Disclaimer: todo lo que reconozcan no nos pertenece. Tokyo Mew Mew es de Mia Ikumi y Reiko Yoshida (que suerte tienen T_T).

miley-nanami: ¡Hola! Somos dos las que escribimos este fic: miley-nanami (yo, y es mi primer fic) y Zakuro Pure (puedes encontrar el link a su profile en el mio :D). Este fic va a ser un Kisshigo, aunque aún no se note mucho xDD. Así que si no te gusta esta pareja, mejor que no lo leas. También habrá Taruto x Purin, Ryo x Lettuce, Mint x Aoyama y Zakuro x Pai. Además queremos invitarles al foro que hemos creado de Tokyo Mew Mew, el único que hay en español, así que es fácil de encontrar, aunque también tienen el link en mi perfil ^^.

Zakuro Pure: Hello! Esperamos que les guste :))). Creo que será un fic un poco largo, aunque tampoco va a tener millones de capítulos. Y bueno, ¡a leer!


Capítulo 1 Traición

La noche se cernía sobre la gran ciudad de Tokyo, pero aún así estaba repleta de gente. Las luces de los edificios, los carteles y los coches lo iluminaban todo y las personas iban de un lado a otro sin preocupaciones. Nadie se daba cuenta de que no sólo habían humanos a su alrededor. Una sombra se escondía entre las callejuelas, aprovechando la oscuridad para ocultarse y luchando por llegar a su destino sin ser vista.

Atravesó algunas calles más, maldiciendo el estado en el que se encontraba. Poco a poco, fue saliendo del bullicio de la ciudad hasta llegar a una zona residencial, donde unas pocas farolas iluminaban el lugar. No había nadie fuera de sus casas y esta vez no tuvo que ocultarse tan concienzudamente. Se plantó, entonces, frente a una casa igual que las demás, de dos pisos con la fachada blanca.

Una sonrisa escalofriante curvó sus labios y mostró sus puntiagudos dientes. Sus ojos azules, fríos como el hielo, se clavaron en una de las ventanas. La luz estaba apagada. Se arrastró hacia ella con dificultad. La distancia no era demasiada y, haciendo un esfuerzo, se teletransportó a su interior.

A la luz de la luna, pudo ver al muchacho que dormía plácidamente. Por fin lo tendría de nuevo a su merced, por fin recuperaría la fuerza que le había sido arrebatada. Se encaminó hacia la cama y se inclinó sobre el chico, mirando directamente a sus párpados cerrados. Quería que se despertase, que le mirara directamente para que supiera a quien pertenecía en realidad. Esperaría unos segundos y muy pronto empezaría a notar su presencia.

Vio como los párpados le temblaban por el movimiento rápido de los ojos y, acto seguido, se abrieron para mostrar unos ojos marrones, horrorizados ante la visión de aquel ser de mirada y sonrisa cruel.

—¡Tú!

—He vuelto.

OoOoOoOoOoOo

Una chica de pelo rojo oscuro con dos coletas caminaba alegremente por el centro de Tokyo. Ichigo Momomiya había quedado con su novio, Aoyama. Estaba contentísima por lo bien que les iba, sobre todo después de todo lo que había pasado. Ichigo era la líder de las famosas Tokyo Mew Mew, que luchaban para proteger la Tierra. Hacía ya tres meses que habían vencido a Deep Blue y tampoco había vuelto a saber de ninguno de los tres alienígenas que al final se habían cambiado de bando para ayudarlas. A sus otras amigas sí que las veía, ya que aún trabajaban en el Café Mew Mew.

Entonces se paró en la estación donde siempre quedaban y se sentó en un banco. Aoyama aún no había llegado, aunque lo normal era que él ya la estuviera esperando desde hacía rato. Algo nerviosa, miró el reloj y comprobó que ella había llegado tarde. Extrañada, decidió llamar a su novio, pero no contestó. Ichigo suspiró y miró a Masha, que colgaba de su móvil a modo de decoración.

—¿Le habrá pasado algo?

Masha le miró con sus grandes ojos rosas y pestañeó. Le rozó el dedo, intentando reconfortarla. Ichigo se acordó de aquella vez en la que Aoyama le había esperado durante horas bajo la lluvia. Entonces, miró a Masha con decisión. Aoyama lo había hecho por ella, así que ella lo haría por él. Por supuesto, le esperaría. Aoyama nunca la dejaría plantada; él no era así.

