·Disclaimer: Los personajes no son míos.

·Advertencias: Semi-AU.

·Palabras: 3321.

·Claim: Rusia/Princesa Anastasia. Sí, la Romanov .3.

·Notas: Basado en el vídeo Polyushko Pole que Fresia-Neko tradujo hace muchísimo tiempo. Tengo el permiso para usarlo ¡gracias! Y, si quieren verlo, pueden ir a mi perfil y allí está el enlace. Otra cosa, esto es ANTIGUO...concretamente de abril del año pasado, así que desde ese tiempo a este...mi escritura ha cambiado mucho. Es más que notorio el cambio, sin embargo, debido a las exigencias de Nemipl, lo re-subo acá...sino, Nemipl va a matarme cuando duermo.

Hay más notas aclaratorias al final 83.

¡Disfruten!


·

De promesas que no tuvieron final.

·


"Cuando era pequeño, mis hermanas y yo veíamos el atardecer hasta quedarnos dormidos. Pero un día, yo desperté y ellas se habían ido…

Y entonces me di cuenta de que necesitaba tener a alguien conmigo y comencé, de forma inconsciente a buscar lo que me faltaba en las naciones y territorios que iba conquistando, mancillándolos con mi soledad y obsesión por volverme uno con ellos. Mi vida siguió así, durante siglos, hasta que la Dinastía de los Romanov presentó un nuevo zar: Nicolás II.

Y como siempre ocurría en mi tierra, Rusia se volvió a escribir en sangre y muerte con las revoluciones que Nicolás trajo consigo. Pero no me importaba, porque ellos lograron tener durante mucho tiempo a raya la soledad que sentía.

Pero faltaba algo, lo sabía, aunque desconocía que era.


{...}


Como siempre, la pequeña Anastasia de siete años se levantó con su sonrisa jovial, dando gracias por la existencia de un nuevo día y la oportunidad de seguir viviendo. Se vistió con un sencillo vestido y salió de su cuarto corriendo, totalmente fuera de la personalidad que una honorable hija de un Zar ruso debería tener y es que a ella no le importaba no comportarse como una princesita de cristal obediente y recatada. Era tan solo una niña y su único deseo era el de pasar ese día jugando feliz afuera.

Riendo, siguió corriendo por los pasillos, ignorando las miradas divertidas y algo molestas de las sirvientas al pasar por su lado. Total, ellos ya sabían que era la pequeña diablilla de los Romanov.

Se detuvo a mitad del pasillo, observando en uno de los grandes ventanales como en la otra ala del Palacio —separado con un extenso y bello jardín— un hombre observaba al vacío. Se acercó, curiosa y entrecerró los ojos, casi pegada a su propio ventanal para detallar con más claridad al hombre de enfrente.

Reconoció la larga bufanda y el abrigo. Su sonrisa infantil se agrandó al saber que ese hombre era Ivan.

Ella no sabía mucho de él, salvo que cuidaba a todo su hermoso país y que siempre andaba con una sonrisa agradable, casi tan infantil como la de ella misma. Pero, a diferencia de su persona, los ojos del hombre siempre tenían un aire de soledad que le inquietaba.

Y a ella no le gustaba verlo con ese aire de melancolía rodeándole.

Apoyó una mano en el vidrio, sintiendo el frío de éste, sin dejar de observar a Ivan ver con tristeza el jardín. Se preguntó en qué pensaría ese hombre.

De forma repentina, él levantó la vista y Anastasia estaba segura de que le vio, pues su mano se agitaba con pequeños movimientos, a modo de saludo. Ella le imitó y le sonrió de vuelta.

Y salió corriendo nuevamente, ésta vez rumbo a su habitación —habiéndose despedido con anterioridad de Ivan, regalándole una gigantesca sonrisa—. Dentro del cuarto se abalanzó al baúl que contenía sus objetos de diversión y hurgó hasta encontrar su amado block de dibujo. Se sentó en la dura cama de su cuarto y comenzó a dibujar, riéndose sola de la imagen mental que tenía de Ivan.

Cuando terminó, admiró el dibujo y nuevamente salió corriendo por el conocido pasillo, ignorando los regaños y los comentarios. Su sonrisa jovial de niña alegre destacando como un sol en su pequeño rostro, sus manos apretadas en su pecho, sujetando el block que contenía su nueva creación. Todo su ser vibró ante la ilusión de poder hacer algo por ayudar al ruso, por ver sus ojos brillar con la hermosa sonrisa que él siempre portaba en su rostro.

