No sé de dónde ha salido esto. Hace siglos que no escribo sobre Harry Potter y he perdido algo de práctica, pero creo que esto se ha escrito solo. Serán un conjunto de viñetas, escenas sueltas sobre distintos momentos de la vida de los Merodeadores, sin un hilo conductor definido. Lo que vaya saliendo.

Una cosita más, la inspiración es "culpa" de Kira Dumont. Leí una de sus series de viñetas sobre los Merodeadores que me encantó y recordé lo mucho que me gustaba escribir sobre ellos.

Disclaimer: no soy J. K. Rowling, por lo que el universo Harry Potter no me pertenece.

HAZME UN FAVOR. ¡PIÉRDETE!

Adolescentes llenos de hormonas, cuatro imbéciles que se hacen llamar los Merodeadores y una Sala Común descontrolada. ¿Cómo poner orden en semejante jungla? Lily Evans, la prefecta de Gryffindor, cree tener la solución. [Conjunto de viñetas y desvaríos varios].


CAPÍTULO 1. LISTAS ESTÚPIDAS.

—Vamos, Lily, No es tan difícil.

Lily sintió las miradas de sus dos amigas clavadas sobre ella. No. No era difícil. Era la gilipollez más absurda del mundo multiplicada por infinito y elevada a la enésima potencia. Eso era.

—¿Alguien puede volver a explicarme por qué estamos perdiendo el tiempo con semejante tontería? —preguntó, cruzándose de brazos y recostando la espalda sobre uno de los mejores sillones de la Sala Común— No me ha quedado del todo claro.

—Porque es sábado, porque estamos aburridas y porque a nadie se le ha ocurrido nada mejor que hacer —replicó Katherine, superando con un bufido el nivel de malhumor que desprendía su amiga pelirroja—. ¿Alguna cabeza pensante con alguna idea brillante?

Amanda negó con la cabeza. Lily, por su parte, se enfurruñó aún más.

—Bien. Entonces continuamos. ¿Tu puntuación para Potter, Lily?

La aludida guardó silencio.

—Estoy dudando —habló finalmente, presionada por las miradas insistentes de las otras dos.

Amanda enarcó una ceja, divertida.

—¿Dudando de si le pones un nueve o un diez, quieres decir? —preguntó, entremezclando en su voz la burla y la ternura.

Lily observó la hoja de papel que Kathy aferraba entre sus manos, protegiéndola de un posible arrebato de autoridad de la pelirroja. Diez filas contenían los nombres de los chicos mejor considerados de todo Hogwarts, siempre bajo la opinión influenciable y en absoluto objetiva de sus dos amigas, por supuesto. Y cada una de las tres tenía asignada una columna. El funcionamiento era sencillo: inspeccionar al sujeto en cuestión, deliberar y puntuar a cada uno de los nombres.

Lo único que Lily no comprendía era cómo alguien tan racional como ella había terminado prestándose a un juego tan absurdo. El aburrimiento era peligroso.

—No. Dudando de si requiso esa hoja y se la llevo a la profesora McGonagall —terció la pelirroja, lanzando una amenaza nada velada—. Estará muy interesada en conocer vuestras actividades fuera de clase.

—No le harías eso a tus amigas, Lily —afirmó Kathy, sin ni siquiera inmutarse.

No. Por supuesto que no. Pero no porque no se lo merecieran.

—Un seis.

Kathy y Amanda estallaron en carcajadas. Varios curiosos volvieron sus cabezas hacia las tres chicas, por lo que Lily se vio obligada a silenciarlas con una mirada asesina. No necesitaba que medio Gryffindor se enterara de cómo empleaban su tiempo libre. Tenía una reputación que mantener.

—¿A quién intentas engañar, Lily? —quiso saber Amanda.

—A nadie. Esa es mi puntuación. Inamovible.

—Ya —intervino Kathy, escéptica— A otro con ese cuento. Estamos hablando de Potter, ¿tu puntuación real, no la imaginaria, por favor?

Lily sopesó sus posibilidades durante un par de segundos. No iba a escapar de las garras de sus amigas, de modo que lo más inteligente sería terminar cuanto antes con aquella estupidez.

—Está bien. Un siete, y siendo generosa.

Nuevo intercambio de miradas suspicaces.

—Vale. Puede que un ocho.

Más miradas escépticas. No te lo crees ni tú.

—¿Un nueve…? —comenzó Lily, dubitativa.

Amanda sonrió imperceptiblemente, oliendo la victoria. Kathy, sin embargo, mantuvo el duelo de miradas, apretando un poco más las tuercas de la pelirroja.

—Y medio —concedió finalmente Lily. Frunció el ceño, soltando un bufido malhumorado—. Nueve y medio. ¿Satisfechas?

Kathy apuntó la puntuación bajo la columna de Lily. Una sonrisa traviesa bailaba en sus labios.

—Mucho —afirmó Amanda.

—No sabes cuánto —corroboró Kathy.

Lily se levantó del sillón, recogiendo sus cosas.

—Tened cuidado con esa lista, la gente me respeta —advirtió con ademanes dramáticos—. Me voy a la biblioteca. Necesito recordar que tengo diecisiete años, y no trece. Cuando regreséis de la edad del pavo, avisadme.


Lily se hizo paso a través del retrato de la Dama Gorda, cargada de libros y temiendo lo que pudiera encontrarse tras el lienzo. Tras su retiro voluntario a la biblioteca, esperaba que sus dos amigas hubieran recobrado la cordura. Pero también esperaba que, aprovechando su ausencia, la ilegalidad y el desorden se hubieran desatado en la Sala Común. Torneos clandestinos de cartas, venta ilegal de apuntes, sillones incendiados.

