Bueeeno, lo prometido es deuda. Ahora sí: ¡Vampiro regalado, fin!

Gracias por llegar hasta aquí :D


Epílogo.


No es necesario tener hijos para ser felices, pero si llegan, estaré a tu lado.

Perdona por ser egoísta y manipular el destino, pero debía saber que me amabas.


El aroma al césped le inundó la nariz. También olía a tierra mojada y barro. Si cerraba los ojos podría oler incluso a los novios dándose el lote en el granero o la comida que una madre preparaba para sus hijos.

Era un gran avance. Lo sabía mejor que nadie. No. Puede que Ryoma la comprendiera mejor.

Si se concentraba, podía escuchar latir la unión que los unía. A él, en el despacho atendiendo una reunión y a ella, recostada sobre una mecedora mientras observaba a los niños jugar frente a ellos.

Tomoka y An estaban a su lado. La primera daba toques de uña contra su propia silla mientras se mecía y sostenía al recién nacido entre sus brazos. Olía a sangre y leche, pues hacía poco que había comido.

—Nunca pensé que los vampiros tuvieran hijos.

Sakuno tuvo que volverse para mirar a An, quien mantenía la vista en los pequeños.

—Creía que al no quedarme embarazada era porque no podían. Es decir… ¿no son muertos?

Tomoka y ella se miraron y compartieron una sonrisa cómplice.

—Yo no llegué a morir —puntualizó Tomoka—. Lo de Sakuno es algo más complicado, claro. Pero no está muerta. A menos que hablemos de que está muerta por los huesos de su marido.

Sakuno enrojeció como era costumbre en ella.

Se había acostumbrado ya a los rumores de la corte, especialmente, entre ellas. A veces no tener nada que hacer las hacía imaginar y hablar de más.

Desde su boda tras su extraño acuerdo y relación, se convirtió en la señora del castillo, aunque vampiros y humanos la temían por igual. No era uno de ellos pero tampoco era humana. Era un híbrido extraño y aceptado por su pareja, que daba la casualidad de ser el rey.

Ryoma ya no llevaba el collar y jamás volvería a llevarlo si de ella dependía. Sí, continuaban con sus avenencias a causa de sus distintas crianzas y especies originales. Pero le había dado toda la información posible y ella había aprendido muchas cosas.

Otras, simplemente el paso del tiempo y las preguntas correctas.

—Creo que los libros y las películas en el pasado hicieron mucho daño al concepto de vampiros —añadió para redirigir el punto al tema original—. Pero es cierto. Humano y vampiro no pueden concebir. Cuando son dos vampiros, sí. Supongo que es un secreto que se guarda sólo para las parejas y protegerse, porque cuando pregunté, me dijeron que no y, mira.

Señaló al bebé que Tomoka portaba y An suspiró.

—Tenemos de todo en este lugar —dijo mirando hacia un punto del castillo.

Por una de las portazas Nanako y Tezuka aparecían. Tomados del brazo mientras daban un paseo.

—Supongo que sí —reconoció sonriendo.

Repentinamente, algo tiró de ella. Algo invisible que sólo tardó un segundo en comprender. Tomoka también se había puesto de pie. An las miraba sin comprender.

—¿Nos atacan o qué? —cuestionó.

Hasta que sintió dos manos heladas tocarle la mejilla. Dio un respingo y Momoshiro estalló en carcajadas.

—¡Maldito seas! —exclamó ella levantándose—. ¡Me has empapado con agua helada!

—¡Es para demostrarte mi amor, claro! —bromeó el vampiro.

En un abrir y cerrar de ojos, An empezó a perseguirlo. A sus ojos, claramente Momoshiro le daba una ventaja increíble.

—La reunión ha terminado —le dijo Tomoka al oído—. Y creo que nuestros machos nos necesitan.

Le dio la razón y ambas entraron al castillo.

—¿Vas a ir con el bebé? —preguntó avergonzada.

—No, ahora se lo llevará una mucama. No te preocupes —tranquilizó—. Ya conozco los peligros de un macho necesitado y un bebé de por medio. Fue lo primero en lo que me presionaron cuando nació. Yo no entendía los problemas o lo que ocurría, hasta que Kaidou se enfadó conmigo. ¿¡Qué iba a saber yo que los niños reaccionan!?

Tomoka sacudió la mano libre.

—Los nuestros se quedan fritos en su cuna y ale. ¿Cómo crees que hicieron mis padres a los gemelos? ¿Asegurándose que yo estaba en la otra punta de la casa? ¡Ni hablar!

Sakuno se apretó las manos nerviosa.

—Yo no podría —confesó—. Me parece horrible tener un bebé ahí, en la misma cama y…

Se coloreó de sólo pensarlo.