Sin embargo, las horas pasaron. Y Aoyama no apareció. Ichigo ya no se acordaba de las veces que le había llamado ni de todos los mensajes que le había dejado. Hacía ya cinco horas que esperaba y su reloj marcaba las 9 de la noche. Masha había tratado de convencerla para volver a casa con su vocecita robótica, pero ella lo había ignorado. De repente, los ojos de Ichigo se llenaron de lágrimas. Estaba muy preocupada por Aoyama, pero, por otro lado, una vocecita en su cabeza le repetía que Aoyama había pasado de ella. ¿Por qué, si no, no habría contestado sus llamadas? Algo desesperada, enterró la cara entre las manos. Cada vez que pensaba en marcharse, otra parte de ella le decía que se quedara. Que Aoyama aparecería.

Entonces oyó unos pasos cerca de ella, pero ni se molestó en levantar la cabeza.

—Ichigo.

Ichigo reconoció de inmediato la voz de Zakuro y se giró hacia ella, con las mejillas mojadas por las lágrimas. De pie, frente a ella, Zakuro la miraba con preocupación y la severidad que la caracterizaba.

—¿Qué te ha pasado? —Al ver que no le contestaba, prosiguió—: Tus padres llamaron al Café Mew Mew y Shirogane me mandó a buscarte. Es muy tarde y están preocupados. Vamos, te acompañaré a casa.

Aunque Ichigo se resistió al principio, no pudo evitar ceder ante la determinación de Zakuro. Por el camino, ya más calmada, Ichigo le contó lo que había pasado.

—No deberías precipitarte y pensar lo peor —le recomendó.

—Lo sé. Sé que Aoyama es un buen chico —sonrió Ichigo, algo más animada.

Se despidieron en la puerta de Ichigo y Zakuro continuó calle abajo. Ichigo recibió la regañina de sus padres nada más entrar por la puerta y, luego, se fue a su cuarto sin cenar. No tenía hambre. Esa noche no durmió bien.

Al día siguiente, Ichigo entró en clase con las energías renovadas. Seguro que Aoyama tenía una explicación razonable para lo que había ocurrido, así que decidió no deprimirse por ello. En el cambio de clase, hablaba con sus dos amigas, Miwa y Moe, y, como siempre, se dormía en clase por culpa del ADN del gato de Iriomote. Cuando por fin fue la hora del recreo, salió corriendo a buscar a Aoyama. Pero no lo encontró en ninguna parte del colegio. Finalmente, optó por preguntarle a uno de sus compañeros.

—¿Aoyama? Hoy no ha venido a clase.

El ánimo de Ichigo se apagó durante el resto del día y sólo deseaba que terminaran las clases para ir a buscarlo. Cuando por fin salió, se despidió de sus amigas rápidamente y después le llamó innumerables veces al móvil. Como el día anterior, nadie le contestó y, en vez de tomar el camino hacia su casa, decidió ir a la de Aoyama. Aunque todas eran iguales en el vecindario, la de Aoyama le pareció la mejor con aquel jardín delantero tan cubierto de flores. Se acercó a la puerta y tocó el timbre varias veces. Parecía que no había nadie.

Ahora sí que estaba preocupada. Tendría que buscar a alguien que supiera cómo encontrarlo y el nombre de su jefe resonó en su cabeza. Shirogane… Seguro que Shirogane sabría qué hacer. Empezó a correr en dirección al Café Mew Mew y, cuando entró por la puerta, casi asfixiada, todos se giraron hacia ella.

—Ichigo, ¿te encuentras bien? —le preguntó Lettuce.

—Necesito hablar con Shirogane. Aoyama está perdido. No lo encuentro por ninguna parte y no contesta.

—Se habrá ido con otra —comentó Mint con malicia.

—No puede ser. Purin sabe que Aoyama quiere mucho a Ichigo —respondió Purin con una amplia sonrisa.

—¿Seguro que no estás exagerando? —Zakuro arqueó una ceja.

Ichigo negó con la cabeza.

—No, tengo un mal presentimiento.

—Vamos al sótano —dijo Shirogane con expresión seria, que había estado escuchando desde la cocina.

