrales góticas y su moderno sistema de transporte público. El idioma demostró no ser un problema para una Amy que lo había estudiado junto a su madre, aunque sólo fuera lo básico. Se quedaron en el apartamento que tenía Yuuna, cerca de la universidad.

—Me alegra tanto que ambos hayan venido —dijo Yuuna, en cuanto ambos se habían acomodado en el apartamento —A veces este sitio puede parecer demasiado grande para una persona —y sí que lo parecía, pues tenía tres habitaciones, una amplia cocina, una gran sala y una terraza con una vista de una de las tantas catedrales que existían en Leipzig —Entonces, ahora puedo presentarme formalmente —añadió la mujer, mirando a Taiki —Yuuna Mizuno, la madre de Amy. Es un placer conocerte en persona finalmente, Taiki. Amy me ha hablado mucho sobre ti, pero eres más apuesto de lo que imagina. ¡Y tan alto! Espero que mis nietos sean así de altos.

—¡Mamá! —replicó Amy, sonrojada.

—El placer es mío, Dra. Mizuno —dijo el castaño, besando la mano de la mujer —Estoy ansioso por escuchar esa conferencia. Sin duda sus hallazgos serán de gran importancia para la humanidad. Tengo que decir que usted ha sido una de mis inspiraciones para iniciar en la medicina —Yuuna se sonrojó levemente.

—En verdad eres encantador, Taiki. Pero, por favor, no tienes que hablarme con tanta formalidad. Ah, bueno, si me disculpan, tengo que marcharme que tengo que dar una clase —tomó su bolso y las llaves del apartamento —Taiki, ¿podrías acompañarme un momento?, disculpa la molestia, pero estoy algo retrasada y necesito llevar algunas cajas al auto.

—Será un placer —Yuuna y Taiki abandonaron el apartamento, mientras Amy entraba en la cocina para servirse una bebida.

Taiki ayudó a Yuuna con las cajas y las acomodó en el maletero. Una vez que hubieron terminado, la mujer se volteó hacia el castaño y le guiñó un ojo.

—Ya está todo preparado para mañana en la noche, tal y como me indicaste.

—Se lo agradezco mucho —ella negó con la cabeza.

—Más bien debería ser yo quien te lo agradezca. Por quererla, por hacerla tan feliz. Casi no puedo recordar la última vez que la vi resplandecer de esa manera, no sé si me explico bien, quizás son cosas mías, pero ella ha cambiado desde que está contigo.

—Lo entiendo perfectamente, pero soy yo quien ha encontrado la luz en mi vida, al estar con ella. Amy es la luz de mi vida, sería un tonto se la dejara ir. Quiero pasar toda mi vida a su lado y por eso voy a proponérselo. Le agradezco el voto de confianza. Sé que aún somos jóvenes, pero…

—Bien dicen que para el amor no hay edad. Sé que eres la persona indicada para mi hija, mi instinto me lo dice. Oh, estoy segura de que ella lo amará, de verdad que fue una idea muy original. Bueno, será mejor que regreses, no queremos que sospeche nada.

Taiki asintió y abrazó a Yuuna un momento, antes de dar media vuelta para regresar al apartamento. La sonrisa no abandonó su rostro en todo el día, mientras exploraba la ciudad de la mano de la mujer que amaba. Al día siguiente, salieron a desayunar junto con Yuuna, a su cafetería preferida. Entraron a las catedrales, visitaron monumentos y tomaron fotos, antes de regresar y prepararse para la conferencia.

Luego de que finalizara la conferencia, Yuuna se quedó respondiendo algunas preguntas de colegas de otros países, así que la pareja salió del auditorio donde se había celebrado.

—Hay un sitio al que me gustaría ir antes de regresar a casa —dijo entonces Taiki —¿Recuerdas la biblioteca por la que pasamos cuando veníamos del aeropuerto? —Amy asintió —Tu madre me dijo que hay una increíble colección de libros acerca del espacio y me gustaría echarle un vistazo a algunos.

—Entonces vamos, me encantan los libros acerca del espacio.

Eran alrededor de las nueve de la noche cuando llegaron, pero edificio estaba completamente oscuro y no parecía haber nadie dentro. Taiki no le prestó importancia y, sin soltar la mano de su novia, se encaminó hasta las puertas de cristal que se abrieron en cuanto ellos se colocaron enfrente. La recepción estaba completamente desierta y la única luz provenía de una solitaria lámpara que reposaba sobre el escritorio de madera de la recepción.