—¡Señor Ivan! ¡Señor Ivan! —exclamó sin dejar de correr, agitada, su largo vestido formando graciosos vuelos a su alrededor. Gritó hasta que logró que el hombre se girara hacía ella—. ¡Espere un segundo!

Obviamente, sobraba decir que sus modales de princesa estaban olvidados. Y como a ella poco le importaban, creía que a Ivan le pasaba lo mismo.

Anastasia logró llegar hasta donde Ivan y allí dejó que los segundos pasaran con lentitud —siendo observada todo el tiempo por él— para poder recuperar el aire y las fuerzas desvanecidas en su carrera. Ella levantó la vista y detalló el hermoso uniforme militar que el ruso llevaba. El verde oscuro contrastaba de forma hermosa con la nívea piel y el cabello —que por más que lo observara, no sabía identificar si era rubio o castaño claro—, detalló como los ojos violetas de él no perdían ningún movimiento suyo, interiormente se complació al ver que la melancolía típica se había esfumado para dar paso a una sana curiosidad. Su alma se iluminó al pensar que de a poco estaba avanzando.

—Señorita Anastasia —dijo Ivan haciendo una reverencia que a la pequeña hizo reír. Ella odiaba los formalismos—. ¿Qué sucede?

La mirada tan fija le hacía sentirse invadida, se sonrojó con violencia y bajó la vista hasta su croquera. Tartamudeó nerviosa que ella necesitaba entregarle algo.

Ivan sonrió y le dijo que podía entregarle lo que quisiera; Anastasia aún nerviosa —incluso su respiración estaba muy agitada y no era por el cansancio de haber corrido— apretó una última vez la croquera contra su pecho y lo extendió hacia él; murmurando bajito y completamente avergonzada que era un regalo de amistad. El ruso tomó el block y miró el dibujo y eso escasos segundos para la chica se convirtieron en milenios eternos.

—Soy yo… —murmuró sorprendido, con los labios curvados en una sonrisa. Anastasia levantó la vista, aún roja.

Y vio feliz —hasta el punto de querer saltar por el pasillo— como la sonrisa de Ivan subía hasta sus ojos, iluminando aquellas orbes violetas que tanto le gustaban.

¡Había logrado su objetivo!

—No es muy bueno —admitió jugando con su pie, haciendo círculos en la alfombra roja del piso—. Aún estoy aprendiendo a dibujar…

Ivan siguió mirando la croquera, donde se veía a sí mismo —de una forma bastante deforme, de hecho su cabeza era enorme comparada al resto de su cuerpo— sujetando un enorme girasol, incluso el fondo estaba adornado con un hermoso día nublado lleno de girasoles. Siguió sonriendo y Anastasia seguía esperando algún comentario respecto a su obra.

—Es hermoso, Señorita Anastasia.

El sonrojo de la pequeña princesa era tanto, que cualquier pensaría que estaba enferma de fiebre.

—Ahora debo de irme, pero cuando vuelva enmarcaré el dibujo para colocarlo en mi velador —dijo mientras le acariciaba una mejilla con dulzura. La chica cerró los ojos ante el agradable contacto—. Muchas gracias.

Anastasia lo vio darse la vuelta para seguir con el camino que ella había interrumpido y se quedó allí sola, aún con una sonrisa boba en el rostro y se llevó una mano a la cara, tocando la zona donde Ivan la había acariciado; aún estaba caliente y su corazón todavía latía desbocado.

—Tiene una sonrisa muy bonita…

Ese día Anastasia no dejó de sonreír durante todo el día.


{...}


Ella fue creciendo y de a poco la niña se convertía en una jovencita hermosa, aunque ella no dejó que demasiados cambios ocurrieran en su cabeza —sólo se permitió que su cuerpo creciera un poco— y cuál Peter Pan siguió manteniendo su carácter infantil, creando las mismas travesuras que hacía a los siete años y la misma vitalidad que hoy la tenían corriendo apurada a uno de los tantos jardines del Palacio.

—¡Señor Ivan!

Desde aquel día, hace siete años atrás, Anastasia se reunía con Ivan por las tardes, ella había crecido hasta tener diecisiete años, pero él seguía igual. Incluso la joven recuerda haberle preguntado a su padre, Nicolás II sobre Ivan y su eterna apariencia; al final, después de conversaciones eternas donde se mezcló la filosofía y la metafísica, explicaciones que no quiso darse la flojera de entender, llegó a la conclusión de que el hombre era inmortal. Como la misma Rusia. No es que fuera algo verdaderamente importante para la relación que tenía con el ruso, sólo le causaba curiosidad, seguramente una virtud que su infantil alma se había negado a abandonar.

