Los personajes Twilight le pertenecen a la señora Meyer, yo sólo estoy jugando un poco con ellos.


Edward sujetó bruscamente a Isabella, para evitar que cayera, mientras la capa se abría mostrando el grueso y casto camisón de algodón que portaba la muchacha.

El duque maldijo, tratando de acomodar inútilmente el manto para cubrirla, y aminorar el interés hacia su figura. Entre tanto, su caminar se hizo más rápido hacia el resguardo que ofrecía la taberna, siendo vagamente consciente de que Emmett lo seguía a grandes pasos hacía la posada, y también, de qué seguramente daría de qué hablar al entrar con una mujer en brazos.

Pero lo que ocupaba su mente, era la textura de la ropa de cama de la pequeña mujer, ya que la capa, había vuelto a ceder, descubriendo un blanco e inmaculado cuello y escote, que aunque no era muy pronunciado, dejaba a la vista el nacimiento de unos montes pequeños y suaves a la vista, lo que lo llevo a suponer qué no debía de tener nada debajo de la prenda, más que las calzas.

Incluso, percibía el calor que emitía la chica.

Eso lo hizo lanzar por lo bajo otra blasfemia, no debía tener ese tipo de pensamientos.

No era honorable aprovecharse de esa situación.

Y para colmo, la endiablada mujer tenía un rostro tan lozano y cremoso, estaba tan hermosa a la luz de la luna, cuando la rescataron de los bandidos, aún con los rizos todos despeinados y con la angustia en sus ojos, era todo un magnífico espectáculo para la vista, y ahora, en sus brazos con sus facciones expuestas hacía él, sin ningún atisbo de expresión, con sus labios llenos y rojos, haciendo un contraste con el rostro pálido.

Se permitió admirarla sin restricciones. Contaba con una belleza irreal y pura, no era del tipo de lo que estaba de moda en la sociedad londinense, sino de la que traspasa el tiempo, de la qué siempre es palpable, hasta con el pasar de los siglos, cautivando a todo él que la mirará.

El cobrizo estaba seguro de qué se iba a condenar en los infiernos de tanto maldecir, pero es que sentía que dónde le tocaba un fuego extraño y demoledor lo tentará, cómo si esa curiosidad casi lo obligará a conocer que había escondido bajo el camisón y ,asimismo, sería favorable desentrañar como funcionaba la cabeza de esa chiquilla.

Algo que lo inquietaba, lo cautivaba y ¡Qué por mil demonios! Lo hacía estremecer.

Esa mujercita tenía unas cualidades muy peculiares que lo mantenían al filo de la expectación.

Pero él no estaba preparado para lidear con ese tipo de ideas, por ello se obligo a recordar a Victoria, la mujer que también había ganado su atención.

La mujer que lo había embrujado con su aparente inocencia y virtud.

Apretó los dientes.

Se dijo así mismo que a pesar de todo, no aprendía la lección, las mujeres de apariencia pudorosa y remilgosa eran como arácnidos al acecho, tejiendo su telaraña para atraer la atención de los hombres hambrientos y deseosos de portar piedras exóticas como ellas, como trofeos, que en su afán de desatar la envidia y admiración de la sociedad, sucumbían a la maquinada trampa.

Eran ellos la presa que caían en la más grande red de hipocresía.

Había sido una experiencia humillante y esclarecedora. ¡Qué caída para su ego!

Con la falsa idea de ser un cazador.

Él había terminado cazado.

Pero no podía culpar a Victoria.

No, él era el culpable. Él mismo le había dado los elementos para atraerlo. Ella se había negado siempre a él, y eso motivó a ser más persistente en su cortejo. Nadie se le había negado antes.

Ella tendría que haber sido suya. Ella fue una meta, un ideal a alcanzar, con su cabello rojizo brillante, sus ojos color cielo, su nariz larga y perfecta, su boca fina y pequeña, conformando una cara ovalada. Toda una dulce ilusión. Pero sólo era eso. Una ilusión que se había vendido y ofrecido a él con el fin de llegar a su posición.