—El problema con ellos es su brutalidad cuando ambos son fuertes y vampiros. Bueno. ¿Qué te voy a contar? —bromeó.

Sakuno puso los ojos en blanco. No era nada nuevo que hubieran tenido que cambiar la cama tres veces ya. Eso hacía feliz a la servidumbre pero a ella la ponían en serios aprietos. Aunque Ryoma no le daba importancia.

—Oye, Sakuno —recordó Tomoka poniéndose seria—. De lo que comentaste con An, quizás debieras de sopesarlo también si tienes ganas. Ryoma puede hacerlo. Porque yo ya estoy muy grande para esas cosas.

Sakuno no pudo evitar sonreír y acariciarle la mejilla antes de besarla.

—Ya veremos.

—Piénsalo.

Se despidieron en las escaleras. Sakuno sintió nuevamente la llamada y casi voló por los escalones, pasó los pasillos y se detuvo frente a las puertas del despacho. Shiraishi caminaba en su dirección. Le sonrió, haciendo una reverencia y llevó una mano hacia atrás para invitar a la otra persona a hacer lo mismo.

Kintarou se inclinó a regañadientes, aunque al verla no pudo evitar sonreír.

—He sido ascendido —le dijo emocionado—. Ya no tendré que vigilar en esa aburrida playa.

—Felicidades.

Él le sonrió y se alejó cuando Shiraishi tiró más de él. Ambos machos desaparecieron de su mente.

Ryoma estaba cerca de la chimenea. Mantenía una copa entre sus dedos cuyo contenido parecía haber tirado en ella. Cerró la puerta con suavidad tras ella y caminó hasta su altura.

—¿Ha ido mal?

—Hemos cazado a algunos de nuestros cazadores —explicó sin mirarla—. Es una guerra que nunca terminará porque se reproducen, igual que nosotros —dijo—. Así que es irremediable que esto continúe hasta el fin de los días. Pero me aseguraré de que no queden esclavos. Nunca más.

Finalmente la miró y ella pudo reconocer el fuego en sus ojos, la decisión de no rendirse nunca y dada la longevidad de un vampiro, iría para largo.

Alargó su mano para tocarle la mejilla.

—Tiempo al tiempo.

Él cerró los ojos y asió su mano, disfrutando de la caricia. Luego los abrió y supo el instante en que iba a tomarla del talle y querer más antes de que sus cuerpos se encontrasen. Sus bocas se unieron estrechamente y cuando se separaron, él la estudió.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

Ella se sorprendió.

—¿Cómo lo has notado? —indagó a la vez.

—Habla.

Ella suspiró. Estaba acostumbrada ya a sus órdenes y su poca paciencia en esos casos.

—Creo que quiero un bebé.

Él la miró durante un momento antes de soltarla.

—Lo hemos hablado —le dijo.

—Lo sé...

—¿Entonces…? —cuestionó.

Ella metió sus dedos por sus cabellos, bajando por sus orejas y deteniéndose en su cuello.

—¿Y si… creamos uno? No hace falta que lo geste, mientras sea tuyo yo...

Ryoma la soltó. Notó la tensión en su rostro y recordó la noche en que transformó a Tomoka. Y seguramente, estaría pensando en lo que ocurrió con ella misma.

—Lo lamento —se disculpó—. Olvida mi petición.

—No…

—Es una tontería, simplemente —interrumpió alejándose y caminando sin rumbo por la habitación—. Una petición egoísta sin base ni fundamento.

—La tiene —aseguró él suspirando—. Tomoka es madre. An quiere ser madre y Momoshiro me ha pedido permiso para adoptar un niño humano para ella. Hay muchas bajas en el pueblo que han atacado. Humanas. Ellos se quedarán con una niña.

Sakuno no pudo evitar la emoción.

—Eso es… ¡Maravilloso!

Él asintió encogiéndose de hombros.

—Es naturaleza. A algunos se les despierta, a otros no. Unos pueden hacerlo y no por eso van a ser los mejores padres del mundo. Otros no pueden tenerlo y podrían ser muy buenos padres…

Ella se mordió el labio inferior.

—¿Crees que se me ha contagiado de Tomoka?

—Lo creo —confirmó—. No es porque me ames. Es porque ha despertado tu instinto maternal cuando tuviste al bebé por primera vez en tus brazos.

—¡Ryoma! —exclamó sorprendida—. Te amo.

Él se detuvo, con la vista fija en ella.

—Lo hago. Es cierto que nuestro comienzo fue complicado, que llegué a preguntarme por qué pasaba, por qué podía gustarme alguien que me odiaba y sin embargo, era capaz de hacer todo cuanto pudiera por salvarme. No negaré que la parte de seguir a Nanako fue estresante y dolorosa, pero el tiempo ha hecho que te ame. Mucho. Un hijo no simboliza lo que te amo o lo que siento por ti.

