El último vigilante

Primera Campaña

Calade

1

La peste


Aunque hubiese mandado a limpiar nuevamente las paredes y los pisos del hedor sanguinolento que emanaban, no conseguiría acabar con la pestilencia que rodeaba al lugar. Claramente, ésta era una de las razones por las que abandonaba los planetas que conquistaba evitando así todo contacto con la Muerte. El tufo de las paredes producía en él un malestar que nacía efervescente en sus tripas y se ramificaba hasta las sienes.

Vegeta siguió avanzando a través de las estancias iluminadas únicamente por las pequeñas lámparas de aceite que colgaban desde los vértices de las paredes con el techo, hacia una enfermería improvisada que vio morir a tanto herido envuelto en su propia sangre y que sólo terminó alojando al viejo rey. Aspiraba profunda y trabajosamente como queriendo calmar el dolor de la aguja rústicamente esterilizaba e hilo de una prenda desecha que atravesaban su piel. Vegeta intuyó que la pestilencia sería mucho peor que la de los pasillos y dando una gran bocanada de aire viciado entró en la enfermería respirando sólo por la boca.

—¿No debería coserte un médico?—comenzó el príncipe haciendo referencia al general que zurcía los colgajos de piel que caían sobre su espalda, herida resultada de una mala maniobra durante la batalla que días después de que una pequeña hemorragia comenzaba a sangrar pus.

—Me temo que ninguno soporta el olor—respondió el padre dando una sonora risa que fue luego suprimida por una nueva sutura.

—De todas maneras, no encuentro la razón que me retiene en este asqueroso lugar—dijo Vegeta cruzando ambos brazos sobre su pecho, exagerando una mueca aburrida.

El rey Vegeta se apresuró a darle un gran sorbo al licor que yacía a un lado con la intensión de disminuir la fuerza del dolor que quemaba su espalda. Tras una segunda probada comprobó que éste tenía un sabor más metálico al paladar del que acostumbraba consumir y que caía mucho más pesado en su estómago. Luego comprendió que el sabor lo adquiría al mezclar la hemorragia de su boca con el licor.

—Acabo de hablar con un soldado que logró escapar de la campaña de Calade, ha sido un completo desastre...—comenzó dándole una tercera probada al licor, Vegeta por su parte frunció el entrecejo, parecía saber hacia dónde se dirigía la conversación pero el padre no reparó en su actitud. —Desde un principio sabíamos que Calade no era un planeta de poderosos guerreros, por lo que fue extraño que pidieran refuerzos…

—Es un completo imbécil.

—Era—se limitó a corregir a su hijo. Se dirigió al general que comenzaba a tener problemas con su trabajo ya que la pus en un punto parecía brotar como una cascada, cargada de coágulos secos y trozos de hueso. —Vete—El general inmediatamente cortó el hilo enrollándolo en sus dedos y dejó el lugar lo más rápido que pudo. Vegeta, en cambio, se acercó a una ventana y abrió los postigos con la esperanza que el olor a putrefacción se difuminara un poco, indiferente al relato de su padre.

—Cuando quieras hablar de revolución, padre, tienes consejeros que estarían dispuestos a escucharte—dijo dándole la espalda a su padre, a ojos cerrados concentrado en el aire limpio que purificaba el lugar.

—¿Cuándo entenderás, Vegeta? Sólo bastaran un par de meses para que Freezer posea el poder de nuestro ejército y de nuestra gente sino hacemos algo.

—Freezer nunca ha sido un problema para mí y lo sabes. ¡Ya deja tus malditas revueltas! O verás lo que te sucede muy pronto.

—¿Qué insinúas, Vegeta?

—Creo que lo tienes bastante claro, padre.—Se dio media vuelta y se dirigió a la salida por el mismo lugar de donde el general salió. En ese momento mi transmisor empezó a perder la conexión, supuse lo que estaría a punto de pasar y de lo que atravesaría la ventana abierta. Por un instante se me pasó por la mente apagar el transmisor en mi oreja e imaginarme lo que pasaría luego, pero por más que supiera el procedimiento no podía saber con certeza lo que pasaría.

—Vegeta—la voz ronca del rey detuvo su andar, no supe en ese entonces el tono con el que lo pronunció pero me pareció haber escuchado una mezcla de frustración y congoja. —Sé lo que Freezer está planeando, hijo, ¿de qué lado estarás?