Pero ¿Por qué no se había arrojado a sus brazos? ¿Por qué había preferido a otro? ¿Qué tenía que haber hecho él?

Sabía que era un noble. Y además buen mozo, y rico, inmensamente rico. Sin contar con los bienes de su título. Por lo cuál era un excelente partido.

¿Qué había faltado?

Seguía analizando esa situación, que no se dio cuenta de qué ya habían llegado a la habitación que compartía la prometida de su amigo con Isabella, cuando Lord McCarty tocó fuertemente la puerta que se encontraba frente a sus narices, sacándolo inmediatamente de lo que su cansada mente imaginará.

Unos reniegos no propios de una dama se escucharon del otro lado de la puerta, definitivamente, no era una buena idea despertar a la prometida de Emmett.

-¿Quién es? - gruñó una adormilada Rosalie.

- Rose - susurro con voz temerosa McCarty, se aclaró la garganta - Somos Edward y yo, perdón… - y con un tono más grave, continuo hablando – su Excelencia Cullen y Lord McCarty.

El duque fulminó con la mirada a su amigo, en ese momento necesitaba al Emmett directo, no al Emmett educado y temeroso ante las reacciones de su prometida.

Se escucharon los delicados pasos que emitía Lady Hale, al acercarse a la puerta. – Indiscutiblemente, no son horas de visita, no entiendo la necesidad de despertar a una dama en estado de reposo. – dijo Lady Rose entre dientes con voz bastante enérgica.

Del otro lado de la puerta, un duque bastante alterando le lanzó otra dura mirada a Emmett, quién se encogió de hombros y dijo con voz más enternecida – Lamentó, perdón – se aclaró la garganta - lamentamos importunarla, pero la situación apremia a qué me sea imposible seguir los modales de rutina, mi dama.

Edward se cuestionaba, en dónde diablos había quedado la firmeza y soltura de Emmett, al ser tan blando y no mostrar carácter. Era una emergencia.

Definitivamente, las mujeres tenían algo que obstruían el flujo de un pensamiento coherente y sensato.

¡Condenación!

Si lo que necesitaban en ese preciso momento, era la cooperación de la prometida de Emmett, pero era evidente, en términos de poder, Lady Rosalie sobresalía frente a Lord McCarty.

Ya habían causado suficiente revuelo y mucho de qué hablar en esa pequeña posada. Y por otra parte, no creía que hubiera mucha gente a la que le importara.

¿Qué más daba?

Sin embargo, ¿Podría darse prisa Lady Rosalie Hale? La chiquilla no pesaba en exceso, pero el tener a su cuerpo relajado y dispuesto, hacía que su razón se fuera de paseo y afloraran intenciones no propias para la ocasión.

Escucharon a Rosalie bufar y después el crujir de la puerta al ser abierta – Más vale que sea algo de suma importancia por qué aunque seas mi... - cortó inmediatamente la rubia su parloteo al ver que el duque no le pedía ni siquiera permiso para pasar y sólo se limitó a avanzar con Isabella en brazos.

- Rápido, las sales – apresuró Edward mientras depositaba a Isabella en una de las camas, tratando de cubrirla prontamente para detener el flujo de pensamientos impuros e irrespetuosos.

- ¿Qué?... - balbuceo Rosalie, que sólo veía hacía dónde reposaba su recién adquirida amiga que estaba inconsciente, cuando ni siquiera se había dado cuenta de que no estaba en la habitación. ¿En qué momento había salido?, se cuestionaba. Así que su cabeza se formulaba muchas preguntas pero nada salía por su boca.

Viendo la inmovilidad de la rubia el duque apremió - ¡Las sales!

La rubia salió de su trance e inmediatamente corrió a darle al cobrizo lo que le pedía.

- ¿Emmett? - preguntó la rubia.

- Se desmayó - contestó solemnemente con los hombros encogidos el castaño.

-Eso es palpable, pero ¿Cómo sucedió? - la voz de Rosalie se escuchaba enojada con cierta preocupación.

- Afuera, rondando las caballerizas, obviamente no tenía el conocimiento de qué una señorita no debe ser curiosa a estas horas de la noche y menos en una posada ubicada junto a una taberna que aloja a individuos de dudosa reputación - le respondió entre dientes un furioso Edward.