El sótano, un lugar oscuro con una pantalla gigante y ordenadores por todos lados, era la base secreta de las Tokyo Mew Mew, oculto bajo el café donde trabajaban. Shirogane se sentó frente a uno de los ordenadores y empezó a teclear rápidamente, tratando de encontrar la señal de Aoyama por la ciudad. Las chicas estaban a su alrededor y el único que faltaba para completar el equipo era Akasaka, que se había quedado a atender a los clientes.

Shirogane frunció el ceño y a Ichigo no le pareció una buena señal. Se frotó las manos, tratando desesperadamente de tranquilizarse. Lo que había dicho era cierto; tenía un mal presentimiento, sabía que algo malo estaba pasando.

—No aparece por ningún lado —terminó diciendo Shirogane.

—¿Y eso que quiere decir? —le preguntó Lettuce—. No puede haberse ido de Tokyo.

—O eso o se ha esfumado sin dejar rastro. Ichigo —Shirogane se giró hacia ella—, ¿estás segura de que no tenía pensado salir de la ciudad?

—No. Me lo habría dicho si fuera así, aunque tuviera que hacerlo en el último minuto. Me habría llamado —contestó esta, negando otra vez.

Shirogane se quedó pensativo y, entonces, un ligero pitido proveniente del ordenador le hizo enderezarse y teclear de nuevo.

—¿Qué fue ese ruidito? —inquirió Purin con curiosidad.

Shirogane tardó un poco en contestar.

—Parece que el ordenador ha encontrado un rastro alienígena, pero es muy débil. Es el primero que registramos desde la batalla final.

—¿Puede ser que hayan vuelto? —aventuró Zakuro.

—¡Taru-Taru! —exclamó Purin con cierta melancolía. Echaba de menos a su pequeño amigo.

—La señal es muy débil para que se trate de ellos —aclaró, pasándose la mano por el pelo con gesto cansado.

—¿No le puedes seguir el rastro? —le apremió Mint, inquieta.

—En realidad, parece que ya no está aquí. Este rastro es de ayer y sólo puedo detectar los puntos en donde es más fuerte.

—¿Y dónde es eso? —Ichigo sentía que se le aceleraba el corazón. Temía lo peor.

Shirogane tecleó una vez más y el sitio exacto apareció ante sus ojos. Ichigo lo reconoció al instante. Era la casa de Aoyama.

—Aoyama… —logró decir antes de que el mareo pudiera con ella.

Zakuro y Mint la sostuvieron antes de que se cayera al suelo y la sentaron en una de las sillas del sótano.

—No puede ser… Aoyama… —Ichigo empezó a llorar, casi sin creérselo—. ¿Por qué? ¿Qué le habrá pasado?

—Tranquila, Ichigo, seguro que está bien. Él es fuerte —le intentó tranquilizar Lettuce, palmeándole la mano.

—Y no debe ser un alienígena muy poderoso —corroboró Shirogane—. Quizás no tenga nada que ver.

Pero Ichigo supo que no estaba nada convencido y que sólo lo decía para que se sintiera mejor. Era demasiada coincidencia, y más teniendo en cuenta que ya una vez Aoyama había sido poseído por uno de ellos.

—Ichigo, encontraremos a Aoyama, ¿verdad? —aseguró Purin, mirando a las otras.

Todas asintieron con seriedad. Por supuesto que lo harían.

De repente, los ordenadores empezaron a pitar y sonó la alarma. Masha salió de detrás de Ichigo y empezó a exclamar:

—¡Quimera animal! ¡Quimera animal!

Todos se volvieron hacia él, sorprendidos. Era la primera vez que aparecía una quimera animal desde que los alienígenas se habían ido. Shirogane les dio inmediatamente la dirección.

—Estan pasando cosas extrañas, pero ya nos encargaremos luego de eso. Ahora no hay tiempo. ¡Tokyo Mew Mew, adelante!

Las chicas asintieron e Ichigo exclamó:

—¡Mew Mew Strawberry! ¡Metamorfosis…!

Las demás siguieron su ejemplo y se transformaron.