Amy, absorta como estaba en observar la gran cantidad de estantes con miles de libros que estaba ante sus ojos, no se dio cuenta del momento en que Taiki había soltado su mano. Miró a su alrededor, pero el muchacho no estaba por ninguna parte. Extrañada, comenzó a andar, hasta que se topó con una vela, junto a una rosa blanca y una nota. La muchacha se agachó para leerla. Aquella era, sin duda, la caligrafía de Taiki.

Sigue el camino de velas y rosas, era lo único que decía. Sin comprender muy bien lo que estaba sucediendo y, sin más opciones, puesto que no podía irse sin Taiki, decidió seguir adelante. El camino de rosas y velas seguía hasta internarse en la biblioteca. Amy llegó al pie de una escalera de caracol, junto a un cartel que decía "Observatorio", en alemán. La chica simplemente continuó avanzando. Aquel era, precisamente, un observatorio, con un enorme telescopio y una gigantesca colección de libros que hablaban acerca del universo, las estrellas, los planetas.

—Tenía mucho que no veía un cielo tan hermoso —de pronto, escuchó la voz de Taiki, quien estaba mirando por el telescopio, dándole la espalda. Entonces se volteó y le sonrió —¿Quieres echar un vistazo?

—¿Está bien que estemos aquí? —preguntó Amy, dubitativa —Quiero decir, no hay nadie y…

—No te preocupes por eso —contestó el castaño —y mira esto —Amy echó un vistazo. El cielo lucía increíble y las estrellas parecían resplandecer con más intensidad que nunca.

—Es increíble. Es tan hermoso —dijo Amy, luego de haberse quedado contemplando el cielo estrellado por un buen rato.

Cuando se volteó, Taiki estaba sentado en una mesa, rodeado de libros. Ella lo imitó y tomó el primer libro de la pila que estaba sobre la mesa de madera. Se extrañó, pues el libro no tenía nombre. Era un grueso volumen con la cubierta de cuero negro. Lo abrió, pero las páginas estaban en blanco. No tenía título, ni autor. Miró de reojo a Taiki, pero él estaba concentrado en un libro y ni la miraba. Continuó pasando las páginas, hasta que notó algo. Justo a la mita del libro, había un agujero de forma cuadrada, con una cajita dentro.

—¿Sucede algo? —preguntó el castaño, sin levantar la vista del libro.

—No es nada. Sólo que… —levantó la tapa de la cajita y sus manos temblaron, sus ojos se abrieron. Sacudió la cabeza y volvió a mirar. No, no podía ser "eso". No, no, estaba viendo mal. Parpadeó un par de veces y volvió a mirar, otra vez. No podía estar equivocada, pero, ¿cómo?

—Entonces, ¿has encontrado algo interesante? —Taiki la miró con una ligera sonrisa, finalmente había apartado los ojos del libro que leía con tanto interés, para pasar sus ojos únicamente en Amy.

—E-Esto… —el libro se resbaló de entre sus dedos. Amy miraba alternadamente a Taiki y el pequeño objeto dentro del libro. Taiki entonces le tendió el libro que antes estaba leyendo.

—Página 500 —la chica buscó de inmediato la página, mirando de reojo lo que estaba escrito en las páginas anteriores. Sin duda eran poemas y, por el estilo, ella creía saber a quién pertenecían. Finalmente llegó a la página 500 y leyó:

Mil veces podré renacer y mil veces me enamoraré de ti. Porque eres la luz de mi vida y ya no puedo vivir sin esa luz, Amy Mizuno, ¿aceptarías casarte conmigo?

—Oh… Taiki… esto es… esto es, ¿e-en serio? —el castaño se arrodilló enfrente de su novia, tomó el anillo y lo presentó ante ella.

—Completamente en serio —contestó —Amy, por favor, hazme el hombre más feliz de la tierra aceptando mi petición.

—Oh santo cielo, no puedo dejar de temblar —balbuceó ella, con lágrimas en los ojos —¡Sí! ¡Acepto! ¡Acepto! —contestó por fin. Taiki sonrió ampliamente y colocó el anillo en el dedo de su prometida.

—Gracias Amy —ella se puso de pie y se abrazaron. Amy no podía dejar de llorar, estaba que no cabía de la felicidad —Te prometo que sólo viviré para hacerte feliz cada uno de los días de nuestras vidas —y se besaron. Lento y tendido, con amor y ternura.

—Los poemas en ese libro, —dijo Amy cuando se separaron —puede ser que sean ¿tuyos? —Taiki tomó el libro y se lo entregó.