Se saludaron como siempre, mostrando sus propias sonrisas al otro. Ivan con el tiempo —e insistencia permanente de la chica— había dejado de decirle Señorita con la formalidad típica que se le suele tener a alguien de la realeza y ahora sólo la llamaba Anastasia —incluso, una vez le dijo Ann, de cariño. Anastasia aún se sonroja con violencia cuando recuerda esa ocasión—, entregando en aquel nombre todo el cariño que le profesaba.

Caminaron entre las interminables alamedas del jardín, charlando de trivialidades y de las ocurrencias de la joven.

—Ivan, tengo algo que preguntarte —dijo ella de pronto, deteniendo su andar y dejando que un aura de tristeza y melancolía le rodeara. El ruso no tardó en detenerse para verla, aunque Anastasia tenía la mirada baja, avergonzada de la pregunta que osaría a hacerle—. Sé que no te gusta hablar mucho de tu familia, pero padre el otro día me mencionó algo de ellas. ¿Cómo era?

El viento sopló, un aire frío que traía la melancolía de Ivan les rodeó. Anastasia siempre sabía que el ambiente y el clima ruso se comportaba de acuerdo a lo que sentía Ivan; era algo extraño, pero a ella le parecía tan místico que le encantaba.

Se fijó en el rostro del hombre, éste volvía a lucir aquella tristeza de antaño.

Katy era buena conmigo, siempre me cuidaba, incluso me atrevería a decir que me sobreprotegía —murmuró, con la vista en el cielo, viendo un pasado que Anastasia desconocía y que anhelaba en secreto saber. No por la curiosidad, sino para poder ver la verdadera alma de Ivan. Ella le imitó y elevó la vista, admirando como las grises que anunciaban el fin del otoño y el inicio del invierno pasaban con tortuosa lentitud—. Y Natasha… Ella tenía una extraña fijación conmigo, pero…

Anastasia nunca olvidaría aquel marco, el rostro de Ivan lucía una sonrisa tan triste que su alma se desgarró solo con verle. No se atrevió a ver lo que expresaban sus ojos —aunque estos estaban ocultos tras su cabello, pues el viento soplaba adoleciendo aún más las emociones que reinaban allí—, estaba segura de que si lo hacía, lloraría de dolor, de pena por no entender ese pasado y por no poder haber hecho nunca nada para remediarlo. Aunque fuera imposible arreglar un pasado del que nunca fue parte.

—Las amaba mucho y siempre salíamos a pasear en las tardes. Hasta que un día ellas no llegaron a donde nos reuníamos…

No había necesidad de decir más, se sobreentendía.

Ella bajó la vista, adolorida. Pero es sabido que la misma verdad, por ser verdad te ataca causando dolor, pero a Anastasia a pesar del dolor que aquella confesión tenía, no se arrepentía de haberla preguntado, porque le unía más a Ivan.

Él, de forma repentina se acercó y acortó las distancias, envolviéndola en un abrazo quebrado y a la vez tan hondo, tan fuerte, tan significativo y expresivo de lo que nunca antes había experimentado, que se sintió abrumada por la cantidad abismante de sentimientos que los brazos de Ivan expresaban al cerrarse en sus hombros. Sintió como las lágrimas traicioneras escapaban por sus cálidas mejillas. La cabeza de Ivan se apoyó en su cabello y un estremecimiento que se asemejó a una descarga eléctrica le recorrió cuando él aspiró el aroma de su cabello.

—Ahora te tengo a ti, Ann —susurró despacio, como un soplo de viento primaveral. Ella se estremeció entre sus brazos, emocionada—. Las heridas del pasado siguen abiertas, pero tus manos las tapan, intentando cerrarlas.

A pesar de que su rostro estaba surcado por las lágrimas, su corazón estaba reventando de gozo auténtico. ¡Cuántas noches soñó afiebrada en ilusiones con aquellas palabras! ¡Cuántos deseos pidió a las estrellas caídas por alivianar el dolor enorme de Ivan! ¡Y todo se cumplía, todo, cuál profecía! Porque ella, veía en ese hombre a la persona que sostenía a Rusia en sus hombros y la ayudaba a salir adelante, para ella no existía la crueldad psicópata que escuchaba hablar de los extranjeros que se cruzaba en los pasillos. No, para ella Ivan era la representación del sacrificio del pueblo ruso para mantenerse en el mundo y por ende, él se merecía lo mejor. Se lo merecía todo.