Rápidamente, salieron del café y se apresuraron para llegar al parque que estaba cerca de la escuela de Ichigo. Cuando llegaron allí, una quimera animal les esperaba. Se veía que había sido una mosca, pero era mucho más grande, con ojos que se movían en todas direcciones y una boca llena de pinchos. Las alas hacían un ruido tremendo al volar.

—¡Por el futuro de la Tierra, estaremos de servicio! ¡Nya! —dijo Ichigo, como siempre decía antes de meterse en la batalla.

—¡Ribon Mint Echo! —exclamó Mint, atacando primero y haciendo aparecer un arco y una flecha.

La flecha se desintegró entre las alas afiladas como cuchillas del monstruo y lanzó a Mint contra el suelo. Antes de que Ichigo pudiera atacar, una voz hizo que se parara y la mosca aterrizó en el suelo dócilmente. Alguien se materializó al lado de la bestia. Llevaba una capa oscura que le cubría todo el cuerpo.

—Parece que todo sigue igual —se rió con sorna.

—¿Quién eres? —gritó Ichigo—. ¿Eres tú el que ha secuestrado a Aoyama?

—¿Secuestrado? Yo no diría eso —lentamente, empezó a bajarse la capucha y descubrió un rostro moreno de ojos marrones que Ichigo reconoció enseguida. Sin embargo, sus orejas eran extremadamente grandes y puntiagudas y el pelo negro le llegaba casi hasta el suelo. Sonrió, pero Ichigo no vio en aquella sonrisa al Aoyama del que estaba enamorada. En su lugar, le pareció reconocer a otra persona.

—¿Deep Blue? —su voz sonó incrédula. Las demás le miraron atónitas.

—No, querida Ichigo —su sonrisa se hizo aún más perversa—. Sigo siendo yo, Aoyama —Ichigo no pudo articular palabra—. Pero tienes razón en una cosa: mi maestro, Deep Blue, está vivo.

—¿Tu maestro? —inquirió Zakuro.

—Sí. Cuando mi maestro vino la otra noche, comprendí de qué lado debía estar.

—¿Pero cómo es posible? —Lettuce dio un paso hacia Ichigo.

—Pero Ichigo es tu novia —argumentó Purin, alzando los brazos como si no entendiera nada.

Para sorpresa de todas, Aoyama se carcajeó.

—No me hagas reír, niña estúpida —con un movimiento de su mano, levantó aire que hizo que Purin se cayera de espaldas.

A Ichigo le dolió su risa más que otra cosa y notó las lágrimas volviendo a sus ojos.

—Aoyama… —consiguió decir Ichigo con un nudo en la garganta—. Tú no eres así. ¿Qué estás diciendo?

—Lo has entendido perfectamente, Ichigo. Y, ahora, tengo que irme. ¡Quimera animal, adelante! —y Aoyama desapareció a la par que la mosca se abalanzaba sobre las chicas.

Ichigo no pudo hacer otra cosa que caer al suelo mientras oía los gritos de sus compañeras, luchando contra la bestia. Ninguna le pidió que les ayudara y ni siquiera se dio cuenta de que Mint se mantenía al lado de ella para protegerla. Ni de que Mint estaba casi tan triste como ella y que luchaba por no derrumbarse también.

Cuando acabaron con la quimera animal, ayudaron a Ichigo a levantarse y se fueron todas al Café Mew Mew. Tenían que comunicarle a su jefe las sorprendentes novedades, aunque seguramente ya se había enterado gracias a Masha. Pero Ichigo no se enteró de nada de la conversación, sólo pensaba en Aoyama. Estaba en shock. Ya ni siquiera lloraba.

Más tarde, cuando se recuperara, sus amigas le repetirían lo que habían hablado en el sótano: tendrían que pedir ayuda para averiguar qué estaba ocurriendo. ¿Acaso no habían derrotado ya a Deep Blue? A Shirogane sólo se le ocurrieron tres personas que podrían saber algo. O, más bien, tres alienígenas.


Esperamos que de verdad les haya gustado y que dejen reviews^^. Siempre es bueno tener la opinión de los demás, además de que suben los ánimos. Son como chocolatinas para los autores :D. Por supuesto, hay una razón por la que Aoyama se comporta así, no se ha vuelto malo porque sí ¬¬. Aún así… sigue siendo un Kisshigo :DDD ;).

Zakuro Pure y miley-nanami

(K)Kisses&Hugs(L) :DD