—Nos vemos, padre—El príncipe siguió avanzando, cerrando la puerta tras de sí. Siguió caminando por los pasillos, aún aspiraba la Muerte. Vegeta lo sabía, sabía que esa noche, la Muerte iba a por su padre. Entonces apagué el rastreador.


En aquella época en Calade, no habrían pasado más de dos estaciones y seguramente estarían en las primeras semanas de verano. Diminutas partículas de hielo caían sobre los soldados, sobre vastas regiones congeladas en las que no encontrarías ninguna planta que creciera normalmente, a excepción de unos tubérculos dulces que Bardock se metía en la boca para matar el ocio. La saliva endulzada bajaba por su garganta siempre que trataba de tragarse el nudo que se agrandaba cada vez que lo hacía también su ansiedad. Bardock vio interrumpida su solemne calma cuando su compañero comenzó a maldecir.

—Aún no entiendo qué uso le pueden dar a este planeta de mierda, nada crece aquí, sólo…la mierda.

—Será mejor que te calles, Tomma, al menos estás haciendo algo. Freezer sólo está siendo generoso con nosotros—dijo molesto, en esos tiempos era difícil encontrar misiones que los mantuviesen ocupados con alguna actividad, el planeta Vegeta estaba seco y se necesitaban los recursos naturales de otros mundos para abastecerlos y para que el caos no se desatara dentro de su pequeño imperio. Freezer siempre quería pequeños mundos que le ayudaran como pasaje al otro lado del universo, ya no le interesaban los recursos naturales y esa era precisamente la recompensa que ellos buscaban.

—Me cago en su generoso trasero—bromeó el soldado más alto, Bardock rió con la boca cerrada y dirigió su mirada hacia la inmensidad gélida. Todo en ese planeta era blanco y el horizonte se podía distinguir como una delgada línea azul, la única novedad en ese desierto helado era Tomma a su lado y la base a sus espaldas.

Cuando una pequeña luz centelleante apareció en el visor de su rastreador, Bardock agudizó su vista y comenzó a indagar en la información que le podía dar el aparato, accionando los botones para conocer el lugar exacto del visitante anónimo.

—No entiendo, pensé que ya no quedaban sobrevivientes—dijo Tomma mientras activaba el rastreador y lo dirigía hacia donde se detectaba la mayor cantidad de energía.

—No seas tonto, no quedan sobrevivientes—intervino el de la cicatriz, tratando de convencerse a sí mismo de que el aparato se había estropeado con el frío.

En cuanto se comenzó a delinear la figura de individuo, las tensiones se fueron calmando. El más alto de los soldados dejó su rastreador a un lado y chasqueó la lengua, molesto.

—Es sólo el viejo.

—No—comentó Bardock silenciosamente. —Hay algo mal en él.

—Está viejo y cansado, no hay nada malo en eso—dijo Tomma, pateando la tierra. —Voy al baño de señoritas, tú encárgate del anciano.

Bardock no le prestó mucha atención y comenzó a caminar con desconfianza hacia el ya anciano general Paragus. Mientras se acercaba, el de la cicatriz comenzó a ver el estado del anciano: sangraba copiosamente de un brazo y del ojo izquierdo, jadeante, se abalanzó hacia él buscando apoyo para mantenerse de pie cuando aterrizara. Bardock lo miró sorprendido.

—¿Quién te hizo esto, anciano? —cuestionó el soldado, ya no quedaban nativos con vida y las únicas amenazas en el planeta entero eran ellos mismos. Paragus tosió una mezcla de saliva y sangre.

—Algo terrible ha ocurrido—comenzó a hablar cada vez más agitado, la herida del ojo liberó un chorro de sangre, que lo silenció por momentos. —El rey ha muerto, tienes que irte ahora. Ve a nuestro planeta y diles a todos que Freezer…Freezer ha…

—No deberías hablar en ese estado, general—dijo de pronto el recién aparecido Zarbon. En cuanto Paragus lo escuchó, calló enseguida y Bardock tuvo la vaga idea de lo que pudo haber pasado: Paragus había sido el testigo del asesinato el rey y los hombres de Freezer eran los culpables pero no lograba entender por qué. — ¡Tomma! Quiero que vengas acá y lleves al general al tanque de recuperación—dijo Zarbon por su rastreador.

Enseguida, señor—la voz de Tomma se escuchó como un murmullo lejano que salía desde la oreja del general más cercano de Freezer.