—Hice una recopilación de todos los poemas que he escrito inspirados en ti. Aún es algo corto, pero a partir de ahora el número de páginas aumentará. Yuuna insiste en que debería publicarlo, pero quizás después. Esto es para ti, para que recuerdes siempre que eres mi inspiración y mi vida. Te amo, Amy Mizuno. Pronto Amy Kou —Amy sonrió ampliamente, para volver a besar a su prometido y luego decir:

—Yo también te amo, Taiki.

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París, la ciudad del amor. Sí, claro, "ciudad del amor", pensaba Mina, mientras era maquillada para la última escena de la película que filmarían esa noche. En ese momento, se encontraba en la cima de la mismísima torre Eiffel, con un gesto de irritación que hizo pensar al director que no se estaba sintiendo bien. Ella disipó sus preocupaciones con una sonrisa, alegando cansancio. Y el director no lo dudó, después de todo, habían estado filmando durante cuatro días seguidos, durmiendo sólo un par de horas cada día. Y sí, eso la tenía de mal humor. Pero no se trataba sólo de eso.

Mina recordó lo emocionada que estaba cuando le informaron que tendría que viajar a París para filmar el final de la película. No había dejado de hablar de ello. De todas las cosas que podría hacer en París, de todo lo que podría comprar en una de las capitales mundiales de la moda. De lo romántico que sería que a "alguien" le propusieran matrimonio en la ciudad del amor. Pero al parecer ni siquiera todo el "amor" que destilaba París era suficiente para hacer que su tonto novio reaccionara. Era como si no le importara, él simplemente estaba enfocado en su trabajo, como el profesional que era.

—Anette, ¿cuánto falta para que comencemos de nuevo con la filmación? —preguntó la rubia a su estilista. La mujer miró su reloj antes de responder.

—Quince minutos, madeimoselle.

—Genial, ¿ya hemos terminado? —la mujer asintió con la cabeza —Bien. Anette, ¿tienes algo que parezca un anillo? —la estilista parpadeó, confundida —No importa lo que sea, mientras tenga la forma de un anillo y pueda ponerse en el dedo.

—A-Ah… tenemos algunas argollas, como las que usó ayer, madeimoselle, ¿esto funcionará? —preguntó, entregándole una cajita con argollas de oro y plata. Mina sonrió y tomó una de las argollas de oro, antes de salir de su camerino.

—¡Merci, Anette! —exclamó, mientras corría al restaurante donde filmarían la escena faltante.

Las cámaras estaban en su lugar, también la iluminación. El director y demás miembros del equipo ajustaban los últimos detalles, antes de llamar a los actores a escena. Mina vio a Yaten sentado en una mesa desde la cual se tenía una increíble vista de la ciudad. Caminó hasta él con paso firme y el ceño fruncido. Se había guardado la argolla en el bolsillo del pantalón de mezclilla que llevaba puesto.

Yaten levantó la vista de su guion en cuanto escuchó el sonido de los tacones. Mina entonces golpeó la mesa con ambas manos y el chico la miró arqueando una ceja. El ceño fruncido y las mejillas enrojecidas – y no por la vergüenza – nunca eran una buena señal.

—¿Sucede algo, Mina? —preguntó el muchacho, con cautela, sin apartar los ojos de su novia —¿Acaso has olvidado alguna de tus líneas?, podemos repasarlas si quieres.

—¡No he olvidado ninguna de mis líneas! —espetó ella —¡He memorizado mi guion a la perfección!

—Entonces, ¿por qué luces tan molesta? Ah, ya sé, te ha pasado factura la falta de sueño, ¿verdad? Bueno, no te preocupes, después de esto, puedes dormir todo lo que quieras —Mina respiró profundamente y se sentó. Tenía que calmarse o de lo contrario estrangularía a su co-protagonista – y novio – en ese preciso instante. Se sentó enfrente de él e intentó componer una sonrisa.

—Yaten, ¿sabes dónde estamos? —pregunto la rubia. Yaten la miró, confundido —Sí, claro que lo sabes, es París, ¿verdad?, sí, exacto, ¿sabes cómo le dice la gente a esta ciudad? —el muchacho se quedó pensando un momento y, antes de que pudiera responder, Mina siguió hablando —Sí, la ciudad del amor. ¿Eso significa algo para ti?

—Eh, ¿debería significar algo? —preguntó —Es sólo un nombre que la gente le dio, ¿no? —volvió a mirar el guion. Mina volvió a suspirar.

—Bien, si no lo haces tú, tendré que hacerlo yo —se puso de pie e introdujo la mano en el bolsillo del pantalón, aferrando la argolla entre sus dedos —Ya he esperado suficiente y ¡no puedo ser la única sin una proposición oficial! Además, ¿quién dijo que las mujeres no podemos hacer esto?