Lily se esperaba cualquier cosa.

Dejó escapar un suspiro. Ser prefecta de Gryffindor debería suponer un reconocimiento extra. Un punto más sobre la nota final, quizás. Ninguna de las tres casas restantes contaba con esos cuatro imbéciles cuyo objetivo vital parecía ser joder su vida lo máximo posible.

En cuanto atravesó el tapiz y puso un pie sobre la mullida alfombra escarlata, Lily confirmó sus peores suposiciones. Un olor pestilente y la risa estridente de Sirius Black fueron suficientes para saber que los Merodeadores habían ocupado el vacío de poder que había dejado en su ausencia.

Malditos imbéciles.

—¡Potter! —vociferó en cuanto entró en la sala plagada de sillones.

Todas las cabezas se volvieron hacia ella de inmediato. Casi podía oler el miedo, el temor a un castigo en las lóbregas mazmorras, toda una tarde limpiando las mesas del aula de Pociones. Lily tuvo que hacer un esfuerzo considerable para reprimir una sonrisa; el poder era embriagante.

Avanzó unos cuantos pasos hasta situarse en el centro de la Sala Común. Dejó sus libros sobre una de las mesas que los alumnos de primero habían desalojado a su llegada, solo para apoyar las manos sobre sus caderas y lanzarle una mirada mortífera al joven.

—¡Potter! —repitió.

Lily ni siquiera había reparado en lo incoherente de su actitud. Posiblemente, la idea había sido de Black. Sí, con toda seguridad, aquello había sido cosa de Black. Lo escatológico y las bombas fétidas eran su estilo. Potter era mucho más sibilino, más elegante. Pero eso no importaba. A sus ojos, Potter era el único culpable de todas las catástrofes que se desataban en la Sala Común de Gryffindor en cuanto ella flaqueaba en su constante vigilancia.

El aludido se levantó del sillón en el que se encontraba cómodamente recostado. Se cruzó de brazos, esbozando una media sonrisa socarrona.

—¿Algún problema, Evans?

—Ninguno —aseguró ella, frunciendo el ceño—. Pero tú vas a tener uno en cuanto termine contigo.

Un aullido recorrió la Sala Común. Para entonces, todos los alumnos tenían su atención puesta en ambos. En el ranking de eventos no oficiales, los enfrentamientos Evans-Potter ocupaban el primer puesto indiscutible, por encima incluso de las peleas improvisadas.

James se volvió hacia sus amigos, intercambiando una mirada cómplice, antes de volver la cabeza de nuevo hacia Lily.

—¿Eso es una promesa?

—No. Es una amenaza.

De nuevo, aullidos. Un par de aplausos y un "a por él, Lily" resonaron en la Sala Común. Lily despegó sus ojos de James para recorrer con su mirada la estancia.

—El gilipollas que vuelva a abrir la boca pierde tres puntos, para que tenga un motivo de verdad por el que aullar —amenazó, volviéndose hacia James—. Y tú, Potter, explícame lo que ha sucedido.

—Lily…

La aludida fulminó con la mirada a Peter Pettigrew.

—¿Te llamas Potter y tu coeficiente intelectual es cero? —frunció el ceño, dándose cuenta de su error para corregirlo rápidamente— Mejor dicho, ¿te llamas Potter?

Peter negó vigorosamente con la cabeza, cerrando la boca.

—Bien. Sigo esperando esa explicación, Potter, y el tiempo juega en tu contra. Cada minuto es un punto menos para Gryffindor.

Varias quejas exaltadas y alguna amenaza pronunciada entre dientes llegaron a los oídos de Lily. La pelirroja ni siquiera se inmutó; podría contener una sublevación con una simple mirada asesina.

—¿Y bien? —exigió, cruzándose de brazos y golpeando con fuerza el pie contra el suelo.

—No hay nada que explicar, pelirroja —aseguró James, componiendo una falsa expresión inocente con la que no pretendía engañar a nadie—. Aunque tú podrías aclararme por qué has rechazado mi invitación número… —James fingió reflexionar durante un par de segundos— diez en lo que llevamos de año, para tomar algo en Hogsmeade. ¿Tan odioso soy?

Lily se llevó una mano al mentón, frunciendo los labios.

—A ver, déjame pensar… —comenzó ella, guardando silencio durante una breve pausa dramática— Eres arrogante, maleducado, irrespetuoso y crees que todo y todos están aquí para hacerte la vida más fácil. Sí, creo que todo eso te califica como odioso —confirmó Lily—. Y después de que hayas quedado en ridículo por décima vez en lo que llevamos de año, pídele a tus compañeros que te agradezcan el espectáculo. Cinco puntos menos para Gryffindor por la bromita y esas bombas fétidas van directas al despacho de McGonagall.

El alboroto se desató entre los alumnos por los puntos perdidos. Aprovechando el pequeño momento de confusión, James se hizo paso entre la multitud, acercándose a Lily para susurrar algo en su oído.

—Tengo una duda, pelirroja. ¿Todas esas son las razones por las que me has puesto un nueve y medio?

Sin darle tiempo a replicar, James se escabulló hábilmente entre sus compañeros.

Lily recorrió la Sala Común con la mirada, en busca de sus amigas. ¿Tan difícil era mantener la puñetera lista a buen recaudo?


Se me hace extraño escribir algo tan breve. Comentarios, peticiones, críticas y demás, en un review! ;)

Bars.