Un fuego crepitaba alegremente en la chimenea. Era una tarde lluviosa y fría afuera, sin embargo en el castillo se respiraba un ambiente cálido y acogedor. En una de las ventanas del castillo se distinguía a un hombre alto que contemplaba el exterior.
Albus Dumbledore se hallaba inmerso en sus pensamientos mientras hacía un escrutinio a las gotas de lluvia. Sus ojos azules describieron el vuelo de una lechuza que se dirigía a prisa hacia la lechucería en busca de refugio. Suspiró y su mirada se encontró con sus manos y con un dedo en especial. Su dedo anular izquierdo había pasado a ser su favorito desde hacía cuarenta años atrás, en el preciso día en que su esposa lo había puesto ahí para no quitarlo jamás.
-Minerva- dijo con una sonrisa de lado.- ¿qué habría sido de mí si no te hubiera conocido, amor? Tantos momentos juntos, tantos recuerdos y vivencias que nos dan fuerza para seguir adelante…
No podría concebir un mundo sin ti, sin tus miradas, tu risa, tus expresiones, tu cariño. Eres la mujer más maravillosa que he conocido, la más inteligente, la más valiente, la más todo.
A veces me sorprende que no te des cuenta de lo magnífica que eres; soy el hombre más orgulloso cada vez que estoy presente para contemplar tus hazañas, tus logros.
Mucha gente dice que soy espléndido pero tú, amor, siempre me llevas un paso adelante. Y es que yo no sé cómo haces para tener todo bajo control y en ese orden perfecto tuyo; desde los chicos y tus clases, desde nuestras cosas hasta que tengas siempre el detalle de encontrar la forma de mimarme, de amarme aunque estemos lejos, de cuidar de mí con esa delicadeza que tienes, por amarme tanto a pesar de mis defectos…
De repente, se dio la vuelta al sentir a otra persona en aquella estancia.
-Bueno, podrías empezar por mencionarme alguno de tus defectos, cariño.
Minerva estaba mirándolo con dulzura cercana a un retrato; con una mirada de un segundo su esposo supo que ella lo había escuchado todo… toooodo.
- ¿Cuánto llevas ahí?
- Lo suficiente para soñar despierta contigo- le respondió. Ella cruzó la habitación y abrazando a su esposo, lo besó con dulzura. Albus le dirigió una sonrisa picarona y le susurró contra sus labios.
- Quién lo diría, Minerva McGonagall espiando a través de la puerta.- ella frunció el entrecejo para la diversión de Dumbledore, pero súbitamente sonrió.
- Bueno, técnicamente no estaba a través de la puerta porque entré por el tapiz y no fue mi culpa que me llamara la atención lo que decías si mencionaste mi nombre...- rozó su nariz con la de él sonriendo- te amo muchísimo, amor… Mmm, y por cierto,-cambió el tono- hace 40 maravillosos años que llevo el Dumbledore, ¿sabías?
Albus rió, aquella mujer jamás dejaría de sorprenderlo.
- Por supuesto, tienes toda la razón de reclamarlo, te lo has ganado a pulso.
Se dirigieron al sofá frente al fuego y se cubrieron con una enorme cobija. Juntos, contemplaron el jugueteo de las llamas hasta que Dumbledore, acariciando a su esposa, rompió el silencio.
- Encontré el chocolate en la gaveta del escritorio, me salvaste la vida cielo.
- Sí bueno, mi esposo es un goloso sin remedio pero no me puedo quejar, es un niño adorable- le respondió Minerva somnolienta desde su pecho.- un dulce encanto.