LA MEMORIA DE LOS PECES

XIV

Hugo

El primer revolucionario

A Hugo le gusta revolver las cosas de mamá y papá cuando nadie mira. No tiene órdenes de no hacerlo, pero a pesar de ser sólo un niño cree que existe algo un poco incorrecto en eso de inmiscuirse en los asuntos de los mayores, en las cosas privadas de papá y mamá. Sin embargo, la curiosidad de Hugo siempre ha sido más grande que el sentido común y, una vez más, se escabulle dentro del dormitorio de sus padres, rebusca en el armario y extrae una caja llena de cosas viejas.

No hay nada particularmente interesante. Media varita antigua que a papá se le rompió cuando tenía doce años. Un par de libros de texto que dejaron de utilizarse en Hogwarts hace años. Un par de insignias de prefecto que alguien –y no el tío Percy- parece encargarse de limpiar periódicamente. Un puñado de horquillas para el pelo, unos guantes de guardián de quidditch y algo interesante de verdad.

Hugo, que ha mirado en esa caja unas cuantas veces, no sabe por qué no la ha visto antes. Quizá porque está debajo de los viejos guantes de papá, casi escondida, y Hugo siempre ha tenido muchas prisas para fijarse en los detalles. La cuestión es que esa chapa con unas letras grabadas (P.E.D.D.O.) resulta misteriosa y fascinante. Hugo se acomoda un poco mejor y examina su descubrimiento con ojo clínico, intentado averiguar qué es y para qué sirve. Está tan concentrado que no escucha los pasos de mamá mientras sube la escalera y se dirige al dormitorio.

-Hugo. ¿Qué haces aquí?

El niño se levanta de un salto y procura disimular. Claro que no es fácil con la caja de cosas viejas en sus pies, el armario abierto y la cara más roja que un tomate, pero realmente lo intenta. Teme que mamá le regañe y le suelte algún discurso sobre la obediencia y la responsabilidad, pero mamá sólo sonríe y va a sentarse a la cama como si de verdad no fuera a echarle ninguna bronca.

-Veo que andas husmeando entre mis cosas. Sabes que está mal. ¿Cierto?

O quizá sí haya regañina, después de todo. Desesperado por librarse de ella, Hugo considera la posibilidad de jugar al despiste y con un movimiento casi brusco le muestra a mamá la chapa misteriosa.

-¿Qué es esto?

Teme que no vaya a funcionar, pero mamá sonríe aún más, lo sienta en sus rodillas –y eso que ya pesa como media tonelada- y comienza a hablar con voz suave. Por un momento Hugo cree que el discurso aburrido y eterno está allí, en sus mismísimos oídos, pero mamá no pretende sermonearle sobre nada. En lugar de eso, le cuenta una historia fabulosa sobre una chica que creía en la libertad de todas las criaturas mágicas, de su lucha por lograr un mundo mejor y Hugo, por primera vez en su vida, sabe lo que significa estar realmente orgulloso de algo.

Por eso, cuando mamá termina de hablar, se pone en pie con determinación y extiende una mano.

-¿Me la das?

Efectivamente, mamá se la da. Hugo coge la insignia de la P.E.D.D.O. y se marcha a su habitación con una idea en mente. Él seguirá con la lucha que empezó un día Hermione Granger. Y Merlín sabe que tiene un montón de trabajo por delante.

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Y hasta aquí ha llegado esta historia. Espero que os haya gustado, aunque sea un poco. Creo que tomaré de base estas viñetas para escribir más sobre los chicos de la tercera generación. De hecho, ya tengo en mente algo para Dominique, aunque todavía no está escrito.

Nada más, gracias por llegar hasta aquí. Espero vuestras impresiones. Ya sabéis, el botoncito de ahí abajo :)

Besitos.