—En cuanto a ti, Bardock, tengo una tarea para ti—comenzó el soldado de Freezer y Tomma apareció para cargar al anciano dentro de la base. —Quiero que entregues este mensaje a Dodoria, como estoy ocupado no puedo hacerlo personalmente y creo que Tomma puede encargarse de la base solo. Toma tu nave y ve hacia tu planeta, encontrarás a Dodoria ahí.

Luego, Zarbon le entregó un pequeño dispositivo que cargaría el mensaje y se retiró al interior de la base. En cambio, Tomma se quedó unos momentos más analizando a mi padre con detención.

—Ten cuidado, amigo mío, no confío en ese Zarbon.

Bardock miró un rechazo en dispositivo que sostenía con una mano y luego se inclinó un poco al general tuerto que yacía casi inconciente en los brazos de su compañero de escuadrón. Algo en ese hecho le traía recuerdos de un sueño que había tenido tres noches antes.

—¿Es el único tanque de recuperación en todo el planeta?

—Acaba de llegar esta mañana, Paragus ha tenido suerte esta vez—respondió Tomma con extrañeza y el de la cicatriz en el rostro asintió, decepcionado. Si era cierto lo que Paragus decía, entonces el tanque de recuperación había llegado demasiado tarde para el rey que había estado agonizando por días gracias a unas heridas que lo mantenían con las carnes expuestas. Quizás, el estanque había llegado convenientemente tarde. Nunca lo sabría realmente, o eso es lo que pensaba en ese momento.

Bardock se puso a la altura del anciano y lo encaró, dándole unos ligeros golpes en el rostro para que saliera del letargo y pudiera responderle. Tomma se dedicó a mirar solamente, no estaba entendiendo del todo lo que le sucedía al capitán del escuadrón.

—¿Qué es lo que me espera allá, Paragus?

—Tú deberías saberlo, Bardock, es a ti al que buscan las ánimas. A mi no me hablan—comenzó el general y su vista pareció nublarse, perturbando su poca concentración. Bardock lo tomó por los hombros visiblemente disgustado.

—¿Quién te ha dicho eso?

—No le hagas caso al viejo, está loco y muy malherido—dijo Tomma con ánimos de suavizar el carácter de su compañero y así poder caminar hacia la base para cumplir con su mandato.

Bardock, en cambio, observó el dispositivo que tenía fuertemente apretado en su mano, era redondo y bastante pequeño, y sólo se podía abrir por quien sabía la contraseña que anulaba su hermetismo. No tenía certeza de lo que podría contener de mensaje, esos dispositivos se solían usar para guardar información secreta pues los comunicadores de los rastreadores eran muy fáciles de intervenir. Quizás así fue cómo Paragus sabía que las voces de otra dimensión le daban mensajes ya que nos había comentado a Kakarotto y a mí la primera vez que se había desvanecido y soñado imágenes absurdas que ni él comprendía hasta que sucedían. Como era de esperarse, no le presté atención y él mismo comenzó a creer que estaba volviéndose loco al pasar tanto de misión y la poca noción del tiempo comenzaba a distorsionar su cerebro.

Ahora estaba confundido, mucho más que nunca lo había estado. Si era cierto que las ánimas le daban mensajes del futuro próximo, entonces ir a entregar el dispositivo a Dodoria era la peor idea de todas las malas ideas que había tenido en toda su vida. En cambio, si esto no era cierto, su cerebro estaba severamente dañado y la demencia espacial estaba apoderándose de él.

Quizás ir sólo para comprobar la veracidad de sus alucinaciones no era la solución más cuerda que tenía pero era la única que se le ocurría en el momento y esperaba que yo tuviera razón, pues según papá, soy el soldado más racional que él conocía.

Desde la sala de recuperación, Tomma vio el haz de luz que dejó la nave de su compañero y capitán del escuadrón cuando dejó el planeta y tuvo un mal presentimiento. Aunque a él no le hablaran las ánimas, sabía que ir solo a su planeta natal era peligroso para Bardock, pues era bastante sabido que el imperio de Freezer monitoreaba de cerca a los soldados saiyan que experimentaban saltos en su nivel de energía con facilidad e incrementaban su poder en poco tiempo para evitarse cualquier rebeldía del pequeño imperio de Vegeta, y Bardock era de aquellos soldados a los que Freezer solía eliminar.