Rose jadeó.

Emmett se apresuró a estar más cerca de la rubia, para tranquilizarla, tomándola de las manos. - No, no pasó nada. Afortunadamente, tenemos a un duque que llegó a defender el honor de la damisela.

- ¡Oh, por Dios!- emitió una sofocada Lady Hale, apartando las manos de su prometido y llevándoselas al pecho.

Edward se encontraba dándole a oler las sales a Isabella, que estaba despertando en ese momento, confundida y mareada. El cobrizo se relajó y respiró con alivio, mientras que Isabella trataba de ubicarse en el lugar, él habló, de forma firme y autoritaria hacía Rose - Le agradecería que tratará de orientar lo más pronto posible a su amiga en esos menesteres.

La rubia trató de debatirle.

Pero, Edward continúo hablando con voz contenida, pero que claramente reflejaban un estado de ánimo bastante furioso, entre tanto, percibía perfectamente el momento en qué Isabella reaccionaba y se trataba de incorporar de la cama. Él trataba de mantenerla acostada en el lecho, poniendo poco caballerosamente su mano en el estomago de la mujer, en tanto hablaba a nadie en particular - No es posible que se arriesgue de esa manera por su imprudencia. No quiero ni imaginar lo que habría pasado de no estar cerca del lugar.

Bella sólo lo observaba con los ojos a medio abrir y el duque pensó que era muy probable que todavía no reflexionara en lo que recién había pasado.

Lord McCarty se dirigió de manera benevolente a su prometida - Rose, tenga en cuenta que ella al igual que usted son nuestra responsabilidad, así que a la brevedad, sugiero que le des algunas indicaciones para que no exponga su seguridad.

Rosalie sólo asintió.

Isabella se sentía aturdida y desorientada, sin embargo, se dio cuenta de la presencia de Edward, que estaba sentado en la orilla de la cama, observándola con los ojos entrecerrados, con una mano sobre su vientre, impidiéndole levantarse, mientras un calorcito conocido, inundaba sus mejillas por la cercanía del susodicho.

Así que, Bella se permitió, también entrecerrarle los ojos para lanzarle una mirada furibunda. Ese gesto no pasó desapercibido para el cobrizo, que tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para no reírse, ya que la pequeña jovencita, nuevamente mostraba su enojo con él, sin tener un argumento valido ― Señorita, permítame recordarle que no es bien visto que una dama sostenga la mirada a un hombre ― le susurro retirando la mano.

Ella parpadeo confundida, no sabía lo que era propio ó no propio, lo que sabía es que no estaba haciendo nada mal, sólo devolviendo la mirada que él le daba. Así que levanto el mentón y aparto la vista del duque.

McCarty manifestaba un mal de la garganta, ya que repetidamente carraspeo en un intento de frenar lo que supuso una oleada de dimes y diretes entre su amigo Edward y la jovencita desconocida, así que se dirigió hacía ellos ― Lady Isabella, expresó mi más sincero alivio al verla a usted recuperada de lo que acaba de acontecer ― Se volteó hacía Rose ― Ruego a usted me perdone nuestra falta de decoro y buenas maneras, sólo espero que nuestras acciones hayan sido justificadas por lo que la situación requería.

Las dos mujeres se le quedaron viendo como si le hubiera crecido una cabeza, momento en el cuál el duque rodaba los ojos, no había cabida a la duda de qué en cuánto Emmett trataba de ser un buen orador se extralimitaba.

Pero el castaño no se daba cuenta y simplemente continúo su monólogo, con voz firme y solemne ― Realmente las circunstancias pasadas no es algo que una señorita deba experimentar, pero de alguna manera le proporcionarán ciertos conocimientos de lo que sería posible evitar en un futuro cercano…

El duque no tardo en interrumpirlo ― Lord Emmett, yo sugiero que dejemos descansar a las señoritas, ya hemos pasado un rato considerable en su habitación, y aunque no estamos cerca de nuestra sociedad, no es una conducta apropiada.

