El precio de nuestros errores.

Este FanFic lo escribí ya hace casi 4 años, fue la primera historia corta que hice y también con la que descubrí que el género dramático/Trágico es uno de los que más me gustan; sin embargo, me comía muchas tildes, no le daba tanta importancia a pulir toda la trama y la redacción era pésima. No digo que ahora sea como escritora la octava maravilla del mundo, sigo teniendo muchos errores y meto la pata cada rato, reconozco que como beta reader soy pésima, no porque no sepa poner tildes, pero sí porque a veces por más que reviso y reviso no encuentro errores, hasta que entonces pasa mucho tiempo, los vuelvo a leer y ya los veo jaja.

Cualquier error que vean, siéntanse libres de comentarlo para corregirlo.

Ahora sí, espero les guste el primer capítulo.

Como ocurría cada dos fines de semana, Motoki se encontraba despidiendo a su hija y aconsejándole que se portara bien con su madre. Desde que la pequeña Sayuri había nacido, hacía ya seis años, ésta vivía con Motoki y para ella no debería representar un trauma el que sus padres no vivieran juntos, ya que nunca había vivido con ambos, pero desde hacía un año en que Motoki había contraído nupcias con Wanda Nishimura, su pequeña hija le reclamaba que no se hubiera casado con su madre para vivir los tres juntos, como suelen hacer otros niños con sus dos padres

-Princesa por favor, pórtate bien y no hagas muchas travesuras.- Dijo Motoki a su pequeña, que era como un mini clon de su madre. Para su edad era una niña alta, de cabello castaño, las mismas facciones de Makoto, lo único que parecía haber heredado de él era el color azul de sus ojos.

-Sí, Otou-san, te voy a extrañar mucho.- Respondió la pequeña niña de manera cariñosa.

Motoki finalmente despidió a su hija con un abrazo y un beso. Su bella esposa también se acercó a despedirse de Sayuri, después, la empleada doméstica llevó a la pequeña niña Furuhata fuera de la casa donde su madre la espera. No es como que Motoki fuera millonario, pero afortunadamente en lo económico le iba muy bien, no tenía mucho tiempo que acababa de terminar la especialidad de Cardiología y trabajaba en el Hospital Metropolitano de Tokio, lo mismo que su esposa, quien era pediatra, así que bien podían darse algunos lujos, como tener empleada domestica y vivir en una buena zona en Tokio. Motoki se asomó por la ventana, viendo como su hija se reunía con Makoto en un abrazo. Desde que había ganado el juicio en que él se quedara con la custodia de Sayuri, nunca más la había vuelto a ver de frente ni a hablar con ella, se limitaba a verla por la ventana cada quince días, y cuando quería comunicarle algo, era su empleada doméstica quien hacía el papel de mensajera entre ambos.

-¿La extrañas?- Se sorprendió al escuchar a su esposa que lo sacó de su ensoñamiento.

Se sintió mal ante el cuestionamiento de Reika. Su esposa era una hermosa, exitosa y buena mujer que no se merecía que la sombra de Makoto estuviera siempre en medio de ambos. Le tenía aprecio, había mucho en común ya que los dos eran médicos, en la cama era muy buena pero la realidad era que se había casado con ella porque de alguna u otra manera le recordaba a Makoto. Físicamente se le parecía mucho.

-Por supuesto.- Respondió Motoki.- Como no extrañar a mi pequeña Sayuri.

Reika esbozó una sonrisa forzada. Así como Motoki fingía que el cuestionamiento que le había hecho era sobre Sayuri, así mismo ella fingía que no se daba cuenta de que aún amaba a Makoto. Reika lo amaba, en verdad que adoraba a su marido y a la pequeña Sayuri, pero más de una vez se había sentido arrepentida de haberse casado con él, de creer que con el tiempo ella le haría olvidar a Makoto.

