Otro día más. Y un minuto. Y diez segundos. Once. Doce. No podría aguantar más. Desde el sábado no la había visto y si lo había hecho ni se habían mirado. Tantos años con ella, estando a toda hora juntos, incluso en la Madriguera, y por eso ahora se notaba más su ausencia. Maldito fue aquel día, aquel momento en el que sus amigos entraron al bar, aquel momento en el que no supo qué hacer. Y debió haber ido tras ella, pues ahora era demasiado tarde. Pero no, no debía pensar así; sólo fue un simple error, pero se podía arreglar, o al menos de eso se quería convencer Ted.

Volvía a estar en la biblioteca, como hacía una semana, pero ahora le preocupaba no poder ver a Victoire de nuevo, que ella no le estuviera esperando. Ahora sólo quería encontrársela en cualquier sitio y que le sonriera, que caminara a su lado, que le hablara, aunque fuera como siempre había sido y no como él siempre había querido que fuera. Tan sólo escuchar su voz…

—Vale, pero tendrás que esperar… —la chica fue apagando su voz en cuanto entró en la biblioteca.

Victoire se había detenido en la entrada de la sala y miraba a Ted un tanto nerviosa. Debía habérselo imaginado; toda la semana intentando evitarlo y no se acordó de que él solía ir los viernes allí.

La amiga la miró confusa y fue a sentarse junto a otras chicas. En ese momento, Victoire se dio la vuelta y empezó a caminar fuera de la biblioteca, apresurando el paso al escuchar otros tras ella. Llegó al final del pasillo y, antes de poder girar la esquina, una mano le sostuvo el brazo.

Ted respiraba agitadamente por la carrera, pues la chica corría más de lo que se pensaba, y por los nervios. Le fue dando la vuelta lentamente al cuerpo de la chica, pero ésta hizo un movimiento brusco y se soltó de la mano de Ted. Sorprendentemente, no echó a correr.

—Lo siento. —Ted no se acordaba ya ni de porqué lo decía, sólo quería que todo volviera a la normalidad.

Victoire se giró al escuchar esas palabras, pero su expresión seguía siendo de enfado.

—Victoire… —quiso continuar hablando el chico, pero ella alzó una mano acallándolo.

—No tienes que pedirme perdón por nada —dijo muy segura—. Es sólo que… —miró a Ted un momento y se puso colorada, dejando de lado su expresión seria.

—¿Que qué? —la apremió el chico.

Victoire respiró profundamente. Él no tenía la culpa, pensaba Victoire; únicamente no quiso dejar plantados a sus amigos por ella. Era fácil: su plan no podía salir bien si a él no le gustaba ella. Victoire quería que en Hogsmeade pasara algo de una manera, pero no pudo ser.

—Lo voy a decir claro y así terminamos con esto de una vez. —Respiró de nuevo profundamente y miró fijamente a los ojos dorados del chico. —Teddy, sabes que me gustas, pero podías haberme dicho que no era así por tu parte —dicho esto expulsó todo el aire y se decidió a marcharse sin esperar respuesta del metamorfomago.

Ted la conocía muy bien desde hacía mucho tiempo y sabía que ella era de esas personas que lo preparaban todo antes de hacer nada, así que, por lógica, había pensado en cómo sería el sábado, pero al llegar sus amigos les cortaron cuando iban…

Ted actuó rápidamente y volvió a cogerla por el brazo, y tirando hizo que el cuerpo de Victoire quedara a un palmo del chico. Ted puso una mano en su barbilla y acercó su boca a la de la chica rápidamente. Sus labios estaban en contacto, primero con cierto miedo y después se adentraron en un beso más profundo. Ted había pasado una mano por la espalda de la chica y la había acercado más a él. Ella subió los brazos para rodearle el cuello, pasando antes por el pecho del chico. Las manos de Victoire agarraban fuertemente la mandíbula de Ted, provocando que éste sonriera.

Victoire se separó de él al extrañarse por esa reacción y lo miró con el ceño fruncido. Pero en cuanto la distancia de sus rostros fue más grande, se dio cuenta de que Ted tenía los labios más rojos de lo normal, sus cuerpos estaban en contacto prácticamente por todos lados y ella todavía sostenía la cara del chico.

—¿Por qué sonríes? —preguntó ruborizándose después de haber analizado la situación. Ese sonrojo sólo provocó que Ted sonriera más.

—Esto no lo tenías planeado, ¿verdad? —Ya volvía a ser el mismo de siempre, bromeando en cualquier situación.

Victoire frunció los labios y desvió la mirada de cualquier parte de la cara de Ted, aunque también intentaba apartar de su mente el hecho de que estaba pegada a él para poder controlar su expresión.

El metamorfomago sonrió aún más y, sin ningún miedo, como el que tuvo al principio, volvió a besarla. No le rechazó, primero no le contestó por la sorpresa, pero después rodeó el cuello del chico con sus brazos.

Estaba sentada en un vagón del expreso de Hogwarts, mirando por la ventana hacia el cielo. Inmersa en sus pensamientos, soñando despierta, imaginando a su Teddy. Iba a empezar el séptimo curso y sería el segundo año que pasaría sola, sin él.

Escuchó la puerta abrirse y cerrarse, pero no quería prestarle atención a aquella persona que había entrado, quería seguir soñando con él. Aquella persona se sentó cerca de ella, demasiado pegada a su cuerpo. Le llamó la atención otra cosa también: el nuevo olor. Giró lentamente la cabeza, sintiendo cada vez más el olor a chocolate, el dulce aroma que tanto la inundó los cursos pasados.

—Hola.

Victoire sonrió al encontrarse con los ojos dorados de Ted y decidió actuar antes de saludar. Se acercó a él para encontrarse ahora con sus labios, dejándose rodear por los brazos de Ted y haciendo ella lo propio con los suyos.

En ese momento, entró otra persona más en el compartimento, alguien más bajito que ellos dos: James Sirius Potter. Se había quedado pasmado al entrar y verlos besándose, pues nadie de la familia sabía de su relación. Ted suspiró separándose de Victoire y vio que James ponía una de sus caras para cuando algo se le escapaba de las manos.

—¿Qué haces Ted? —preguntó el chico con una expresión dudosa.

—Me estaba despidiendo de ella —intentó explicarle el aludido sin entrar en detalles sobre la manera—. Ahora, lárgate.

A James se le dibujó una sonrisa traviesa en la cara y salió corriendo al pasillo. Ted miró a Victoire y suspiró.

—Sabes que tu primo se lo va a contar a toda tu familia —afirmó más que preguntó. La chica asintió con una sonrisa.

—Alguien debía decírselo y yo no tenía muchas ganas —finalizó la chica alzando una ceja.

Después, Ted se acordó de que no podía estar allí todo el tiempo que quería y quiso terminar de despedirse de una vez, besándola claro.

Muchas gracias por leer^^.