― ¡OH!, creo que tienes razón- reflexionó el vizconde.

― Hasta mañana temprano esperamos su presencia en el comedor para partir ― Y con una cortés venía partieron hacía sus habitaciones.

.

.

Edward no fue hacía su habitación, sino que bajo directamente a los establos, inspeccionó el lugar, dio instrucciones a los lacayos para que no durmieran en la taberna, sino en el establo y revisaran nuevamente a los caballos y carruajes.

No estaba tranquilo.

Tenía una pequeña premonición, de qué ese iba a ser el primero de una serie de peculiares circunstancias que iban a envolver a la inquietante mujer llamada Isabella.

Esperaba que en su mayoría fuesen eventos afortunados, no como el que había acontecido esa noche.

Con esa meditación se dio la vuelta, y camino hacía sus habitaciones.

.

.

.

Al otro día temprano, en cuánto subieron a la carroza todos estuvieron metidos en sus pensamientos, ya que en ningún momento sostuvieron palabras más allá de las cortesías de viaje, pero no hubo intento por entablar un diálogo ó conversación.

Isabella pensó en el extraño acento de sus captores, definitivamente no eran ni griegos, ni italianos, ni ingleses y mucho menos españoles, aunque lo hablaban, tenían un acento muy peculiar que no tenía que ver ni con el vasco, ni catalán. Su pronunciación era… fonéticamente distinta.

¿Y si eran turcos?

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.

¿Ó tal vez se había equivocado? Turcos.

El mayor temor de su padre. Rezaba por que se equivocará.

Sino, tendría que huir ú ocultarse, siempre.

Soltó un suspiro de resignación. Huir, desaparecer y ocultarse. ¿Para ella no había más opciones?

Negó con la cabeza imperceptiblemente.

No lo sabía. Cómo le hacía falta un consejo.

Una figura que le permitiese explayarse de todas las inquietudes que le aquejaban el alma.

Muchas preguntas llegaron a su cabeza.

¿Cómo la habían encontrado?

¿Quién estaba tras todo esto?

¿Hasta cuando tenía que esconderse?

Y si eran enviados de su papá. Por dos segundos se permitió albergar esa esperanza en su pecho. Pero en un instante murió esa pequeña llama.

Su padre jamás permitiría que la trataran así.

"Pobre Papá" – pensó, tanto que trató de ocultarle toda la verdad y ella la conocía desde pequeña, siempre supo que los turcos eran unos bárbaros, y era preferible que se casará con alguien del imperio Austro-Húngaro, pero si su padre se había sacrificado tanto por su bienestar, ella tenía que seguir sobre lo que él pensaba que era mejor para ella.

Ahora, también surgieron otras preocupaciones.

¿Y si la iban siguiendo?

Tal vez necesitara ayuda, pero ¿a quién pedírsela?

Volteó a ver a Rosalie, la cuál estaba sentada muy rígida en el asiento, viendo hacía el paisaje. Sabía que estaba molesta con ella, por haber salido la noche anterior.

La rubia era su recién adquirida amiga, bueno, era su única amiga. Podía contarle todo a ella, pero sería ponerla en peligro.

Era mejor que ignorará su situación.

Aunque la idea de compartir con alguien la zozobra con la que vivía el día a día, hubiese dado un respiro a su corazón.

Pero la realidad era que debía ser egoísta con sus problemas. Era la primera vez que defendía un defecto, que casi parecía virtud. Al ser egoísta en ese aspecto, al menos protegería a los que le rodearan.

Era su responsabilidad, no inmiscuir a los demás en los asuntos que sólo eran de ella. Pensó ella con resolución, y levantó el mentón para darle énfasis a sus pensamientos.

Pero… y si las cosas se salían de control.

¿Qué tenía que hacer?

Si todo llegase a complicarse, se iría lo más lejos posible, para no perjudicar a nadie. No sabía con certeza qué les podría suceder a quienes la ayudaran, pero de algo estaba segura.

Si alguien descubría su paradero.

Ella huiría.

Pero ¿A dónde? Tampoco lo sabía.

