Disclaimer: los personajes y la historia no me pertenecen. Los personajes son de Rumiko Takahashi y la historia es de TouchofPixieDust, yo sólo traduzco.

Una Flecha

Se arrodilló junto a su cuerpo, la flecha que había arrancado de su pecho hacía solo unos momentos estaba sujeta en sus sangrantes manos. Su sangre.

No hubo ninguna sarta de maldiciones, no hubo lloros o bramidos, sólo una callada orden mientras recogía el cuerpo de la chica entre sus brazos y la abrazaba contra él.

—Vete. Si te vuelvo a ver, te mataré.

No era una amenaza, y yo lo sabía. Era una promesa.

Vi cómo el medio demonio con orejas de perro llevaba a mi reencarnación hacia la aldea. No miró ni una vez atrás.

Extrañaré los encuentros con Inuyasha. Siempre recordaré los poco frecuentes abrazos y el único beso que le robé. Él me recuerda a cuando estaba viva.

Aunque lo cuidé una vez, nunca amé de verdad al hanyou, no de la manera en que esa chica del futuro lo hace. A ella se le permitió. Para mí el deber había sido más importante, había sido el foco de toda mi vida. Finalmente vi al malhumorado demonio perro como vía de escape a mi destino como la maldita protectora de la joya.

Me río sin humor. El destino se había encargado de que mi papel como la protectora de la perla de Shikon hubiera, ciertamente, terminado, pero en vez de serme concedida la vida de una mujer normal, había sido asesinada. Asesinada, luego traída de vuelta a la vida en un cuerpo hecho de barro y huesos, viviendo con una parte prestada del alma de mi reencarnación, forzada a tomar las almas de doncellas muertas para seguir con esta miserable vida.

Así, definitivamente, no es cómo me había imaginado que sería mi vida.

Finalmente el rojo del traje de rata de fuego de Inuyasha desaparece de la vista. Él tampoco me amó de verdad, no de la manera en que ama a esa chica, a la que disparé con mi flecha sólo hace unos minutos. Kagome.

La chica no había rogado por su vida mientras estaba de pie enfrente de mí. No había maldecido ni gritado. Simplemente se había quedado allí de pie. Allí de pie y dejándose ser disparada. Había habido una calma, pero triste, aceptación en sus ojos.

—Niña estúpida.

Obviamente aún piensa que Inuyasha sigue suspirando por mí. Daría su vida para que él pudiera ser feliz conmigo. Niña estúpida. Él la había elegido hacía mucho, aunque puede que ni siquiera él lo supiera aún.

Admitiré tener envidia de Kagome. Pero no la odio. Me gustaría odiarla. Mi vida fue robada y ella me ha reemplazado.

—Kikyo.

Volví mi cabeza reconociendo la proximidad de mi hermana pequeña. Me entristece ver a Kaede. Ha envejecido. Me he perdido la mayoría de su vida. No era más que una niña cuando dejé su mundo y una anciana cuando volví. Es aún otro recordatorio de que no pertenezco al mundo de los vivos.

—¿Qué quieres? —le pregunto a mi pequeña, ahora mayor, hermana.

Kaede está ahora de pie enfrente de mí. Ya no es la niña que recuerdo. Es una sabia y poderosa sacerdotisa. Si yo no hubiera muerto, ella habría podido vivir la vida de una mujer normal. A lo mejor habría tenido niños y nietos. Me pregunto si también se ha lamentado por ser forzada a renunciar a una vida normal.

—Disparaste a la joven Kagome —no era una acusación. Era la declaración de un hecho.

—Sí.

—Aún así no la mataste.

—No —mi hermana no es una mujer estúpida. Es una habilidosa curandera. Sabe que no le di en el corazón a propósito. Sabe que no tuve intención de matar a la chica. Me pregunto si se lo dijo a Inuyasha. Espero que no. Se frustraría el propósito del ataque.

Nos quedamos una enfrente de la otra en silencio. El viento es frío. La luna está preciosa en esta noche clara, y las estrellas centellean alegremente. El silencio podría romperse ocasionalmente por el chirrido de los grillos.

—Tiene un alma pura —no tenía intención de hablar necesariamente de mis pensamientos.

—Sí —concuerda Kaede.

—Y lo ama.

—Sí.

Al fin vuelvo mi rostro hacia mi hermana.

—¿Será lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a Naraku?

Kaede sonríe.

—Sin duda —dice esto con tanta garantía que no puedo desconfiar de ella—. Una vez que se cure.

Miro una vez más a la luna.

—Al final, todo dependerá de ella.

—Lo sé.

—Probablemente tenga que sacrificar su vida.

—Eso también lo sé —dijo Kaede tristemente.

—No puede hacerlo si hay maldad en su corazón. Sin envidia. Sin celos.

—Estoy de acuerdo.

Me vuelvo otra vez hacia mi hermana. Es más que probable que ya lo sepa, pero siento como si tuviera que explicarle mis acciones.

—No odio a la chica. Pero tenía que hacerse. Su sentido del deber hacia mí podría haberla matado al final. Sus dudas podrían haber causado que vacilara y toda la humanidad se perdería bajo el mandato de Naraku.

Hay silencio. Puedo ver en su cara que también sabe esto. Kaede también ama a esta joven del futuro. Otra persona en mi vida que elegiría la vida de la chica sobre la mía. Pero así debe ser.

—Ahora él me odia.

—No tengo ninguna duda —dice Kaede con completa sinceridad.

Recuerdo sus palabras de despedida.

—Dice que me matará si me vuelve a ver.

—Sí, lo hará.

—Desearía ser yo, Kaede.

No hace como que no sabe de lo que estoy hablando.

—Lo sé.

—Te extrañaré. Y a él.

Kaede me mira tristemente. Sabe que ésta será la última vez que nos veamos. Por lo menos esta vez podemos decirnos adiós.

—¿Adónde irás?

Miro a las montañas.

—Me quedaré cerca hasta que me asegure de que Naraku esté derrotado. Luego simplemente vagaré. Ayudaré a aquellos que pueda con la vida que me queda. Es la única forma de repararlo —no me atrevo a poner fin a esta vida para hacer que el alma de la chica se vuelva a completar.

No tengo ninguna duda de que derrotará a Naraku.