Epílogo.

En el lejana Naboo, en una glorieta cubierta de rosas desde la que se divisaba un resplandeciente lago, Anakin y Padmé se cogían de la mano, él vistiendo una túnica formal de colores oscuros y ella un hermoso vestido blanco de encajes floridos. La terraza se hallaba situada sobre un hermoso jardín, y el lago y las montañas se elevaban al fondo, en un paisaje azul y púrpura. El agua estaba inmóvil, la luz era la adecuada, y las montañas reflejadas en el lago eran réplicas casi perfectas.

Al frente de los novios un sólo hombre oficiaba la ceremonia de matrimonio, pero a su alrededor, la familia de Padmé contemplaba la escena con alegría. Ruwee sostenía en brazos a su esposa, mientras el rostro de ésta se veía surcado por lágrimas de orgullo y emoción. Las pequeñas Ryoo y Pooja observaban resplandecientes a los novios situadas junto a su padre, Darred Naberrie.

Al fondo de la sala, un pequeño androide astro mecánico no desviaba su atención de la pareja, mientras sus censores captaban en video las imágenes para reproducirlas posteriormente. A su lado, con una cubierta dorada protegiendo sus circuitos, un nuevo droide le hacía compañía. El amo Anakin lo había diseñado personalmente en las semanas anteriores al acontecimiento, como regalo para Padmé. A pesar de sus funciones protocolarías, poseía una personalidad que R2 sólo podía calificar de extraña y defectuosa. Pero eso no era del todo malo. Al contrario. R2 reconocía a la familia que molestar a 3PO se había convertido en su actividad favorita; excepto tal vez acompañar al amo Anakin en alguno de sus vuelos suicidas. Para carecer de circuitos, ese humano no volaba nada mal.

A la derecha de los novios, junto a la barandilla que daba al lado se situaban los testigos. Sola, la hermana de la novia, radiante con su vestido en tonos azules, brillando feliz porque su hermana al fin hubiera encontrado a un hombre que amar, y que la amara. Junto a ella, sonriendo algo adusto, Obi-Wan Kenobi, el testigo del novio. Anakin le había suplicado tan encarecidamente que aceptara tal lugar que, pese a la sorpresa por el ofrecimiento, Obi-Wan no pudo negarse. Ahora los observaba a ambos juntos, pronunciando sus votos, y veía las olas de fuerza que fluyendo a su alrededor, entremezclándose hasta formar una sola, y se alegraba de haber aceptado.

Así, el conjunto de invitados formaba sólo un pequeño grupo, pero eran más que suficientes, pues Anakin no reparaba en ninguno de ellos. Él no podía apartar la atención de la novia. Hermosa, pura, resplandeciente. Un ángel que había atravesado las puertas del cielo furtivamente para caer en sus brazos.

A él nunca le había parecido más bella que en ese momento, estando allí para unir libremente sus destinos. El suave vestido blanco que había elegido era sencillo y lo agradecía, sus regios atuendos estaban hermosamente diseñados, pero sólo conseguían desviar la atención de la más hermosamente diseñada Padmé. Aun así, preciosos bordados cosidos a mano con hilo dorado decoraban el escote y descendían diluyéndose en pequeños formas hasta el vuelo que se extendía a sus pies. Su cabello se encontraba suelto y libre de cualquier tiara, peinado para realzar sus rizos naturales. Su rostro era lo más bello del conjunto.

Sus preciosos ojos castaños enmarcados en negro y bordeados con sombras lilas y violáceas. Sus cejas perfectamente delineadas. Su piel sedosa, refrescante. Sus labios tintados en una mezcla de rosa y rojo como tentación para ser besados. Y unido a eso su aura en la fuerza, tan llamativa para él como un faro ardiente en noches sin estrellas. El coraje de su espíritu, la bondad de su corazón, una fortaleza sin limites reforzada por la presencia de otros dos seres, demasiados pequeños para ser detectados en la lisura de su vientre, pero lo suficientemente poderosos para cegar a un viajero ciego en los caminos de la fuerza.

Si vida había cambiando radicalmente desde el momento en que la conoció. Ella le había cambiado. Y él no podría ofrecerle nada a cambio que compensara la salvación de su alma. Pero se prometió, justo en ese instante, mientras sus manos se entrelazaban y el sacerdote finalizaba los votos que los convertirían en marido y mujer, que cada minuto de su nueva vida estaría orientado a hacerla feliz y que moriría antes de permitir que sufriera cualquier daño.

