POR AMOR…


Estos personajes forman parte del CLAMP de Sakura Card Captor.

Los personajes han sido elegidos por mí haciendo referencia a un libro de lectura que me gustó mucho, ya que he leído varias adaptaciones de los libros de esta escritora y me gustaron mucho así que espero que también os guste a vosotros =)

La escritora de este libro Nora Roberts, por los interesados, quieren leer las obras de esta maravillosa mujer.


Capítulo 12

El aeropuerto O'Hare era un tumulto de gente y una cacofonía de ruidos. Casi perdida en el aquel caos, Sakura intentaba abrirse paso entre el gentío y encontrar un taxi. Al principio, se quedó boquiabierta al ver la nieve, como un paisano la primera vez que veía a un tragasables. Luego, aunque tiritaba dentro de la chaqueta de pana que se había comprado para el viaje, comenzó a disfrutar de ella. La nieve cubría con su hermoso manto la ciudad, y la ayudaba a distraerse del propósito de su viaje. Nunca había estado en el norte a finales de año. Chicago en noviembre ofrecía un panorama sensacional.

Había descubierto, al difuminarse la impresión inicial, que Shaoran no sólo le había dejado el circo, sino también una responsabilidad. Casi inmediatamente había tenido que ponerse a negociar contratos. Se había visto inmersa en un mar de papeleo y forzada a depender de la experiencia de Duffy, mientras intentaba recuperar el equilibrio. Al acabar la temporada, había intentado muchas veces llamar a Chicago. Pero siempre colgaba antes de marcar el número de Shaoran. Había llegado a la conclusión de que sería más apropiado verlo en persona. Después, había tenido que posponer el viaje un par de semanas debido a la boda de Eriol y Tomoyo.

Había sido entonces, mientras cumplía con su papel de dama de honor, cuando había comprendido lo que tenía que hacer. Sólo había una cosa que deseaba de verdad, y era estar con Shaoran. Al ver la expresión de Tomoyo cuando pronunció los votos nupciales, había recordado la inquebrantable determinación de su amiga a la hora de conquistar al hombre al que amaba.

«¿Y yo voy a quedarme aquí?», se había preguntado a miles de kilómetros de Shaoran. No. El corazón había empezado a palpitarle con violencia mientras ideaba su plan. Iría a Chicago a verlo. No permitiría que la rechazara. Shaoran la había deseado una vez; ella haría que la deseara de nuevo. No pensaba pasar el resto de su vida sin haber sido al menos un poco parte de él. No hacía falta que Shaoran la amara. Bastaba con que ella lo amara a él.

Y así, tiritando por aquel frío desconocido para ella, se metió a duras penas en un taxi y cruzó la ciudad. Se sacudió la nieve del pelo con los dedos helados y pensó en lo idiota que había sido por olvidarse de comprar guantes y un gorro. «¿Y si no está en casa?», pensó de pronto. «¿Y si se ha ido a Europa, o a Japón, o a California?». La ansiedad la dejó aturdida, y procuró sofocarla. «Tiene que estar en casa. Es domingo. Estará sentado leyendo o repasando un sumario… o divirtiéndose con una mujer», pensó, afligida. «Debería parar y llamarlo por teléfono. Debería decirle al taxista que me lleve otra vez al aeropuerto». Cerró los ojos y luchó por conservar la calma. Respiró hondo varias veces y se quedó mirando los edificios y las aceras. Poco a poco sintió que el leve temblor de la histeria se disipaba.

«No voy a tener miedo», se dijo, e intentó creérselo. «No voy a tener miedo». Pero Sakura, la mujer que se recostaba en una alfombra viviente de leones, estaba muerta de miedo. ¿Y si la rechazaba? «No lo permitiré», se dijo con vehemencia, levantando la barbilla. «Le seduciré». Se apretó las sienes con los dedos. «No sé cómo empezar. Tengo que decirle al taxista que dé la vuelta».

