Lamento la demora. Espero que les guste el nuevo capítulo.

Las advertencias de siempre, junto con una advertencia de pensamientos emos, emos y mas emos por parte de un personaje.

Ah! Y destrucción de la historia en su máxima expresión. Pido disculpas por ello de antemano.

Nada termina como empieza.

Amar ¿Qué era amar?, ¿Cómo se sabía que se estaba enamorado?, ¿Qué indicaba que se encontraba enamorado?, ¿Cómo nace, cómo se crea aquel sentimiento?

Inglaterra miraba por la ventana la lluvia caer fuertemente debido a la tormenta, suspira con cansancio. Al momento de despertar se había sentido perfectamente, más luego del baño su cuerpo comenzó a sentirlo débil nuevamente, supuso que era debido a la repentina y fuerte fiebre que le dio el día anterior. Aun se preguntaba por aquella misteriosa fiebre que llegó y se fue con una rapidez increíble… le gustaría decir que ya se había acabado, pero continuaba sin sentirse con las fuerzas necesarias para presentarse en el encuentro con las demás naciones.

Frunce el ceño con molestia, no le gustaba sentirse débil, no le gustaba tener que descansar y quedarse tranquilo. Lo odiaba porque le obligaba a pensar. Es en aquellos momentos en donde los recuerdos lo invaden y la soledad, la tristeza y el arrepentimiento llenan su mente en un confuso y doloroso torbellino de ideas.

Amar… la idea le aterra. Aún así cree haberlo hecho en algunas ocasiones. Quizás en cuatro ocasiones de su larga vida ha llegado a sentir que realmente ha amado. Y lo entregó todo por aquellas personas, les dio todo. Pero el resultado había sido tan doloroso, tan desastroso. Sólo dejándole recuerdos tristes de momentos que pudieron ser, que pudieron durar más, de calores y sentimientos que aún permanecen en su ser… pero sólo en su ser.

Al final sólo era él quien quedaba en este mundo y con estos sentimientos.

Alfred el grande había sido tal y como lo describían. Poderoso, valiente y con ganas de ayudar a su amada Inglaterra. Arthur no estaba seguro si lo había amado o admirado con todas sus fuerza. Incluso podía pensar que eran ambas cosas mezcladas en su pequeño cuerpo de ese entonces.

Estados Unidos había recibido aquel nombre en honor a Alfred el grande, Inglaterra tenía la esperanza de que esta pequeña y joven colonia tuviera las mismas fuerzas e ideales como la de aquel y maravilloso hombre.

Y Estados Unidos hizo honor al nombre… de otra forma y con otros fines. Pero logrando cumplir con lo que deseaba Inglaterra al colocarle ese nombre.

Alfred el grande siempre lo había tratado de la mejor forma. El sabía lo que Inglaterra era, él sabía para quien estaba peleando y Arthur no podía evitar sentir su corazón saltar de alegría cada vez que lo veía.

Si… fue feliz. Alfred le dio más felicidad de la que hubiese deseado o esperado. Lo ayudó, lo salvó y no dejó que nadie lo tocase mientras se encontraba con vida.

Cuando Alfred murió Inglaterra sintió como una pequeña parte de él también lo hacía. Sabía lo que era la muerte, la había visto tantas veces en lo que llevaba de vida. Pero esta había sido diferente. Había muerto una persona amada. La muerte siempre llegaría para los humanos y a su vez los humanos no vivirían mucho tiempo. Eran seres tan frágiles y tan poderosos a la vez, con sus días contados desde el momento de haber nacido.

Arthur odió sentir aquellos sentimientos, la tristeza y la pena de haber perdido a un ser querido.

Perder… Inglaterra no quería seguir escuchando aquella palabra.

Por mucho que algunos dijera que el Rey Arturo [1] era una ilusión, Arthur sabía que no llevaba este nombre por las puras. Había conocido a Merlín por casualidad, mas para el mago no existían las casualidades. Gracias a ese hombre pudo perfeccionar el arte de la hechicería, a conocer más a sus seres mágicos y los más importante de todo… conocer a Arturo.