Prometió a ella, a él mismo, a los allí presentes, a la galaxia entera, que nunca dejaría de amarla. Y esa fue una promesa que el joven Skywalker se aseguró de cumplir. Hasta el final de sus días.

Varios años más tarde...

Dos pequeños gemelos reían a lo lejos, para tortura de su maestro Obi-Wan, a quien cada vez le resultaba más difícil contenerlos en sus travesuras. Ambos habían crecido mucho en los últimos tiempos y, cerca de cumplir los ocho años, demostraban ya el mismo talento innato para la fuerza de su padre.

Anakin lo observaba desde la distancia, incapaz de contener la sonrisa. Su pequeña familia vivía feliz en los lagos de Naboo, lejos de cualquier presión mediática o política, y Luke y Leia crecían como dos niños normales, sin conocimiento del oscuro pasado que amenazaba la niñez y la juventud de su padre. Él se lo revelaría algún día, cuando fuera el momento. Pero por ahora, Padmé y él preferían que continuasen así, inocentes, haciendo gala de esa pureza e ingenuidad que sólo en los niños es posible encontrar.

Aquella decisión no impedía que ambos fueran adiestrados en los caminos de la fuerza, un don y un privilegio que les correspondía desde su nacimiento, pero la decisión de convertirse o no en caballeros jedis la tomarían cuando fueran adultos, y tuvieran la madurez suficiente para ello. Tal vez decidieran servir así a la galaxia, o tal vez prefirieran elegir otro camino. Independientemente de su decisión, él los apoyaría siempre.

Cuando los gemelos habían cumplido los tres años y los objetos empezaban a volar por la casa dependiendo de su estado de humor, él y Padmé había comprendido que era el momento de comenzar a entrenarlos. Y tras consultarlo con su esposa, ella había apoyado su decisión de que fuera Obi-Wan quien lo hiciera, dado él largo camino que él aún tenía recorrer antes de conseguir un aura tan pura como la del maestro jedi.

Durante los años posteriores a su matrimonio, Obi-Wan le había enseñado técnicas de meditación y otros ejercicios jedi, que esperaba le sirvieran para purificar su aura y alcanzar la paz espiritual que le negaba su pasado. Por su parte él había tratado de enseñarle a entrar en completa comunión con la fuerza, tal cual había hecho al matar el emperador, aunque todavía no sabía si aquella sería una posibilidad únicamente válida para él y sus descendientes, o si cualquier sensible a la fuerza podría llevarla a cabo. Seguían investigando.

Tanto él como Obi-Wan dividían su tiempo entre el que pasaban en Naboo y el que dedicaban a La Capital, donde el maestro Yoda había vuelto a poner la orden en funcionamiento, con la inestimablemente guía y ayuda de Qui-Gon. El Código había sido anulado y rescrito desde sus inicios, tomando en consideración lo aprendido y la nueva naturaleza manifiesta de la fuerza.

Tras varios años de deliberación, los padawan continuaban siendo infantes, pero a éstos se le permitía regresar a sus hogares durante cuatro semanas cada año, siempre que así lo eligieran ellos, y los padres u hermanos tenían derecho a visitarlos uno de cada dos fines de semana. El amor se había demostrado como algo poderoso y positivo, siendo el camino para que un Sith volviera al lado luminoso, pero la disciplina continuaba siendo muy necesaria en la vida de un jedi.

Respecto a la posesión y el apego, el maestro Yoda se había mantenido firme. Un jedi tendría la posibilidad de unir su vida a otra persona si tal era su deseo, pero no podría iniciar ningún tipo de relación romántica antes de haber sido nombrado caballero, pues sólo entonces dispondría de la madurez y experiencia necesaria para comprometerse, y para superponer su deber a ese amor si fuese necesario.

Ya se habían formado algunas relaciones de ese tipo entre los supervivientes de las purgas, que habían regresado a Corusant tras el fin del imperio y el restablecimiento de la Republica, pero principalmente entre diferentes miembros de la orden.