Comprendiendo lo que estaba a punto de suceder, Yaten miró a su novia, horrorizado. El director y demás mientras del staff, maquillistas, estilistas e incluso el resto de los actores se habían reunido alrededor de ellos y observaban la disputa. Mina extendió el puño y lentamente abrió la mano. La joya brilló en su mano.

—Mina, ¿qué pretendes? —preguntó Yaten, asustado. La rubia tomó aire.

—Yaten Kou, para nadie es un secreto que te amo con locura. Eres obstinado, arrogante, infantil, celoso, asustadizo y un poco cobarde, pero aún con tus millones de defectos, te amo y eso no va a cambiar.

—No, Mina, por favor, detente —la rubia no hizo caso y lo tomó de la mano —No hagas esto.

—Siempre pensé que París era la ciudad perfecta para un acontecimiento tan importante como este, por eso estaba tan emocionada cuando nos dijeron que debíamos venir. Y, porque quiero poder decir que me comprometí en París es que voy a hacer esto.

—Mina, te lo advierto, no sigas —pero ella lo ignoró y se arrodilló enfrente de él.

—Yaten Kou, ¿te casarías conmigo?

Los presentes comenzaron a murmurar. Yaten había enrojecido y no podía moverse ni hablar. Escuchaba risas y palabras que le llegaban entrecortadas. Sus ojos seguían fijos en Mina y la argolla que presentaba ante él. Santo cielo, ¿podía haber acaso algo más vergonzoso? Y ella seguía allí, esperando una respuesta, pero él no era capaz de reaccionar. Mina se aclaró la garganta y le sonrió.

—Es imposible que te niegues, así que voy a ponerte el anillo —y le deslizó la argolla por el dedo. Yaten cayó de rodillas al suelo y la abrazó, ocultando el rostro en su pecho —Oh vamos, no tienes que estar tan avergonzado. No es como si fuera una regla que el hombre es quien tiene que hacer la proposición.

—Mina, ¿por qué eres así? —preguntó él, sin mirarla —¿Por qué siempre tienes que adelantárteme? —se separaron. Mina parpadeó, confundida, mientras Yaten se pasaba una mano por el pelo, aún avergonzado —Ah, demonios —se puso de pie y ayudó a la rubia a levantarse —Con todo el trabajo que me tomó prepararlo todo y tú simplemente… —suspiró y la miró, con una sonrisa —simplemente vienes y… me avergüenzas enfrente de todos. Pero, eres maravillosa. Jamás esperé que hicieras algo como eso.

—¡Hey, Yaten! —exclamó el director, arrojándole una cajita roja —Hazlo, no te avergüences más.

—Cierto. Bueno, aún no te he respondido. Así que voy a responderte con otra pregunta —abrió la cajita, dejando ver una impresionante anillo de compromiso —Mina Aino, ¿te casarías conmigo?

—Cielos, ¿en verdad necesitas que te responsa eso? —replicó ella, con las manos en la cintura.

—Bueno, no, pero creo que…

—Oh, vamos, ¿es que acaso tengo que ponerme yo el anillo? —extendió la mano y Yaten le colocó el anillo. Ella lo sujetó del cuello de la camisa y le plantó un beso que lo dejó sin aliento y aún más sonrojado que antes —Sí, acepto.

Entonces, todos comenzaron a aplaudir y felicitar a la pareja. Yaten sonrió. Aunque todos sus planes para una romántica declaración se habían ido al carajo, no le importaba, porque después de todo, aquella fue una declaración perfecta. Sólo esperaba que Mina supiera mantenerse callada.

Oh demonios, Taiki y Seiya no iban a dejarlo en paz si se enteraban.

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La triple boda había sido el preámbulo para una increíble fiesta donde todos comieron hasta estar satisfechos, bebieron hasta que sus piernas no podían sostenerlos y sonrieron hasta que les dolió el rostro. No había felicidad más grande que aquella, celebrando todos juntos las bodas de sus amigos. Esa noche no importó la prensa, los paparazis ni los chismosos. Ese día se leía en la entrada del inmenso salón de la fiesta:

Fiesta de bodas:

Sres. Seiya y Serena Kou.

Sres. Taiki y Amy Kou.

Sres. Yaten y Mina Kou.

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¡El fin!

Tengo un par de historias de Sailor Moon sin terminar y ya que Universe Densetsu se acabó, ¿hay alguna petición especial? ¿Alguna historia en particular que les gustaría que continúe? ¿A Man and A Woman? O, ¿Cuando el mito se convierte en realidad? O, más bien, ¿tal vez una continuación de Universe Densetsu? Miren que esta opción no la descarto del todo jeje.