Eres un dobe, mi príncipe: ¡Conociéndote, el amor llegó a mi destino!

Capítulo 1: "¿Por qué tenías que ser tú?"

Naruto Uzumaki, 17 años, príncipe heredero de un país poderoso llamado Konoha. Era un chico rubio, ojos azules y unas distintivas marcas en sus mejillas, lo cual lo hacía fácil de reconocer. Siempre se le enseñó que como príncipe que es debe sacrificar todo por el bien de su país, al menos eso era lo que siempre le repetía Minato, su padre.

Algunos días antes de cumplir 18 años su padre lo mandó a llamar, debía ser algo importante. Naruto llegó al gran salón en donde estaba su padre esperándolo.

-Siéntate, hijo, necesitamos hablar. - el rubio solo asintió con la cabeza e hizo lo que le ordenaron. - Ya vas a cumplir 18 años y eso conlleva responsabilidades... es hora de empezar a cumplirlas.

- ¿Qué quieres decir? –tenía el presentimiento que estaba a punto de escuchar algo que no le iba a gustar para nada.

-Ya he preparado todo para tu boda, todavía falta algo de tiempo pero ya debes ir haciéndote a la idea. Gaara es el mejor partido para nuestro país, y claro, para ti también.

-Yo no quiero casarme, no con una persona que no amo. Si esto es solo por el poder...

-No seas cursi como tu madre, Naruto - interrumpió- Esas ideas del amor verdadero no existen y nunca existirán.

-No metas a mi madre en esto… - susurró enojado, haciendo fuerza con los puños, odiaba cuando decía eso, era como decir que las ideas de su madre eran tontas y sin sentido. Su madre, como la extrañaba… antes de que ella muriera su padre era muy diferente, hasta se podría decir que era un romántico y ahora… parece que está más muerto que vivo.

-Esto no se trata de amor, Naruto y lo sabes, se trata de poder, si los dos reinos unen fuerzas, seremos invencibles.

-¡A mí no me importa eso!

-Tus deseos no importan en lo absoluto, así que solo hazte a la idea. Eres el príncipe y debes sacrificarte.

-¡NO, NO QUIERO HACERLO, NO LO HARÉ!

Tras gritar eso salió corriendo, no entendía por qué su padre era tan duro con él, a veces le dice cosas tan hirientes que se pregunta si en verdad era su hijo… un padre no debería ser así. Corrió hasta el jardín y saltó la reja, era la única forma de salir. Siguió corriendo hasta llegar al pueblo y se sentó en una pequeña fuente. Su vista se posaba en cada aldeano que pasaba por ahí, se veían tan felices….

"Muchas veces he escuchado decir a los aldeanos ¨ser un príncipe debe ser genial, tienes todo lo que deseas y todos te alaban, esa debe ser la buena vida¨ pero solo lo dicen sin pensar en lo que realmente significa ser un príncipe o un rey o reina… nadie sabe lo que eso implica en realidad. Ellos no aprecian lo que tienen, solo piensan en la riqueza material… si supieran que yo, un príncipe, envidio demasiado su vida. Ellos pueden elegir a una persona a quien aman para casarse y formar una hermosa familia, no tienen tantas presiones, pueden salir a pasear por la aldea sin preocuparse de nada mientras que yo no, no puedo hacer nada, ni si quiera elegir a quien amar… de verdad que es el colmo." -pensaba el chico, sacudió su cabeza tratando .de que esos pensamientos salieran y volvió a prestar atención a los aldeanos, fijó su vista en un chico pelinegro que venía acompañado de un muchacho sin color en sus ojos. El chico pelinegro debió sentir su mirada ya que sus ojos voltearon a verlo de una forma un poco rara así que solo desvió mi mirada y la posó en el suelo. Tal vez lo había reconocido…

Se levantó de la fuente y caminó sin un rumbo en particular. Sin darse cuenta había llegado a las afueras de la aldea, al bosque. No le importó y siguió caminando, se suponía que un príncipe no podía salir sin sus escoltas pero nadie se había dado cuenta de quién era ni lo habían seguido, no pasaría nada. Estuvo un buen rato caminado hasta empezó a oscurecer, así que decidió volver pero se dio cuenta que estaba completamente perdido, ¿cómo diablos iba a regresar ahora? Empezó a regresar por dónde vino, tratando de recordar exactamente por dónde había pasado. Se escucharon algunos ruidos provenientes de un arbusto, volteó rápidamente pero no había nadie, se estaba empezando a poner nervioso. Caminó más rápido y de repente escuchó pasos atrás de mí.