Y ella le entregaría incluso su alma si Ivan se lo pedía, todo para hacerlo sonreír hasta los ojos.

—Yo siempre estaré para usted, Señor Ivan —agregó, aún ahogaba en llanto. Su voz rota en la felicidad que le permitía alcanzar el cielo más grande.

Se prometió, que costara lo que costara, se mantendría al lado de Ivan. Para toda la eternidad, para que él nunca más se sintiera solo.

No estaba juzgando a las hermanas del ruso, pero aún así, la pregunta del porqué rondo su mente durante unos segundos. Pero la olvidó, tan rápido como vino al verse atrapada nuevamente entre los brazos de Ivan.

—Es tarde y tu padre me regañará si hago que te quedes afuera hasta estas horas.

Ella sonrió, esforzándose por mostrarle y transmitir su innata alegría.

—Padre cree que aún debo dormir a las nueve —arrugó la nariz, presintiendo el regaño que no tardaría en llegar. Los brazos de Ivan subieron desde su torso hasta situarse en sus hombros.

—Mientras tu padre sea el zar, debes obedecerle.


{...}


Habían cosas que ella quería negarse completamente a entender.

—Ivan —llamó con calma, dejando de lado el álbum de fotos que veía con el hombre. Alcanzó a ver una ilustración de su madre bastante amorosa con su padre y separó la vista de las amarillentas hojas, centrándose en los ojos violetas—. ¿Por qué padre te ordena que ates a otros países a Rusia?

Ella veía desde hace varios meses (incluso se atrevería a decir que años, pero no estaba segura), su padre llamaba a Ivan a su despacho y éste le pedía que debía invadir países vecinos ¿Cómo era eso posible si los países vecinos eran amigos? ¿Para qué invadirlos? ¿Qué fin tenía todo ello? Preguntas como esas rondaban en su cabeza cuando a través del espacio que quedaba entre la puerta y la pared espiaba esas reuniones.

El hombre suspiró con pesadez mientras se acomodaba en el sillón donde estaban sentados, parecía meditar las palabras correctas.

—Porque ellos deben ser uno con Rusia, Anastasia —contestó con sencillez, casi de forma automática; tan pegado estaba a esas palabras que ya salían solas. Aunque nunca dejaban de ser significativas para él. Sonrió un poco al ver como los ojos de la chica estaban inundados en incomprensión—. Es algo difícil de entender, pero básicamente los países deben de estar con nosotros.

—¿A pesar de que los dejes llenos de sangre?

—Si no hay sangre no hay entendimiento. Aunque eres demasiado pura como para entender eso, Ann.

Y no se equivocaba, porque seguía sin comprender ese pensamiento. Le parecía absurdo el tener que atacar a un país para hacerte más fuerte. No tenía sentido, ninguno.

Pero la mirada de Ivan decía con claridad que ese tema debía de quedar allí. No se atrevió a seguir indagando, algo que había aprendido con los años era que cuando Ivan le decía con la mirada que no, es que era no. Aunque la espinita de la duda se quedó allí, pero ella intentó dejar que su voluntad le ganara a la curiosidad y volvió a tomar el álbum que descansaba entre las piernas de ambos.

—Has crecido bastante desde que esta fotografía fue tomada —dijo el ruso de pronto, asustando a Anastasia. Una ligera risa divertida salió de sus labios. Con sus manos eternamente enguantadas señaló la fotografía de la que hablaba—. Aunque sigues siendo igual en mente.

Ella se quedó mirando la foto donde su yo de siete años salía en las piernas de su padre, con los brazos estirados a la cámara fotográfica, su rostro completamente rojo por la vergüenza.
Ivan acercó su rostro al de ella y le besó la mejilla.

—Me gusta que seas así, Ann.

¡BOOM!

El Palacio entero se sacudió, desde sus cimientos, haciendo que el cuarto donde Anastasia e Ivan estaban se sacudiera con fuerza. Los gritos sorprendidos de la gente no tardaron en inundar los pasillos, repletos de duda y de miedo. Anastasia se levantó del sillón, asustada, al mismo tiempo en que lo hacía Ivan. Ella agarró la esquina de la bufanda del hombre, buscando protección.

