Nada mejor para celebrar el fin de año que los Merodeadores ;) ¡gracias por los reviews!

Disclaimer: no soy J. K. Rowling, por lo que el universo Harry Potter no me pertenece.

HAZME UN FAVOR. ¡PIÉRDETE!

Adolescentes llenos de hormonas, cuatro imbéciles que se hacen llamar los Merodeadores y una Sala Común descontrolada. ¿Cómo poner orden en semejante jungla? Lily Evans, la prefecta de Gryffindor, cree tener la solución. [Conjunto de viñetas y desvaríos varios]


CAPÍTULO 6. NO FELIZ AÑO NUEVO

Había muchos motivos por los que Lily Evans, alérgica a casi cualquier acontecimiento lacrimógeno, adoraba la Navidad.

Le gustaba el esmero con el que el director Dumbledore ordenaba cada año decorar el castillo. Los doce pinos cargados de adornos navideños nunca faltaban, del techo encantado del Gran Comedor caían grandes copos de nieve que se desvanecían antes de tocar el suelo y las armaduras, brillantes y relucientes por una vez, entonaban alegres villancicos con sus voces metálicas.

Lily también se deleitaba con el frío de diciembre que se colaba a través de cualquier rendija. Solía acurrucarse cada noche entre sus mantas, con una sonrisa complacida en sus labios, mientras fuera, el viento soplaba con fuerza contra la torre de Gryffindor.

Y disfrutaba —mucho más de lo que nunca admitiría en voz alta— como una niña pequeña en la mañana del día de Navidad, al despertar y encontrarse con sus regalos, envueltos en vistosos paquetes de colores y colocados cuidadosamente a los pies de su cama.

Pero había un día que, año tras año, estropeaba su encantador espíritu navideño.

—¡Lily! ¡Va a empezar la cuenta atrás para el año nuevo!

Lily gruñó. Gruñó porque odiaba la última noche del año y gruñó porque ese día todo el mundo parecía dispuesto a pasárselo en grande.

Se volvió hacia Amanda y Kathy, que la esperaban esbozando amplias sonrisas.

—¡Vamos, Lily! —la urgió Kathy para que se uniera a la fiesta—Deja de ser una aburrida amargada. ¡Aunque sólo sea por una noche!

Lily frunció el ceño como respuesta a las bonitas palabras de su amiga. Y sí, lo de bonitas era pura ironía. En lugar de unirse a la algarabía que desde primera hora de la tarde reinaba en la Sala Común, Lily optó por escabullirse a través del retrato de la Dama Gorda. En un arrebato de repentina solidaridad, comprendió que no todo el mundo tenía porqué soportar su odio por la última noche del año.

Suspiró aliviada en cuanto puso un pie fuera de la torre de Gryffindor, dejando atrás el bullicio y los gritos de sus compañeros de casa, que había comenzado ya a vociferar la cuenta atrás que daba la bienvenida al nuevo año.

—¡Diez! ¡Nueve! ¡Och…!

El retrato de la Dama Gorda se cerró a su espalda y los gritos enmudecieron.

La pelirroja comenzó a caminar a través de los pasillos desiertos del castillo, atenta a cualquier ruido sospechoso que pudiera delatar la presencia de Filch o de su insoportable gata. Pero Hogwarts se encontraba sumido en el más absoluto de los silencios, por lo que Lily continuó caminando sin rumbo fijo.

—Debería chivarme a McGonagall.

Lily detuvo sus pasos pero, a pesar de que conocía perfectamente aquella voz, no se dio la vuelta. Todavía no.

—No estoy haciendo nada malo —murmuró con voz queda.

—¿Merodear a media noche por los pasillos? —James Potter apareció de la nada ante sus ojos, retándola con una pequeña sonrisa burlona—. Yo diría que sí.

—Aprendo de los mejores —replicó ella, antes de señalar con la cabeza a James—. ¿Eso es una capa invisible?

Él se limitó a asentir con la cabeza, pero guardó silencio.

—Debería requisarla —dijo Lily.