Si, en esos tiempos Inglaterra sólo era Inglaterra, también fue llamado de otras formas antes de ser oficialmente Inglaterra su nombre, pero nunca se había puesto a pensar en tener un nombre humano, al principio no encontraba el sentido de aquello, pero después de la muerte de Arturo se agregó el nombre de Arthur para los humanos y como recuerdo de aquella persona tan amada. Ahora comprendía lo que un nombre podía significar y los recuerdos y valores que el mismo podía escondía.

Porque Arturo también lo había amado. Merlín ignoró muchas cosas en aquellos tiempos y les dejó expresarse libremente aquellos sentimientos.

Inglaterra se había entregado a un humano nuevamente, con la diferencia de que esta vez había sido en cuerpo y alma. Alfred nunca lo había tocado y estaba seguro de que nunca lo hubiese hecho. Pero junto a Arturo era una cosa diferente, su cuerpo era diferente y por lo mismo pudo comprender lo que era amar mutuamente, entregarse mientras se recibía el mismo sentímiento.

Pero nuevamente la muerte llegó a un ser querido, a un humano mortal, fuerte y noble. Joven y hermoso. Estuvo ahí cuando aquel cuerpo fue llevado hasta el lago, estuvo ahí para ver como aquellos ojos perdían su brillo para reunirse con la eterna oscuridad.

Lloró ante aquella muerte y siguió llorando hasta que Merlín lo encontró. Fue en ese momento cuando decidió mantener aquel hombre a su lado y ahora Inglaterra también se llamaba Arthur.

Y nuevamente aquella palabra regresaba a su lado. Pero esta vez Inglaterra se juró que nunca más la volvería a recibir. Ya no volvería a perder…

Elizabeth I era una mujer hermosa, fuerte y orgullosa de su nación. Le entregó tantas cosas, tanta sabiduría y amor. Habían sido días difíciles, con guerra por aquí y por allá. Mas para Arthur aquello era tan normal, llevaba tantos años vivo y en guerra que aquello ya no le importaba.

Luego de la muerte de Arturo ya nada le importaba y fue Elizabeth I quien le regresó a la vida, le dio nuevos sueños, nuevas metas y lo más importante: le dio el amor que tanto necesitaba.

La reina virgen le llamaban. Pero Arthur sabía… Si tan sólo ellos supieran.

Nunca había amado a una mujer hasta ese momento y no evitó amarla con todas sus fuerzas, dándole lo que necesitaba, entregándole lo que una dama añoraba. Y tal como con Arturo, se amaron en cuerpo y alma.

Se lo dio todo, tal como a sus antiguos amores. Y no se arrepintió. Elizabeth I murió, pero esta vez Arthur no se arrepintió. Lloró por aquella hermosa dama, mas con todo lo que esta le había entregado Arthur sabía lo que tenía que hacer y cómo seguir haciéndolo.

Su tercer amor se había ido. Ahora sólo quedaban sus recuerdos. Más por primera vez no sentía que había perdido algo.

La perdida la sintió después… mucho después. Cuando perdió a la fuerza lo que con pureza había amado.

Siguió mirando por la ventana tratando de olvidar aquellos pensamientos y luego luchando por ignorar los gritos de un invitado y la puerta siendo cerrada con fuerza. Trata de ignorar la voz que mueve su mundo sin que se dé cuenta.

No sabe lo que siente ahora, tiene claro que hay algo en su pecho en relación por cierta nación, pero no quiere seguir analizándolo. No quiere descubrir algo que le pueda perjudicar a futuro.

Amó a Alfred, a la personificación de Estados Unidos de América. Lo amó desde que lo conoció, de la forma más pura y sana que pudo haber sentido en su vida. No lo deseaba, sólo lo amaba ¿Amor y deseo no siempre van de la mano? Arthur descubrió que existían muchos tipos de amor y el amor por su colonia era una tan especial y pura que estaba seguro que nunca se rompería.