Pero antes de que pudiera articular palabra, el taxi se detuvo junto al bordillo de la acera. Con la precisión de un robot, Sakura pagó la carrera, le dio al taxista una propina excesiva por culpa de los nervios, y se apeó.

Mucho después de que el taxi se alejara, seguía mirando el enorme edificio acristalado. La nieve giraba a su alrededor, salpicando su pelo y sus hombros. El codazo de un peatón rompió el hechizo. Sakura recogió sus maletas y entró a toda prisa por la puerta principal del edificio de apartamentos.

El vestíbulo era inmenso. Tenía paredes de cristales tintados y una gruesa y lanuda moqueta. Como no sabía si tenía que darle su nombre al portero, se dirigió a los ascensores mezclándose con un grupo de inquilinos para no llamar la atención. Una vez dentro del ascensor, apretó el botón del ático con nerviosismo. Oía la charla de la gente que iba en el ascensor como un zumbido lejano. Ni siquiera notó que el ascensor se detenía para que salieran parte de sus ocupantes.

Cuando se detuvo una segunda vez y las puertas se abrieron con un movimiento deslizante, se quedó diez segundos mirando el espacio vacío. Sólo cuando las puertas empezaron a cerrarse automáticamente salió de su aturdimiento. Las abrió de nuevo y salió al pasillo. Le temblaban las piernas, pero se obligó a avanzar hacia el ático. El miedo le subía y le bajaba por la espina dorsal, hasta que dejó las maletas en el suelo y apoyó la frente contra la puerta de Shaoran. Respiró hondo y exhaló. Recordó que Ieran Takashi había dicho que era una luchadora. Tragó saliva, levantó el mentón y llamó. Afortunadamente, tuvo que esperar poco a que Shaoran abriera la puerta. Advirtió un destello de sorpresa en sus ojos mientras la miraba fijamente.

Ella tenía el pelo espolvoreado de nieve y extendido sobre los hombros. El frío hacía refulgir su cara, y sus ojos parecían brillantes, casi febriles, mientras luchaba por conservar la calma. Sólo le tembló la boca una vez antes de hablar.

—Hola, Shaoran.

El se limitó a mirarla, recorriéndola con los ojos con expresión incrédula. Estaba más delgado, pensó Sakura al estudiar su rostro. Mientras se llenaba los ojos con su imagen, notó que llevaba puestos una sudadera y unos vaqueros. Estaba descalzo. No se había afeitado, y el deseo de tocar su barba áspera hizo que a Sakura le cosquilleara la mano.

—¿Qué haces aquí? —Sakura sintió un nuevo arrebato de pánico. Su tono era áspero, y no había contestado a su sonrisa. Ella se irguió, intentando conservar el aplomo.

—¿Puedo pasar? —preguntó con una sonrisa tambaleante.

—¿Qué? —parecía desconcertado por la pregunta. Bajó las cejas y las frunció.

Sakura apenas consiguió sofocar el impulso de dar media vuelta y huir.

—¿Puedo pasar? —repitió.

—Ah, sí, claro. Perdona —Shaoran se pasó una mano por el pelo, retrocedió y le indicó que entrara.

Un instante después, los zapatos de Sakura se hundieron en la mullida moqueta de color beis. Se concedió un momento para pasear la mirada por la habitación, y aprovechó la ocasión para recuperar la compostura. Era una habitación abierta y diáfana, decorada con colores vivos y fuertes contrastes. Había un sofá modular marrón oscuro y una mesa baja de cromo y cristal. Había sillas de respaldo alto en suave color crema y grandes cojines de un azul vivo en el suelo. Había cuadros, uno de ellos le pareció un Picasso, y una escultura que sin duda era de Rodin.

En el extremo derecho de la habitación había una plataforma elevada a la que se subía por dos escalones. Más allá se veía una enorme extensión de cristal que ofrecía una amplia vista de Chicago. Sakura se acercó a ella sin disimular su curiosidad. De pronto y sin razón aparente, su miedo había menguado. Descubrió que, al trasponer el umbral, se había comprometido. Ya no tenía miedo.

