TENIA TANTAS GANAS DE SUBIR ESTAAA!! :B OS JURO QUE NO PODÍA MAS! Lean porfavorrr (:! Atto: camiiko no punishment
Línea gris: cambio de escena
Cursiva: Flash back
Mujeres Divinas Capítulo 1
Era impresionante lo dañino que podía ser el polvo en los ojos y lo que raspaba el aire seco en la garganta, todo era un caos único y digno de un infierno que muchos no se merecían, pero que a muchos les serviría, aunque de manera drástica para encontrar su destino.
-¡Sakura! ¡Sakura!- Gritaba desesperado el chico de cabellera plateada, buscando por su chica extraviada entre toda la gente que corría despavorida buscando resguardo entre las casas ardientes en llamas y las explosiones.
-¡PECHO TIERRA! ¡Viene otra!-Gritó alguien al ver otra bomba cayendo, bombas caseras, pero con fuertes reacciones. Yukito inmediatamente se tiró al suelo, rogando porque Sakura no estuviera cerca de la explosión. Ella era lo único que importaba en ese momento, más que todo lo material que perdería esa terrible noche.
Después del fuerte estruendo que provocó el estallido de otra casa, se levantó decidido a encontrar a su bella prometida de ojos esmeraldas. Le dolía respirar por el humo cargado de pólvora, sin contar los múltiples raspones que ardían como el demonio. Su vista era borrosa a pesar de sus lentes, que ya presentaban una cuarteadura, pero no se daría por vencido.
Entonces, alguien le dio un empujón por detrás, dándose cuenta de que había estado ajeno a todo lo que pasara que no tuviera que ver con su preocupación por Sakura.
-¡Estorbas imbécil! ¿¡Quieres que te corte la cabeza?!- Un hombre mulato de casi dos metros de alto, con argollas doradas en toda su oreja y uno en la ceja lo amenazó blandiendo su espada, poco faltó para que le diera una estocada de no ser porque el botín que tenía en sus manos estaba intentando escaparse de nuevo.
-¡¿A dónde vas chiquilla!?- El tipo la alcanzó a agarrar de la muñeca, jaloneándola hacia él y usando su grueso brazo para amarrarla y que no se le escapara de nuevo.
-¡Yukito!- Exclamó la chica que zarandeaba sin piedad aquel ya identificado pirata, conocido más como Murray "el Mercader de esclavos".
Yukito volteó casi de inmediato al reconocer aquella dulce voz que ahora estaba inundada en pánico y desesperación. Ella intentó zafarse de nuevo, pero él la abofeteó con el mango de la espada, rompiéndole sus preciosos labios rosas.
-¡Cállate zorra!- Encolerizó el mercader, llevándola a rastras hacia lo que, por lo que se podía adivinar a causa del humo y el olor a muerte que había dejado la invasión de piratas en la isla era la orilla de la playa, y mas allá un galeón cuyas recubiertas finas de oro brillaban en la noche al compas del caos que seguro éste sádico Murray disfrutaba.
-¡¡¡SAKURA NO!!!- Yukito desenvainó su espada, decidió a partir a la mitad a aquel hombre que maltrataba con tanta osadía a su prometida. Si alguien era valiente y fuerte era Yukito, así que seguro que le ganaría.
Apunto estaba de hacerle perder el brazo al Mercader cuando éste pone en frente a su prometida, faltando muy poco para que su espada atravesara su blanco cuello, pues se vió como cayeron algunos cabellos de ella a la arena llena de sangre de otra gente.
Entonces todo pasó en milésimas de segundo.
Cuando Murray descubrió que el gran Yukito Tsukishiro se quedó sudando frio a causa del asesinato que iba a cometer, aprovechó para jugar sucio.
-¡Yukito cuida… ¡ah!- La chica recibió un golpe que le hizo sangrar la frente por parte del Mercader, pero esta vez no fue con la espada, fue con una pistola que después de agarrar con firmeza descargó en algún punto del cuerpo del joven con cabello platinado y mirada gris como piedra pulida.
Yukito cayó de bruces, con su bello rostro aplastado contra la arena mojada, pues se aproximaban cada vez más a la playa, y a lo que sería un destino inevitable. A ella por ser una joven virgen, pura y de belleza excepcional y a él, simplemente porque se enamoró de ella.
