Ensayo y error: Destinos Entrelazados

Gabriel pensaba la mejor manera de hacer que Nathan desistiera de ir al viaje con ellos. Usó a Heidi y los niños; usó su campaña política; incluso usó a su padre fallecido, picando el orgullo que su hermano sentía por querer cubrir los pasos que Arthur dejó trazados para él. Nada funcionó.

- Me atrevo a decir que no quieres que vaya, Gabriel – Nathan dice fríamente mientras cenan.

- Te atreves porque sabes que es cierto – Gabriel contesta con molestia – Peter y yo ya teníamos todo planeado, y tu solo quieres arruinar la diversión.

- Quiero pensar que soy divertido – Nathan arquea una ceja.

- ¿En que planeta? – bufa Gabriel.

- Ay, ya basta – Peter interrumpe con tono resignado – no quiero un viaje con ustedes dos discutiendo. Para eso me quedo aquí. Si van a estar así, mejor no voy.

- ¡No! – dicen Nathan y Gabriel al mismo tiempo.

- Entonces cierren la boca y tolérense.

Gabriel no dice nada mas, pero ve de reojo a Nathan que también lo fulmina con la mirada. Ambos hacen grandes sacrificios por Peter. Incluso soportarse sin atacarse.

Por Peter, vale la pena todo.


- Domo arigato… domo…

Gabriel esboza una sonrisa cuando escucha a Peter. Está leyendo un diccionario para entender las palabras y aprender frases básicas.

- Ya déjalo Peter. Como diría Nathan 'el lenguaje universal es el mejor'.

- ¿El amor? – Peter dice con risa burlona.

- El dinero – Gabriel contesta seriamente – pero debes imaginarme con un palo metido en el trasero como Nathan lo tiene para que salga bien la imitación.

- ¡Gabriel! – ríe Peter – sabes que Nathan es un poco serio. No significa que tenga algo atorado por el cuerpo.

- Mira que no sabremos hasta que le hagas esa colonoscopía – Gabriel le guiña un ojo – igual y por ahí anda perdido el corazón.

Peter se ríe alegremente, pero poco después vuelve a su expresión seria, y ve con detenimiento a Gabriel.

- ¿Qué? – pregunta el chico después de sentir la mirada de Peter.

- Desde que tengo memoria, tu y Nathan nunca se han llevado bien. Yo soy el mas chico, lo lógico sería que ustedes se unieran para hacerme bromas o algo, pero nunca ha sido así… ¿Por qué?

Gabriel suspira, tratando de pensar la mejor respuesta para Peter. La verdad es que antes del nacimiento del menor de los Petrelli, Nathan y Gabriel se ignoraban. Cada quien con sus juguetes y sus cosas.

Las cosas comenzaron a tornarse competitivas y agresivas cuando Peter llegó. Gabriel no culpa a su hermano, de hecho para él fue una bendición. Dejó de sentirse tan solo en casa, y tenía a alguien con quien jugar. Pero Nathan era egoísta, y nunca quería compartir a Peter. Lo quería para él solo, y eso si que Gabriel no iba a tolerar.


- Mama ¿Por qué estas tan gorda?

- Está embarazada, bobo – Nathan dice con tono burlesco.

- Nathan, no trates así a tu hermano – Ángela regaña al niño – es que pronto vas a tener un hermanito ó hermanita, Gabriel, ¿Qué te parece?

- ¿En serio? – Gabriel siente un gran pesar. ¿Otro mas en esa casa? Si con Nathan era mas que suficiente, no necesitaba a otro como ese por aquí.

- Si, y ya verás, los tres serán muy felices – su madre promete.

- Yo ya no quiero otro hermano – Nathan se cruza de brazos.

- Ni yo – Gabriel lo apoya.

- La primera vez que los veo estar del mismo lado, y es para estar en contra de su hermanito mas pequeño – Ángela suspira – miren hijos, van a ver que este bebé va a hacerlos muy feliz.

- No te creo – Nathan enseña su lengua – eso dijiste la última vez.

Gabriel aprieta los puños con furia. Como odiaba que Nathan hiciera eso. Que lo hiciera sentir como un estorbo.

Los meses pasaron, y su mamá regresó después de una semana de ausencia con un pequeño bulto en brazos. Su hermano había nacido.

