Untouchable
Capítulo 1: Dolor
Me bajé del coche pensando en lo perfecta que era mi vida. Desde que Edward y yo nos habíamos hecho novios en el instituto, la cosa no había hecho más que mejorar. Pensé en mi casa, la preciosa mansión Cullen, toda para nosotros dos desde que Esme y Carlisle se habían mudado a Nueva York. Aquella casa que a pesar de ser tan grande, nunca se sentía vacía con Edward allí. Pensé en mis dos mejores amigas, Alice, hermana mayor de Edward, felizmente casada con Jasper y en camino de ser la mejor editora de revistas de moda de la historia, y Rosalie, en trámites de matrimonio con el otro hermano de Edward, Emmett, la mejor abogada del condado, y puede que del estado. Jasper y Emmett eran mis mejores amigos. Jasper era psicólogo, y Emmett era entrenador de la liga infantil de béisbol.
Y luego estábamos Edward y yo, la pareja perfecta según el resto del mundo. Conectábamos como el azul y el amarillo, creando un verde perfecto. Éramos muy felices, sobre todo desde que yo me había ido a vivir con él al quedar su casa deshabitada, ya que sus dos hermanos ya se habían independizado y habían trasladado a Carlisle a un prestigioso hospital de Nueva York. Ambos estudiábamos en la Universidad de Port Angeles, cursando último año, y teníamos la vida casi resuelta.
Todo me había salido a la perfección. Tenía a mis amigos que eran como mi familia, a mi novio, el hombre más perfecto de la tierra, unos suegros maravillosos, unos padres fantásticos y una casa de ensueño. Y lo mejor era que era feliz. Era absolutamente feliz junto a Edward.
Mi vida era un sueño. La vida que siempre había deseado.
Saqué todo lo que llevaba en el maletero y caminé hasta el porche.
Abrí la puerta con el pie, ya que iba cargada de bolsas de supermercado. Esperaba que Edward, como siempre, viniera a la puerta a ayudarme a llevar la compra a la cocina y a darme un tierno beso de bienvenida.
Pero eso no sucedió.
En su lugar, lo que encontré fueron las cosas de Edward empaquetadas en el suelo de la entrada.
Solté todo de golpe. Luego di un salto sobresaltada, y me aseguré de que no se había roto nada. Sólo había comprado pan de molde, galletas, queso y cosas por el estilo, nada de botes de vidrio.
Probablemente alertado por el impacto, Edward apareció en el rellano con el semblante tranquilo e inexpresivo. Me miró, carente de expresión alguna, y se inclinó para coger su equipaje.
̶ ¿Qué estás haciendo, Edward? ̶ pregunté.
̶ Me marcho.
̶ ¿Qué? ¿Por…? ¿Por qué?
Sentí cómo las lágrimas comenzaban a inundar mis ojos, cayendo sin permiso por mi rostro.
Edward suspiró hastiado y volvió a dejar el bolso en el suelo. Se apoyó en la pared, cruzando los brazos bajo el pecho, y cerró los ojos, con el rostro sombrío.
̶ Me han ofrecido una beca en Londres. Es una beca irremplazable, una entre un millón. Y me la han dado a mí. No puedo rechazarla. Tengo que ir.
Suspiré, aliviada. Una beca. No era tan grave.
̶ ¿Y por qué no me has esperado para hacer el equipaje? ¿Ya tenemos casa en Inglaterra? ̶ pregunté.
Edward se pellizcó el puente de la nariz con los dedos pulgar e índice.
̶ No te he esperado porque me voy yo sólo, Bella.
Pude oír perfectamente cómo mi corazón se paraba y luego comenzaba a latir furiosamente, aterrado.
Quise preguntarle por qué, pero no me salía la voz. Él pareció darse cuenta.
̶ Bella, no quiero que vengas conmigo.
Sollocé. No me había dado cuenta de que mis lágrimas se habían convertido en un llanto en toda regla.
̶ ¿Me estás dejando? ̶ pregunté, en un susurro ahogado.
̶ Sí ̶ respondió Edward, de modo frío, glacial.
Fue como si me hubiera clavado una daga de hielo en el pecho, y mi mundo feliz se derrumbó en un instante.
̶ ¿Por qué? ̶ pregunté, sin pensar. En realidad prefería no saberlo, pero ya lo había preguntado.
Edward soltó un resoplido.
̶ No puedo seguir así, Bella. Esta relación, nosotros, me consume demasiado. No puedo concentrarme en mi futuro. Tengo que elegir. Y he elegido mi trabajo.
Eso fue demasiado. Incluso se me nubló la vista. Sentí las piernas de gelatina, pero me mantuve en pie.
̶ Es lo mejor para todos, Bella ̶ continuó. ̶ Puedes quedarte aquí. Después de todo, la casa es de los dos. También puedes quedarte el coche.
̶ No quiero la casa, ni el coche. Te quiero a ti.
̶ Pero yo a ti no ̶ dijo, y yo reculé unos pasos, al borde del colapso. ̶ Lo siento ̶ hizo una mueca. ̶ Adiós, Bella.
Se agachó frente a su equipaje y se colgó las dos bolsas que llevaba. Yo sentía que me faltaba el oxígeno. No podía respirar, veía borroso.
Edward pasó a mi lado sin inmutarse y salió de la casa.
No volví a verlo.
Sin ser consciente del todo, sentí como mi espalda colisionaba con la pared y luego resbalaba hasta el suelo. Me abracé las rodillas, sollozando violentamente.