Vegeta acarició el mango izquierdo del trono con sus dedos y comprobó que, a pesar de haber pensado que era cómodo, no era distinto a sentarse sobre una tabla. Resopló decepcionado mientras veía como la puerta principal se abría de par en par para descubrir a un individuo que parecía, comenzaba a convertirse en un miembro permanente de su guardia. El recién llegado curvó sus labios morados en una mueca divertida. Dodoria hacía esta vez de guardia y caminaba respetuosamente detrás del lagarto.

—Espero que esa mala cara no sea por mi llegada, mi querido Vegeta—dijo Freezer con fingida curiosidad, el aludido se limitó a resoplar y no respondió nada en concreto. Vegeta se apoyó la cabeza con una mano sobre el mango de su trono. —Te felicito, Vegeta, ahora eres rey.

—No es como si no hubiese estado planeado, Freezer, lo supe todo enseguida.

—Entonces tendré que castigar a mis hombres, se suponía que sería una sorpresa—dijo, luego se dirigió a Dodoria. —Dile a Zarbon que venga ahora.

Cuando el soldado robusto salió de la estancia con la dificultad normal de un obeso de piernas cortas, el nuevo monarca volvió a intervenir.

—No fue Zarbon, cuando vi a Paragus lo comprendí todo—contestó el rey mientras se levantaba de su asiento ostentoso, molesto. —La próxima vez que organices un golpe, Freezer, no uses a mis soldados.

—Mi querido Vegeta, Paragus trabaja para mí desde el acuerdo en Calade, ¿no lo recuerdas?—comentó Freezer fingiendo estar ofendido. —Él es un soldado de la Federación, al igual que tú.

El saiyan resopló encolerizado y exclamó sin ninguna clase de cuidado al lagarto: —¡Él es un saiyan!

Freezer frunció los labios, contrariado. Esta vez no tuvo la necesidad de aparentar molestia pero se mordió la lengua, con Vegeta el trato era visiblemente especial, tenía cierto cariño con el saiyan desde que el antiguo rey lo había ofrecido como soldado para sellar su alianza y así, se dio origen a la costumbre de llevar a los mejores saiyan a cumplir un servicio a Freezer por una cantidad indefinida de años. La ventaja era que esos ejemplares volvían al planeta Vegeta con muchas más batallas en el cuerpo y la experiencia que los destacaba por sobre sus compañeros de sangre. Esos soldados eran los llamados miembros de la Federación.

Cuando Vegeta se hubo tranquilizado, contempló al lagarto, esperando a que se fuera y éste, a su vez, plegó sus brazos detrás de su espalda y se dio media vuelta.

—La razón por la que vine fue porque te tengo una misión—replicó por fin pero calló nuevamente para reflexionar. —Hay un planeta en una galaxia al sur que posee vastos recursos naturales. El problema es que está poblado.

—No es distinto a nuestras demás conquistas.

—Me temo que sí, Vegeta. Su población está muy avanzada tecnológicamente y no quiero que se pierdan sus recursos por lo que no quiero que seas sutil, mata sólo lo necesario.

Vegeta gruñó y Freezer se dio vuelta nuevamente para encarar a su protegido.

—Ese no es mi estilo, usa a tus hombres si así lo deseas—dijo el rey y el lagarto sonrió.

—Oh, Vegeta. No te lo estoy pidiendo sin darte nada a cambio—dijo. El rey levantó una ceja confundido y Freezer se comunicó con un soldado que aguardaba afuera, tras una corta conversación, el lagarto apagó su rastreador y aguardó la llegada del soldado con el regalo para el rey.

Cuando un soldado irrumpió en la estancia, lo acompañaba un científico anciano -que era la cabeza de las investigaciones de Freezer- junto a una mujer rubia extremadamente hermosa y el séquito correspondiente de centinelas. Vegeta los miró con desgano y bostezó. El anciano se mostró temeroso y saludó al lagarto con elegancia.

—Señor Freezer, he terminado el prototipo que me ha pedido—dijo el científico apuntando a la mujer que no hacía nada más que mirar al frente como perdida. —Es el androide Número 18, nuestra más reciente adquisición y la más moderna.

—¿Un androide? No te parece que estás infestado de androides, Freezer, no sé por qué quieres más—comenzó el rey con aburrimiento y, dispuesto a retirarse del lugar, se incorporó de su trono.

