Está prohibida totalmente la copia de esta historia, los personajes no me pertenecen, pero la trama sí.

Me miré en el espejo del baño, retocándome el cabello para que quedase como una cascada por mis hombros. Cogí el brillo de labios y empecé a esparcirlo por mis labios. Cuando terminé, me miré en el espejo.

Estaba perfecta.

Guardé todo mi maquillaje, la ropa sucia y todo para que mi madre después no se enfadase diciendo que no recogía nada, aunque fuese verdad. Hoy era el cumpleaños de Tanya, una de mis mejores amigas y Alice y yo le habíamos comprado ropa interior de encaje, ya que ella quería dar ese paso con su novio. Yo le di la mitad del dinero a Alice y ella fue a comprarlo, yo no era muy buena en eso. Era la primera vez que iba a celebrar su cumpleaños en su casa, ya que solíamos irnos a algún bar, pero este año era diferente. Lo íbamos a celebrar con su madre, que desde el punto de vista de todo el mundo, era su hijo un clon de ella. Las dos rubias, de ojos azules, de cuerpo de modelo… En fin, y su padre no lo había visto nunca, al parecer siempre estaba de viaje de negocios, ya que era un prestigioso médico.

Pero hoy lo vería.

Y sabría como es, aunque desde el punto de vista de Alice, sólo habría puesto la semilla y ya está, porque la madre y ellas, entre ellas no existían ninguna diferencia notable. Su madre y su padre eran muy jóvenes, de veintinueve años más o menos, y hoy Tanya cumpliría diecisiete.

Según me había contado ella, la había tenido muy joven y decidieron casarse a los dos años.

-¡Bella, Alice ya ha llegado! –Gritó mi madre.

-¡Vale, ahora bajo!

Me miré por última vez en el espejo, sonreí y salí del baño. Bajé las escaleras lentamente por la escalera de madera, que hacía crujir mis pasos. Cuando bajé, ahí estaba Alice, totalmente arreglada y con las dos bolsas del regalo para Tanya.

Me sonrió y se tiró encima de mí abrazándome fuertemente, casi ahogándome.

-Alice-e… No-o… Puedo respirar… -Dije mientras intentaba quitar sus pequeñas pero poderosas manos de mi cuello.

-¡Up! Perdón Bells.

Miré a mi madre, que estaba enfrente de nosotras sonriendo y mirándome con la típica sonrisa de ¨no bebas¨ pero, ¿cómo iba a beber? Si íbamos a estar en casa de Tanya. Mi madre nos acompañó hasta la salida, donde estaba el coche de Alice, su perfecto coche de color amarillo que llamaba mucho la atención, hasta de los bichos, por lo que tenía que limpiar continuamente el coche.

Alice se montó, y yo después de ella, a su lado. Mi madre salió de la casa en bata y con los rulos puesta en la cabeza, y un fino cigarro entre sus dedos con uñas rojas. Era una chismosa. Sonrió y se apoyó en el coche, mirándonos a las dos.

-Chicas. –Susurró. –Después me decís como es el padre de Tanya, tengo curiosidad.

-Claro Señora Swan. –Dijo Alice.

Ella sonrió y se apartó del coche para que Alice pudiese arrancar. Se escuchó como arrancaba, un sonido suave y antes de irnos, miré a mi madre, que dio una calada a su cigarro.

-Adiós mamá.

-Adiós Bella. Adiós Alice. –Se dio la vuelta para entrar en la casa y cerrar la puerta.

Miré a Alice con una ceja alzada y empezó a reírse mientras el coche cogía más velocidad. El cielo estaba totalmente despejado, se veía la luna totalmente redonda y blanca y pequeños puntos haciendo que el cielo no pareciese tan oscuro. Todos los arbustos hacían sombras sobre la acera que aterraba un poco, si no fuese porque estaba con Alice, que se reía y cantaba.

-Ves el cielo, ¿Bells?

-Sí.

-Pues significa que algo va a pasar, mi abuela me contaba cuando era chica que cuando la luna estaba redonda y blanca en una noche sin nubes, era que algo bueno iba a pasar.

-¿Bueno o malo? –Dije poniendo un mechón detrás de mi oreja. Ella se encogió de hombros mientras miraba hacia la carretera, que estaba desierta.

-Pues la verdad, ni idea. Se me ha olvidado. –Dijo con indiferencia.

-Gracias Alice, me has tranquilizado mucho.

Ella se rió y cogió más velocidad con el coche, hasta que ya empezaba a ver el tejado del chalet de Tanya, tenían dinero, y se sabía al ver la casa. Aparcó cerca de un volvo gris, que supuse que sería del padre de Tanya, el Señor Cullen.