Ivan la atrajo hacía sí, susurrando palabras de confianza para disipar el miedo que ella tenía. La joven, cuál niña pequeña asustadiza se abrazó al enorme cuerpo del ruso. Ambos, moviéndose despacio y dejando sus oídos coparse de gritos exteriores salieron del cuarto y se asomaron al pasillo, donde la gente corría de un lado a otro presa de sus propios temores; tanto grito había era imposible descubrir que decían. Esquivando a la masa miedosa de la servidumbre, lograron llegar al ventanal.

—No sé ve mucho desde aquí —musitó Anastasia, tocando el frio cristal con una mano, mientras la otra descendía hasta el brazo de Ivan—. Pero parece que afuera en la cuidad hay un incendio.

Desde donde estaban se veía al fondo cuál satánico cuadro, un atardecer rojo y negro, donde columnas infernales de humo se elevaban hasta el cielo, rompiendo con la calma de la gente. Alguien abrió una ventana cercana y los gritos de la prole se adentraron antes que sus emisores en los terrenos de los zares, declarando la guerra abierta a ellos. Entre las palabras las amenazas de muerte y sangre brillaban cual oro, atemorizando a la burbuja que vivía en el Palacio.

Eran los gritos de la Revolución de Febrero que enardecidos atacaban.

—Vuelve a tu cuarto, Anastasia —dijo Ivan con seriedad. Ella elevó la vista hacia él, la sonrisa del hombre estaba oculta bajo su mirada amenazadora—. Iré a ver qué ocurre afuera. No salgas de tu habitación.

Y se fue corriendo como alma que lleva al diablo.

Anastasia le obedeció y salió en la dirección contraria, los pasillos estaban vacios y una sombra de soledad y de miedo se tendía de forma monstruosa por todos lados. La familia del zar estaba recluida en sus propias habitaciones, la cabeza de familia estaba fuera, intentando viajar en tren para encontrar a su gente. Y la joven princesa estaba asustada.

—¿Qué hace que la gente quiera atacarse entre ellas? —preguntó a la nada, esperando una respuesta que nadie jamás ha podido responder con claridad—. La guerra ha ocasionado que Rusia se enoje consigo misma…

Ella no entendía, su mentalidad pura se negaba a entender los factores que provocaban las guerras y ahora la Revolución en su casa, sólo sabía que los enfrentamientos armados no eran buenos y que sólo conseguían la muerte y el odio.

Se asomó al pequeño balcón que su cuarto tenía, mirando casi hipnotizada el fulgor rojo y oscuro de las revueltas que ella desconocía. Las lágrimas cayeron por sus mejillas al momento que su corazón se oprimió con un dolor inexplicable. El dolor empático que sentía se debía a los clamores de la gente, quienes irónicamente querían su cabeza llena de sangre.

Pero ella no lo sabía y sufría por un dolor que quería matarla.

—Espero que el Señor Ivan se encuentre bien…

—Mis disculpas, princesa...

Se dio vuelta asustada, no había escuchado la puerta de su cuarto abrirse ni cerrarse y ahora en frente de ella había un desconocido que portaba una bandera roja en su espalda. Y un arma de fuego que le estaba apuntando.

—...Pero Rusia se levantará como un nuevo país.

Quiso hacer la señal de la cruz, de forma inconsciente, pero no alcanzó a terminarla cuando la crueldad de la Revolución de Febrero cayó sobre su pura alma, cegándola para siempre.

En su mente, sólo alcanzó a llamar a Ivan, pidiéndole perdón por no poder estar con él para siempre. Le había fallado.

No había cumplido la promesa de estar con él para siempre...


Notas aclaratorias:

Sobre Anastasia, me basé en la poquísima información que encontré por Internet (supongo que la pelicula de Fox también pudo influir, aunque no estoy segura) y todo es de su punto de vista. El final es sumamente obvio, pero lo dividí en dos porque la otra parte es la perspectiva de Ivan.

Por último, Polyusho Pole es una canción folclorica rusa escrita en la Guerra Civil del país, literarlmente significa Mi Campo. La del video es la versión de Origa (que es preciosa), pero si quieren buscar otra, les recomiendo encarecidamente la del Ejército Rojo, que simplemente, es estremecedora.

Otro tipo de aclaraciones, las hago en el otro cap, que si las pongo ahora, pierde el brillo(?).

Los comentarios se agradecen mucho (:

¡Gracias por leer!

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