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Makoto nada más ver salir a su pequeña Sayuri, sonrió y se acercó a ella, recibiéndola con abrazos y besos. Le dolía no poder ver a su hija tanto como quería, pero desgraciadamente, Motoki era muy estricto con los días de visita. No le permitía que se la llevara consigo los días que no estaban señalados en el calendario, ni que visitara su casa. Los fines de semana en que se la llevaba, tenía que soportar que la sirvienta de Motoki estuviera haciéndole constantes llamadas para cerciorarse de que Sayuri estaba bien a su cargo. No la consideraba una buena madre, y tenía que reconocer que era su culpa. Era ella quien había fallado como esposa y como mamá.

Desde que se había divorciado de Motoki, hacía seis años, jamás entonces le había vuelto a ver en persona. Sólo había visto una fotografía de él en la sección de sociales de un periódico en el cual se anunciaba que contraería nupcias. Aquel día, Makoto había llorado mucho al recordar sus errores. Al saber que lo había perdido para siempre.

-¡Okka-san, te extrañe mucho!- Exclamó la niña besándole las mejillas.

-¡Mi niña, mi pequeña hermosa, yo también te extrañe muchísimo!.- Respondió Makoto.- ¿Qué quieres comer pequeña, hamburguesas o pizza?.

-Se me antoja una hamburguesa con papas fritas, pero también quiero que me hagas sushi y un pastel de queso y cerezas, nadie cocina tan rico como tú.

10 años atrás.

Makoto, quien vestía el uniforme en color gris del colegio "Private Girls T.A.", se encontraba esa noche lluviosa afuera de una lujosa casa que se encontraba en una de las zonas más caras de Tokio. Las gotas de lluvia caían con fuerza del cielo, al igual que las lágrimas salían de sus ojos recorriendo sus mejillas. De vez en cuando volteaba a la casa paterna. Sabía que en cualquier momento podía regresar atrás pero no estaba dispuesta a pagar tan alto precio.

De pronto, miro el auto de Motoki estacionarse en la acera de enfrente, bajó del auto y al acercarse a ella la estrechó en un abrazo. Tenía mucho miedo de lo que iba a ocurrir en adelante, del futuro incierto, pero si Motoki estaba a su lado entonces se sentía más segura.

-¡Mi amor!…¿Qué tienes, porque tienes esa cara?- Cuestionó Motoki.- ¿Tus padres se enteraron de nuestro noviazgo?

Makoto se quedó pensativa por un momento, con los ojos fijos en su novio. Hacía exactamente ocho meses que lo había conocido gracias a una fiesta organizada en casa de Darien Chiba, el novio de su amiga Rei. Aquél día, Rei le había pedido que la acompañara a la fiesta de cumpleaños de Darien, ella se había negado poniendo uno y mil pretextos, pero la obstinada Rei Hino la había convencido diciéndole que se sentiría incomoda estando solamente con los amigos universitarios de su novio, por lo que finalmente Makoto había accedido. Esa noche había conocido a Motoki y también había sido la primera vez que tenía sexo. A las semanas de conocerse y de una vida sexual muy activa, él le había pedido ser su novia. Ella había aceptado. Durante esos ocho meses había sentido que viviera en un cuento de hadas, hasta que el cuento se convirtió en pesadilla cuando le tuvo que confesar a sus padres que estaba embarazada.

-Motoki…estoy embarazada.- Dijo la joven entre lágrimas.- Cuando se los dije a mis padres me corrieron, me dijeron que si no abortaba no me querían ver más en la vida. Tampoco quieren que me case contigo.

Motoki no se sorprendió mucho al saber que los padres de Makoto no le quisieran como yerno. Si bien los padres de su novia no eran millonarios, si vivían muy bien, podían darse lujos como tener a su hija en una escuela privada; en cambio él tenía que trabajar de mesero los fines de semana porque el dinero de la beca no era suficiente como para cubrir sus estudios universitarios y gastos extras.

Por un momento, al saber que sería papá sintió que se le cerraba el mundo, un hijo no era algo que estuviera en sus planes; pero asumió su nueva realidad. Se sintió culpable por sólo penar en él. Amaba a Makoto, de verdad que la amaba y no pensaba dejarla sola con aquel problema.

-Mako-chan. No llores, este no es el fin del mundo.- Le dijo Motoki mientras le sacaba las lágrimas- Te amo y te prometo que no te dejare sola. Tú y nuestro hijo estarán bien.

-¿No estás molesto?

