–No es nada de eso…yo te amo– le susurró, sosteniendo la mano que el otro había posado sobre su hombro. –Es solo que, siento que…–no pudo terminara la frase, bajó su cabeza lentamente empezando a sollozar.

–No llores, Jiroh-–anticipó, con la voz un poco forzada. Le partía por la mitad verlo así.

–No lo haré– refregó sus ojos con el dorso de su mano, observándolo fijamente. Con la mirada Keigo le mostraba muchas cosas, confusión, tristeza, miedo, angustia…soledad. Jiroh sonrió con pesar.

–Es solo que, siento que… no soy suficiente para ti– ya lo había dicho, prácticamente se quemó la lengua, pero era un alivio para su corazón, torturado desde hace un tiempo por la idea. ¿Desde cuándo le importaba tanto la opinión de una persona? ¿Qué había pasado con el despreocupado holgazán? Desde que esa persona se convirtió en alguien tan especial para él, desde entonces, inconscientemente y poco a poco, un sentimiento de inferioridad floreció en él al saberse tan diferente y poca cosa frente al joven adinerado. A veces se sentía muy sencillo para estar a su lado, muy mundano, al estar consciente de que la extravagancia y opulencia eran los mejores adornos de su capitán.

Hubo un silencio incómodo donde nadie se movió ni dijo nada.

De estrépito, la calma fue quebrada por la risa estruendosa del mayor.

–¡Ya lo dije! Ya puedes reírte como quieras– bufó con un soplido, humillado ¡con lo que le había costado decirlo para que se rieran un su cara!. Atobe no dijo nada, solo cubría su rostro con su mano, tapando su boca para acallar un poco la burla.

Que poco refinada sonaba esa jocosa risotada, pero lo cierto es que el chiquillo le había sorprendido con la guardia baja. Jiroh se levantó dispuesto a subir a su habitación, no quería soportar más humillaciones, pero su brazo fue jalado hasta dirigirlo de nuevo a su asiento.

–No te vayas, tonto. Ya dejé de reírme– le dijo aun con la voz aguda, tratando de darle seriedad a su rostro.

–Ya te burlaste de mi ¿ahora qué quieres que vea?– contestó molesto.

–Tonto, no me rio de ti. Bueno, retóricamente si– dijo pensativo –,el punto es, que me rio de lo tonto que puedes llegar a ser– sonrió con su sonrisa personalizada.

–¡Primero te mofas de mí y ahora me insultas! – se levantó de un salto, dispuesto a correr para irse. De nuevo fue detenido.

–Escucha, Jiroh, y escucha bien. Ore-sama te escogió por sobre todas las personas calificadas e influyentes que conoce y que darían un brazo por siquiera poder verme de cerca– lo miraba escueto, demostrando que el momento de risa había pasado. El cabellos castaños prestó atención, restándole importancia al color escarlata que sentía en sus mejillas; se le hacía raro que Atobe le hablara tan sincera y seriamente, por lo general todo era sarcasmo.

–Lo que quiero decir con esto es que si te escogí a ti, es porque tú debías estar al lado de Ore-sama, no cualquier persona– como le costaba decir que lo quería, solo podía expresarse con palabras adornadas y eufemismos, sin embargo, Jiroh parecía entender, aunque se le veía contrariado

–P-pero yo, yo no te…–su rostro se coloraba –yo no te satisfago– el rojo le hacía parecer quebrantado. Keigo pestañeó varias veces, por primera vez no media la cara de bobo que tenía. Jiroh infló los mofletes conteniendo una risa.

–¿Así que eso era todo? – Dijo sorprendido, casi alegre –Idiota, es cierto que a veces me gustaría que hicieras más sexualmente hablando pero con la práctica podemos resolver eso. No hay de qué preocuparse– se sentó de nuevo en el mueble, su compañero lo imitó.

–¿Entonces…estás bien conmigo? – preguntó algo tímido y resignado, viéndolo con poca esperanza. –Ya te dije: te escogí a ti, por supuesto que me satisfaces en todos los sentidos– le sacó una sonrisa a su chico, y él mismo no pudo evitar jactarse.

–Sólo una pregunta más– añadió Atobe, con su característico tono teatral –, ¿todas esas -pensó la palabra con un carraspeo- interrupciones, fueron a propósito? – arqueó la ceja expectante.

–¿Cuales interrupciones?

Keigo casi se cae de su asiento. Le atacó una leve histeria.

–¿C-como que cuales interrupciones? – controlando su voz para no gritar. –Sí, cuales ¿de qué estás hablando? – inquirió Jiroh, no parecía estar bromeando.

Esas interrupciones– remarcó, consternado, tratando de recordar los ejercicios de respiración que su instructor privado de yoga le había enseñado. Vaya que el dormilón lo sacaba de quicio. El de ojos miel se quedó pensando un rato, frunciendo el ceño y colocando su índice bajo su barbilla, viendo al techo monocromático de un azul pastelado. Se hacía graciosa la imagen de Jiroh tratando de pensar.