-No… ¡NO! ¡Yukito! ¡Por favor! ¡YUKITO!!- Ella se cubría parte del rostro por el palpitante dolor de la herida que le había hecho su captor en la frente, pero ahora el dolor de su corazón era tan grande que serviría para enviarla al purgatorio aún si no había cometido pecados capitales.
-¡JAJAJAJA!- Se reía Murray macabramente, mientras le advertía a la chica que traía magullándole el cuerpo como si se aplastara un pétalo de rosa.
-¡Y así te irá si no te callas! ¡Maldita Sea!- Apretó más su agarre, dispuesto a levantarla para poner un pie en el bote que se movía violentamente por el mar ahora picado.
Pero algo le sostuvo del pie que aún mantenía en tierra firme, haciéndolo voltear con brusquedad.
-No dejare… que te la lle-ves ¡AH!- Yukito se había arrastrado como gusano moribundo hasta alcanzar a agarrar el pié de su adversario como si de ello dependiera su vida, que de hecho así era.
Todo lo haría por Sakura.
Murray, evidentemente ya más fuerte que él de un pisotón logró deshacerse del débil agarre de Yukito, haciéndole crujir los dedos. Sin embargo el chico de los ojos grises no se detuvo, e insistió en agarrarse aunque fuese de un pedazo de tela.
-¡Yuki aléjate! ¡Te va a matar!- Era evidente que el chico ya no estaba en sus cinco sentidos, pero su voluntad de oro no lo haría ceder. ¿Dejar a Sakura? ¡Nunca!
La chica comenzaba a desesperarse, y a llorar, porque claro, no podía hacer nada más a causa de que a cada palabra suya le costaba un moretón y un escupitajo de su captor. Tanto asco le daba, tanto le dolía ser tocada por alguien más, y más que ese hombre la humillara así, pero por salvarle a él, ella haría lo que fuera.
-Sa…kura- Exclamó Yukito tratándose de levantar, pero fue pateado de nuevo en las costillas por el mercader que empezaba a disfrutar matando del pobre chico.
-¡HA! ¡Si es más resistente que una cucaracha!- Se reía con aspereza el hombre negro, imponiendo su fuerza al ya indefenso Yukito.
-¡BASTA! ¡HARÉ LO QUE QUIERAS!- Gritó Sakura desgarrándose lo que quedó de su garganta. El mercader la miró lujurioso, dibujando una sonrisa de maldito sádico que haría flaquear a una flota entera.
Sakura, con un poco menos de decisión, decidió seguir, por salvar al hombre que amaba.
-Haré… lo que quieras, pero déjalo ir- Entre sollozos, sus labios temblorosos dijeron lo que sería meterse en la boca del lobo y que éste la cerrara.
-No… pequeña, no sabes lo que…- Yukito trató de alegar, pero cayó desmayado, el dolor y magulladuras ya eran demasiadas. Todo lo que supo, todo de lo que se quiso acordar fueron las últimas palabras que cruzaría con ella en ese entonces.
-Búscame, yo estaré bien. Te amo prometido mío- Fue callada por un último golpe antes de subir a la barcaza que les llevaría al Galeón mercante sin nombre, puesto que al ser mercader de esclavos, no en todos los puertos sería bien recibido.
Pero el "Mercader de esclavos" sabía donde su carga sería bien recibida, en un puerto cercano a aquella isla casi reducida a cenizas llena de millonarios hacendados y poseedores de tierras.
En aquel mar del Caribe, en aquella época donde todo era posible sin depender de nada pero si de nosotros, en aquella lejana tierra.
Y ya habían sido varios días de viaje, y la pobre Sakura apenas y comía nada del pan duro y el agua helada que le daban. Esos sí, sacando fuerza sobrehumana y estando alerta para evitar que cualquier hombre se le acercara, después del cadáver de Murray.
Claro que al ver un cuerpo tan esbelto, blanco y esquicito; redondeados pechos que se marcaban debajo del andrajoso camisón que la hacían portar y sus curvas que apenas y se notaban por debajo, dejando a desear más. Junto con la cara de ángel y ojos que muchos quisieron arrancar por confundirlos con gemas esmeraldas.