Isabella se encogió más en su asiento, bajando los hombros y cerró los ojos, tratando de limitar sus miedos, sin ser conciente de qué un duque de cabello cobrizo observaba todos sus gestos con especial atención.

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.

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Llegarón al muelle y zarparon inmediatamente hacía Inglaterra.

Isabella desde que bajo del carruje, se quitó los guantes y subió al barco, se acomodo en popa del barco, con la mirada fija hacía el puerto y agarro con todas su fuerzas a la baranda del mismo, sintiendo la fría madera en sus dedos desnudos, quería ser participe de todo detalle que le rodeara en ese momento, despidiéndose silenciosamente de todo lo que conocía, sintiendo la incertidumbre ante el giro que había dado su vida, desprendiéndose del cálido y a la vez adusto monasterio que le había dado cobijo y protección durante diez años, tratando de contener la lagrimas, rezando al todo poderoso por que un futuro pudiese reencontrarse con sus padres, cuando en realidad ella sabía que si se marchaba a Inglaterra era para rastrear a su progenitor, ese era el propósito de su cambio de residencia.

No obstante, debía ser sensata consigo misma, iba a ser una ardua tarea. ¿Cómo iba a dar con él sin despertar sospechas? ¿Quién iba a pensar que la hija de una princesa griega y un conde inglés fuese una desconocida? ¿Cómo iba a encontrarlo sin presentarse como su hija?

Espero ahí, viendo hacía el último lugar dónde había estado con su padre y perdía de vista la tierra.

La brisa marina en su cara, se llevaba las lágrimas que corrían a caudales por sus ojos.

Nadie la molesto.

Otra vez estaba partiendo.

Nadie se acerco a ella.

Pero a distancia sus compañeros de viaje, sospechaban lo que estaba haciendo.

En realidad fue el duque, el que tomó caballerosamente el codo de Lady Rosalie, impidiéndole acompañar a su amiga, mientras movía la cabeza negativamente hacía Emmett para que no acudiera tampoco él, como la sociedad dictaba.

Edward intuyó que ella necesitaba un momento para conciliar los acontecimientos que la muchacha de apariencia frágil había sufrido en los últimas horas.

Isabella introdujo la mano a su pequeño bolso, para extraer un pañuelo, encontrándose con algo mas; su pequeña muñeca de trapo, ya un poco raída por los años, pero era lo que tenía más cerca de su madre, eso y sus recuerdos.

Eso la hizo sonreír.

Quiso sacarla de su lugar, pues era algo demasiado íntimo como para mostrarla, además, suponía que todos debían pensar que era una adulta para portar ese tipo de juguetes.

Y echó una ojeada a su alrededor, encontrándose con los ojos verdes de un hombre cobrizo.

Jadeó, sintiendo un estremecimiento raro nacido en su estomago, que vibró por toda su espina dorsal, la sensación no era fea, pero era bastante peculiar.

Bajó la vista avergonzada y giró hacía el mar nuevamente. Acordándose inmediatamente de las lágrimas en sus ojos y limpiándose con su dorso, mientras una mano extremadamente blanca con un pañuelo sostenido entre sus largos dedos se posaba frente a su paisaje.

¡Oh Dios Bendito!

Él arrogante duque la había visto llorar y no contento con eso, venía a prestarle un pañuelo y esa acción le provocó más lágrimas de coraje y tristeza. No quería mostrarse vulnerable, pero estaba fallando indiscutiblemente.

Así que cerró los ojos, sujetando la barandilla, pensando en qué probablemente podría estar en otro lugar ¿Por qué ese cobrizo no se había ido con los demás? ¿Trataba de mofarse de ella?

Su cabeza era un caos de preguntas; entre tanto. un olor a limpio, a maderas y a sol, a canela y a algo más que no supo identificar se colaba por su nariz y sentía como despegaban con delicadeza su mano derecha para colocarle una tela suave, mientras le susurraban un lo siento.

Abrió los ojos por la sorpresa, bajó la vista al pañuelo que reposaba en su mano y su cerebro trabajaba a la velocidad de la luz con muchas interrogantes ¿Por qué le decía un "lo siento"? ¿De qué se disculpaba?

