Despertó sobresaltado para descubrir que no podía ver absolutamente nada. Intentó mover sus manos, pero descubrió que estaban fuertemente atadas a algo que parecía ser una silla…sí, estaba sentado en una silla y sus pies también estaban atados. No recordaba cómo demonios había llegado ahí…

-Parece que ha despertado nuestro querido prisionero.-Una voz desagradable dijo a su espalda.

-¿Quién eres tú, maldito bastardo?-No permitió que su voz mostrara inquietud, sólo frío enojo.

Unas risas que hicieron que se estremeciera seguidas de comentarios que no pudo entender por el bajo volumen de las voces de los hombres, no le anticiparon el golpe seco que recibió en la mejilla, que casi lo tumbó de la silla.

-No me hables así, Lovino. Al parecer Antonio no supo enseñarte una forma decente de hablar.-Dijo con un falso tono reprobador.

-¡Cállate, bastardo! ¡sácame de aquí ahora mismo!-El maldito sabía su nombre y conocía a Antonio, esto no pintaba nada de bien...

-Y sigues…Bass, tráeme la venda y la mordaza, este chico no sabe comportarse.

Lovino intentó ver los rostros de los hombres en la densa oscuridad, pero sólo distinguir unas figuras negras, al parecer encapuchadas, antes de que la venda cubriera sus ojos. A continuación, antes de que pudiera protestar, unas manos lo tomaron con rudeza y le pusieron la mordaza con brusquedad.

-Así está mejor.-Dijo el hombre con una risita que hizo que Romano se estremeciera.

Un dolor en el antebrazo hizo que intentara alejarse instintivamente, y hubiera caído de su silla de no ser porque el peso de un hombre detuvo el impulso.

-Tranquilo, sólo estamos dándote algo para que te sientas mejor. Es una aguja nueva, no te preocupes.

Su mente intentaba buscar una salida a la situación, pero no la encontraba. Tampoco podía pensar en quienes eran los bastardos que lo tenían, ni qué querían…tenía contactos con la mafia pero no se había encontrado en una situación así antes y no sabía cómo debía reaccionar. Recordó que Feliciano siempre lo llamaba antes de irse a dormir y que probablemente se preocuparía si no respondía el teléfono…o Antonio se preocuparía cuando no llegara a casa después de las compras… ¡sí! Eso era, por fin podía recordar algo…

Sintió que unas manos estaban desatando los amarres en sus extremidades, esta sería su oportunidad para intentar escapar entonces. Se mantuvo quieto hasta que sintió que era cargado hacia otro lugar. Escuchaba la voz de los hombres muy lejos, sus risas inquietantes, manos que recorrían su cuerpo, entonces movió un brazo torpemente hacia donde supuestamente debería haber estado el rostro del bastardo que lo cargaba, pero se sorprendió al notar que su cuerpo se sentía pesado, que su brazo sólo se había levantado unos centímetros, y que los malditos estaban riéndose increíblemente fuerte.

Sintió como su espalda se estrellaba contra una superficie dura y fría. Manos comenzaron a quitarle la ropa a tirones, y el pánico invadió su mente, provocando que sus brazos y piernas se agitaran pesadamente para impedirles el trabajo.

-¡Perra maldita! Trata de luchar de todas formas, su temperamento es tan malo como su vocabulario. ¿Qué le diste? ¿No debería estar inmóvil ahora?-Una voz grave preguntó con arrogancia.

-No te preocupes, en unos momentos hará completo efecto. ¿Escuchaste, mi querido Lovino?-La misma voz del bastardo que le había hablado primero habló en su oído.-Esta droga es maravillosa, adormece tu cuerpo, pero agudiza todos tus sentidos al máximo…

El miedo lo embargó cuando descubrió que estaba completamente desnudo. En un intento desesperado, atrapó la muñeca de un bastardo pero el golpe que recibió en las costillas hizo que se arrepintiera al instante. El dolor era agudo, se expandía como si floreciera en su piel, una sensación desagradable que jamás había experimentado a ese punto…y sabía que sólo era el comienzo.

Risas, fuertes e insoportables hicieron que soltara un quejido, entonces sintió cómo alguien había tomado su mano y ahora estaba tocando sus dedos con algo de metal. ¿Iban a cortarle los dedos? Pero obtuvo su respuesta cuando su uña fue arrancada de un tirón, provocando un grito apenas audible.

-Quizás sea rápido en hablar. ¿Crees que deberíamos interrogarlo ahora?

-No, vamos a divertirnos primero…

Otra uña siguió a la primera y el dolor era horrible. Intentó hablar, pero le era imposible gracias a la mordaza. Una mano, suave como el terciopelo, recorrió su rostro lentamente en una parodia de caricia, mientras otra uña era arrancada.