Había anochecido ya, y como era de costumbre Murray le llevaría la comida a la bodega donde la hacían dormir junto con otros tesoros valiosos. Ella era la única mujer.
-Así no te voy a poder vender- Exclamó el Mercader aventando el plato con pan cerca de la chica, espantando a las ratas que se comían el pan que había estado intacto desde la noche anterior.
Sakura no le respondió, se limitaba a mirarle con odio, siempre a la defensiva.
-¿Sabes? Me gustan las fierecillas como tú- Se acercó a ella sigilosamente, a la espera de ver aflorar el miedo en sus ojos.
Sakura tragó en seco y se alejó un poco pero Murray sabía que estaba débil porque no había comido demasiado en esos días de viaje así que fue más rápido que ella, abalanzándose como un tigre hambriento.
-¡Me das asco! ¡Suéltame!- Soltó Sakura cuando sintió el aliento hediondo del esclavista chocar contra su piel aún con rastros de moretones y marcas donde la habían intentado tocar más de una vez. Por eso ella sabía cómo defenderse.
Rápidamente le aruñó la cara, dejándole cuatro rayas rojas en el cachete.
Murray tiró del cabello de Sakura, a lo que ella soltó un quejido lastimoso.
-¡¿Sabes perra?! ¡¿Sabes porque nadie te ha violado en este maldito Galeón?!!-
Sakura abrió sus ojos con verdadero miedo, su cuerpo comenzó a temblar.
Murray recorrió una de las piernas de Sakura, deteniéndose en el muslo.
-¡¿Sabes por qué no te has preñado de ninguna de las sabandijas que hay en este barco?!! ¿¡Porqué no te hemos golpeado hasta que te mueras?!-
Dicho eso inmediatamente metió su mano a la entrepierna de la indefensa muchacha, cuando ella sintió esa asquerosa mano callosa quiso ponerse a llorar, pero era tanto el miedo por lo que seguía que sus lágrimas se congelaron por completo.
Murray enterró uno de sus feos dedos en el espacio virginal de Sakura, a lo que ella ahogó un grito de dolor, tratando de zafarse sin conseguir nada, comenzaba a marearse y estaba demasiado débil para luchar contra este hombre tan sanguinario.
- ¡YUKITO!¡ AUXILIO!- Comenzó a gritar con los pulmones a todo lo que le daban sus últimas fuerzas.
-¡CALLATE!- El eco del grito de l mercader le heló la sangre por completo.
-¡Cállate que es por ESTO- hundió más su dedo en aquel tibio espacio, chocando con una barrera que no le dejó seguir penetrándola. Presionó en ella.
-¡AUCH!-
-¡¡Es por ESTO que no te hemos arrojado al mar con los tiburones!! Una esclava virgen y preciosa como tú me dejará el dinero que no he ganado en un año!- De inmediato sacó su mano y se alejó de ella, aventándola contra un barril de vino. Sakura apenas y se logró enderezar.
-¡Conoce cuál es tu lugar fierecilla!- Dicho eso cerró de un portazo dejando a obscuras a Sakura.
Se logró sentar, con las piernas haciéndosele gelatina. Se hizo un ovillo en un rincón, sintiéndose sucia.
-Dios mío, por favor sácame de aquí- Rompió en silenciosos sollozos.
Y Dios, bueno y todo poderoso se compadeció de ella, no se imaginaría ni sabría como peor su destino estaba a punto de cambiar para bien… ¿Oh para mal?
-¡Eriol! ¡Eriol!- Yamazaki "el oro del Oriente", un gran pero joven comerciante corrió por los pasillos en busca de uno de los grandes amigos que había hecho en esa ciudad costera. Más para hacer preciso en aquella gran hacienda de otro magnate comerciante que controlaba todo lo que salía y entraba del puerto.
Yamazaki, aquel sereno hombre con rasgos orientales que ya casi estaba sin aliento, por fin alcanzó a divisar a otro hombre de aspecto extranjero. Un inglés.
Éste inglés, con sus ojos azules obscuros, lentes finos y piel blanquísima de porcelana tomaba el té en una de las mesas que estaban en la terraza del balcón. Su ceño estaba ligeramente fruncido, se notaba que algo le preocupaba. Entonces oyó que una voz familiar le llamaba a gritos, y se levantó de inmediato.