Edward se alejó casi corriendo de ahí. Sintiéndose peor, no debía haber interferido en lo que sea que le estaba pasando a Isabella. La mano con que la había tocado le hormigueaba. Él impidió que los otros se aproximaran, pero él estuvo pendiente a ella todo el momento ¿Por que lloraba? ¿Qué pasaba por la mente de esa chiquilla? Él trató de no sucumbir a la tentación de ir a consolarla, pero no pudo, no cuando unos hermosos ojos cafés estaban inundados de pesar. Se dijo así mismo que cualquier caballero en su lugar, hubiera actuado exactamente igual. Todo digno hombre debía estar a la altura de las circunstancias. No era que tuviera alguna particular atracción hacía ella.

Claro que no. ¡No Señor! No podía sentir ninguna fascinación por nadie con el problema pendiente de una boda aplazada y una prometida desvirtuada.

Sin embargo, en lo recóndito de su mente sabía que se estaba mintiendo.

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En su camarín tomaba un trago de brandy, tratando de darle un toque distraído a su conversación, no quería que su amigo McCarty considerara que él tuviese algún tipo de interés por Isabella.

Ya que sólo era pura y corriente curiosidad lo que le empujaba a hablar sobre ella.

― ¿Pusiste atención en los secuestradores? – preguntó en una modulación exageradamente descuidada, poniendo demasiada atención en su copa.

― ¿Qué si percibí su mal olor, que eran barbudos todos, y tenían tiempo que no se cambiaban de ropa? En efecto, si lo hice – contestó enfáticamente Emmett.

― No sólo me refiero a su presencia, sino su tono al hablar.

― No logré distinguir su acento, pero su español tenía un matiz extraño. Creo que no somos unos expertos en lingüística y podrían haber sido vascos o qué se yo – dijo con un encogimiento de hombros el castaño.

― No lo sé, es insólito que hayan visto a Isabella y los haya obligado a actuar un simple impulso, a mi parecer fue un hecho demasiado inusual y estoy considerando que en esto hay un poco de alevosía y planificación. Aunque, por otra parte, no los ví detenidamente, pero me atrevería a suponer que eran gente del medio oriente – El duque expuso sus conjeturas, a su amigo, él cual inmediatamente respondió.

― Si, pero ¿asaltar a una inglesa en España? Tal vez, sólo la vieron como una muchacha atractiva y apetecible que estaba disponible.

El cobrizo en seguida corrigió a su amigo ― Hay una pequeña diferencia entre estar disponible y no tener idea del peligro que se corre, así que si deseas continuar con ese argumento, solicitó que te enfoques en ser lo bastante caballeroso para dirigirte en todos los asuntos de Isabella. – pidió seriamente Edward.

― Su Excelentisima ― contestó sarcásticamente el vizconde ― No pretendía ofender a la dama, sólo estoy atribuyendo, una posible referencia, de lo que esos bastardos vieron en Isabella, no estoy dando mi punto de vista.

― Muy bien. Aunque también tendría sentido que vieron el hacerle daño como una forma de venganza hacía Inglaterra ó España – dijo distraídamente el duque.

Emmett negó con la cabeza, pensando en qué su amigo, comenzaba a maquinar posibles traiciones, guerras y situaciones de espionaje, en contra de su amado país.

― Amigo mio, probablemente te estas llenando la cabeza de guijarros con sospechas que no tienen ni pies de cabeza, suponiendo que hayan venido premeditadamente por Isabella, ¿Qué querrían de ella?

Edward le lanzó una mirada colérica.

― Bueno amigo, a pesar de lo obvio, sabemos que Isabella es una mujer hermosa, y ellos arriesgaron su pellejo a la horca por tratar de raptar a una mujer que viajaba con nobles, es algo muy temerario de su parte, además estábamos en una taberna, en dónde seguramente se aloja todo tipo de gente. ― prosiguió hablando Emmett.

Edward se quedó meditando.

― Pero hay otra cosa Emmett…

Emmett lo vió con interrogación en sus ojos.

