Capítulo 3: 24 Hours With You.

El ténue sol matutino poco hacía para aumentar la temperatura del frío clima de Hokkaido. Apenas y pasaban las siete de la mañana y la cabaña estaba dominada por el familiar olor de las tostadas y el café que preparaba un joven de rasgos delicados y cabello violáceo.

Los apresurados pasos que pudieron oírse descender por la escalera señalaban que su acompañante había terminado de arreglarse para comenzar la jornada de trabajo y se dirigía a la cocina para hacerle compañía en el desayuno.

- Buenos días, Someoka-kun. –tomó la caliente cafetera con cuidado y sirvió dos humeantes tazas a la vez que le dedicaba una sonrisa tranquila al más alto.

No podría haber explicado desde que momento había decidido que su vida no estaría completa si no era compartida con el pelirosa. Quizá había sido una vez que había vuelto a Hakuren después del FFI y se había dado cuenta de lo sólo que se sentía aun rodeado por sus antiguos compañeros al carecer de la cercanía del otro delantero. Tal vez había sido un proceso progresivo con cada carta que intercambiaban a la distancia, en un principio sólo con generalidades que fueron evolucionando en cosas cada vez más personales.

O tal vez, y lo más probable, hubiese sido desde aquel momento en que se conocieron y Someoka se rehusaba a aceptarle, para después convertirse en un dúo conectado por una inexplicable y silenciosa conexión de entendimiento mutuo.

Fuese el caso que fuese, se había concretado cuando Someoka había decidido, tras salir de sus estudios policiales, irse a vivir a Hokkaido para estar junto a él. Tal vez no tenían un proyecto de vida, pero con estar juntos era más que suficiente.

- Oi, ya estamos grandes para seguir tratándonos por el apellido, Shirou –el pelirosa sonrió con su usual expresividad (a veces, incluso explosiva) antes de acercarse y dudar un momento antes de besar la frente del más bajo; un leve sonrojo dominándole con sus propias acciones. Aun ahora, seguían cohibiéndole aquellas muestras de afecto que debían ser normales entre ambos– Buenos días… Ese café tiene muy buena pinta.

Fubuki esbozó una sonrisa tranquila y contenta que con los años había ganado un aire de madurez y le alcanzó la taza a su pareja que la recibió con un ligero 'gracias' mientras intentaba arreglar correctamente el nudo de su corbata, sin mucho resultado.

- Agh… Nunca puedo hacer esto correctamente…

Las pálidas manos del originario de Hokkaido apartaron las más toscas y morenas del policía y, con una destreza y minuciosidad dignas de admiración, anudó perfectamente la corbata azul marino que vestía el pelirosa.

- Es cosa de práctica, Som…R-Ryuugo…-el llamarle por su nombre aun le era tan extraño como era para Someoka el dar muestras de cariño al más bajo con su personalidad más cerrada– Ya le cogerás el truco, tal y como a los deportes de nieve –sonrió y se apartó para poner las tostadas en la mesa y sentarse junto al pelirosa a disfrutar del desayuno. Con el trabajo de policía de Someoka, era poco el tiempo que podían pasar juntos en la semana, así que ambos se empeñaban en disfrutar al máximo de aquellos momentos, aun si consistiese en disfrutar la silenciosa compañía del otro.

Comieron intercambiando triviales frases entre bocado y bocado, antes que el reloj ubicado en una de las paredes señalase el tiempo de marchar del policía.

- Bien, ahora debo irme… Nos vemos más tarde –señaló Someoka antes de colocarse su chaqueta, caminar hacia la puerta y girar la manilla para abrirla. Una leve ventisca de frío se coló inmediatamente por ella. Antes de salir se detuvo dudoso, llevándose una mano tras la cabeza.

- Ryuugo.

- ¿Hmm? -el suave llamado de Fubuki le hizo voltearse para encontrarse cara a cara con el más bajo, que, colocándose en puntillas un momento para alcanzar la altura del moreno, presionó un superficial y suave beso de despedida contra los labios del más alto, separándose rápidamente. Por que conocía al otro, sabía de su falta de iniciativa con estas cosas y a veces, compensaba por ello como una forma de ayuda a que el otro superase sus cohibiciones.

- Que sea un buen día. Hasta más tarde –agregó con una de sus usuales sonrisas tranquilas antes de que el otro sólo asintiese y saliese, cerrando la puerta tras de sí.