Y estuvo tan equivocado.

Su traición le llegó en lo más profundo de su ser. Destruyó lo que Elizabeth I con tanto amor le había ayudado a salvar, a renacer. Sintió como se hundía cada vez más en aquellos sentimientos oscuros y desesperados.

La perdida regresaba a su lado y esta vez no se marchó.

Perdida tras perdida su vida siguió girando. Perdida tras perdida el futuro le fue entregando. Antes de darse cuenta se encontraba solo en su isla, solo como cuando era niño, solo tal y como había despertado por primera vez. Pero no importaba, la soledad era debido a un deseo físico, lo físico te hacía querer más cosas y por consecuencia te hacía sufrir ante su perdida.

Tenía a sus amigos los cuales Merlín le había presentado y que con Arturo jugaban a altas horas de la noche y muy temprano en la mañana. Tenía a sus hadas a las que conocía desde su infancia y las que sólo él podía ver.

No necesitaba nada más.

¿Amor? Era una palabra demasiado fuerte, ilusoria y maldita. Era un sentimiento que te transformaba y te lastimaba. Era algo con lo cual ya no estaba interesado en seguir experimentando.

¿Para qué lo quería?

Giró su vista hacia la otra nación. Vio su gran sonrisa mientras le hablaba de cosas variadas, miró nuevamente hacia la ventana.

Inglaterra era como aquella tormenta. Fría, oscura y solitaria. Prefería mantenerse así por siempre.

Ya no quería seguir tampoco tenía más cosas que perder. ¿Cómo puedes perder algo que no tienes?

Definitivamente aquello era lo mejor.

Suspiró con cansancio. Realmente odiaba no hacer nada y dedicarse a sus pensamientos.

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Alfred se encontraba en una nueva reunión. Luego del desayuno había obligado a Inglaterra a que se quedara. Siente como algunos años se escaparon de su cuerpo ante el solo hecho de recordar aquella lucha. Arthur quería asistir a la reunión, fue tan terco, tan molesto, pero aun podía ver el rastro cansado debido a la fiebre y definitivamente no quería que el inglés tuviera otro desmayo.

Optó por la brillante idea de encerrarlo en la habitación para luego gritarle que llegaría con el almuerzo y que no cocinara nada.

Alemania había recibido una llamada de Inglaterra cuando Estados Unidos llegó a la reunión, sin más Alfred le explicó sobre le enfermedad de la nación mayor y de lo cabeza dura que podía llegar a ser. Alemania asintió luego de la explicación y así la reunión dio comienzo.

En aquellas horas Alfred se dedicó a pensar en alguna forma para conquistar a Arthur. Bueno, bueno… Tal vez conquistar era una palabra muy fuerte. Quizás sólo quería ver el modo de hacer que el e Inglaterra tuvieran más tiempo para compartir y si tenía suerte lograr que el inglés se fijara un poco más en el.

No evitó sonreír estúpidamente ante el solo hecho de imaginar a Inglaterra a su lado y compartiendo mas momentos juntos. Algunas naciones observaban al americano, más prefirieron no decir nada.

La reunión terminó sin mayor problema. Sin importarle la lluvia Alfred rápidamente se retiró para dirigirse a un McDonald's y comprar lo que sería el almuerzo para ambos, se encontraba empapado, pero no importaba. Con una gran sonrisa se dirigió hasta el cuarto de Inglaterra.

- ¡Arthur! – Gritó con fuerza mientras dejaba el almuerzo en la cocina. - ¿Inglaterra? – Se preocupó al no escuchar respuesta, mas se relajó al ver a la nación en la habitación, sentado cerca de la ventana observando la lluvia.

No evitó sonrojarse ante semejante paisaje y sin más comenzó a hablar sobre la reunión, entre otras cosas para tener una excusa más válida en observar al inglés.