¡Maldición! - pensó el chico, algo le decía que ya estaba en un problema - ¿Quién me mandaba a salir corriendo del castillo y perderse en el bosque? Ahora debía afrontar las consecuencias, solo esperaba que no fuera un asesino en serie que quiera mi cabeza…

Cerró los ojos fuertemente mientras apretaba el collar que su madre le dio. Esperaba que milagrosamente, al abrir los ojos ya estuviera en el palacio. Pero nada de eso sucedió, una mano tapó su boca mientras que con la otra trataba de tomar su cintura. Su primer instinto fue morder esa mano, haciendo que soltara un poco el agarré pero aun así no pudo escapar.

-Te atrapé, maldito mocoso.

-¡Suéltame! – gritó desesperado.

El sujeto solo se rió con sarcasmo. Eso le molestó bastante así que reunió valor y le dió un pisotón muy fuerte y un cabezazo, haciendo que lo soltara. Sin embargo, solo logró que aquel hombre se molestara más dándole un puñetazo en el rostro, a lo que el príncipe cayó al suelo.

-No sabes quién soy… no te recomiendo que te metas conmigo – dijo como pudo, tenía la esperanza de que se asustara y se fuera pero no, solo lo miró de forma burlona.

-¿Crees que no lo sé? Tú vales mucho, niño… y lo bueno de eso es que estés todo golpeado o no, igual vales mucho…. así que solo ríndete, estoy seguro no quieres más golpes en esa linda carita tuya….

¡Dios! ¿Ahora qué iba a hacer? Yo no sé nada de peleas, ni si quiera me he ejercitado antes…

-Ya deja en paz al chiquillo- se escuchó decir a una voz masculina

Buscó al dueño de esa voz y era aquel chico pelinegro que había visto en el pueblo. ¿Acaso lo había seguido?

-No te metas en esto- respondió el hombre- esto no te importa así que lárgate, haré lo que se me dé la gana con este mocoso

-Cuidado con tus palabras, podrías meterte en un gran problema

-Jajaja no me hagas reír

En los ojos del pelinegro apareció una mirada llena de odio y frialdad. En solo un segundo se acercó rápidamente al hombre y le dio un puñetazo tirándolo al piso, el chico se echó encima de él y comenzó a golpearlo sin piedad, de un momento a otro el hombre ya estaba completamente ensangrentado y había perdido el conocimiento. El chico pelinegro se levantó como si nada y ayudó al ojiazul a levantarse.

-Un consejo: un mocoso así de débil no debería estar en el bosque a esta hora.

-¿Qué? ¡¿A quién le llamas débil?! - preguntó molesto - ¿Qué no viste la paliza que le estaba dando? Tú llegaste a interrumpir…

-Jajajaja, ¿llamas paliza a esa mordida, al pisotón y al cabezazo? Tu definición de paliza es muy ridícula.

-¡¿Quién te crees para burlarte de mí?! No sabes quién soy…

-¿Que quién me creo? Por si no lo notas, soy la persona que salvó tu vida, tengo todo el derecho de burlarme.

-Eso no te da derecho de…

-Me da el derecho de hacer lo que quiera contigo…

-¡Eres un completo teme! ¡Teme, teme, teme!

-Tú eres un dobe. - dijo enojado. ¡Qué persona tan engreída y sarcástica! No puedo creer que le deba la vida a este tipo de persona…

-Gracias – dijo cuando lo vio con la intención de irse, sea como sea le debía la vida a este teme. Él solo lo vio de reojo y sonrió de lado, una sonrisa de prepotencia… -¡Oye! – le gritó, esperando a que regresara, él solo se dio media vuelta desde donde estaba – mmm ¿cómo llego al pueblo? Estoy perdido…. –susurró lo último.Y de nuevo esa sonrisa apareció, regresó poniéndose de espalda frente al chico, hincándose.

-Súbete, te llevaré a dónde quieras, así será más rápido. -Hizo lo que le dijo, rodeó su cuello con los brazos y el sujetó sus piernas.

-Solo llévame a la fuente del pueblo

-Ah, el lugar desde donde me acosaste con tu mirada – dijo en tono burlón

-¿Q-Qué? Yo no hice tal cosa – respondió sonrojado- tú estabas frente a mis ojos….

-Dobe, agárrate- dijo mientras comenzaba a saltar por las ramas de los árboles, y justo como había dicho, en menos de 5 minutos habían llegado al lugar. El rubio bajó de su espalda y esperó a que volteara pero no lo hizo. –Nos vemos, ya no andes solo a esta hora- dicho esto desapareció.

-Qué chico tan raro – susurró