Anakin estaba satisfecho. Tenía el presentimiento de que algún día al menos uno de sus hijos llegaría a formar parte de esa orden, y le dolería en el alma que se les negara el placer de una familia debido a ello, especialmente porque sabía de primera mano lo importante y valiosa que ésta era. Sin Padmé él nunca habría encontrado el camino.

- ¿En qué piensas?

Padmé había llegado a su lado, colocándose junto a él en la pequeña galería y apoyando la cabeza sobre su hombro. Anakin la atrajo hacía sí y la rodeó con sus brazos antes de contestar.

- En ti. Y en nuestros hijos - respondió sinceramente -. En lo perdido que estaría sin vosotros, y en las gran persona que tú eres, y que ellos llegaran a ser algún día.

- Anakin.

Padmé siempre pronunciaba su nombre de esa manera tan especial, que lo hacía sentir tan amado, tan necesario, tan querido, como si fuera el único. A pesar del tiempo, continuaba tan hermosa como siempre, incluso más, pues la maternidad había asentado sus curvas dando realce a sus pechos. Pero Anakin sabía que independientemente de su aspecto él siempre la consideraría la más preciosa de todas. Su ángel.

Ella tampoco había perdido el tiempo. Después de que Luke y Leia cumplieran los cinco años, había recuperado lentamente su figura política. Aunque no disponía de ningún cargo formal, el senado había solicitado para ella el título representativo de "Consejera" y su influencia era tal que cualquier sugerencia que hiciera inmediatamente era tomada en consideración por todos los senadores.

En los últimos meses, dado que la galaxia disfrutaba de paz y los jedis volvían a ocuparse de los pequeños conflictos, Padmé había iniciado un empresa para liberar a los planetas del borde exterior del control de los hutt y erradicar la esclavitud de forma absoluta e inamovible. Por ahora había logrado ya varios avances.

Su amor continuaba tan firme como al principio, evolucionando con ellos y fortaleciéndose más a cada momento juntos. Había habido momentos difíciles, noches enteras en las que él era acosado por pesadillas de su pasado y ella permanecía despierta consolándolo, jurándole que era una buena persona y que ella lo amaba por encima de todo. Pero la llegada de Luke y Leia había contribuido a mejorar las cosas, trayendo con ellos la paz que su alma tanto ansiaba, y esos episodios fueron disminuyendo progresivamente, al punto de que casi habían desaparecido.

Con su apoyo, Anakin decidió que trataría de compensar a la galaxia el daño causado, y desde aquel momento había iniciado su apoyo formar a la orden, acompañando a Obi-Wan en muchos de sus viajes y cruzadas más difíciles. Hacía tiempo que el jedi se había convertido a algo parecido a un hermano, y sin duda un segundo padre para sus hijos.

- Sé que serán grandes personas - afirmó ella -. Como su padre.

Él le dedicó una pequeña sonrisa y no se molestó en contradecirla, replicar que alguien con un pasado como el suyo nunca sería grande. Sabía que no serviría para convencerla y que sólo la entristecería. Padmé creía en él, y precisamente esa firme creencia era lo que lo impulsaba a tratar de cumplir sus propósitos, aunque fuera en vano.

Ella acarició su cabello con sus delicadas manos y depositó un suave beso en sus labios, como si supiera exactamente cuales eran sus pensamientos y le estuviera dando las gracias por confiar en ella y por amarla tanto. A lo lejos Luke y Leia divisaron a sus padres y corrieron hacía ellos, bajo la sonrisa permisa de su maestro, que los saludó a ambos con una inclinación de cabeza, antes de caminar hacía la casa e introducirse en ella con un paso mucho más relajado.

Anakin recogió en sus brazos a su pequeña hija mientras Padmé hacía lo mismo con su hijo. Pronto serían los dos demasiado pesados para permanecer en ese lugar de lujo, pero mientras disfrutaban con orgullo el tiempo que les quedaba. La familia completa observó como el Sol se ponía desde la galería, donde una vez Anakin y Padmé compartieron sus votos, con sus siluetas reflejadas en el agua del lago, seguros y confiados, sabiendo que aunque con el tiempo el mundo cambiara, los lazos que ahora los unían permanecerían siempre.