El día de trabajo comenzaba para Fubuki también. Aun cuando, a diferencia de Someoka que trabajaba fuera de casa, Fubuki se quedase en ella, el joven originario del lugar se dedicaba al tranquilo trabajo de la tierra. Aun con el frío, las tierras en la zona eran bastante fértiles, y su amor por todo lo que Hokkaido representaba se traducía también a una conexión con la naturaleza. En sus tiempos libres, hacía clases de deportes de nieve para poder practicarlos constantemente.

Se abrigó para salir al frío aire matutino para atender el huerto cuando notó la carta en el buzón. Era común que recibiesen correspondencia, por lo que no se sorprendió. Mas esto cambió al notar el remitente.

- ¿Endou…?


Podía acabarse el mundo material, cambiar todos los sistemas posibles, destruirse todos los conceptos que daban sentido a la existencia del ser humano, pero el amor por el mar de cierto moreno pelirosa jamás cambiaría. No importaba si pasaban uno, diez o quinientos años.

-Ahh… Al fin acabé… Quien habría dicho que esto incluiría tanto papeleo… -se quejó el de piel canela cruzando los brazos tras la cabeza perezosamente mientras abandonaba las dependencias de la universidad donde actualmente trabajaba; su bolso cargado de los libros que necesitaría para la continuación de su investigación.

Y no es que estuviese realmente interesado en las ciencias. Pero no había mucho en que trabajar si se quería vivir por siempre junto al mar; así que finalmente se había decidido al graduarse en Oumihara a dedicarse a la biología marina. Actualmente investigaba una cierta colonia de corales en un arrecife cercano a las costas de Okinawa, y si bien la investigación era tediosa y Tsunami gustaba de mayor libertad, al menos podía pasar gran parte del día nadando y buceando para tomar muestras y fotografías.

Caminó a paso veloz pero con aura relajada con rumbo al apartamento que compartía con cierto peliceleste músico desde que habían entrado a la universidad; no podía esperar para llegar y coger su tabla de Surf, lanzar su bolso en algún lugar que no interrumpiese la armonía del ritmo del apartamento para no ser regañado por Otomura, y largarse a aprovechar que aun era temprano y podía surfear sin problemas. Sin embargo, algo en el camino le detuvo.

No era la primera vez que tomaba esa ruta, pero era la primera vez que reparaba en aquella cancha. Soccer. Hubo un tiempo en que había estado totalmente entusiasmado con el deporte, pero desde que había salido de Oumihara que no tenía muchos momentos para dedicarle al deporte. Y en cierto modo, lo lamentaba.

Se acercó a la reja del establecimiento inconscientemente, apoyando los dedos de una mano en los barrotes a la vez que su mirada se extendía hacia el partido que se estaba llevando acabo, y que parecía casi llegar a su término.

Sonrió. Los niños que jugaban de forma bastante especial no eran niños normales; no había que mirar el cartel afuera del recinto para notar que se trataba de pequeños con alguna clase de discapacidad, incluso algunos incapacitados de andar observaban desde sus sillas de ruedas o asientos el desempeño de los chicos que si podían jugar, aun cuando sus habilidades para ello se viesen bastante reducidas.

Unos cuantos adultos observaban con esmero el desarrollo del juego, cuidando de que los pequeños pudiesen disfrutar de la experiencia sin dañarse, entre ellos por supuesto, un grupo de doctores y kinesiólogos.

Algo le motivó a seguir mirando los minutos que quedaban del partido hasta que el pitido señaló el fin del segundo tiempo y se pudieron oír las distantes voces de los chicos y los adultos entusiasmados. Repentinamente uno de los kinesiólogos que ahora revisaban el estado físico de los chicos para comprobar que se encontrasen bien llamó su atención; si su vista no fallaba…

- ¡Tachimukai! –gritó sin poder contener su curiosidad.

El aludido, ante la mención de su nombre volteó hacia la reja a través de la cual el reconocible pelirosa observaba sorprendido, y una expresión de igual asombro le invadió. Terminó la revisión que estaba realizando y se dirigió rápidamente a la reja.

- ¿T-Tsunami-san? –preguntó aun algo incrédulo, pese a que el otro no podía ser más reconocible. Se había hecho más alto, sus rasgos habían madurado y su cabello era levemente más corto, pero la piel canela, la jovialidad de su espíritu, el tono pastel de su cabello y por sobre todo, aquella inconfundible sonrisa brillante hacían que el otro fuese reconocible aun diez años más tarde.

