Chapter 36:

- Sigues siendo tú.- escondió su rostro en el cuello de Severus, y aspiró lentamente su aroma; seguía siendo igual, seguía oliendo a laboratorio, a cerrado.- Sigues oliendo igual.

Sus labios se unieron con delicadeza a los de Tom, mientras éste le llevaba a la cama. Y, por unos minutos, Tom se dedicó a mimarle, a recorrer cada una de sus cicatrices con los labios, a hacerle sentirse querido. Consumaron su unión en una marea revuelta de brazos y piernas, y ambos se quedaron callados, tumbados en la cama. Era la hora de irse,- pensó Severus, con tristeza.

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Bien, definitivamente no había vuelta atrás.- pensó Severus, observando el sucio callejón en el que había aparecido por primera vez, hacia casi dos años. En su diestra llevaba la varita fuertemente sujeta, y en la siniestra una caja de tizas, que servirían para hacer las runas y el pentágono básico de delimitación. Se felicitó internamente por haber escogido runas antiguas para sus TIMOS, en vez de Adivinación.

Tom, detrás suyo, se sentó en uno de los cubos de basura, dejándole hacer con parsimonia y lentitud. La tiza se deslizó sobre el suelo irregular, formando el pentágono, y luego describiendo las runas, tal y como se especificaba en el escrito del libro. A medida que escribía en el suelo sucio y húmedo, el polvo de la tiza blanca brillaba débilmente, como si tuviera residuos de magia en su interior.

Por fin, tras cinco minutos de arduo trabajo, Severus se levantó del suelo, y un sonido metálico tras él le hizo saber que Tom también se había levantado. Se giró, hasta quedar frente a frente con el muchacho, y se dejó besar largamente por el chico de cabellos castaños. Una vez acabó la muestra de afecto, Tom sacó de su bolsillo el giratiempo dorado y se lo entregó con sumo cuidado.

- Te escribiré en cuanto regrese, ¿vale, Tom?- se cercioró Severus. El aludido sonrió ladino, acariciándole el rostro, antes de hacerse atrás.

- Y no intervendré hasta que no lo hagas.- dijo a su vez Tom, repitiendo lo que Severus y él habían acordado hacer durante todo ese tiempo en que tendría que esperarle. Severus sonrió tímidamente, antes de ponerse el giratiempo, pasando la cadena fina de oro por su cabeza.

- Te quiero, Tom. No lo olvides nunca.- la mirada intensa de Snape contrastaba fuertemente con su voz débil. Tom cabeceó elegantemente, y, metiéndose dentro del pentágono, Severus activó el giratiempo.

Repentinamente, Severus se vio tragado por un haz de colores muy intensos, y cerrando los ojos durante un momento debido al mareo, tocó el suelo con sus pies. Y cayó como un peso muerto, incapaz de sostenerse en sus piernas, que temblaban como gelatina.

Abrió los ojos poco después, cuando se sintió más recuperado, y tragó saliva. Estaba de vuelta en casa, de vuelta en su época, de vuelta en su habitación. Miró su uniforme de Slytherin, la corbata verde y plateada arrugada y mal puesta. Se levantó despacio, acostumbrándose de nuevo a la sensación de estar en su época, y se miró en el espejo del dormitorio: volvía a ser él mismo, con quince años, con el mismo cabello grasiento, y la misma nariz grande.

Sonrió, curvando sus labios pálidos en una mueca malvada: era todo menos él mismo, y esos gryffindors se arrepentirían de haberle humillado de la manera en que lo habían hecho. Cerró sus manos en puños, hasta dejar los nudillos blancos, mientras pensaba en ellos. Esta vez sería diferente de las demás, esta vez no sería él el que saliera malparado.

Pero, antes que eso, debía avisar a Tom, a Lord Voldemort, de su llegada. Sonrió, esperando que le hubiera esperado. Comenzó a escribir intensamente la carta, anunciándole su llegada y, cinco minutos después, Severu Snape veía cómo su lechuza, de un común color marrón oscuro, volaba hacia algún punto más lejos de lo que sus ojos podían alcanzar. Y sonrió, sintiéndose otra vez en casa.


N/A: pues ya está, hasta aquí la historia. Espero que os guste... y que hayáis tenido una feliz navidad.