—Este androide es tu regalo. Nuestros científicos la han desarrollado especialmente para ti, no la rechaces así—comentó el tirano fingiendo estar apenado, por lo que Vegeta se acercó a la mujer sin ánimo y la inspeccionó pero no se movió ni pareció verlo cuando estaba al frente de ella.

—No es más que una chatarra, no sirve—concluyó el rey.

—Rey Vegeta, es un androide, es una mujer a la que le han incorporado elementos robóticos. Es sumamente fuerte y le hemos dejado intactos sus órganos reproductivos para que le pueda dar herederos—dijo el anciano, Vegeta arrugó la nariz y señalo a uno de los centinelas para que le diera su rastreador. Cuando el rey se lo colocó en la oreja, el aparato no logró leer energía proveniente del androide, la expresión de Vegeta empeoró.

—No tiene energía.

—Es porque tiene una fuente de poder muy distinta a la que tienen las demás criaturas—comentó el científico y Vegeta se cruzó de brazos, si no tenía energía, pensó, no estaba viva.

—Entonces que haga algo—puntualizó el saiyan, irritado por el regalo averiado.

—Número 18, por favor—pidió el anciano y ésta pareció reaccionar por primera vez en esa estancia, volteándose hacia donde él y el rey estaban y se dobló en una pequeña reverencia.

—A sus órdenes, mi señor—respondió la rubia con voz chispeante y volvió a incorporarse, observó a Vegeta con sus ojos azules turquesa y éste apartó la vista. Luego, el guerrero se retiró de la estancia sin decir palabra alguna. El anciano que se secó el sudor de la frente con un pañuelo, si el rey no aceptaba a la mujer entonces su vida peligraba.

—No te quedes ahí, síguelo—susurró entonces el científico y el androide obedeció. El anciano respiró con más tranquilidad cuando su creación y el saiyan desaparecieron del recinto.

—Ese androide, ¿es leal, anciano? —preguntó entonces Freezer con desconfianza. El anciano asintió temeroso y el sudor colmaba su frente de nuevo.

—Totalmente leal.

—¿Incluso a su primer dueño?

—Absolutamente—confesó el científico, esperando a que fuera cierto. Estaba seguro que el androide Número 18 sería el último trabajo que haría para el lagarto, el primero dueño de la rubia. Freezer sonrió complacido. Si Vegeta no se mostraba indignado por la rubia y se dejaba seguir, entonces no habría problemas en que el rey se fuera de misión.


Cuando Bardock aterrizó en el hangar principal del planeta Vegeta, no esperó a que el supervisor llegara para que le ayudara a acomodar su nave personal en las escotillas de almacenaje y sólo corrió hacia la puerta de la salida, bajo la atónita mirada del supervisor que veía la pequeña nave de mi padre abandonada en medio del puente de aterrizaje. Bardock se dirigió al palacio a toda prisa, esquivando a los soldados y esclavos que iban y venían por las calles de la ciudad. Desesperado, tomó vuelo a la fortificación.

En cuanto llegó, esperó a que los centinelas de la entrada vivieran un momento de distracción para penetrar sin muchos problemas al palacio. Prefirió correr, pues así bajaba considerablemente la posibilidad de ser rastreado por los guardias y se dirigió directamente a la sala del trono.

Bardock había esquivado con facilidad a todas las almas que recorrían los pasillos del palacio; esclavos, soldados y científicos. Todos ellos habían pasado a un lado del soldado sin siquiera haberlo percibido pues éste se escondía hábilmente detrás de puertas y cortinajes. Todo lo que estaba haciendo ya lo había hecho, sólo que en un sueño, y se maldijo a sí mismo porque sus alucinaciones no se equivocaron al decirle exactamente lo que tenía que hacer para cumplir con su objetivo y éste no era exactamente hablar con Dodoria, sino que con alguien de su misma sangre, con su nuevo Rey.

Al doblar la última esquina, supo que llegaría a su destino y corrió apresurado a la sala del trono, si su sueño era cierto, entonces tenía que hacer algo distinto de lo que sucedía en él para cambiar lo próximo. Según las ánimas, antes de llegar se encontraría con Dodoria y después de eso, no podría hablar con Vegeta, pues lo llevarían preso por el mensaje que contenía el dispositivo.

La respiración de Bardock se convirtió en jadeo y un sudor fino le recorrió la piel como síntoma de su agitación. Se tuvo que recostar sobre la pared por su tembloroso estado y cerró sólo un ojo como un inútil intento para mantenerse alerta cuando una jaqueca posesiva le nublaba la vista.