—Es maravilloso —dijo, volviéndose hacia él—. Qué maravilla, tener una ciudad entera a tus pies todos los días. Debes de sentirte como un rey.

—Nunca lo había pensado en esos términos —Shaoran la observaba con la mitad de la habitación entre ellos. Sakura parecía pequeña y frágil con la bulliciosa ciudad a su espalda.

—Yo lo haría —dijo ella, y su sonrisa surgió fácilmente—. Me quedaría junto a la ventana y me sentiría regia y pomposa.

Al fin vio que sus labios se suavizaban y se curvaban.

—Sakura —dijo Shaoran suavemente—, ¿qué estás haciendo en mi mundo?

—Necesitaba hablar contigo —contestó ella con sencillez—. Y para eso tenía que venir aquí.

El se acercó lentamente, con los ojos fijos en ella.

—Debe de ser importante.

—Eso pensaba.

Shaoran levantó las cejas y se encogió de hombros.

—Bueno, entonces vamos a hablar. Pero, primero, dame la chaqueta.

Sakura luchó por desabrocharse los botones con los dedos helados y Shaoran frunció el ceño de nuevo.

—Cielo santo, estás helada —la agarró de las manos y masculló una maldición—. ¿Y tus guantes? —preguntó como un padre enfadado—. Debe de hacer once grados bajo cero ahí fuera.

—Olvidé comprarlos —le dijo Sakura mientras intentaba asimilar la deliciosa sensación de calor que le producían sus manos.

—Tonta, ¿es que no sabes que no se puede venir a Chicago en noviembre sin guantes?

—No —Sakura respondió a su enfado con una alegre sonrisa—. Nunca había estado en Chicago en noviembre. Es maravilloso.

Shaoran apartó la mirada de sus manos y la fijó en su cara. Se quedó mirándola un rato y luego Sakura le oyó suspirar.

—Casi me había convencido de que estaba curado.

La preocupación nubló los ojos de Sakura.

—¿Has estado enfermo?

Shaoran se echó a reír sacudiendo la cabeza, y después eludió la pregunta y volvió a envararse.

—Vamos, dame la chaqueta. Te traeré un café.

—No hace falta que te molestes —comenzó a decir ella mientras Shaoran le desabrochaba los botones de la chaqueta y se la quitaba de los hombros.

—Me sentiría mejor si supiera que ha vuelto a circularte la sangre —se detuvo y la miró con la chaqueta colgada del brazo. Sakura llevaba una rebeca de angora verde con botones de perla y una falda gris de lana fina. El suave tejido caía suavemente sobre sus pechos y se ceñía a sus caderas y a sus muslos. Sus zapatos eran de tacón alto, con tira atrás, bonitos y nada prácticos.

—¿Ocurre algo?

—Siempre te había visto vestida con vaqueros, o con el traje con el que actúas.

—Ah —Sakura se echó a reír y se pasó los pelos por el dedo húmedo—. Supongo que estoy distinta.

—Sí —su voz era baja, y tenía el ceño fruncido—. Ahora mismo pareces recién salida de la universidad para pasar las vacaciones —le tocó las puntas del pelo y luego se dio la vuelta—. Siéntate. Voy por el café.

Un tanto desconcertada por su humor cambiante, Sakura se paseó por la habitación. Por fin, haciendo caso omiso de un sillón, se arrodilló junto a uno de los cojines del suelo, al lado de un ventanal. Aunque la alfombra sofocó los pasos de Shaoran, sintió su regreso.

—Es maravilloso tener un invierno de verdad, aunque sólo sea por la nieve —se volvió hacia él con una sonrisa radiante—. Siempre me he preguntado cómo es la Navidad con nieve y carámbanos —en sus ojos parecían danzar copos de nieve. Al ver que Shaoran llevaba dos tazas de café, se levantó y tomó una—. Gracias.

—¿Has entrado en calor? —preguntó él al cabo de un momento.

Sakura asintió con la cabeza y se sentó en uno de los dos sillones que había frente al sofá. La novedad de hallarse en la ciudad hacía que su misión pareciera una gran aventura. Shaoran se sentó a su lado, y durante un momento bebieron ambos en medio de un apacible silencio.