Se sorprendió al no ver mucha reacción por parte de Inglaterra y casi se atragantó al ver aquellos verdes ojos observarle fijamente, sonrió con fingida tranquilidad para seguir hablando, pero luego se calló al momento de verlo girar nuevamente la cabeza y observar por la ventana.

- ¿Estás bien o te volvió de nuevo la fiebre?

- Estoy bien.

Vio a través del reflejo como Inglaterra cerraba los ojos, respiraba profundamente y luego se levantaba con la misma expresión de siempre. Como el Arthur de siempre.

- Espero que no me hayas comprado de tu comida basura. – Exclamó el inglés con molestia.

- Eh… - Alfred se puso nervioso y sólo se dedicó a sonreírle tontamente. – Es bueno para la salud.

Los gritos no se hicieron esperar.

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Últimamente Arthur se había sentido extraño. Cada vez que Alfred lo iba a visitar, el terminaba quedándose dormido. No entendía el motivo o la causa de aquel acto. La primera vez no decidió darle mucha importancia, mas cuando aquel sueño se repetía cada vez que al norteamericano lo visitaba la duda se hizo más fuerte.

Una vez les pidió ayuda a sus hadas. Luego de que Alfred se hubiese ido se acercó a estas en espera de una respuesta. Gran fue su sorpresa al ver las sonrisas divertidas de sus amigas sin recibir respuesta por parte de ellas.

Un baile, sonrisas, un canto y más sonrisas. El espectáculo fue maravilloso, pero se extrañó por el hecho de que sus amadas hadas no le dijeran algo en relación a su pedido.

"Bueno, si no dicen nada es porque no debe ser nada malo o importante"

Pensó con tranquilidad. Las hadas a su alrededor continuaron sonriendo, cantando y bailando adivinando sus pensamientos.

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- Esto sí es comida. – Expresó con orgullo el inglés mientras servía su comida en un plato. Alfred observó con asco el espectáculo.

- Yo más bien diría un buen intento por envenenar a alguien.

Inglaterra ignoró el comentario y se dispuso a comer de su comida. Alfred ubicado al frente y con ropas limpias ya que las anteriores habían quedado completamente empapadas, empezó a devorar sus hamburguesas entre otras cosas.

- Eres un cerdo.

- Bueno… bueno… es solo… - Estados Unidos intentaba explicarse mientras mantenía comida en la boca.

- ¡No hables con la boca llena! – Sólo provocó que el inglés se enojara aun más.

El resto del almuerzo estuvo tranquilo. Alfred le paso el termómetro para ver la temperatura. Arthur lo miró molesto, pero tomó el aparato y se lo puso donde debía. Una vez pasado el minuto se lo entregó al americano. Alfred ensanchó la sonrisa al ver los números.

- ¿Satisfecho?

- ¡Claro que sí!

Alfred no podía estar más feliz. Arthur ya estaba a temperatura normal y aquello definitivamente lo tranquilizaba mucho. Siguió sonriendo mientras veía al inglés lavar los platos y botar los restos de basura.

- Sabes. – Comenzó a hablar Alfred con tranquilidad y con la mirada fija en el inglés. - ¿Qué tal si salimos un rato?

El ruido de los platos romperse hizo que Alfred se congelara ¿Había sido mala idea? Arthur por su lado se encontraba perturbado ¿A qué diablos venía esa pregunta?

- ¿Perdón? – Ni siquiera se giró para enfrentarse al americano, sólo se concentró en sacar los pedazos de lozas para luego tirarlos a la basura.

- Pues… que salgamos a dar una vuelta. – Alfred seguía sonriendo, no debía arrepentirse de sus decisiones.

- No lo creo.

- ¿Por qué no? – Aquello sí que lo perturbó.

- No me apetece.

- ¡Vamos! Será divertido.

- ¡Que no!

- ¡Vamos Arthur!

- ¡No! ¡Ah!