Nos bajamos del coche y miré la casa, aunque hubiese ido otras veces, aun me sorprendía la casa, lo grande que era, la piscina, el jardín grande, todo vallado. Alice y yo fuimos hasta su puerta mientras la curiosidad me mataba pensando cómo sería el padre de Tanya, sólo íbamos a estar los cinco, sus padres y nosotras tres.

Llamé al timbre, sonando una melodía de películas de . en la que salía la casa blanca. Aunque no fuese tan grande, claro. La puerta se abrió, dejando ver la sombra de una mujer.

La madre de Tanya.

Se llamaba Helena, y todas las mujeres de Forks la envidiaban por su belleza, por su dinero y su familia perfecta. Mi madre se pasaba diez horas en una peluquería, pero no llegaba ni a la mitad que aquella mujer. Su pelo rubio estaba con tirabuzones, sus ojos azules cálidos nos observaban sonriendo.

-Pasar chicas, Tanya se está terminando de arreglar.

-Gracias. –Dijimos Alice y yo a la vez.

Pasamos mientras yo contemplaba la piscina tan grande, que formaba un círculo y que tenía un dibujo de una tortuga. Todo estaba perfectamente ordenado, el césped perfecto, los periquitos a la hora punta para regar el suelo… Era la casa perfecta con la familia perfecta.

Cuando entramos en la casa, nos acogió la hospitalidad de la casa de Tanya, tan grande y perfecta. Nos hizo sentarnos en el salón, donde ella se sentó con nosotras mientras nos hacía preguntas.

Se escucharon unos pasos corriendo, bajando por las escaleras a toda velocidad y supuse que era Tanya. Cuando bajó, se tiró encima de nosotras abrazándonos. Nosotras también la abrazamos, riéndonos.

Alguien bajaba las escaleras, una sombra masculina.

Cuando llegó al salón, me quedé sin aire. Era el padre de Tanya, el maravilloso y sensual padre de Tanya. Se desató un poco la corbata y se fue hacia su mujer, a la que la besó en los labios despacio, con ternura. Mi corazón empezó a latir más rápido, mirándolo. Su pelo era cobrizo, desordenado, haciéndolo más sensual. Sus ojos verdes esmeraldas la miraban con ternura. Era alto, su cuerpo estaba perfecto, era fuerte, con sus anchos hombros que te llamaban a gritos.

Él miró hacia donde estábamos nosotras, pero él no me veía, ya que el cabello rubio de Tanya me tapaba totalmente, y lo agradecí, no quería que viese la cara de estúpida que se me había quedado.

Cuando se separó Tanya, sonrió.

-Gracias por venir. –Dijo con una deslumbrante.

-¡Felicidades! –Gritó Alice, echándose de nuevo a sus brazos. Las dos empezaron a saltar.

Yo sólo sonreí, y me acerqué a ellas, levantándome del sofá. Se separaron y me sonrieron.

-Felicidades Tanya. –Dije sonriendo.

Nos volvimos a abrazar. Miré a su padre, que me miraba sonriendo tiernamente. Yo le devolví la sonrisa tímida, y recé para que mis ojos no examinasen su cuerpo u él se diese cuenta, sería algo vergonzoso. Pero me desilusioné cuando supe que me miraba como a la amiga de su hija, no como a una mujer. ¡Iba a cumplir diecisiete! Ya era una mujer… Sacudí la cabeza, recordando que era el padre de una de mis mejores amigas. Nos separamos y Alice le dio nuestros dos regalos.

-Espero que te gusten Tanya, fuimos juntas a comprarlos, aunque los elegí… ¡Yo! –Dijo Alice mientras daba saltitos.

-Gracias a las dos.

Primero los palmeó, después nos miró con una sonrisa, ya sabía lo que era. Ella no había invitado a su novio ahora, habían quedado en verse mañana, ya que estaba con su padre y quería estar con él. Los abrió, los dos, y empezó a dar saltitos con Alice mientras sonreía.

Cuando sacó el primero, sus padres se quedaron algo sorprendidos viendo el conjunto de ropa de encaje, aunque después sonrieron. Era muy sensual, y negro. Miré a su madre, que nos sonreía tiernamente. Y después miré a Tanya, no podía mirar a su padre, eso no estaba bien…

Abrió el segundo, que era rojo compuesto de unas braguitas pequeñas y un sujetador rojo. Después de los regalos, nos ofrecieron invitarnos a cenar, a lo que nosotras gustosas aceptamos. Decidimos vernos allí, Alice y yo en su coche, y ella con su padre, y lo comprendimos.

Cuando nos montamos, miré a Alice y ella esperó a que el padre arrancase. Nos sorprendimos al ver que el padre iba con mucha velocidad y manejaba estupendamente.