Nathan y él se vieron con curiosidad; aunque ambos estaban de acuerdo en que este bebé solo sería una molestia mas, tenía la duda de cómo se vería. Ángela les sonrío y los guió a un cuarto especial que fue hecho para su nuevo hermanito. Su papá, como siempre, estaba trabajando.

Al dejarlo en la cuna, Gabriel se paro de puntitas y vio el pequeño cuerpecito. Se veía tan indefenso…

- Les presento a nuestro nuevo Petrelli: Peter. Tenemos que cuidarlo muy bien, porque es especial.

- ¿Qué tan especial? – pregunta Gabriel con curiosidad.

- Mucho, Gabriel. Será la luz que ilumine sus caminos – Ángela sonríe – pero debemos cuidarlo, porque en ocasiones hará cosas que son peligrosas.

- Es un bebé – Nathan dice de repente - ¿Qué puede hacer que sea peligroso?

- Oh, Nathan… no tienes idea…

El teléfono suena, haciendo que todos volteen al pasillo.

- Enseguida regreso – dice su mamá, alejándose – cuiden a Peter.

Cuando Gabriel dirige su mirada de nuevo a su hermano, nota como se ha despertado con el ruido del teléfono. Cuando sus ojos miel se posan en Gabriel… siente un pequeño vuelco en su estomago. Mamá tiene razón, él es diferente. Es no es como Nathan, que es malo y feo. Es especial…

Lo que Gabriel no sabía es que al mismo tiempo, Nathan sintió lo mismo por su hermano menor. Una gran necesidad de protección.


- ¿Y bien? – pregunta Peter.

- Nathan y yo siempre hemos tenido ideas opuestas – explica Gabriel – y la verdad sabes que la única razón por la que admitimos que somos familia es Ángela.

- Es solo… es triste ¿No? – Peter dice en voz baja – tengo dos hermanos maravillosos, pero no se pueden ver ni en pintura. Siempre tengo que dividirme para estar con ustedes, cuando sería tan fácil que los tres conviviéramos… no sé, creo que mamá tiene razón. Deberíamos actuar mas como hermanos.

Peter no sabía que en ocasiones sus palabras tenían un gran impacto en Gabriel. Que era el único que podía hacer sentir culpable al chico, cosa que ni Ángela lograba. Y jamás pensó que por su actitud, estaba a la vez causándole daño a su hermano.

- Veo que ya te dieron hormonas en la escuela de Enfermería – se burla Gabriel para romper el momento de tensión.

- ¡Ay, cállate! – Peter lo golpea en el brazo – es en serio.

- Lo sé, pero debes admitir que es muy femenino.

- Eso me saco por querer que ustedes sean civilizados. Mientras no me manchen de sangre, entonces está bien.

- Prometo que seremos cuidadosos al respecto – Gabriel dice con calma.

Peter sigue practicando su japonés, mientras Gabriel suspira. Va a ser un viaje largo.


Hiro Nakamura siempre supo que había algo especial en él. Que estaba destinado a algo más que una vida de negocios como su padre quería. Lástima que sea el único que así lo cree. Observando su reloj, ve el segundero pasar marcando el tiempo en su aburrida y monótona vida. Como quisiera detenerlo… como quisiera congelarse.

Y el reloj se detiene. Hiro parpadea, viendo todo a su alrededor. Nada parece moverse… ¿Cómo era posible? Al ver el reloj, sigue detenido… y al poco tiempo sigue avanzando. ¿Qué habrá pasado? ¿Habrá sido su imaginación?

Hiro Narakamura siempre supo que había algo especial en él. Ahora solo tiene que decidir que hacer para cambiar su destino.


Nathan no esperaba ver a Gabriel afuera de su oficina, con cara de perro regañado. Siempre ha sentido una aversión por su hermano, sin embargo sabe que no tiene una razón lógica para ello. Incluso Heidi ha tratado de que hagan 'las paces' y traten de llevar una mejor relación. Sobra decir que no lo han logrado.

- Gabriel – saluda Nathan secamente.

- Nathan – responde Gabriel - ¿Podemos hablar?

- ¿Peter está bien? – se alarma Nathan, sabiendo que la única cosa que ellos tienen en común es su hermano menor.

- Si, está bien.