- Nunca pensé que te encontraría por aquí. ¿Trabajas habitualmente en Okinawa o sólo estás de visita? –preguntó rápidamente. La reja que les separaba impedía que el de piel morena pudiese abrazar al castaño como un reencuentro tras todos estos años merecía.

- E-Estoy haciendo mi práctica aquí…-dijo con algo de timidez, una sonrisa soñadora inundando sus facciones y encendiendo sus orbes celestes- Aun no terminó Kinesiología del todo… -dijo– Cuando oí de los proyectos que estaban realizando en este centro de rehabilitación no pude evitar pedir que mi práctica se realizase aquí… No me imaginé que tendría la suerte de encontrarme con usted, Tsunami-san…-agregó con rapidez el aun dulce Tachimukai.

- Es un trabajo que te sienta totalmente, Tachimukai, no me esperaba menos de ti… -se rió- ¿Cuándo te desocupas? Tengo el resto del día libre, ¿Quieres ir a la playa? –dijo sencillamente señalando con el pulgar hacia atrás suyo donde, tras las edificaciones de la urbe, se suponía estaba el interminable mar.

- ¿E-Eh? Uhm…Ya estaba por terminar por hoy…-dijo con algo de duda– Aunque no sé si…

Su frase se vio inmediatamente interrumpida por el moreno.

- ¡Entonces te espero aquí fuera a que salgas! Ahhh~ Hace años que no te veía, Tachimukai, ¡Esto es tan emocionante! –el surfista no dejó que el kinesiólogo reprochase nada, inmerso ya en la idea de salir con este y preguntarle en detalle todo lo que había ocurrido en estos años con su usual entusiasmo inagotable.

Tachimukai sonrió, aun cuando hubiesen pasado todos estos años, el pelirosa no había cambiado en nada, y antiguamente se había acostumbrado en cierta forma a sus modos, así que solo asintió enérgicamente y se fue a terminar su trabajo mientras Tsunami se apoyaba contra la reja de entrada dispuesto a esperar.

No pasó demasiado para que el ojiceleste saliese del recinto cargando un bolso a paso apresurado, su agitada respiración denotando que había intentado reducir la espera de su ex compañero de equipo lo más posible.

- Lamento la tardanza, Tsunami-san –dijo respirando profundamente para reestablecer su respiración. El otro sólo sonrió e instintivamente llevó una mano al desordenado, pero algo más largo, cabello castaño para despeinarlo tal y como años antes solía hacer.

Un extraño silencio se creó entre ambos ante la acción. Los años habían pasado y hacer algo como aquello ya no era normal. Tsunami retiró la mano con rapidez y riendo algo nerviosamente, tratando de restarle importancia al asunto aun cuando ambos le habían tomado un significativo peso a algo tan minúsculo como aquello.

- Bueno… ¡Vamos marchando, que ya va a oscurecer, hay un montón de cosas que quiero que me cuentes, Tachimukai! –dijo retomando su usual ánimo a la vez que le daba un par de golpecitos en la espalda al otro para apurar su paso.

- ¡H-Hai! –respondió de inmediato el castaño acelerando sus pasos para igualar el caminar del aun más alto pelirosa, cuando repentinamente, una melodía pudo oírse y con rapidez, sacó su celular de su bolso. Había recibido un sms de un número desconocido.

Apenas lo leyó sus ojos se abrieron de par en par, quizá más que cuando se había encontrado sorpresivamente con Tsunami.

- ¿¡E-Endou-san!


El ardiente sol de Río de Janeiro comenzaba a ocultarse para dar paso a la calurosa tarde. La arena de la playa aun conservaba parte de su calidez, y se sentía tibia contra los pies descalzos de los caminantes que aun no marchaban a sus hogares tras el día de playa, y los de quienes recién se incorporaban para la eterna fiesta que eran las playas de Brasil por las noches.

Un zumbido de algo cortando el aire a alta velocidad pudo oírse antes de una melodiosa risa despreocupada.

- ¡Meu Deus! ¡Você nunca se cansa, Kazuya! ¡Buen tiro! –dijo un sonriente brasileño que tras detener el potente tiro que había sido enviado a su dirección, dominaba el balón con una gracia con la que los brasileños parecían nacer.

- Hahaha pensé que podía tomarte por sorpresa, Luciano –respondió el castaño japonés riendo entusiasmado– Pero veo que aun me falta mucho para eso… -un momento después se dejó caer finalmente sobre la tibia arena y se dispuso a mirar el horizonte, que casi desaparecía en la oscuridad, alguien se sentó a su lado unos minutos después.