–¡Ah, ya recuerdo! – dijo por fin, cerrando su puño en la palma de la otra mano, sonriendo. –, es que realmente he estado muy pensativo todos estos días y no me fijaba en todo lo que hacía– riendo desvergonzadamente.

El tic de Atobe se pasó al otro ojo

¡¿Pensativo?! ¿Así se pone este niño cuando piensa? Definitivamente prefiero que no use el cerebro

Exaltado, en un intento por calmarse,pasó su mano sobre sus lacios cabellos soltando un suspiro.

–A ver si entendí. En resumen, no te dabas cuenta de lo que hacías o le restabas importancia– afirmó con los ojos cerrados, maldiciendo en su fuero interno que este chico supiera cómo hacer que toda su perfeccionada fachada aristócrata se fuera por el drenaje.

–Sí, lo siento– respondió feliz, con un tierno sonrojo y esa mirada distraída y energética que tanto lo definían.

–Y, cuando te dabas cuenta te disculpabas y ya– concluyó molesto, casi perdía la cabeza por culpa de las confusas emociones de su chico y sus aun más confusas maneras de exteriorizarlas.

–Sí, lamento eso– se repitió algo más apenado, le preocupaba pensar que Atobe estaba molesto con él. –, de verdad lo siento– agachó la cabeza, borrando cualquier rastro de sonrisa, realmente apenado.

Keigo estaba evidentemente molesto, todo lo que le hizo pasar para después zafarse con una simple disculpa. Quería por lo menos agarrar su raqueta y meterle el mango por el orificio anal sin contemplaciones.

Se recordó a sí mismo que no debía dejarse llevar por impulsos y así evitaría derramamiento de sangre innecesaria. . Sacrificó las emociones que lo envenenaban, recordándose que no era persona de dejarse dominar por los sentimientos. Hizo recuento del por qué carajo había iniciado una relación con el chico, suspirando exageradamente.

–Está bien, Jiroh, déjalo así– le dijo con voz áspera, ablandando su mirada con mucho esfuerzo. El rostro del aludido se iluminó, sintiendo como sus pesares se aliviaban.

Los dos sonreían, uno forzado, con una cuenta que excedía los 10 segundos necesarios para calmarse; y el otro realmente feliz y distraído, como siempre.

El buchou de Hyotei suspiró largas y repetidas veces.

–Bueno, por lo menos ya todo acabó ¿todo será igual que siempre, verdad? – preguntó algo cansado pero sereno.

–Sí, es creo ¿y tú no serás tan indulgente, cierto? No sé, es raro– comentó distraído.

El rey del tennis se sorprendió, no pensó que Jiroh notase que, aún camuflando sus palabras y su voz, lo había tratado con una diligencia que no había previsto.

–Si– respondió sensual, pensando que tal vez, expresarse un poco más con él no sería tan malo.

Se acercó a besarlo lentamente, pero no pudo terminar su trayecto como es debido ya que las manos del otro lo habían atraído velozmente hasta sus labios. Atobe agradeció poder sentir aquellas líneas carmesí sobre las suyas otra vez.

Con un ademán, el caballero plateado le indicó que se sentara sobre sus piernas, acción que ejecutó inmediatamente. Ese beso nostálgico se tornó largo y deseoso, las manos de ambos se paseaban por el cuerpo del otro, sin respetar los límites de la ropa. Aprovechando la posición del joven Akutagawa, Keigo le recostó en el mueble, justo bajo él, besando la parte superior del pecho, la clavícula y el cuello, bajando por su torso en recorridos con su lengua. Las mejillas teñidas de su titular eran un deleite. El calor corporal aumentaba, la ausencia de contacto en esos días se hacía presente, las respiraciones se agitaban, sus cuerpos se llamaban a gritos exigiendo la esencia del otro.

–¿Quieres empezar a practicar ahora? – insinuó sensual y adictivo

–Por supuesto– respondió, sosteniendo con ambas manos el rostro del otro –, y seré un experto, ya verás– sonrió coqueto, levantando su rostro a nivel de la mandíbula del "instructor" que tenía en frente. Mordió su lóbulo izquierdo, pasando su lengua por su mejilla. –Estas aprendiendo bien–aprobó el Monsieur japonés.

–Gracias a ti, buchou

De seguro esa noche no habría interrupciones, salvo que la mamá de Jiroh decidiera regresar antes de lo previsto justo con su esposo; situación poco probable porque sus "viajes de negocios" siempre se alargaban por inconvenientes….ellos simplemente no se quejarían de nada.


Listo señores, otro fic que orgullosamente pasa a la lista de mejoras a.k.a reediciones.

Con esto dicho, agradezco comentarios y sugerencias, y si eres de esos viejos lectores que me soportaban antaño, apreciaría especialmente tu opinion al respecto n_n

Gracias por leer ¡se les quiere!