En medio de la discusión el inglés se cortó. Alfred rápidamente se acercó a ver la herida.

- Déjame ver.

- Estoy bien.

Arthur se negaba a mostrar la herida y Alfred luchaba por verla. Al final el americano usando su fuerza acercó la mano del inglés para ver el daño. Había mucha sangre debido al lugar en el que se cortó, justo en la palma, era un corte largo, pero no profundo.

- Se ve horrible. – No evitó exclamar con sorpresa, provocando sin querer al inglés.

- No es tu problema. – Intento nuevamente sacar su mano, pero Estados Unidos no se lo permitía.

- ¿Tienes algo para limpiar la herida?

- No lo creo.

Sin darse cuenta Arthur estaba siendo tirado fuera del cuarto en dirección al cuarto de Alfred.

- Pero yo si tengo. – Exclamó el otro felizmente.

Arthur iba a decir algo, pero opto por mantener la boca cerrada, no tenía ganas de crear otra pelea, la verdad no tenía ganas de hacer nada el día de hoy.

Llegaron a la habitación del la nación más joven, Alfred sacó sus llaves y sin más entró, aun arrastrando a Arthur con él. Sentó al inglés en la cocina y sonriendo le dijo que le esperar mientras buscaba los materiales para cuidar de su herida.

Arthur lo observó alejarse para luego entrar a su cuarto, prefirió no seguirlo cuando comenzó a escuchar ruidos.

"De seguro el idiota tiene un caos en ese lugar" – Pensó con molestia, pero sin evitar sonreír con tranquilidad. Observó su mano herida, aun salía sangre y el idiota no le había pasado nada para tapar la herida. Con un suspira se levantó para luego dirigirse al lavaplatos y abrir la llave, puso su mano en el agua quejándose un poco con el contacto, observo fijamente la sangre fusionarse con el agua, aun escuchaba el ruido que la otra nación hacía.

- ¡Estoy a punto de encontrarlo! – Escuchó gritar al otro.

Cerró la llave y observó su mano, la sangre no quería detenerse ¿Qué diablos? No era una herida tan profunda.

- Necesito un té. – Susurró.

Comenzó a buscar en los cajones para ver si encontraba algo, Alfred continuaba batallando en su habitación, puso a calentar agua en un termo eléctrico y luego siguió buscando, en medio de su búsqueda encontró en una pequeña bolsa un polvo de color café, con curiosidad lo abrió y lo oloroso, tenía un suave olor a boldo.

- ¿Agua de hierbas? – No evitó hacerse la pregunta al aire ¿Alfred tomaba agua de hierbas de boldo? Esto sí que era una novedad y luego decía que no le gustaba tomar té o cosas por el estilo, era un idiota mas prefirió no pensar mucho en el asunto, era Alfred de quien hablaba, de seguro un día de estos llegaría a su casa comiendo alimentos árabes o algo por el estilo. A esta altura de la vida ya nada le extrañaba.

Sin importarle la reacción de Alfred por tomar un poco de aquel polvo se dedicó a preparar su agua. Una vez listo dejó la mano herida en el agua nuevamente, esta vez tomando de su recién preparado y amado líquido, se extrañó a sentir sólo el sabor del agua.

- ¿Le faltará azúcar? – Siguió bebiendo sin muchas ganas de moverse.

Mira Arthur ya encontré lo que buscaba. – Alfred hizo al fin acto de presencia luego de media hora de búsqueda.

- Me alegro. – Respondió sin mucho interés tomando un nuevo sorbo.

- ¿Qué bebes?

- Agua de hierbas.

- ¿Enserio? – La joven nación se acercó al rubio para comenzar a tratar su herida. – ¿Fuiste a buscarla a tu cuarto?

- Quite un poco de la tuya.

- ¿La mía? – Alfred levantó la cabeza sin comprender, aquello sólo causo que Arthur se extrañara y detuviera sus acciones de beber del líquido.