-Me pregunto si Antonio ya habrá aprovechado esta belleza.

Las palabras hicieron que se estremeciera. No, Antonio jamás había pensado en él de esa manera, sólo eran amigos, como un hermano mayor…

-Creo que no…Qué desperdicio entonces.

Los dedos siguieron vagando en su cuerpo, deteniéndose en lugares que jamás habían sido tocados por otros. Lovino no podía evitar intentar retroceder ante el asqueroso toque. Entonces otra uña le fue arrancada, o quizás dos…ya no podía llevar la cuenta.

-Señores, ha llegado el momento de diversión. Cada uno tendrá su parte, no se preocupen.

Vítores sonaron en toda la habitación, seguidos de risas y cuchicheos. Alguien separó sus piernas con brusquedad y sintió como era arrastrado al borde de lo que estaba soportándolo. Manos tocaban su cuerpo, y esta vez sí que un grito ahogado salió de sus labios. Sólo provocó risas. Su mente se quedó en blanco entonces, sintiendo como cada toque lo quemaba como fuego, y estaba seguro de que le arrancaban la piel cada vez que manos como garras tocaban su cuerpo.

Entonces sintió un insoportable dolor cuando alguien introdujo algo en su entrada con una fuerza brutal. Sus entrañas ardían por dentro, sus piernas luchaban por golpear al intruso, cada centímetro de su cuerpo deseaba que se alejara. Gemidos de dolor salieron involuntarios, y deseó abandonar su cuerpo cuando las embestidas siguieron en forma frenética, desgarrándolo por dentro.

-Es verdaderamente estrecho.-Dijo la voz del mismo bastardo que había dado por iniciado el macabro juego.-Adelante, toma su boca también. Les prometí esto.

Su cabeza fue movida hacia un lado con brusquedad y le quitaron la mordaza de un tirón. No le dejaron tiempo de hablar (y una parte de su mente agradeció eso, porque sólo habría rogado porque se detuvieran) cuando el miembro de alguien se introdujo en su boca. Su primer impulso fue morderlo, pero no tenía la energía para intentarlo. Sentía cómo lágrimas corrían por sus mejillas, por el dolor, por la humillación, y porque no podía pensar con claridad. El hombre lo tomó por los cabellos, obligándole a mantener un ritmo constante. Tuvo náuseas, pero fueron remplazadas por la falta de aire que le estaba produciendo…No podía respirar y eso le alegraba, no quería sentir que su cuerpo estaba traicionándolo cada vez que el hombre tocaba aquél maldito cabello rizado…sólo quería dejar de sentir…

Pero el hombre se detuvo antes de que el aire le faltara irremediablemente, llenando su garganta con aquél líquido caliente. Intentó escupirlo, pero antes de eso su cabeza fue echada hacia atrás con violencia.

-Trágatelo o no seremos suaves contigo.

Hizo como el hombre le decía. El dolor era insoportable, su cuerpo era movido sin piedad al ritmo que el bastardo había marcado, desgarrándolo cada vez más. Podía sentir como un líquido caliente fluía por sus piernas y estaba seguro de que era sangre. Estaba aterrado, nunca se había sentido tan vulnerable.

-Miren, parece que está disfrutándolo.-Una risa curiosa salió de la boca del maldito que había obligado a su boca.

Comenzó a tocar lentamente el miembro de Romano, traicionado vergonzosamente gracias al inconveniente rizo. Romano soltó una maldición y comenzó a temblar, presa de la humillación por la horrible traición de su cuerpo y lo que estaba sucediéndole. Escuchó su propia voz rogar porque se detuvieran, sus sollozos, sus gemidos de dolor…sintió el oscuro placer que obligaban en su cuerpo, que no superaba el dolor…Cómo manos seguían tocándolo, obligándolo a alcanzar el clímax…y cómo su mente parecía estar en cualquier otro lugar.

Lo último que escuchó antes de desmayarse fue su celular.

Antonio miró su celular, inexplicablemente preocupado. Sabía que Lovino podría haberse enojado por cualquier cosa y haber decidido volver a casa, pero no acostumbraba a hacer cosas así…jamás había hecho algo así. Era medianoche y sólo había ido a comprar algunas cosas antes, según le había dicho, no a desaparecer por horas perdiéndose el almuerzo y la siesta. No, definitivamente algo estaba mal.

Se dirigió a la casa de Feliciano, que probablemente estaba dormido, pero luego de llamar por unos minutos y descubrir que definitivamente no había nadie ahí, optó por llamarlo al celular, culpándose por no haberlo hecho antes.