—Eso díselo a los que lo tienen para confirmar que se aman o amarrar a los machos —ironizó pese a que podía notar que sus palabras habían calado en él.

—Dudo que tus padres os tuvieran sólo por eso —puntualizó—. Os amaban de una forma distinta a como se amaban entre ellos. Eso pasa conmigo. Te lo dije en la noche en que decidí tomarte como macho. Te tomé a ti y a este reino. Y no me arrepiento de ello.

Él alargó una mano para asirla del cuello. Mostró sus colmillos y pese a lo amenazante que parecían, ella no se inmutó, ni siquiera cuando los notó en su quijada descender por su cuello. Más bien, lo que logró, fue excitarla y supo que ese aroma especial llegó a él cuando pegó su cadera contra ella.

—Las hembras pueden morir como las humanas durante el embarazo y el parto —advirtió—. Te quitará mucho tiempo de mí. Tendrás que abandonarlo cuando te reclame como hembra. Y dado quién soy sabes que son muchas horas, incluso las que se considerarían para alimentar un bebé.

Ella tembló. Abrió su boca y sus propios colmillos se mostraron. Él los lamió al verlos, arañando su lengua. Su sangre resbaló por sus labios y le chupó la lengua.

—Y tú has estado a punto de morir… he estado a punto de perderte ya —dijo. Se retiró para morderse la muñeca y ofrecérsela. Ella chupó—. Soy egoísta en esto, Sakuno.

Ella le miró y se separó.

—Todavía es pronto para ti —reconoció—. Pero has de pensar que igualmente tienes que considerar un heredero.

Él gruñó, observó sus pechos apretados por el corpiño y empezó a tirar de las cuerdas para liberarla.

—Eso también puede ser pronto. Todavía no he organizado todo el reino y queda mucho por hacer.

Tiró de la última y bajó la tela, descubriendo sus senos. Pequeños y fáciles de ahuecar entre sus manos. Se inclinó para besarlos y lamerlos y cuando menos lo esperaba, mordió. Sakuno se asió de sus hombros cuando el orgasmo la sacudió mientras él mamaba su sangre. Parpadeó intentando recuperar el sentido.

La sujetó de la espalda, levantándole la falda para colar su mano. Cuando tocó su centro, el mundo giró.

—Por favor —rogó.

Él la miró.

—Desnúdame.

Lo hizo, con torpeza. Tiró de su camisa para sacarla de sus pantalones y los descendió hasta que pudo asir su sexo, acariciándolo. Su boca la buscó y la sangre de ambos se mezcló con su propia saliva.

La recostó contra el suelo antes de penetrarla. Levantó sus manos por encima de su cabeza y ella le rodeó las caderas con sus piernas.

Sus gemidos se mezclaron y sus nombres se perdieron.

Si Ryoma no quería dejarla embarazada, realmente estaba haciéndolo difícil.

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—Dices que no y siete meses después ella tiene un vientre abultado, acostada en tu cama y alimentándose como si no hubiera mañana.

Ryoma miró a Shiraishi con desgana.

—No sabes lo convincente que es —gruñó finalmente.

Shiraishi se cruzó de brazos para mirarle.

—Ya, ella convincente.

Ryoma enarcó una ceja.

—¿Insinúas algo? —cuestionó.

—Se te cae la baba cuando ves a un niño. Te quedas mirándolos por la ventana y desde que ella se embarazó no cesas de gruñir y amenazar a cualquiera que se acerque. Eres todo un macho emparejado que quería marcarla como suya. Esto no es cosa sólo de hembras. Los machos también tenemos esa necesidad. Y lo peor: posesión. Y hasta ahora no lo hiciste porque dudabas que ella quisiera uno. Incluso creaste una trampa para que Kaidou cayera en sus instintos y fue cosa tuya lo de que Momoshiro adoptase un bebé. Se lo has ido poniendo en bandeja para que lo desease.

Ryoma lo estudió con la mirada con fingida inocencia.

—No tengo idea de qué me hablas.

Shiraishi estalló en carcajadas.

—¡Qué macho más cruel!

Ryoma estaba a punto de responder cuando sintió la llamada. Se levantó, encorvado, sintiéndola más profunda que antes.

—He de irme.

Desapareció antes de que Shiraishi aceptara y apareció a los pies de la cama. Sakuno estaba desnuda sobre la colcha de su cama con una bandeja de chocolates de sangre en sus manos. Levantó los ojos al verle, parpadeando.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—Me has llamado —respondió empezando a desabrocharse el cinturón—. Acabas de arrastrarme hasta aquí.

—No, no he pensando en eso —negó ella sorprendida.

Pero cuando él metió su mano entre sus piernas respondió placenteramente.

—Oh, quizás sí.