Anakin y Padmé vivieron juntos como un matrimonio durante sesenta y siete años, siendo encontrados sus cuerpos una mañana de agosto por su hija, por aquel entonces madre y abuela. Fallecieron juntos mientras dormían. Hay quien sospecha que ante la salud debilitada de su esposa, fue Anakin quien decidió aliviar su sufrimiento durmiéndola en la fuerza y después entregándose él mismo a ella, incapaz de soportar una existencia donde ella ya no estuviera.

Padmé Amidala fue recordaba como amante madre y esposa, y llorada en su muerte por sus dos hijos, sus cuatro nietos, y sus siete bisnietos. La galaxia la recordaría siempre como La Última Emperatriz, la Madre de la Nueva Republica, la Fiel Consejera, y la Liberadora de Esclavos, entre sus títulos más significativos.

Anakin Skywalker fue recordado como amante padre y esposo, y llorado en su muerte por sus dos hijos, sus cuatro nietos, y sus siete bisnietos. La galaxia lo recordaría siempre como el Gran Defensor de la Paz, el Héroe Sin Miedo, el Destructor de la Estrella de la Muerte, y el Gran Maestro de la Orden Jedi.

Padmé Amidala y Anakin Skywalker vivieron juventudes opuestas, pero la fuerza quiso que un día se encontraran. Juntos en vida descubrieron el amor y revolucionaron la galaxia. Hoy continúan juntos en la muerte.

Dos almas unidas más allá del destino. Para siempre.

END.


Tened en cuenta que muchos de los títulos que otorgo a Padmé y Anakin al final no los han conseguido en el transcurso de esta novela, sino en sucesos posteriores. Por ejemplo, el Gran Maestro de la Orden Jedi, yo no considero que Anakin ocupe ese puesto hasta muy entrado en años, tal vez a la muerte del maestro Yoda o del propio Obi-Wan, cuando su madurez y tranquilidad espiritual hayan llegado a un punto sublime que no se muestra en ninguna de las películas (lo que es normal, porque en la mitad de estas es un adolescente/joven, y en la otra mitad es una medio máquina/sith), donde su potencial haya sido también plenamente desarrollado y su impetuosidad y remordimientos totalmente controlados. Respecto a Destructor de la Estrella de la Muerte, aunque en este fanfic nunca se dice que hayá sido él, yo digo que con el tiempo los rumores se extienden, y además me apetece que Anakin se lleve parte de la gloria que merece. Y Héroe Sin Miedo y Defensor de la Paz… bueno, seguro que a lo largo de su vida Anakin tiene tiempo de ganarse esos sobrenombres, igual que Padmé se gana los suyos. La gente necesita héroes, ellos son una pareja famosísima en toda la galaxia, y además ambos tiene dones extraordinarios. Espero no haber excedido, pero ya que en las películas sufren los dos una vida tan trágica, pues aquí me da la gana de que sean felices y además que la gente reconozca su valía.

Por otro lado no todo fue color de rosa. Anakin tuvo que luchar mucho para superar los remordimientos por su pasado, cosa que no habría logrado sin padmé, y después trató de resarcirse por ellos, dedicándo su vida a mejorar la galaxia, igual que su esposa, aunque cada uno a través de sus propios medios.

Sobre la vida de Luke y Leia no digo nada, pues este fic no estaba centrado en ellos, aunque cuando habló sobre sus hijos y sus nietos, sabed que me he guiado por le universo UA, es decir, que veo a Leia casada con Han Solo, y con sus tres hijos; Jacen, Jaina y Anakin; y a Luke junto con Mara y su hijo Ben. Evidentemente Luke eligió el camino de los jedi, y probablemente sucedió as u padre como Gran Maestro, pero si Leia eligió o no la política como su madre lo dejo a vuestra elección.

Dado que éste es definitivamente el último capítulo y no tengo intención de hacer ninguna secuela, puedo decir que la historia acababa aquí, y que no habría llegado tan lejos sin vuestro apoyo.

De corazón gracias.

Gracias a todos los lectores, a los que dejaron un reviews en el capítulo anterior, y a los que lo hicieron alguna vez a lo largo del fic. Muchísimas gracias. Ojala hayáis disfrutado el final y os espero es mis otras historias, Fuerza&Destino todavía continua!

Un saludo muy grande. Muchos besos. Y un hasta siempre.

¡Que la fuerza os acompañe amigos!

¿reviews?