― Ni siquiera sabemos quién es Isabella, y mucho menos de dónde es – terminó de hablar en tono pensativo el duque.


Siento que ha sido una eternidad desde la última vez que actualicé. Probablemente ya muchas de ustedes no quieran leer, eso me entristecería mucho, pero, asumo la responsabilidad de mis actos.

Antes que nada, debo disculparme con ustedes por el atraso de la historia, no tengo justificación, pero me trasladaron a otro lugar por mi trabajo y me he cambiado tres veces de domicilio, tratando de encontrar un punto medio entre el trabajo de mi marido y el mío, ha sido una experiencia tremendamente agotadora, y por si fuera poco, se me perdió mi memoria usb ó pen drive, no sé como le digan en sus países, y he empezado desde cero.

Ya estoy terminando el capítulo 10, dependiendo si encuentro alguna chica hermosa que quiera betearme ¿hay alguna disponible por ahí?

Ustedes han sido unas chicas lindisimas, créanme que las he extrañado horrores.

También me encantaría extender la invitación al blog que comparto con sistercullen y Pescui. La dirección esta en mi perfil, al igual que mi Facebook, por si desean agregarme.

Me encanta contestar los reviews, así que si no tienes cuenta en fanfiction, ¿Podrías dejarme tú correo electrónico? De esa manera te avisaré sobre la actualización.

Muchas gracias a todas ustedes les envió un gran abrazo de oso y un beso, han sido geniales al poner la historia en alertas, favoritos y regalarme su opinión.

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Si me faltó alguna chica, disculpen mi tonta cabeza, hoy ya no coordina mucho.

V: ¿Cómo estas? Yo también las extrañaba, espero no decepcionarte con éste nuevo capítulo, gracias por apoyar estas locuras. Y veremos a Bella en situaciones similares con Edward, trataré de que no peleen tanto, pero no garantizo nada jijii, Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

BET Si: Muchas gracias por tú review, me haces feliz al apreciar el fic, y traté de qué Isabella contará con aventajados estudios para la época en qué se desarrolla el fic, por qué carecerá de conocimientos de la vida, y al menos así le doy un equilibrio. Gracias nuevamente por tú opinión, te envió un gran abrazo de oso y un beso.

diana: Muchas gracias corazón, te envió un beso y un gran abrazo de oso.

Pescui Culle: Amiga de mi corazón, muchas gracias por apoyarme, ya sabes, significa mucho para mí, que a pesar de qué he tardado una eternidad en actualizar, me sigas apoyando, te envió un gran abrazo de oso y un beso.

Adrynoe: Muchas gracias por tus comentarios, tienen mucho peso para mí, y con respectó a Edward, él esta ubicado en una época en dónde la mujer no tenía ni voz ni voto. Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

johanna: ¿Cómo estas? Yo también las extrañaba, y el fic estará en constante estira y afloja con la relación que mantendrán esos dos, los dos son diferentes. Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

Fernanda: Corazón, muchas gracias por tú comentario, me haces féliz y que me sonroje por tus palabras, gracias a tí por leer mis locuras. Trataré de ya no tardar tanto en actualizar. Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

ThoraPoison: Cielo, muchas gracias por dejarme tú opinión, y las peleas entre Bella y Edward estarán a la órden del día, jajaja, al parecer, Edward, es la única persona que desquicia la sensatez de Bella. Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

Li: Chicuela, ¿Cómo estas? Me dejaste en cada capítulo tú opinión, e hiciste que mi corazón se hinchará de felicidad al saber que la historia te ha gustado, muchas gracias por apoyar lo que sale de mi loca cabeza. Y por lo de la pelea que tienen Bella y Edward, sólo es por qué cada uno tiene una opinión distinta respecto al lugar de la mujer a través del tiempo. Lamentó si te confundí. Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

Twilight review: Muchas gracias por tú review, bienvenido/a, gracias por leer y espero no decepcionarte. Te envió un gran abrazo de oso y un beso.

Gaby: Muchas gracias por tú comentario. Me encanta saber que estan disfrutando la historia.

Moro: Muchisisisismas gracias por el apoyo, gracias por esperar.

Noelle xD