- Si… - ¿Por qué sus ojos comenzaron a pesarle? Apenas pudo levantar la mano para indicarle el lugar en el que sacó la bolsa, cerró los ojos y se dejó ir.

- ¡Arthur!

Alfred tomó entre sus brazos el cuerpo inconsciente del inglés ¿Qué había pasado?, ¿No se suponía que estaba bien?

- ¡Arthur! – Volvió a gritar.

- Alfred. – Estados Unidos se relajó al escuchar la respuesta, pero luego se percató que el otro continuaba con sus ojos cerrados, eso se parecía mucho a…

- ¿Qué agua de hierba tomaste?

- …

- ¿Arthur?

- Un polvo… olía a boldo y… - Alfred se asustó al escuchar aquello, rápidamente acomodó el cuerpo y lo dejó en la cama, luego se fue a la cocina para buscar lo que Arthur había tomado, para su mala suerte encontró la bolsa que Tony le había dado, se notaba que alguien había sacado de el. Tomó la bolsa.

- ¿Cuánto le abra puesto? – Volvió a preocuparse, no se necesitaba de mucho polvo para lograr su cometido ¿Sería muy malo para Arthur la cantidad que había tomado?, ¿Y si le daba fiebre de nuevo? – Oh mierda. – No evitó exclamar dirigiéndose nuevamente a su habitación.

Observó un momento al rubio, no quería verlo así ya no quería poder verlo dormir de esa forma con ayuda de ese maldito polvo, tampoco quería preguntarle cosas estando aquella bella nación drogado, pero cuándo podría hacerlo. Arthur tenía un carácter fuerte, demasiado fuerte para su gusto y por lo mismo era difícil conocer sus verdaderos sentimientos.

- Al… fred.

Se sorprendió al escuchar la voz del inglés sin tener que hablarle, notó como los ojos se abrían suavemente, pero no por completo.

- Al… fred… - Volvió a susurrar, en un tono casi de ruego, no evitó acercarse con rapidez.

- Aquí estoy Arthur.

- ¿Arthur? – La nación mayor giró la cabeza, no evito darle una mirada confusa.

- Tú no eres… Alfred.

- ¡Claro que lo soy!

- No… tal vez… - Arthur cerró los ojos con lentitud, para abrirlos nuevamente. – Pero no… Alfred… el grande.

- ¿Y quién diablos es ese? – Ahora sí que Alfred no comprendía, mas al ver como el otro comenzaba a sonreír, aquello le molestó. No tenía que haber otro Alfred que hiciera sonreír de esa forma a Inglaterra. – Yo soy el único Alfred que conoces… y claro que soy grande, es más podría llamarme Alfred el grande de ahora en adelante.

- No… - Susurró el otro suavemente, sin despegar su mirada de los ojos azules. – Alfred el grande es sólo para Alfred el grande. – Cerró los ojos.

- ¿Arthur?

- … ¿Si?

- ¿Quién es Alfred el grande?

- …

- ¿Quién es ese?

- Mi primer amor. – Aquello desconcertó al americano. Sabía que Arthur debió haber tenido otros amores, pero… bueno en realidad nunca pensó mucho del tema.

Se levantó confuso ¿Estaría bien preguntar más de la pasada vida amorosa de su ex-tutor? Aquello definitivamente no estaba bien, pero a su vez quien mandaba a Arthur a tomar de sus cosas sin permiso (Y claro que no contaba el hecho de que el siempre tomaba las cosas del inglés sin el consentimiento de este) Quería saber más de Arthur y tal vez este sería el único método para poder conocer a su amado. Tal vez le ayudaría a conquistarlo con esa información.

Se acercó nuevamente a la cama, sentándose al lado del rubio y "durmiente" inglés.

- ¿Cómo lo conociste? – Preguntó sin más.

- … ¿A quién?

- ¡Alfred!... ¡Alfred el grande!