-Asustado sí.- Respondió Motoki.- Pero sé que podremos con esto.

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Había pasado una hora desde que Makoto se hubiera reunido con su pequeña Sayuri, quien no había tardado mucho en decidirse por ir a un reconocido restaurante de hamburguesas que también tenía área de juegos para niños.

-¿Te puedo preguntar algo, Okka-san?- Preguntó Sayuri cuando terminó de comer lo último que quedaba de sus patatas fritas.

-Claro que sí pequeña.

-¿Por qué tú no vives conmigo y con Otou-san?... Muchos niños viven con ambos.

Aquella no era pregunta fácil de responder… ¿Cómo decirle a su hija la razón por la que ella y Otou-San ya no estaban juntos? Sabía que algún día, cuando Sayuri fuera grande lo más probable era que se enterara de la verdad. Le daba miedo que su hija la juzgara cuando un día se enterara del imperdonable error que había cometido, pero aún no era tiempo de explicar aquellos detalles a una niña de seis años.

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Motoki salió de la cama ante la desesperación de no poder conciliar el sueño. De nuevo la culpa y el remordimiento le impedían poder dormir, así que salió de su habitación para dirigirse al cuarto de estudio. Al entrar se sentó tras el escritorio, abrió uno de los cajones que siempre mantenía cerrados bajo llave y lo primero que miró fue una fotografía cortada a la mitad. En la fotografía él cargaba a un bebe rubio en sus brazos, lucia más joven que ahora, entonces era evidente que acababa de dejar la adolescencia. Aquellos tiempos solía estar agotado tanto por sus estudios como por el exceso de trabajo pero entonces no había rastro de amargura en su mirada.

-Kishiro.- Susurró en voz baja.

10 años atrás…

Al entrar a casa, tras un largo día en la universidad, Motoki se dirigió a la recamara que compartía con Makoto, donde se encontró con que Serena Tsukino estaba de visita en casa. Le estaba muy agradecido por estar al pendiente de Makoto y de su hijo que acababa de nacer hace una semana, pues no tenían tanto tiempo de conocerse.

-Buenos tardes Serena.- Saludó Motoki, dirigiéndose después a su esposa quien estaba en cama cargando a Kishiro que dormía en sus brazos.

-¡Los extrañe tanto!- Exclamó Motoki después de besar a su esposa.

-Y nosotros a ti.- Respondió Makoto.- ¿Qué tal tu día?

-Cansado.- Respondió Motoki.- Pero por ti y Kishiro vale la pena esforzarse.

-Verás que tan pronto pase la cuarentena me buscaré un trabajo.- Respondió Makoto.

-¡Claro que no lo harás!- Exclamó Motoki.- ¿Quién crees que cuidará de nuestro bebe entonces?... Además va a ser muy pesado cuando entres a la universidad.

-¿Universidad?... Por favor Motoki, eso no va a ser posible. Los planes de la universidad los voy a tener que postergar. Es mi deber ayudarte.

-Pero yo no quiero que dejes tus sueños de lado.- Dijo Motoki.- Buscare otro trabajo y tú iras a la universidad.

-Sera muy pesado para ti.

-Pero no será para toda la vida.- Dijo Motoki.- Algún día seré médico y entonces cuando pueda darte lo que te mereces sabré que este esfuerzo valió la pena.

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Al no poder dormir, Makoto se levantó de la cama y caminó hasta el tocador. El espejo le devolvió una imagen de su rostro. A sus 27 años aún era joven y hermosa, pero en sus verdes ojos se reflejaban el dolor y el remordimiento. Abrió uno de los cajones y lo primero que vio le hizo sentir un nudo en la garganta. Una fotografía en la cual Motoki y ella se encontraban sentados en un sofá. En la fotografía él la tomaba de la mano y cargaba a Kishiro.

Algunos años atrás…

Tres años después de que Kishiro naciera, las cosas no eran fáciles para el joven matrimonio Furuhata. En lo económico vivían muy apretados ya que sólo Motoki trabajaba. La relación de pareja también se estaba volviendo muy monótona. Cada día parecía siempre igual al otro; Motoki por las mañanas trabajaba medio tiempo en una cafetería, después de salir iba a casa a comer algo y rápidamente salía camino a la facultad de Medicina donde pasaba su tiempo. En cuanto a los fines de semana, tampoco los tenía libres pues solía trabajar en la barra de un night club y el tiempo libre era para estudiar.