-¡Yamazaki! ¡Estoy arriba en el balcón!- Eriol se asomó por el barandal divisando a su amigo, y le pidió que subiera para darle las noticias que seguro estaba buscando.
Yamazaki asintió desde lo bajo y volvió a correr en dirección a las escaleras para encontrarse con su amigo.
-Eriol, huh, huh, y… ¿y bien?- Yamazaki respiraba hondamente para controlar su pulso, llevaba tiempo corriendo sin parar. Eriol le hizo ademán para que se sentara en la mesa que él estaba ocupando y Yamazaki se dejó caer entero.
-Syaoran aceptó a Chiharu para que fuera parte de su burdel. Ahora mismo está…- La taza de Eriol saltó un poco en la mesa, salpicando un poco de té el precioso y caro mantel blanco; Yamazaki había golpeado sin piedad la mesa con el puño cerrado con furia.
El Oriental puso sus codos sobre la mesa, agarrándose las sienes con las manos completamente estresado.
-Así que después de todo si era… virgen. ¡¡DEMONIOS!! ¿¡Porqué mi hermana aceptaría perderla con un imbécil que ni conoce y para trabajar en un putero?!- Volvió a golpear la mesa pero ahora con ambos puños. Esta vez, la cuchara con la que Eriol había revuelto el té paró en el suelo.
Eriol carraspeó algo molesto, le sirvió a Yamazaki para recobrar un poco la cordura.
-Te aclaro algo, amigo. Syaoran no es un viejo verde y enfermo, es un caballero hecho y derecho. Dos, el de meterse a trabajar en un casino como dama de compañía y no un putero como le llamas tu fue totalmente decisión de ella y tres, él no ser virgen es parte del contrato-
Eriol lo miraba como si sus ojos mataran. Yamazaki suspiró ya más calmado, volviendo a alegar.
-Sí pero… el no querer que yo la mantenga más… bien pudo haberse buscado un trabajo decente-
-Yamazaki, ni siquiera la van a poder tocar, y a tu hermana le encantan las fiestas y ser anfitriona de ellas. Hablará con hombres de negocios importantes, recibirá un sueldo bueno y vivirá en… una casa bastante, bastante grande con otras chicas de su edad- Ambos le echaron una ojeada a la casa principal de la hacienda, concluyendo que en efecto, éste Syaoran Li se pudría en dinero.
Yamazaki estaba algo atónito por la manera en que Eriol defendía a su amigo de la infancia, aquel insufrible y serio caballero Syaoran Li. Ahora que lo pensaba, no era tan malo, él sólo visitaba de vez en vez el lugar que mantenía, ya que la administración era llevada a cabo por la hermana de éste extranjero Chino. La señorita Fan Ren.
¡Pero no cambiaba el hecho de que seguro que éste hombre se había aprovechado de su inocente hermana para no hacerle quien sabe que cosas! ¡Dentro de su habitación! ¡A solas!!
-Syaoran es responsable, no le hará daño a tu hermana ni mucho menos hará algo que la ofenda. O que, ¿Le quitarías la virginidad tú? ¿Qué te acusen de incesto? ¿Qué a mí me acusen de violación? Además tu hermana te prometió meterse de monja una vez pasara a ser una mujer grande y madura-
-Es mi culpa… por no estar tanto tiempo en casa. Ella se siente sola- Yamazaki bajó la cabeza avergonzado y frustrado.
Eriol iba a decirle algo de consuelo, pero la puerta de la habitación principal se abrió, saliendo dos personas de ésta.
Una chica de unos Diecisiete; pelo castaño trenzado, ojos mieles y piel trigueña salió tímidamente del cuarto acompañada de un chico alto de no más de veintidós. Quizá menos. Su piel ligeramente bronceada, mentón cuadrado y anatomía atlética lo hacían ver como todo un espécimen representante del género masculino, eso sin contar sus sexys labios y preciosos ojos ámbares con ese cabello abundante y rebelde, del color del chocolate.
Eriol y Yamazaki se levantaron de la mesa, éste último con la peor cara de pocos amigos que tenía.