—¿De qué querías hablarme, Sakura?

Ella tragó saliva y procuró ignorar el leve temblor que sentía en el pecho.

—De un par de cosas. Del circo, para empezar —se movió en el sillón hasta quedar frente a él—. No te he escrito porque me parecía demasiado importante. No te he llamado por la misma razón. Shaoran… —todos los discursos que había ensayado cuidadosamente la abandonaron—. No puedes renunciar a algo así. No puedo aceptarlo.

—¿Por qué no? —él se encogió de hombros y siguió bebiéndose el café—. Los dos sabemos que siempre ha sido tuyo. Un trozo de papel no cambia eso de ningún modo.

—Shaoran, Hien te lo dejó a ti.

—Y yo te lo he dejado a ti.

Sakura dejó escapar un leve bufido de frustración.

—Quizá, si pudiera pagártelo…

—Alguien me preguntó una vez cuánto valía un sueño o cuál era el precio del espíritu humano —Sakura posó en él una mirada desvalida—. Entonces no tenía respuesta. ¿La tienes tú ahora?

Ella suspiró y sacudió la cabeza.

—No sé qué decir. Gracias es poca cosa.

—No es necesario que digas nada —le dijo Shaoran—. Sencillamente, te devolví lo que ya era tuyo ¿Qué más había, Sakura? Has dicho que querías hablarme de un par de cosas.

«Ha llegado la hora de la verdad», pensó Sakura. Dejó cuidadosamente la taza de café y se levantó. Dio unos pasos por la habitación, esperando que se le asentara el estómago, y por fin se dio la vuelta. Respiró hondo antes de mirar a Shaoran a los ojos.

—Quiero ser tu amante —dijo con absoluta calma.

—¿Qué? —tanto la cara como la voz de Shaoran reflejaron su sorpresa.

Sakura tragó saliva y repitió:

—Quiero ser tu amante. Todavía se dice así, ¿no? ¿O ya no? ¿«Querida» está bien? Nunca había hecho esto.

Shaoran dejó despacio su taza junto a la de ella y se puso en pie. No se acercó a ella, sino que se quedó mirándola con ojos penetrantes.

—No sabes lo que estás diciendo, Sakura.

—Oh, sí, claro que lo sé —lo atajó ella, y asintió con la cabeza—. Puede que no me sepa muy bien la terminología, pero sé lo que quiero decir, y estoy segura de que tú también. Quiero estar contigo —prosiguió, y dio un paso hacia él—. Quiero que me hagas el amor. Quiero vivir contigo, si me dejas, o al menos cerca.

—Estás diciendo tonterías, Sakura —dijo Shaoran con aspereza. Dándose la vuelta, se metió las manos en los bolsillos y cerró los puños—. No sabes lo que me estás pidiendo.

—¿Ya no te atraigo?

Shaoran se giró bruscamente, enfurecido por el acento curioso de su voz.

—¿Cómo puedes preguntarme eso? —exclamó—. ¡Claro que me atraes! No estoy muerto, ni senil.

Sakura se acercó a él un poco más.

—Entonces, si yo te deseo y tú me deseas, ¿por qué no podemos ser amantes?

Shaoran prorrumpió en violentos exabruptos y la agarró por los hombros.

—¿Crees que podría pasar contigo un invierno y luego dejarte marchar como si tal cosa? ¿Crees que podría desentenderme de ti al empezar la temporada y ver cómo sales de mi vida? ¿Es que no ves lo que me haces? —la zarandeó con fuerza, robándole el aliento que Sakura podría haber usado para responder—. ¡Me vuelves loco! —de pronto la apretó contra sí. Se apoderó de su boca y clavó los dedos en su carne. Sakura sintió que la cabeza le daba vueltas, llena de aturdimiento, de dolor y de éxtasis. Oyó gruñir a Shaoran al apartarse de ella. Él se dio la vuelta y dejó que recuperara sola el equilibrio mientras la habitación se tambaleaba—. ¿Qué tengo que hacer para librarme de ti? —preguntó con voz baja y furiosa.