Después de recoger a Kishiro, Makoto tenía que ir a casa para hacer la limpieza de su casa y despedirse de Motoki, que rápidamente llegaba a comer después de trabajar por las mañanas en una cafetería, para enseguida irse corriendo a la facultad de medicina.

Aquella situación, a Makoto se le estaba haciendo más difícil que a su marido. Él la había convencido de que no trabajara con el argumento de que alguien debía cuidar de Kishiro, pues aunque Rei se lo cuidaba por las mañanas, que era cuando Makoto iba a la universidad, el resto del día no podía dejarlo solo y las guarderías no eran baratas. En algún momento aquella situación se hizo insoportable, Motoki ya había perdido los detalles con ella, ya no le regalaba rosas, ya no le decía que la amaba y más de una vez tuvieron discusiones en las que ella le reclamaba que seguro debía estarle siendo infiel y él terminaba harto de hacerle ver que no era cierto.

Así, un buen día en que habían discutido, Makoto tras dejar al pequeño Kishiro en el Kinder Garden se fue a caminar por el centro comercial. Se detuvo de pronto frente a un aparador contemplando los preciosos vestidos de una tienda de reconocida marca y por un momento añoró las épocas en que gastaba el dinero que su padre le daba sin pensar en nada. Aquellas épocas en que no se preocupaba más que por verse linda las echaba de menos, aunque más añoraba al Motoki de sus primeros años de relación.

-¿Qué hace una mujer tan bella sola en el centro comercial?

Al escuchar aquella voz varonil, Makoto volteó a su derecha y miró a un apuesto hombre sonriéndole. Vestía de traje negro, usaba lentes obscuros y tenía largo cabello castaño. Se sintió alagada de que el dueño de aquella voz le recordara que era una mujer atractiva.

-Sólo miraba los vestidos.- Dijo Makoto.- ¡Qué pase buen día, señor!

Makoto se dio media vuelta para seguir su camino, pero entonces aquel hombre la tomó del brazo y susurró en su oído:

-Sí te gusta el vestido puedo comprártelo.

-No, muchas gracias.- Respondió Makoto ofendida.

-Espera, al menos permíteme invitarte a tomar una taza de café.- Insistió el joven.

-Soy casada.- Respondió ella.

El hombre esbozó una sonrisa que a Makoto le pareció demasiado sexy, invitándola a lo prohibido.

-Sólo te estoy invitando a tomar un café, preciosa.

Aceptar aquella invitación a tomar un café con Masato Sanjoi fue el principio de su más grande error, el cual le costó muy caro. A los pocos días de haberlo conocido empezó una relación con él a escondidas de Motoki, en la cual también estuvo incluido el sexo. Aquel idilio duró sólo tres meses, pues un día Masato Sanjoi le pidió que se fuera con él lejos de Tokio, dejando a Kishiro y a Motoki.

A Makoto la propuesta le había sorprendido, no esperaba que Masato quisiera tenerla a su lado como algo más que una amante, incluso Motoki, estaba volviendo a ser el mismo hombre apasionado y cariñoso de cuando recién se conocieron, nuevamente la estaba enamorando, y ella se sentía tan arrepentida, que había considerado en esos días hablar con Masato para ponerle fin a su relación. Ni loca pensaba abandonar a su adorable hijo ni al hombre que tanto amaba; pero aquel desliz con un miembro de la Yakuza le costó demasiado caro.

Notas de Autor: Primer capítulo terminado. Esta historia ya la había subido hace cuatro años pero le hice arreglos técnicos y le corté relleno innecesario. Sin más que decir, agradezco enormemente a quienes me dejaron sus valiosos review: Nick Rivers, Marina Quino, Mario, Llanca, Ana de Diamante, Wolfgang, Patty Ramirez, Arekusa-san, Lucely y Raven Tenoh.

Saludos y besos.

Atte:

Mademoiselle Rousseau.