Había anochecido. Por orden de Sesshomaru, Rin y Jaken estaban recolectando algo de leña para la fogata. Jaken murmuraba para sí mismo y Rin corría sin quitar de su rostro la sonrisa perfecta. En un momento, se fue hacia el lado contrario de Jaken, en busca de unos últimos leños, cuando coincidió con Sesshomaru.

Estaba apoyado en un tronco a la orilla de un pequeño lago, mirando al cielo estrellado con su expresión seria. Rin dejó a un lado los leños y se le acercó a paso lento. Si bien, el demonio le daba una confianza interior increíble, siempre pensaba bien lo que iba a decirle, para no llegar a enredarse en sí misma, como lo hacía Jaken cada vez que le dirigía la palabra.

-Señor Sesshomaru…-Dijo la chica colocando sus manos en su espalda y bajando la cabeza para ver como sus pies jugaban.

-¿Qué sucede Rin?-Preguntó el demonio dirigiendo su mirada levemente a la aludida.

-He estado pensando… ¿qué pasará cuando usted logre lo que quiere?-Dijo la niña topando su oscura mirada con la dorada del youkai.

-¿A qué te refieres?-

-Es que… he visto como usted se ha hecho mucho más fuerte que la primera vez que lo vi, y cada vez que viajamos tiene esa mirada de determinación, que ni con los más conflictivos se le quita. Pero, cuando usted sienta que ha cumplido todos sus objetivos, ¿qué planea hacer?

Sesshomaru se acomodó mejor para enfocar completamente su mirada dorada en Rin. Se estaba acostumbrando a las preguntas de la morena, de la misma forma que estaba acostumbrado a evadirlas obligando a Jaken a responderlas, ya que algo le impedía internamente dejar con la duda a la chica.

Pero ahora no podía hacer lo mismo. Era una pregunta que estaba directamente relacionada con él, que ni con el mejor de sus esfuerzos Jaken podría responder. Aunque era una pregunta que se hacía diariamente, sentía que era bastante complicado explicárselo a (quien siempre consideraría) una niña. Además, creía saber el por qué de la pregunta y eso lo molestaba (en realidad le apenaba, pero eso jamás lo admitiría en público).

-Supongo que cuando eso pase, me radicaré en un lugar definitivo acorde a mis gustos, Rin. Aunque todo lo que conlleva eso todavía no lo comprendas.-Dijo Sesshomaru dando como terminada la conversación.

Rin bajó nuevamente la mirada, murmurando un "quería saber que haría conmigo en ese entonces" muy bajito. Pero no lo suficiente para que los oídos del youkai no lo escuchara. Soltó un leve gruñido. Lo sabía, eso se lo esperaba. Los humanos eran predecibles.

-Nunca has estado amarrada a mí, Rin. Nadie te ha obligado a acompañarme. Si cualquier día quieres irte, nada te lo impedirá. No es necesario que cumpla mis objetivos para que pase eso.-Dijo Sesshomaru claramente molesto.

-¡No lo digo por eso, señor Sesshomaru!-Gritó Rin con lagrimillas en los ojos.-Mientras estuve en esa aldea, pude aprender de las hierbas, y yo le preguntaba aquello porque quería quedarme todo el tiempo posible con usted para cuidarlo. Pero si yo le molesto, sería mejor que me separara de usted y del señor Jaken.

Sesshomaru se levantó del suelo, sin dejar de mirar a Rin (tanto por la diferencia de estatura como por que ella lloraba cabeza abajo). Había cambiado de opinión: los humanos no era predecibles, o a lo mejor, eran específicamente las humanas.

Prometiéndose a sí mismo no hacerlo nunca más en lo larga que era su vida, deslizó su mano hacia el mentón de Rin para levantar su rostro. Se le hizo un nudo en el pecho al verla derramar lágrimas, así que con sus dedos las quitó del rostro de una impresionada Rin. ¿Qué? Si los humanos no eran predecibles, los demonios lo eran mucho menos.

-No soporto verte llorar, Rin.-Dijo el youkai en un suave susurro.-Además, no te he dicho que quiero que te vayas, sólo que tu puedes hacerlo cuando quieras…

-¡Rin aprecia mucho al señor Sesshomaru y no quiere alejarse de usted!-Interrumpió la chica abrazando al demonio por un lado (era lo que alcanzaba del alto youkai).

Sesshomaru detuvo la respiración al sentir los pequeños brazos que intentaron rodear su cadera. La oleada de paz que emergió de las manos de Rin lo impresionó tanto como lo asustaron. Pero a Rin lo la alteró, si no que se separó de él con la una de sus mejores sonrisas y volvió a coger los leños para hacer la fogata, en silencio.

-¡Amo Sesshomaru! ¡Amo Sesshomaru! La mocosa Rin se perdió en el bosque. Iba a mi lado, pero de un momento a otro desapareció. Pero no fue culpa del pobre de Jaken, amo bonito.-Gritó Jaken apareciendo por un lado de los árboles.

El pequeño demonio llegó agitado frente al youkai y se deshizo en disculpas. Cuando volvió a mirar hacia arriba vio como Rin seguía en su labor con los leños. Suspiró exageradamente y miró a su amo para ver como sus labios se curvaban en una sonrisa leve.

-¡Amo Sesshomaru! ¿Qué fue lo que hice? ¡No sonría! ¡No es bueno! ¿Quiere que haga algo para que deje de sonreír? ¡Apuesto a que el amo bonito está así por la pena de Jaken.-Dijo el demonio corriendo de un lado a otro con desesperación.

Rin, para cuando vio la cara del youkai, ya no había sonrisa. Volvía a estar sentado y afirmado al tronco del árbol. Buscó dos piedras para comenzar el fuego que los acompañaría esa noche. Porque aunque él no lo quisiera, siempre iba a estar acompañado.

Se lo había prometido a sí misma.