Sakura exhaló un suspiro.

—No creo que besarme así sea un buen comienzo.

—Soy consciente de ello —murmuró Shaoran. Ella le vio subir y bajar los hombros—. He intentado evitarlo desde que abrí la puerta.

Sakura se acercó a él lentamente y le puso una mano sobre el brazo.

—Estás tenso —dijo, y automáticamente intentó relajar sus músculos—. Perdona si he planteado mal el asunto. Pensé que era mejor decírtelo directamente que intentar seducirte. No creo que eso se me diera muy bien.

Shaoran soltó un sonido a medio camino entre una carcajada y un gemido.

—Sakura —murmuró antes de darse la vuelta y tomarla en sus brazos—. ¿Cómo voy a resistirme a ti? ¿Cuántas veces tendré que alejarme antes de verme libre de ti? Hasta pensar en ti me vuelve loco.

—Shaoran… —ella suspiró y cerró los ojos—, hace tanto tiempo que quería que me abrazaras… Quiero pertenecerte, aunque sea sólo por un tiempo.

—No —se apartó y la obligó a levantar la barbilla con el índice y el pulgar—. ¿Es que no ves que una vez sería demasiado y que una vida entera no bastaría? Te quiero demasiado como para dejarte marchar y lo suficiente como para saber que he de hacerlo —la impresión dejó a Sakura sin habla. Se limitó a mirarlo fijamente mientras él continuaba—. Era distinto cuando no lo sabía, cuando pensaba que estaba… ¿cómo decirlo? Deslumbrado —esbozó una sonrisa al pronunciar la palabra—. Estaba seguro de que podía hacer el amor contigo y olvidarme de ti. Luego, la noche que murió Ari, te abracé mientras dormías. Y me di cuenta de que estaba enamorado de ti, de que te había querido desde el principio.

—Pero… —Sakura sacudió la cabeza como si quisiera aclarársela—, nunca me lo dijiste, y parecías tan frío, tan distante…

—No podía tocarte sin desear cada vez más —la atrajo de nuevo hacia sí y hundió un momento la cara en su pelo—. Pero no podía mantenerme alejado de ti. Sabía que, si quería que fueras mía, realmente mía, uno de nosotros tendría que abandonar su profesión, su identidad. Me preguntaba si podría dejar la abogacía. Era a lo que siempre había querido dedicarme. Y descubrí que me importabas más tú.

—Oh, Shaoran —Sakura sacudió la cabeza, pero él la apartó de sí bruscamente.

—Luego llegué a la conclusión de que eso tampoco funcionaría —se dio la vuelta, caminó hasta la ventana y se quedó mirando afuera. La nieve arreciaba—. Cada vez que entrabas en esa jaula, yo entraba en el infierno. Creía que quizás acabaría acostumbrándome, pero cada vez era peor. Intenté marcharme, volver aquí, pero no podía olvidarme de ti. Así que volvía. El día que resultaste herida… —hizo una pausa. Sakura le oyó tomar aire y, cuando continuó, su voz sonó más profunda—. Te vi ponerte delante de ese chico y recibir el golpe. No sabes lo que sentí en ese momento. No hay palabras para describirlo. Sólo podía pensar en llegar hasta ti. Dudo que Pete te haya dicho que le tumbé de un puñetazo antes de que llegara Buck. Se lo tomó muy bien, teniendo en cuenta lo que pasó. Luego tuve… tuve que quedarme allí y ver cómo te acechaba ese gato. Nunca antes había sentido tanto miedo. Ese miedo que te vacía en cuerpo y alma.

Guardó silencio un momento.