- Bien… pasa entonces… - Nathan deja que Gabriel pase por delante, sintiendo una punzada de malestar. ¿Por qué no podía tolerar estar con su hermano en la misma habitación? Algo debía tener mal.

- Gracias – Gabriel entra y toma asiento frente al escritorio. Nathan está tentado a preguntarle que quien lo invitó a sentarse, pero guarda silencio. Ahí estaba de nuevo esa necesidad de provocar al mediando de los Petrelli sin razón aparente.

Cuando Nathan toma asiento frente a Gabriel, analiza las cosas detenidamente. Gabriel no se parece a sus padres, tiene una personalidad difícil y en ocasiones parece sentir odio por él. Si, a Nathan le desagrada, pero odio es algo muy fuerte; no lo siente a la ligera. Sin embargo el ha notado que Gabriel lo ha visto como si quisiera que se evaporara. Que dejara de existir.

Gabriel era diferente… y para Nathan, no era un Petrelli. Claro que no diría nada a su madre o a Peter, pero él lo sentía. Dentro de él tenía la duda si Gabriel era realmente de la familia. No recordaba mucho de su niñez, pero el embarazo de su madre fue extraño. Nathan había visto que su estomago creció de un día a otro, y no lo dejaba tocarlo, a diferencia de Peter que su mamá les pedía a ambos tocar su vientre. Cuando nació, Nathan lo veía muy grande para ser un recién nacido, pero su madre dijo que era de complexión robusta.

Y cierto, Gabriel es alto, pero no es de complexión robusta.

Hubo un tiempo en que se dedicó a investigar si Gabriel realmente era un Petrelli. Llegó a un callejón sin salida con el certificado de nacimiento, y lo dejó de lado. Era mucho esfuerzo para probar algo que bueno, se supone es verdad.

- ¿Qué se te ofrece? – pregunta Nathan finalmente.

- Peter me preguntó que porque no nos llevábamos bien – dice Gabriel con franqueza.

- ¿Ah, si?

- Expresó que no le gusta tener que dividirse porque nosotros lo hacemos escoger – Gabriel parece molesto – se veía muy triste.

Nathan suspiró. Peter era tan noble, y es cierto, en esta guerra entre ellos pocas veces toman en cuenta a Peter y sus sentimientos.

- ¿Y que sugieres hacer? – Nathan pregunta, arqueando una ceja.

- Una tregua. Por Peter, vamos a llevarnos lo mejor posible en el viaje. No nos toleramos, pero los dos siempre hemos querido lo mejor para nuestro pequeño hermano.

- ¿Y crees que Peter pensará que es suficiente? Por lo que dices, él busca que nos llevemos mejor de manera habitual – Nathan frunce el entrecejo. Llevarse bien con Gabriel de por vida es una misión imposible.

- Tal vez aprecie el esfuerzo… no quiero arruinarle este viaje, Nathan. Quiero que se divierta, y tenga lo que ha querido: dos hermanos que no se atacan constantemente. Yo puedo hacer el esfuerzo, por él… ¿Puedes tu?

Nathan duda por un momento de que responder. Claro que puede, pero la pregunta aquí es si quiere hacerlo. Gabriel y él no pueden dejar de atacarse, es bien conocido que discuten y tienen demasiadas diferencias. Si años de terapia y una intervención religiosa no pudieron cambiarlo, ¿La propia voluntad de ellos será suficiente?

El mayor de los Petrelli está tentado a decir que no. Que vaya a hacerse el héroe con otra persona y que Peter no se va a creer semejante hipocresía. Algo lo detiene de hacerlo. Una pequeña punzada, como si eso fuera a romper algo que existe entre la familia Petrelli.

Después de pensarlo más, Nathan suspira. Peter siempre lo hace comprometerse en cosas que él no quiere hacer. Primero tener un perro y ahora esto.

- Está bien – accede Nathan – seremos civilizados en el viaje, y le daremos a Peter lo que siempre ha querido. Una familia feliz.

- Hecho – Gabriel se pone de pie, sonriendo – nos veremos, hermanito.

Al escuchar a Gabriel y verlo salir con su risa irónica, Nathan se pregunta si fue tan buena idea después de todo. Por alguna razón, sabe que esto va a terminar en desastre; solo espera no salir perdiendo con todo esto.