- Alfred… - La expresión de Arthur cambio y aquella hermosa sonrisa fue rápidamente eliminada. – Esta muerto… no importa… no importa.

- ¿Cómo que no importa?, ¿No lo amabas? – Ahora sí que no comprendía nada. Se supone que ese tal Alfred era el primer amor de Inglaterra, y que además estaba muerto y este le decía que no importaba. Espera… muerto.

- ¿Era humano?

- Un hermoso humano… hermoso…. Hermoso humano…

- Un humano. – Alfred nunca había sentido algún interés por los humanos, los quería y todo, eran parte de sus tierras, de por si no existiría si no fuera por ellos, pero nunca se había interesado a tal modo de amarlos en algo más profundo y personal. Ahora que lo pensaba bien, Arthur siempre estuvo en sus pensamientos.

- ¿El… - Se mordió el labio sin estar seguro de preguntar aquello. – Lo hiciste con él?

- ¿Hacer qué?

- Ya sabes… hacer… - Por segunda vez maldijo el polvo ese. – Acostarte, dormir, entregarte.

- No… nunca me tocó, el sólo me vio como la nación que soy… era pequeño… - Arthur suspiró. – Pequeño… demasiado pequeño…

Alfred no evitó soltar un suspiro de alivio. ¿Por qué nunca le pregunto a Arthur antes de estas cosas?

- ¿Te has acostado con alguien?

- … Si… - Bueno Arthur tenía varios años así que no era muy probable que siguiera virgen, aun así no le gustó mucho aquello.

- ¿Con cuántos?

- No sé.

- ¿Los quisiste a todos?

- No…

- ¿Te tomaron… por la fuerza? – De seguro aquello sería imposible.

- La mayoría. – Alfred abrió los ojos ante la respuesta.

- ¿Te violaron?

- … si… - Arthur giró la cabeza mostrando su rostro molesto.

- ¿Cómo?... ¿Por qué?

- Muchas guerras… tratados… por estúpido… Nada importante.

- ¡Pero te violaron!

- Si… lo hicieron… no importa.

- ¿Cómo no va a importar?

- …

- Arthur… - Alfred se acercó al rostro del mayor.- ¿Cómo que no va a importar?

- Porque… - Arthur suspiró. – No pueden quitarme nada si no tengo nada.

- ¿Qué diablos significa eso?

- … No volveré a perder.

¿Por qué Arthur hablaba de aquella forma tan rara y qué se supone que no va a perder? El inglés a veces podía ser tan raro para sus cosas, pero aquello sólo lo hacía más especial.

- ¿Qué no perderás?

Arthur lentamente comenzó a abrir los ojos, enfocándolos en Alfred. Le sonrió con una tristeza nunca antes vista, una tristeza mezclada con resignación.

- Lo que queda… de mi corazón… - Arthur fijó su vista al techo. – Alfred el grande, Arturo, Elizabeth I y Alfred… nada volverá a lastimarme… nada… - Nuevamente fue cerrando los ojos mientras una solitaria lágrima se escapaba de su ojo derecho. – No volveré a sentir lo que es perder algo importante… nunca más…

El silenció continuó luego de aquello y Alfred ya no tenía ganas de hacer más preguntas. Lentamente se acercó al rostro del inglés para besarle. Sus labios se juntaron y de aquella misma forma el americano se retiró.

Había aprendido cosas nuevas de Arthur, pero ahora…

- ¿Qué piensas de mi Inglaterra?

No tuvo respuestas.

Continuara…

[1] Aquí en Chile lo tenemos identificado como Arturo, pero al fin y al cabo es el mismo nombre. xD

Inicio - 08 – 08 - 10

Termino – 11 – 10 - 10

Tendrán que disculparme por este capítulo, salió mi emo en su máxima, pero prometo que terminará de buena forma. Adoro cuando los fic son jodidos, pero terminana bien xD

Gracias por leer.

Cualquier cosa ya saben donde escribirme.

Nos leemos!