-Chiharu tu habitación está al lado derecho de la de Tomoyo, mi hermana ya mandó por tus cosas para que te instales. Estás en tu casa- Syaoran la miraba con una ligera sonrisa, sin quitar lo cortés en ningún momento.
Chiharu le sonrió más abiertamente.
-Muchas gracias joven Lee, por haber sido tan bueno conmigo. Vale mucho para mí- Se inclinó en una reverencia que pronto Syaoran le ordenó que levantara.
-Para nada, si fui yo quién… bueno- Syaoran levantó la vista y sudó frío al ver al hermano de Chiharu acercándose como alma que llevaba el diablo.
-¡Yamazaki!- Syaoran se interpuso entre él y Chiharu, pues sabía que el "Oro del Oriente" no estaba de acuerdo en la decisión de su hermana, seguro la iba a golpear.
Yamazaki levantó el puño y se lo estampó sin compasión a Syaoran, pero éste no se movió un ápice y lo miró más serio que antes.
-¡Quítate de en medio!- Le exigió Yamazaki. Chiharu estaba escondida detrás de Syaoran, soltó un gritito.
-¡Hasta qué te calmes no dejaré que le pongas un solo dedo encima!- Syaoran abrió ambos brazos a los lados dando a entender que pasaría sobre su cadáver.
-¡Esa prostituta no merece protección!- Yamazaki estaba tan enojado que no se daba cuenta ya de lo que decía.
¡PAFF! Se oyó el sonido de una certera cachetada.
De alguna manera Chiharu se había escurrido por debajo de los brazos de Syaoran. Eriol y Syaoran miraron atónitos como la mejilla de Yamazaki se tornaba rojiza, con las formas de los dedos de su hermana marcadas.
-¡No me vuelvas a llamar así! ¡Tú menos que nadie! ¡Tú! ¡Que me conoces más que nadie Yamazaki! ¡Si de algo me enorgullezco es de mi sano juicio! ¡Así que no me vengas con estupideces sobre lo que puedo o no puedo hacer!-
-¡Te acostaste con un hombre que no es tu esposo!- Yamazaki se puso rojo de furia, le volvió a levantar la mano a Chiharu.
-¡¿Vas a golpearme?! ¡Pues golpéame si eres tan hombre como para lastimar a tu querida hermana de ésta manera tan machista!-
-¡Basta!- Gritó Eriol.
Yamazaki y Chiharu dejaron de gritarse y voltearon a donde estaba Eriol.
-¡Yamazaki a las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa! ¡Y tú Chiharu! ¡Nunca te le pongas al brinco a un hombre de esa manera tan vulgar!- Ambos dieron respingos por la manera directa en la que hablaba Eriol, Syaoran nada más asentía, consintiendo la razón del oji-azul.
-Lo lamento hermana, es sólo que, siento que es mi culpa que tú hayas- Yamazaki la miró de frente, tomándole ambas manos.
-¡Oh no! ¡Tú eres maravilloso! Además estoy lo suficientemente grande para tomar mis propias decisiones, y completamente consciente de lo que hice y a lo que voy ¿de acuerdo? ¿Puedes confiar en mi palabra?-
Yamazaki suspiró y quitó sus manos de las de Chiharu. Ella lo miró expectante, y por su gesto no pudo decirle que no. A ella nunca le negaría nada. Era su única familia y la amaba más que nada.
-De acuerdo… pero a la primera ¡A la primera!-
-No habrá primera Yamazaki, eso corre de mi cuenta. No te preocupes. Palabra de un Li. Y disculpa las molestias, aunque seguro que no lo harás- Li hizo una profunda reverencia.
-Mientras te hagas responsable de ella estaré tranquilo. Chiharu, nos vemos, vendré a verte cuando vuelva de traer un poco de cargamento del otro lado del Pacífico.- Hizo una reverencia a Eriol, y se dio media vuelta dispuesto a irse, peor antes de bajar las escaleras dirigió su vista hacia atrás, dándose cuenta de que Syaoran no había subido la cabeza. En verdad se estaba disculpando.
-Syaoran, tendrás que invitarme un trago para hablar de negocios otro día, hasta entonces. Buenas tardes- Sólo hasta entonces Syaoran se enderezó, Yamazaki le sonrió y Li levantó una mano en señal de despedida.