—Entonces, todo acabó —prosiguió—. Llegué hasta ti. Estabas muy blanca y sangrabas en mis brazos —masculló una maldición y luego se calló de nuevo. Sacudió la cabeza—. Me dieron ganas de quemar aquello, de sacarte de allí, de estrangular al gato con mis propias manos. Cualquier cosa. Quería abrazarte, pero no lograba superar el miedo y la furia irracional que sentía por mi propia impotencia. Antes de que dejaran de temblarme las manos, empezaste a hablar de entrar otra vez en esa maldita jaula. Me dieron ganas de matarte con mis propias manos y acabar de una vez —se dio la vuelta lentamente y caminó hacia ella—. Después, durante semanas, veía aquello cada vez que cerraba los ojos. Puedo enseñarte exactamente dónde están las cicatrices —levantó un dedo y trazó cuatro líneas sobre su antebrazo en el lugar preciso en el que las garras del león le habían desgarrado la piel. Bajó la mano y sacudió la cabeza—. No puedo verte entrar en esa jaula, Sakura —levantó otra vez la mano y la posó sobre su pelo—. Si dejo que te quedes conmigo ahora, no podré dejarte volver a esa vida. Y no puedo pedirte que renuncies a ella.

—Ojalá lo hicieras —Sakura lo observaba con mirada solemne—. Me gustaría muchísimo que lo hicieras.

El se alejó moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Sakura…, sé lo que significa para ti.

—No más de lo que el derecho significa para ti, imagino —contestó ella enérgicamente—. Pero acabas de decir que estabas dispuesto a abandonarlo.

—Sí, pero…

—Muy bien —ella se echó el pelo hacia atrás—, si no me lo preguntas tú, tendré que hacerlo yo. ¿Quieres casarte conmigo?

Shaoran se dio la vuelta y la miró con el ceño fruncido.

—Sakura, no puedes…

—Claro que puedo. Estamos en el siglo XXI. Si quiero pedirte que te cases conmigo, te lo pido. Y eso acabo de hacer —repuso ella.

—Sakura, yo no…

—Sí o no, por favor, letrado. No es una pregunta fácil —avanzó hasta que sus pies se tocaron—. Estoy enamorada de ti y quiero casarme contigo y tener hijos. ¿Estás de acuerdo?

Shaoran abrió la boca y volvió a cerrarla. Esbozó una extraña sonrisa y le puso las manos sobre los hombros.

—Esto es muy repentino.

Sakura sintió un loco arrebato de alegría.

—Puede que sí —admitió—. Te daré un minuto para pensarlo. Pero más vale que te diga que no pienso aceptar un no por respuesta.

Shaoran trazó con los dedos la curva de su cuello.

—Parece que tengo pocas alternativas.

—Ninguna en absoluto —puntualizó ella. Le rodeó con los brazos descaradamente y lo atrajo hacia sí para besarlo. El beso se hizo al instante ávido y ansioso. Se deslizaron juntos hasta la alfombra y siguieron abrazándose. Sus cuerpos permanecieron unidos largo rato por un lenguaje más complejo que las palabras. Luego, como si quisiera asegurarse de que Sakura era real, Shaoran acarició las curvas de su cuerpo y paladeó el ansiado sabor de su piel.

—¿Por qué pensé que podía vivir sin ti? —musitó. Volvió a besarla desesperadamente—. Tienes que estar segura, Sakura —poseído por la pasión, su voz sonó baja mientras hablaba contra sus labios—. Nunca podré dejarte marchar. Te lo estoy pidiendo todo.

—No, no es así. Abrázame fuerte. Bésame otra vez —dijo ella con urgencia mientras él le besaba la cara—. Bésame —se preguntó si los gemidos de placer que oía eran suyos o de él. Hasta ese momento ignoraba que un beso pudiera ser tan íntimo, tan aterradoramente excitante. No, pensó mientras la certeza de que Shaoran la amaba ardía dentro de ella. Shaoran no se lo estaba pidiendo todo, se lo estaba dando todo.

—Voy a dejar algo atrás —le dijo cuando sus labios se separaron—, y a cambiarlo por algo infinitamente más importante —escondió la cabeza en la curva de su cuello—. Cuando te des cuenta de lo mucho que te quiero, lo entenderás.

