Hola a todos... Aja, se que he estado ausente y que normalmente dejo notas más largas, pero estoy de escapada ahora mismo, proque he de terminar una exposición que he de presentar mañana a las 7 am. Así que, simplemente les comentó que aquí tenemos un capitulo más lleno de disparates y desvarios míos. Ojala sea este de su agrado y me dejen sus opiniones y comentarios al respecto.

Sin más que agregar, espero que lo disfruten.


Una Aventura Navideña.

Capitulo 2


-Al…- murmuró mientras observaba directamente al interior del horno, asegurándose de que todo estuviera bien. En eso sintió que la abrazaban y un calor conocido. No pudo evitar sonreír ante el contacto. Su hermano podía ser un niño en momentos tan inesperados. -¿Al?- preguntó suavemente, sintiendo como él apretaba ligeramente el agarre.

-¿Porqué España?- preguntó inmediatamente. Se sentía traicionado y confundido. Había esperado tanto tiempo la ocasión apropiada para confesarse y cuando por fin había conseguido el momento heroico, Mattie lo dejaba fuera de combate con una simple frase. ¿Por qué rayos tenía que ser España y no él?

-Al…¿En verdad tengo que responder eso?- murmuró la joven con suavidad. Rayos, eso era trampa. Ese tono herido no era justo. Ahora se sentía como la peor basura sobre la faz del planeta por hacer sentir mal a Mattie. Maldita sea su lado heroicamente romántico.

-Mattie…- comenzó a decir, cuando sintió como ella se giraba y lo miraba con una pequeña sonrisa. No. No. No. Dios, no sería capaz. No podría ser tan cruel, ¿o sí?

-No hay una razón en sí, Al.- respondió sin dejar de sonreír. Alfred suspiró tranquilo, al menos no había dicho nada que supremamente hiriente a su heroico ser. -Simplemente porque él me hace feliz.- añadió. Al parecer Mattie si podía ser lo bastante cruel si se lo proponía.

-Tú también me haces feliz.- añadió una voz detrás de ellos. Rodó los ojos y se separó de la rubia para girarse a observar el rostro sonriente de España, quien parecía haber salido de alguna telenovela barata.

-¡Deja de decir cursilerías, Spanish Bastard!- retumbó por toda la casa dicha exclamación.

-Pero Mon chér, no debes interferir en el camino de L'Amour.- añadió Francia, con una sonrisa inquebrantable.

-Claro que puedo, sobre todo si veo a mi hija convertirse en protagonista de un drama barato justo en frente de mis ojos.- añadió Arthur, mientras fulminaba a Francis con la mirada. -Sé que esto es culpa del Wine Bastard, Mattie. Todo siempre termina siendo culpa de él. Y apuesto que esta mala copia de novela rosa viene de su lado, por lo que exorciza y expulsa todo lo que hayas heredado de este frog.- añadió mientras señalaba al francés acusadoramente.

-¡¿Moi?!- preguntó indignado Francis. -Yo no soy el único al que le gusta el romance, mon chér. O se te olvida que tienes dos copias de "Orgullo y Prejuicio" en tu biblioteca personal.- añadió con una sonrisa sardónica y una mirada burlona que casi gritaba saber que tenía razón.

-Orgullo y Prejuicio es una gran pieza literaria. Nada como tus novelas cursis, Frog.- dijo Arthur de forma poco convincente.

-Claro, ¿Y por eso has de verte el Dvd de la adaptación cada vez que te sientes deprimido?- añadió Francis.

-Yo no estoy escuchando esto.- dijo Alfred mientras se tapaba los oídos y cerraba sus ojos con fuerza.

-Francis- gruñó Arthur, rojo de ira. -Al menos eso es mejor que la palabrería insulsa de Dangerous Liaisons a la que estás acostumbrado.- añadió petulante.

-No te metas con Pierre Choderlos de Laclos, mon lapin.- reprendió Francis en tono burlón, sin prestarle atención al "¿Quién carajos es ese?" de Alfred. -Además porque intentas esconder ese lado tuyo. Como si no te hubiese visto haciendo fila ante cada nueva publicación de Barbara Cartland, y estoy hablando de todas 664 novelas.- añadió sardónico y seguro de que este asalto lo había ganado indiscutiblemente.

-Yo también tengo escritores de novelas románticas.- comentó casualmente Antonio con una sonrisa, sin percatarse de la tensión que se acumulaba en la cocina. -Y son bastante buenos, si he de agregar.- añadió siendo ignorado por los demás rubios.

-Eres un acosador.- espetó Arthur espantado y ruborizado.

-Como si eso no te excitara, Arthur.- comentó con ligereza, sin prestarle atención a los puños cerrados y la vena que comenzaba a aparecer en la cara del rubio de ojos verdes.