En su visión, apareció un planeta azul y en él, una joven de cabello morado. Vio unas esferas doradas y un dragón, luego, todo se fue a negro. Su hijo menor, como un adulto, vencía a Freezer en un duelo y una minúscula voz comenzó a hablarle. No comprendió lo que decía ni tampoco de quién era esa voz pero marcó el fin de su alucinación y sus ojos le revelaron la realidad acuosa de donde estaba, de vuelta en el pasillo que daba a la sala del trono y a Dodoria a su lado.

—Vaya, vaya, pensé que nunca despertarías, salvaje—dijo el alienígena con una sonrisa, aguardando a que el soldado saiyan saliera del mareo de adivino. —Zarbon me avisó que vendrías, estaba esperando el mensaje—comentó el soldado de Freezer modulando la última palabra de manera enfática. Entonces, Dodoria se hincó a un lado del de la cicatriz, pues éste aún se encontraba debilitado por la visión. —Dame el dispositivo, Bardock. Así acabaremos con todo esto de una buena vez.

El aludido se limitó a mirarlo y cuando el bicho rosado le insistió el mandato, le escupió en la cara a modo de negación en espera de recuperar el habla para protestar.

—No recibo órdenes de extranjeros.

—Esperaba que dijeras eso, salvaje—respondió el alienígena y enseguida, lo tomó por el cuello y lo zamarreó un poco como para descargar tensiones, le golpeó en la cara y redujo a Bardock en el suelo, hasta que el dispositivo rodara por el suelo para detenerse cuando dio con el pie de la criatura rosa. Éste la recogió con una sonrisa en el rostro bajo la mirada nebulosa del soldado saiyan que ya no jadeaba sino que tosía.

—Disfruta ahora que puedes golpearme—dijo Bardock en cuanto recuperó algo de sus fuerzas y aliento. —No tendrás tanta suerte cuando esté lucido, lo juro. Te mataré. Te cazaré y te mataré—continuó vacilante el soldado herido por los golpes y por las visiones que lo paralizaban por minutos, en cambio, el soldado rosa rió para sus adentros mientras llamaba a un séquito de centinelas saiyan y alienígenas que no dudaron en levantar al soldado de la cicatriz sin tener el más mínimo cuidado para con sus heridas abiertas.

—Créeme, lo estoy disfrutando—le susurró cuando se acercó a su rostro sangrante. Luego, su tono se hizo más alto, para que toda la gente que iba a mirar el escándalo cerca de la sala del trono escuchara la sentencia. —Soldado Bardock, quedas arrestado por asesinar al Rey Vegeta y por conspirar en contra del Emperador Freezer. Pasarás el resto de tus días en prisión si es que la corte real decide dejarte con vida. Ahora, me pregunto…—continuó dirigiéndose sólo al soldado de la cicatriz. —Cómo le harás para matarme, Bardock—cuestionó con una sonrisa. —¡Llévenselo!


Editado. Editado.

Nota: Después de tres intentos fallidos de escribir esta historia y que fueron un completo desastre al momento de publicarlos, me tomé la molestia de idear una trama madura y coherente durante 6 años en conjunto con otra autora, Sybilla's song, -no fueron 6 años de corrido, 5 meses de uno, 4 de otro, etc.- y al fin pudimos crear una historia mucho más completa y perfecta de lo que había esperado cuando comencé a escribir la primera versión. Los títulos de las versiones anteriores aparecerán como título de algún capítulo por ahí, por si se acuerdan de quién era esta personita ;). En fin, esta historia contará con algunas modificaciones en los personajes, nada más para que existan en el argumento, sólo cambiaré su procedencia, no su carácter, espero. La razón de esto es que quiero alejarme del recurso de muchos autores de inventar mucho personaje suelto que le roban el protagonismo a los personajes originales de la serie. Además, contará con tres partes, que llamaré campañas, que corresponderán a tres historias de los reinados de Vegeta, Trunks y Bra.

Mi mayor defecto es que dado un momento del transcurso de la historia, dejo de publicarla, por lo que me molesté en escribir algunos capítulos más antes de publicar el primero y alargarme el plazo de escritura, ya que terminando las vacaciones, dejaré este pasatiempo de lado.

Espero que les haya gustado, porque a mi sí ;) RP.