—Pero no lo harás —aseguró James, seguro de sus palabras—. Vamos, pelirroja. Es Nochevieja. Dame un respiro.

—Técnicamente ya es año nuevo.

A James no se le escapó el modo en el que ella frunció los labios. Y, después de años aprendiéndose de memoria todos y cada uno de sus gestos, sabía que esa mueca sólo podía significar una cosa: que Lily estaba cabreada. Más que de costumbre, quería decir.

—¿Qué pasa, pelirroja? —preguntó James, llevándose a la boca una botella de cerveza de mantequilla; Lily frunció el ceño, pero no dijo nada— ¿Por qué no estás en la torre, celebrando con todo el mundo?

—Escapaba de ti —mintió Lily rápidamente.

No le apetecía confesarle a James que odiaba aquella noche. Para empezar, porque no era más que un idiota que se había colado en sus pensamientos sin permiso, haciéndose un hueco permanente en ellos. Y para seguir, porque… bueno, porque ni siquiera la propia Lily sabía de dónde salía toda aquella animadversión por la última noche del año. Simplemente había algo desagradable en el ambiente que le hacía sentirse extrañamente nostálgica, como si el tiempo se estuviera escapando entre sus dedos y ella no pudiera hacer nada por evitarlo.

James compuso una falsa mueca de dolor pero, aún así, rió entre dientes.

—Creía que tu propósito para el nuevo año era aceptar que te vuelvo loca.

—Lo haces, Potter. Pero no de la forma que a ti te gustaría —aseguró Lily.

Él la observó con la cabeza ligeramente ladeada y la sombra de una sonrisa divertida en sus labios.

—¿No has hecho ni un solo propósito?

—¿Para qué? —preguntó ella, más cortante de lo que le hubiera gustado; aquella maldita noche hacía de su humor una montaña rusa—. ¿Para luego no cumplirlos? No me gusta perder el tiempo.

—¿Tampoco tienes ningún deseo para el año nuevo? —insistió James— ¿Ni siquiera que el hombre de tu vida, es decir, yo, te bese a media noche?

Lily tuvo que esforzarse para reprimir una pequeña carcajada. El muy idiota tenía su gracia.

—Ni siquiera eso, Potter.

—¿Qué hay de la ropa interior de color rojo?

En cuanto las palabras se escaparon de sus labios, James la contempló en silencio, cauteloso. Se esperaba cualquier cosa. Un grito ensordecedor. Una larga retahíla de insultos. Cinco puntos menos para Gryffindor. Un sonoro tortazo, incluso. Cualquier cosa, excepto lo que Lily hizo a continuación. Lentamente y sin apartar sus ojos de los de James, la pelirroja descubrió su hombro, antes de esbozar una sonrisa pícara y volver a taparse.

—Nada de ropa interior de color rojo —aseguró ella.

James se quedó en silencio durante unos instantes, aunque no sabía qué le sorprendía más, si la sonrisa pícara, tan impropia de Lily, o el hecho de que su pelirroja favorita le acabara de enseñar el tirante de su sujetador. Vale, le hubiera gustado ver el resto, pero por algún lugar había que comenzar, ¿no?

—¿Eso era negro o azul? —quiso saber James— No me ha quedado del todo claro. ¿Podrías enseñármelo otra vez? O mejor aún, ¿quieres que te enseñe la mía?

Aquella vez ni siquiera Lily pudo contener la risa.

—No, Potter.

—¿Y el año que viene?

—No, Potter.

—Entonces, ¿me das un beso para compensar?

—No, Potter —repitió Lily por tercera vez.

James contempló satisfecho la sonrisa divertida que bailaba en los labios de Lily. Se acercó a ella y susurró algo en su oído.

—No feliz año nuevo, pelirroja.

Porque lo sabía. Sabía que Lily odiaba aquella noche pero, aún así, había conseguido arrancarle una sonrisa.


Para los que hoy os sentís nostálgicos, como Lily. Y para los que disfrutáis de esta noche, también. ¡Feliz año nuevo!

Bars