-Papa, no creo que eso sea una buena idea.- murmuró Mattie, al ver que Francis sonreía y volvía a abrir la boca.

-Además, simplemente no puedo dejar de ver lo obvio, Arthur.- respondió el francés encogiéndose de hombros. -Y es que eres un sensiblon romántico.- finalizó, cruzándose de brazos y feliz consigo mismo.

-¡Considérate muerto, Frog!- espetó Arthur, tomando lo primero que estuvo a su alcance y aventándoselo a la cara al francés.

Daddy, no!/ ¡Cuidado Francis!/ ¡Dale duro, Iggy!- gritaron al unísono Mattie, Antonio y Alfred, ante la trayectoria que estaba tomando la inocente tetera hacia el rostro del francés, culminando así su misión de dejarlo completamente inconsciente.

-Nadie se mete conmigo y sale ileso, Frog.- murmuró Arthur antes de salir de la cocina y dirigirse a la sala siendo seguido por un sonriente Alfred y un preocupado Antonio que buscaba algo con que ayudar a su amigo.


-Amigo, ¿Te encuentras bien?- preguntó Antonio, al ver que el rubio recuperaba la consciencia. Se encontraban en una de las habitaciones de invitados de la casa, para que el francés se sintiera más cómodo.

-¿Antonio? ¿Dónde está ma petite fille? Et mon chér?- preguntó mientras tomaba asiento. En eso sintió nuevamente un dolor punzante en la frente, y como reflejo se llevó una mano al rostro. -Mi hermoso rostro. ¿Qué ha sucedido con él?- preguntó al sentir el moretón que tenía en la frente. Antonio río suavemente y le pasó un espejo, para que se viera mejor, logrando que Francis gritara al ver su perfecto rostro deteriorado por el golpe.

-Mattie está abajo con América y tú querido Arthur ha de estar preocupado por ti, mientras espera detrás de la puerta.- respondió Antonio con tranquilidad.

-¡Yo no estoy preocupado por ningún Bloddy Pervert!- se escuchó un grito desde el otro lado de la puerta.

-Que dulce de tu parte, mon amour.- comentó Francis con una sonrisa. -Pero me curaría más rápido si vinieras y me dieras…- continuó diciendo ante la sonrisa de Antonio.

-¿Y a quién carajo le importa si te curas o no, Pervert?- replicó el inglés con fuerza, antes de irse caminando con rabia hacia la sala en busca de Mattie.

-Mon Lapin es tan mentiroso.- murmuró el rubio mientras se cruzaba de brazos y suspiraba negando con la cabeza.

-Francis.- murmuró Antonio, llamando la atención del rubio. -Necesito un consejo, amigo.- añadió observándolo ligeramente serio, lo cual era bastante raro en él.


-Maldito wine bastard y el bueno para nada de Antonio. Es totalmente su culpa que estás navidades sean un desastre.- gruñó Arthur mientras bajaba las escaleras y se encaminaba a encontrarse con sus hijos, cuando sonó el timbre. -¿Y ahora quien rayos puede ser?- comentó a nadie en particular, para dirigirse hacia la puerta principal. En eso comenzó a sonar el timbre insistentemente, lo cual no hacía nada más que empeorar su humor.

-¿Quién carajos puede ser y acaso nadie le enseñó modales?- espetó para si mismo. En eso llega a la puerta, para abrirla bruscamente, hastiado del imparable sonido del timbre. -¿Pueden dejar de hacer eso?- gruñó sin fijarse de quién se trataba.

-Te dije que estaría de mal genio. Ahora paga.- murmuró alguien socarronamente. Arthur parpadeó y observó, casi sin creerlo a las tres personas que estaban frente a sí.

-Se supone que no puedes estar de mal genio en navidades, pequeño Arthur.- dijo una segunda voz, algo fastidiada.

-Pareciera que no lo conocieras. Arthur siempre esta de mal humor.- murmuró un tercero sin darle mayor importancia. -Ahora, ¿Cuándo nos dejaras pasar? El clima no es para nada cálido y no me sentaría mal una taza de café.- añadió con simpleza, logrando sacar al inglés de su estupor.

-¡¿Ustedes que hacen aquí?!- gritó, haciendo retumbar la casa por completo. En eso sintió pasos acercarse detrás de sí. Y por alguna razón podía sentir las sonrisas quemar su nuca.

-Bienvenidos tíos.- exclamó Mattie llegando a la puerta y abrazándose al primero que encontró. -Me alegra que hayan logrado venir a tiempo para la cena.- añadió sin prestarle mayor atención a la creciente palidez de Arthur y a las risas de Al, quien observaba todo desde una prudencial distancia.