Recuerdo haber pasado la noche así. Y también recuerdo a Emmett subiéndome a mi habitación, a nuestra habitación. Recuerdo que me dejó sobre la cama, y recuerdo que yo me levanté y me tumbé en el sofá de cuero. No quería que su olor se mancillara con el mío.
Y después… nada.
Bella se levantó llorando una vez más, como cada noche desde que Edward se había marchado. Estaba atravesada sobre el estrecho sofá, donde llevaba durmiendo tres meses. Le dolían todos los huesos del cuerpo de dormir en una posición tan poco recomendable, pero no se atrevía a dormir en la cama, en su cama.
Se incorporó, sin poder controlar las lágrimas que surcaban su rostro. Llevaba tres meses sin poder dormir más de unas pocas horas seguidas, porque siempre se despertaba recordando aquel fatídico momento en el que Edward había salido de su vida de manera radical.
Se levantó del sofá y bajó los tres pisos de escaleras hasta el salón. Una vez allí, Bella hizo algo que había cogido la costumbre de hacer desde que su novio se había marchado. Se sentó frente al piano, en la banqueta, y acarició las teclas, dejando que los sollozos salieran salvajes. Aquella parte de la casa, que tanto le recordaba a él, era lo único que le quedaba del amor de su vida.
Enterró la cara en las manos, destrozada por completo. No era capaz siquiera de respirar hondo, y le dolía constantemente el pecho. Tenía unas profundas y oscuras ojeras bajo los párpados a causa de la falta de sueño, y le picaban constantemente los ojos de llorar. Le sorprendía no haberse deshidratado aún. Además había perdido cuatro kilos, ya que la simple idea de comer le daba náuseas.
Sí, su vida perfecta se había desmoronado en cuestión de segundos, y aún no había sido capaz de reconstruirla. Sus padres la llamaban constantemente, preocupados, y Emmett, Alice, Rosalie y Jasper la visitaban todo el tiempo para asegurarse de que no estaba desangrada en la bañera.
Sin embargo, ella no quería compañía. Sabía perfectamente que la única compañía que su corazón anhelaba no iba a tenerla, así que por qué molestarse. La vida había perdido todo el sentido. Comer, ver la televisión, comprar, ir a la Universidad… ¿para qué?
Bella se pasaba encerrada en la gran casa blanca las veinticuatro horas del día, sin hacer nada. Una gran capa de polvo lo cubría todo, excepto el piano, al que cada día le pasaba un trapo para mantenerlo brillante, tal y como Edward hubiera querido. De resto, era como si allí dentro no viviera nadie. Una casa abandonada.
Lo único que mantenía a Bella relativamente viva de un día para otro era la llamada.
Una llamada que realizaba cada día a las dos de la madrugada, con la esperanza de que algún día Edward contestaría al teléfono. Necesitaba oír su voz, su risa. Aunque solo fuera un segundo, aunque sólo fuera una palabra. Lo necesitaba.
Pero Edward no contestaba. Cortaba la llamada antes de descolgar, probablemente esperando a que Bella se cansara de acosarlo. Pero ella no se cansaba. Luchaba consigo misma para no llamarlo más de una vez al día. Tampoco quería pasarse y que le pudiera una orden de alejamiento. Solo quería oír su voz. Se conformaría con un simple "¿diga?". Eso era todo lo que pedía.
Sabía que sus amigos se preocupaban por ella. Demasiado, quizá. Le traían comida, ropa, revistas… Rosalie hacía deliciosas tartas de queso con mermelada, y Emmett alquilaba películas de acción para verlas todos juntos en el gran salón. Pero Bella no estaba de humor para reuniones de amigos. Quería que la sedaran y la dejaran vegetal. No quería sentir dolor.
Era consciente de que sólo había una solución a su problema y que estaba fuera de su alcance. La solución era, obviamente, ir a buscarlo, pero no podía. Sus ahorros ascendían a un total de quinientos dólares, que desaparecerían tan sólo en el billete de ida. No serviría de nada, y luego no podría volver. Porque él ya no la quería, eso lo había dejado más que claro, y que ella lo persiguiera hasta Europa no iba a cambiar la situación. Sería humillarse, rebajarse hasta lo más mínimo. La gente se reiría de ella por cometer una estupidez tan grande. ¿Ir hasta Europa a por alguien a quien no le importas?
Pero claro, él no era solo alguien. Era su todo. Edward era su oxígeno. Su agua. La gente se pelea por el agua. Hay incluso guerras por el agua, y por el petróleo. ¿Es que es más importante el petróleo que el oxígeno?
No, para nada.
En un acto irreflexivo, Bella se levantó del piano y caminó hasta su ordenador. Lo encendió, y esperó pacientemente a que se cargara del todo. Abrió una ventana de Internet y buscó una página de venta de billetes de bajo coste.
Encontró un vuelo low-cost por cuatrocientos dólares a Londres para el día siguiente. Adiós a todos sus ahorros.
En fin, valdría la pena, porque al menos oiría su voz.
¡Hola! Nueva historia. Untouchable... ¿Os gusta el título? A mí me encanta... Es además una canción de Taylor Swift. Escuchadla, es preciosa.
En fin, no sé cuantos capítulos tendrá, pero no creo que pase de 15. Los capítulos serán en su mayoría muy cortitos... Ya veréis por qué. Y también veréis la estructura... Es muy... ¿innovadora? xD
Espero que os guste mucho, mucho, mucho.
Y gracias multiplicado por mil a Laura, que me ayudó un poquito con este Edward tan complicado... GRACIAS :)
PD: ¡Notición! ¿Sabéis que he leído que The Runaways se estrenará en España el 10 de Septiembre? *Gritos de alegría*