-¿Has visto lo guapo que es el padre de Tanya?

-Sí, es muy sensual. Se llamaba Edward, ¿no?

-No lo sé.

-Normal, te has quedado mirándolo mientras nos lo presentaba. –Dijo riéndose.

-¿Nos lo ha presentado? ¿Cuándo? –Dije mirándola completamente.

-Bella, estás muy mal. –Asentí. –Después hablaremos tú y yo. –Dijo con voz acusadora.

-¿Qué? ¿Por qué? ¡No he hecho nada! –Dije cruzándome de brazos.

-De momento. –Susurró.

Aparcamos en un restaurante que sólo fui cuando a mi padre ascendieron en el trabajo, y aun así, pedimos lo más barato. Cuando bajamos del coche, fuimos todos juntos al restaurante. El padre de Tanya, Edward, iba delante con la mano sobre los hombres de Helena, y me molestaba. ¨No puede ser, esto está mal¨ Sacudí la cabeza y miré a Alice, que me miraba con una ceja alzada.

-Pues he quedado mañana con Mike para ir a ver una película y después a su casa. Dice que me ha comprado algo. –Y después de lo que dio Tanya, suspiró.

-¿Cuánto tiempo lleváis? –Dije sin poder apartar la mirada de su padre.

-Un año y medio. –Dijo soñolienta.

-¡Vaya! –Dije mirándola sorprendida.

-Tenemos que buscarle un novio, Alice. –Dijo Tanya mientras se agarraba a nuestros brazos y sonreía. –Lo necesita.

-Sí, aunque yo creo que ella ya ha fijado la vista…

-¡Ya vale! –Dije interrumpiéndolas mientras me avergonzaba.

Las dos se rieron muy fuerte, Edward nos miró sonriendo y después me miró a os ojos directamente, sonriéndome. Pero apartó su miraba y besó a su mujer en su cabellera rubia. Suspiré

Nos cogieron un sitio muy bueno, donde yo estaba al lado de Alice y enfrente de Edward, era incómodo. Tanya estaba al lado de Alice, y su madre al lado de E… Su marido. Pedimos la comida y empezamos a hablar.

-Bueno chicas. –Dijo Helena. –Hablarme sobre vosotras. ¿Tenéis novios? –Dijo sonriendo.

-Yo sí. –Dijo Alice sonriendo. –Se llama Jasper y llevamos dos años juntos. –Dijo sonriendo mientras daba un sorbo a su bebida.

Quise que se olvidasen y no me preguntasen a mí, ya que la pregunta estaba totalmente respondida ¨no, no tengo novio, pero me gusta tu marido¨ Helena me miró sonriendo.

-¿Y tú? –Dijo cariñosamente.

Cogí mi bebida y bebí rápidamente. Alice y Tanya se rieron mientras yo las mataba con la mirada. Miré a Edward, que dio un sorbo a su copa de vino.

-¿Q-qué? –Respondí.

-¿Tienes novio, Bella? –Volvió a preguntarme.

Edward me miró fijamente, sonriendo. ¿Mentía? Podía mentir y decir que sí, sólo para quitármelos de encima, sí, era una buena idea…

-No, no tiene. –Dijo Alice. –Pero vamos a buscarle uno. –Dijo sonriendo.

-¿Buscarle uno? –Preguntó Edward.

-Exacto, Señor Cullen. Bella tiene muchos amantes pero no quiere novio, pero voy a buscarle uno. –Edward me miró sonriendo mientras yo pensaba en las palabras de Alice, ¿qué había hecho?

Me alegré cuando repartieron la comida y se olvidaron durante unos minutos de mí. Pero sólo unos minutos. Sabía que Alice lo hacía queriendo, y no se daba cuenta de que era el padre de una de nuestras mejores amigas, que todo estaba mal, que me sentía sucia por hacerle eso a Tanya.

-Bella, ¿qué pasó con Jacob? –Preguntó Tanya mientras se llevaba a la boca un trozo de carne.

Me quedé en blanco, ¿qué respondía? No podía decir que lo habíamos dejado porque él quería adentrarse en sexo, cosa que yo no quería.

-Hm… Pues…

-Ella le ha dejado. –Dijo Alice sonriendo.

-¿Podríamos saber el por qué? –Preguntó Edward mientras volvía a llevarse la copa de vino a los labios.

-Claro. –Contestó Alice. –Ella quería…

-¡Alice! –Dije mirándola fijamente.

-¡No te pongas roja, Bella! Es algo normal en alguien como tú. –Ella volvió a mirarlos. –Bueno, como decía, ella quería sexo y él no.