- Se te ve pensativo, Ichinose, ¿Qué esta pasando por esa cabeza tuya? –preguntó su eterno amigo Domon Asuka observando hacia el horizonte también. ¿Vería lo mismo que Ichinose al mirar hacia allá? Siempre había pensado que el castaño veía las cosas de otro modo… Inalcanzable para él.

- Sería maravilloso que todos pudiesen haberse venido a vivir aquí con nosotros… ha pasado el tiempo, pero aun los extraño… ¿No has recibido noticias de Aki o Nishigaki últimamente? ¿O de los chicos en América? –preguntó el castaño algo esperanzado.

Ya hacía varios años que Domon e Ichinose habían partido a Brasil a profesionalizar su carrera como futbolistas, dejando atrás a sus amigos tanto en Japón como en Estados Unidos, pero jurando volver apenas concluyesen sus estudios. Ichinose había tratado de convencer en más de una ocasión sin éxito a su preciada amiga Kino Aki de irse con ellos a Brasil. Le había escrito incesantemente lo maravilloso que era Brasil, lo cálido de las playas, la amabilidad de la gente. Pero Aki sólo se había reído y les había dicho que ya les visitaría en las vacaciones, que sólo sería una molestia cuando ellos debían concentrarse en el soccer que tanto amaban y que ella había decidido nunca volver a jugar. Aun así, Ichinose no se rendiría y Domon solo reía ante los intentos fallidos del mago de la cancha.

- No… Pero recibí un mail bastante interesante hoy… -comentó el más alto con un tono enigmático que intrigó inmediatamente a Ichinose.

- No he revisado el mío hoy… ¿Qué decía? –preguntó con curiosidad el castaño.

- Me pregunto si debería decirte o no… -dijo Domon extendiendo el momento sólo para jugar con la impaciencia de Ichinose que se rió dándole un leve golpe en el brazo al otro.

- Vamos. Dilo ya -presionó Ichinose, desviando un momento su mirada al brasileño con quien habían pasado el día practicando que se despedía de ellos para ir a unirse a la fiesta que se realizaba en la playa.

- Es un mail de Endou, algo bueno está pasando allá en Japón… -dijo Domon rindiéndose– Creo que deberías leerlo por ti mis…

El más alto no alcanzó a terminar de hablar cuando Ichinose ya se había levantado de un salto para correr de vuelta a la casa donde se alojaban, obviamente para revisar el mail mencionado. Domon rió y se levantó sacudiendo su ropa de la arena que se había pegado a la tela con tranquilidad antes de emprender el paso, siempre tras el castaño, con una sonrisa divertida, y rechazando en el trayecto varios lugareños que, con su usual ánimo fiestero, le ofrecían unirse a la alegría de la playa tendiéndole una que otra caipirinha y una sonrisa amable, las que rechazó con cortesía.

Realmente las cosas se pondrían interesantes… No podía esperar para volver a ver a todos…


Cuando se comparaba la vida misma de un ser humano con la amplitud del universo, no podía evitar caerse en la sensación de que nada importaba. Los problemas se hacían tan ínfimos, que uno podía olvidarse de ellos por un momento.

Tal vez por eso siempre había gustado tanto de la astronomía; desde tiempos en que sólo era un pequeño niño parte de un orfanato donde soñar era más fácil que en ningún otro sitio.

Los astros emitían su singular brillo en el oscuro firmamento y se reflejaban en los verdes ojos del de cabellos rojos como el fuego y les otorgaban un singular brillo.

O tal vez solo era su propia emoción ante el tan común espectáculo que era el cielo nocturno la que hacía brillar de aquel modo los ojos de Kiyama Hiroto.

- ¿Hiroto? ¿Sigues allá arriba? –la animada voz de su peliverde acompañante hizo al pelirrojo salir de la especie de trance en la que se encontraba. Sonrió y respondió con su usual voz al ver a Midorikawa Ryuuji caminar por sobre el techo de la casa acercándose al lugar donde el se encontraba sentado.

- Io, Ryuuji… -dijo a modo de saludo alzando una mano en dirección al otro para estabilizarle al ver que el de ojos negros tenía algo de dificultad para equilibrarse en el techo. El otro sonrió algo avergonzado y la tomó para sentarse luego al lado de Hiroto, sin soltar su mano aún cuando estuvo sentado.

Hiroto, por supuesto, no objetó ante esto, y solo cambió el agarre de modo que sus manos quedaron entrelazadas con mayor naturalidad. Midorikawa sonrió ante el relajado contacto.