—Sí —dijo él sin detenerse, arrodillándose frente a ella—. Comida, sexo, comida, sexo —citó—. Es lo que hacéis las embarazadas.

—O-oye… —protestó antes que la cubriera con su boca—. ¡También como! ¡Oh, por todo lo…!

Cuando el primer orgasmo la venció, él se separó, observándola.

—¿Has pensado el nombre? —cuestionó acariciandole la pierna, subiendo por su vientre y apretando uno de sus senos—. Macho o hembra.

—Sí —dijo observándole. Dejó la bandeja a un lado y lo asió de los hombros para besarle—. Pero no lo diré hasta que nazca, así que también tendrás que pensar tú los tuyos por si pasa algo. Cosa que no pasará —aseguró, completamente convencida—. ¿Vale?

Él la besó como respuesta.

Nunca le confesaría que ya lo había pensado.

Como todo lo demás.

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Nació una niña y Sakuno le puso el nombre de su madre.

Ryoma era algo que se esperaba.

La celebración duró tres días. La princesa primogénita acababa de nacer.

Sakuno le miró aquella noche, con el bebé entre ellos tras alimentarla.

—Quiero un varón —le confesó—. Quiero que sea como tú, con tus ojos, con tu sonrisa…

Él puso los ojos en blanco.

—Claro, porque soy la alegría de huerta —ironizó.

Ella le sonrió.

—Sí sonríes, sólo que a tu modo —halagó—. ¿Lo haremos?

Fue su turno de mirarla.

—¿Acaso he dejado de hacerlo?

Ella levantó una mano para detenerle. Gruñó al notar debajo de él el bebé, apartándose.

—Durante un tiempo, manos fuera.

—No eres…

—Mentalmente sí —aseveró.

Ryoma maldijo en muchas lenguas.

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—Señor. ¿Qué hace fuera? —cuestionó una de las sirvientes.

Ryoma gruñó como respuesta. Llevaba haciendo eso durante veinte días.

—Al parecer las humanas tienen una cuarentena —explicó entre dientes—. Así que tengo prohibido acercarme a ella.

—¡Pero es…! —La mujer no lo comprendía—. La Reina es vampira. Ya debe de haber sanado de sobras. El mismo día incluso.

Lo sabía. Maldita sea si lo sabía. Hasta su instinto le indicaba que algo no iba bien o era inadecuado. Pero cada vez que se acercaba a Sakuno o la llamaba ella le ignoraba o le siseaba. Por más que se había enfrascado en asegurarle que era normal en su especie, ella se aferraba a esa parte humana.

—Tomoka hizo lo mismo.

Miró hacia la oscuridad del pasillo. Kaidou se acercó a él y se apoyó contra la pared.

—Su mente sigue afianzada en la humanidad. Las inculcaron que eso debía de hacerse. Incluso si nos desean, no cederán. Y como ambas son hembras que hace poco que nacieron…

Ryoma tuvo que darle la razón, gruñendo.

—¡Híbridas! —exclamaron a la vez.

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—Perdóname.

Su trenza resbaló por su hombro mientras se inclinó para abrazarle. Ryoma estaba sentado en un sofá frente a la chimenea. Ryoma la miró de soslayo.

—Cuarenta días. Cuarenta.

—Lo sé y lo siento —se disculpó azorada—. Se me fue completamente la idea, lo que me enseñaste y sólo quedó lo que mi instinto humano sabía.

—No eres humana, mujer —le recordó—. A las cuatro horas ya estabas sana y lista para mí. Te lo dije antes de que te quedases embarazada.

Ella le dio la razón, porque la tenía. Reconocía su error. Se inclinó, besándole el cuello.

—Perdón.

Él la asió con agilidad hasta sentarla sobre sus piernas. Sakuno sonrió, acurrucándose contra él.

—De todas maneras, es preciosa. La hemos hecho bien.

—Lo es —aseguró mirándola—. Aunque has perdido tiempo de darle un hermano.

Ella echó la cabeza hacia atrás y rió.

Él no.

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El rey no es nada sin su reina. Ni siquiera en un mundo tan duro y difícil como un reino vampírico. Todos lo sabían. Todos estaban de acuerdo.

El nuevo reinado Echizen creció con el paso del tiempo. Las guerras sacudieron los clanes ante un estoico rey.

Los clanes se enlazaron y los que no desearon unirse a él fueron enviados lejos, los que querían más y más poder, masacrados. Los humanos volvieron a convivir en silencio, en secreto, menos aquellos destinados.

Y sus cazadores, aquellos seres que vendían esclavos vampíricos a las jóvenes necesitadas de amor, de aventura y sexo, ahora son los cazados.

Y todos reconocen el nombre del peligro.

Ryoma Echizen. Hijo de Nanjirou Echizen.

Fin

08 de junio del 2020

Chia moon.