Shaoran se apartó y la miró con fijeza. Habló por fin, pero sólo pronunció su nombre con un suave suspiro. Ella sonrió y le tocó la mejilla.

—Si hubiera una solución de compromiso…

—No —ella sacudió la cabeza, recordando las palabras de su madre—. A veces no hay soluciones.

Nos queremos lo suficiente para no necesitarlas. Por favor, no creas que estoy haciendo un sacrificio. No es cierto —esbozó una sonrisa y frotó con la palma de la mano, dubitativamente, su barba descuidada—. No me arrepiento ni de un solo minuto de los que he pasado en el circo, y tampoco lamento dejarlo atrás. Me lo has regalado, así que siempre formaré parte de él —su sonrisa se desvaneció y sus ojos adquirieron una mirada seria—. ¿Quieres pertenecerme, Shaoran?

Él le apartó la mano de su mejilla y se la llevó a los labios.

—Ya te pertenezco. Te quiero, Sakura. Voy a pasar el resto de mi vida amándote.

—Eso no es suficiente —dijo ella mientras sus labios volvían a encontrarse—. Quiero más. Quiero la eternidad.

Las manos de Shaoran la recorrieron lentamente, con creciente intensidad. Desabrochó despacio los botones de su rebeca.

—Eres tan hermosa… —murmuró mientras sus labios resbalaban por el cuello de Sakura y encontraban la suave prominencia de su pecho. Sakura contuvo el aliento al sentir aquella nueva intimidad—. Estás temblando. Me encanta saber que puedo hacer temblar tu piel con mis manos —volvió a deslizar los labios hasta su boca antes de estrecharla en sus brazos—. Llevo tanto tiempo deseando estar contigo y abrazarte, sólo abrazarte… Ya no recuerdo el tiempo en que no lo deseaba.

Sakura se acurrucó contra él y exhaló un suspiro empapado de dicha.

—Shaoran… —murmuró.

—¿Um?

—No me has contestado.

—¿A qué? —le besó los párpados cerrados y luego enredó los dedos entre su pelo.

Sakura abrió los ojos y arqueó las cejas.

—¿Vas a casarte conmigo o no?

Shaoran se echó a reír, la tumbó de espaldas y depositó un largo y lento beso sobre su boca.

—¿Mañana te parece bien?

Fin


Que tal esta el final?

Se que es un poco corto pero no es culpa mía, decírselo a Nora Roberts por haber acabado aquí la historia. Para mí, y para muchas más personas se que pensarán.: ¿Y tanto rollo para esto? ¿Un besito, un par de caricias y ya?

Lo sé lo sé, pero esto es así.

Bueno y ahora no me entretengo más, solamente quiero agradecer a todas las personas que me han seguido desde un principio y me han permitido seguir con esta historia, que como ya sabéis no es mía, pero que me han dado la oportunidad de adaptarla.

Me gustó mucho su trama, aunque para ser sinceros no es una de mis favoritas, aunque creo que si la indicada para empezar en el tema de las adaptaciones. Es graciosa y entretenida, que para mí, tenía que ser lo principal.

Muchísimas gracias a las personas que me han leído, me han añadido en autores favoritos y en historias favoritas, y muchas gracias tambien a las personas que aparte de eso me han escrito reviews a lo largo del proyecto, como han sido:

ChOcOfReSaS, aridrack, Kendrix astrix, Pabaji, Cookie, Chika-Phantom-Li, Sake1, nathii07, inuki16dore, CCH.91226, sakurin li, Mininahermosa29, ChanneForsk, princesstarsandy, Emily Castro, saki-chan, DiAnItA LiNdA, sakurale27 y anyi-tan.

NOTICIAS

1 - El ángel de un Demonio: Capitulo 8 - Un nuevo amanecer (45%) Ahora me voy a dedicar completamente a acabar este capitulo.


Os agradezco todo y más, gracias por estar siempre ahí, dando una oportunidad a las personas que escribimos.

Hasta la actualización o nueva historia, vuestra devota amiga y escritora, Ravishing Girl.