- Si te quedas aquí hasta demasiado tarde vas a enfermarte…-dijo el pelilargo con algo de preocupación– Además… ¿no tienes hambre? –preguntó rápidamente. Era bien sabido lo mucho que el peliverde solía comer, así que para él siempre sería natural preguntar aquellas cosas sin importar cuantos años pasasen. Hiroto solo rió negando con la cabeza.

- Cuando subo aquí me olvido de todas esas cosas… me distraigo con facilidad –acarició con su pulgar la mano de su novio. Ya eran muchos los años que llevaban viviendo juntos, y era muy común que Ryuuji subiese a buscarle de aquel modo para disfrutar de una charla bajo las estrellas. Durante el día estaban bastante ocupados después de todo.

Hiroto era ayudante de astronomía en la universidad y Ryuuji estaba aun cursando literatura, por lo que sólo se veían cuando llegaban a topar en los patios de la universidad y por las noches.

- Comprendo… Ne, Hiroto… ¿Recibiste el mail hoy? –preguntó el peliverde con curiosidad. Hiroto despegó la mirada del oscuro cielo para observar a su pareja con curiosidad.

-¿Mail? No he podido revisar nada… -contestó. Y es que unos exámenes le habían mantenido ocupado durante el día- ¿Ocurrió algo malo? –preguntó algo preocupado.

Ryuuji negó rápidamente, lo que movió levemente los mechones de cabello verde que caían a los costados de su rostro. Una sonrisa animada inundó sus bonitas facciones. Aquella sonrisa de la que Hiroto tanto gustaba.

- No, ¡Por el contrario! ¡Escribió Endou! –dijo Midorikawa, cosa que atrajo inmediatamente la atención del pelirrojo– Quiere reunir una vez más a los jugadores de Inazuma Japan para recordar viejos tiempos… y para que le ayudemos a revivir el amor por el fútbol en la gente– Hiroto sonrió con ternura ante esto. Endou y su puro idealismo nunca cambiaban al parecer.

- Me parece una espléndida idea, hace mucho que tenía ganas de saber del resto…-dijo Hiroto– Sobre todo de Endou-kun. Pero al parecer no ha cambiado en nada… -esto era en cierto modo un alivio: haber perdido al capitán que había cautivado a todos con su carisma habría sido una terrible lástima.

- Entonces todo arreglado. –dijo Midorikawa enérgicamente– La reunión será en unos días… Le confirmaré a Endou nuestra asistencia.

- Lo dejo en tus manos, Ryuuji -respondió Hiroto con su usual tranquilidad, y Ryuuji asintió.

- Ahora a dormir –dijo Ryuuji levantándose y tratando de arrastrar al pelirrojo consigo– Ya es muy tarde.

Hiroto rió y se levantó finalmente, haciendo caso de las palabras del peliverde.

- Hai…

Y juntos descendieron del tejado para dirigirse al descanso; el día concluía y la noticia ya se había esparcido.

Pero las cosas que ella traería, recién comenzaban…

TBC

Akai: Y Bueno, otro capítulo... Lamentamos terriblemente la tardanza de este, y por ello intentamos compensar con una mayor extensión que los anteriores: La universidad se estaba comiendo nuestros cerebros y tiempos como nunca. Esperamos que esto no se repita y lamentamos haberlos desesperado. Espero que les agrade el capítulo y si alguien se atreve a reclamar por el Someoka/Fubuki... -saca grifo- ¡Por cierto! Nos gustaría saber si muchos quienes nos dejaron reviews en un principio aun nos leen, por lo que les rogamos dejarnos aunque sea un mínimo review para saber que nos siguen. Sino nos carcomeremos la cabeza pensando que los aburrimos...

Sakura: ¡Que semanas, por Dios! En la universidad no se cansan de exprimirnos. Con respecto a los reviews, coincido completamente con Akai, nos es muy importante saber qué están pensando con el desarrollo de la historia, para así poder mejorar y traerles mejores episodios. A su vez, las personas que nos comentan sin cuenta de , les Imploramos que dejen su mail adjunto, para así poder responderles adecuadamente sus comentarios. Sin más que decir, espero que disfruten este episodio en su totalidad: a pesar de la demora, lo escribimos con mucho amor. ¡Ah, sí! Nuestros enormes saludos para Aki Kino, ¡lamentamos mucho la demora! Ahora te hemos traído cuatro pairings para escoger, y el partido ya se viene~