Edward se atragantó con el vino y nos miró con el ceño fruncido. Helena estaba sorprendida, pero intentó sonreír. Íbamos por mal camino, así que decidí arreglarlo un poco.

-También porque no me daba el cariño que necesitaba. –Dije sonriendo.

-Bella… ¡Sé sincera! –Dijo Alice sonriendo. –Lo dejaste por sexo, no por otra cosa. Además, recuerdo cuando te tiraste a su primo Embry. Recuerdo tus palabras. –Se aclaró la garganta. - ¨Ese sí que sabe lo que es un orgasmo¨ -Dijo imitando mi voz.

Tanya empezó a reírse mientras Helena nos miraba con una sonrisa, pero sorprendida. Edward se quedó de piedra, sin moverse, hasta que sonrió y me miró fijamente. Vi como sus ojos se oscurecían. Retiré la mirada ¨Bella, esto no está bien¨ pero mis piernas decían otra cosa, temblaban y con la mirada de Edward, mi cuerpo estaba reaccionando…

-Papá, mamá. –Todos pusimos atención en Tanya. -¿Se pueden quedar a dormir? –Dijo mientras ponía su mano en la de su padre.

-Claro cariño. –Dijo Edward. Además, si quieren, se pueden venir mañana con nosotros al campo de golf.

-¡Será un placer por nosotras! –Dijo Alice sin contar con mi opinión.

-¿Qué dices, Bella? –Dijo Tanya.

-Claro-o. –Dije encogiéndome de hombros. –Pero no tenemos ropa…

-¡No et preocupes, yo os la dejo! –Dijo sonriendo. -¡Será estupendo! Una noche de chicas…

-¡Sí, una noche de chicas! –Gritó Alice.

-Sí… Una noche de chicas. –Susurré con voz enfadada. Me llevé mi refresco a los labios.

Tendría que llamar a mi madre para decírselo, aunque a ella le daba igual, no le importa ya que sus padres, tenían dinero. Aunque suene asqueroso, así era mi madre.

Helena le puso una mano a Edward en el hombro. Él la miró y sonrió cariñosamente. Yo empecé a temblar y miré a Alice, le señalé con la mirada lo que pasaba. Ella asintió. Cuando volví a mirarlos, vi como su mano ya estaba debajo de la mesa y la mirada de Edward a su esposa era más lasciva.

¿Dónde estaría su mano? Alice se aclaró la garganta y empezó a reírse y a murmurar ¨alto¨ para que ellos se enterasen de lo que estábamos hablando. Sus miradas, se fijaron en nosotras, aunque seguía con la mano escondida.

Alice volvió a reírse y esta vez susurro una propuesta en alto para que ellos se enterasen.

-Bella, mira al camarero ese, te está mirando. –Dijo Alice.

Edward me miró con una mirada cargada de lujuria que estaba a punto de explotar, de que me echase en sus brazos y que hiciese lo que quisiese conmigo.

-Vete al baño con él, Bella. –Murmuró Tanya.

Pero Edward se enteró y gruñó. Todas lo miramos sorprendidas, y Helena se mordió el labio. Estos en la intimidad tenían que ser… Muy pasionales, y me imaginé yo con él.

-Vamos a irnos ya a la casa. –Dijo con voz ronca.

-Claro cariño. –Dijo Helena.

Cuando pagó, nos montamos y nos fuimos Alice y yo solas en su coche. Durante el trayecto, le reclamé muchas cosas a Alice. Esto estaba mal, era el… ¡Era el padre de Tanya!

-Alice, ¡es el padre de Tanya!

-¿Y qué? –Dijo gritando.

-¡No voy a tirarme al padre de Tanya aunque lo desee con todas mis ganas! –Me tapé la boca cuando lo dije.

-¿Lo ves? –Enarcó una sonrisa. -¡Lo deseas, y él a ti!

-No. –Dije negando con la cabeza.

-Sí Bella, te lo vas a tirar aunque sea el padre de Tanya.

-Es que…

-¡No Bella! No pasa nada.

-¡Claro que sí!

-No, además, si él no quiere te lo dejará claro. En el juego juegan dos Bella. No elijas por él. –Suspiré. –Míralo de otra forma. –Está buenísimo.

-Ya hablaremos. –Dije rendida.

-Me pedirás consejos. –Dijo sonriendo.

-Ya… ¿Pero tú has visto como se tocaban? –Dije cruzándome de hombros.

-Bella, ¡son matrimonio! Además, tú con Jacob no te quedabas atrás…

-Alice…

-Ya hemos llegado. –Dijo sonriendo.

Cuando bajó Edward, suspiré, la que me tocaba aguantar y soportar, pero mis pensamientos se fueron cuando Edward me sonrió.

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