Capítulo 22

"Difícil, pero no Imposible"


La descomunal serpiente se deslizó por el resquebrajado mármol, zigzagueando lentamente hasta llegar a un ostentoso sillón que poco tenía que ver con el resto de la habitación. Alzó perezosamente su escamada cabeza y trepó por el respaldo del asiento, olfateando de vez en cuando el aire con su bífida lengua.

Una pálida mano acarició su lomo mientras ella se enroscaba en el asiento.

- Mi paciencia se está agotando… - siseó un hombre oculto tras las pronunciadas sombras que proyectaba el aterciopelado respaldo de su asiento. Sus brillantes ojos rojos estaban fijos en las personas que aguardaban en silencio frente a él.

- Pero mi Lord… Y-ya todo está previsto para el p-primer ataque. – dijo un hombre arrodillado en frente suyo. El hombre encorvó su espalda para hacerse más pequeño, y continuó hablando intentando sin éxito ocultar el temblor de su voz. - Muy pronto… ¡pronto! S-se lo aseguro, mi Lord. ¡Dumbledore caerá y dejará de ser una molestia! Solo tenéis que esperar un poco más, ¡de verdad-!

- Crucio. – dijo el "Lord", apuntando con su varita a quien le hablaba. Después de unos largos e insaciables gritos, levantó el hechizo en el hombre y le concedió unos minutos para que se recuperase. – Dumbledore no me importa… lo que quiero es que todos recuerden el motivo por el cual temen pronunciar mi nombre…

El resto de personas presentes, todas vestidas de negro, se miraron entre ellos para luego contemplar al Lord.

- Les hemos dejado pensar durante demasiado tiempo que están a salvo, que el "Señor Tenebroso" murió… Creo que el ministerio ya se ha divertido bastante con el bufón que tienen como mascota… - el "Lord" volvió a acariciar la gran serpiente, la cual ahora se deslizaba sobre sus piernas - … Espero que cuando Hogwarts caiga, cuando vean que ni su querida progenie está a salvo bajo la protección de Dumbledore, comprendan hasta dónde alcanza mi poder, y que ni siquiera ese… ese maldito Potter podrá salvarles esta vez… - siseó con asco -¡Crucio!

- ¡AAAAH!


Harry abrió sus vidriosos ojos en la oscuridad de la noche. Parpadeó un par de veces para deshacerse de las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos, y con una mano temblorosa se tocó su frente empapada de sudor.

Podía sentir un continuo y punzante dolor que provenía de su cicatriz en forma de rayo. Era un dolor inimaginable, tan grande que creía que la cabeza se le partiría en dos. Le entraron unas nauseas terribles, y tuvo que respirar profundamente varias veces para no vaciar los contenidos de su estómago en el lateral de su cama.

El joven gryffindor seguía sin saber por qué sufría aquellas pesadillas que, de alguna manera, debían de estar relacionadas con su cicatriz.

"Lo que quiero es que todos recuerden el motivo por el cual temen pronunciar mi nombre"

Esa frase se le había quedado grabada en aquel último sueño. Solo había alguien a quien los magos y brujas no podían nombrar. Pero no podía tratarse de Voldemort. Ese hombre no podía ser el protagonista de sus sueños. ¿Por qué iba a soñar con Voldemort? Se preguntaba Harry. Quizás era su propio miedo quien causaba aquellas pesadillas.

Tal vez se estaba obsesionando demasiado.

Esperó hasta el alba sin poder volver a dormir. Desayunó en su cama un vaso de leche con galletas que un amable elfo le ofreció, como ya era la rutina. Se duchó y vistió cuando aún roncaban sus compañeros de cuarto. Era sábado, y ninguno de ellos madrugaba en un fin de semana. Harry se aseguró de que llevaba bien puesta su bufanda frente al espejo del baño. Se alisó el ceñido jersey color gris que llevaba y se colocó bien los bolsillos de sus vaqueros negros, que se arrugaban cada vez que se los ponía.

Entró de nuevo al dormitorio y buscó un par de libros en su baúl. Escogió uno sobre Defensas que tomó prestado de la biblioteca y otro de Adivinación, esperando que con suerte hubiera algún apartado sobre el significado de los sueños.

Los tomó entre sus brazos y bajó a la sala común.

- ¡James! ¡Qué casualidad!

Harry paró en seco.

Allí, recién levantándose de un sillón, estaba Oliver Wood.

- Veo que eres bastante madrugador. Eso es bueno. – dijo el capitán del equipo de quidditch. - ¿Vas a salir?

- Eh… ah, sí. – contestó Harry, aun sin poder creerse que Oliver estuviese allí. – Iba a… la biblioteca.

- ¿Te importa si te acompaño? Quería hablar de una cosa contigo… pero solo si no estás muy ocupado.

Sintiendo que se sonrojaba, Harry accedió a que le acompañase.

Ambos caminaron por los desérticos pasillos sin decirse nada. Al principio parecía que iban sin rumbo fijo, doblando esquinas y bajando escaleras sin un orden en concreto, pero más tarde Harry se dio cuenta de que inconscientemente había estado siguiendo a Oliver hasta las puertas del castillo y, una vez fuera, continuaron andando hasta los vestuarios de quidditch.

- Sé que por algún motivo no quieres aceptar mi oferta de entrar en el equipo. – dijo de repente Oliver, abriendo la puerta del vestuario e invitando a Harry con la mano para que entrase. – Pero has de saber que yo no me rindo tan fácilmente.

Harry se detuvo en mitad del vestuario y le miró fijamente. Quizás fuese porque se había pasado la noche sin poder pegar ojo, o puede que fuera el dolor de su cicatriz que aún no había desaparecido del todo. Pero en aquel momento se sintió molesto con el capitán de gryffindor.

- ¿Por qué insistes? – preguntó Harry en un tono muy bajo de voz.

Oliver dejó de hacer lo que fuera que estuviese haciendo por los armarios del vestuario y se giró para mirarle.

- ¿Por qué no puedes aceptar que no quiero entrar en el equipo? – continuó diciendo Harry. – Hasta hacía unos días ni siquiera sabías que yo existía. Y de repente quieres que haga unas pruebas para entrar en el equipo, así, sin más, sin ni siquiera pensar que a lo mejor yo tenga otras cosas mejores que hacer que jugar al quidditch.

- ¿Y qué más da que tengas otras cosas que hacer? – preguntó Oliver.

- … ¿Perdón? – dijo Harry, algo sorprendido.

- No pienses mal, Evans. Entiendo que quizás estés muy centrado en los estudios, - dijo mirando los libros que llevaba Harry en brazos - y que tengas otros hobbies, como la lectura, - Wood entonces se acercó a él y tomó los dos libros con cuidado - ¿Pero por qué eso te impide poder disfrutar de lo que te gusta?

- … ¿Y tú sabes lo que a mí me gusta? – preguntó Harry a modo de sarcasmo, mientras observaba como Oliver se llevaba sus libros y los ponía dentro del armario que antes investigaba.

- ¡Exacto! – contestó simplemente Oliver, dándole la espalda.

Harry rodó los ojos y dejó escapar un suspiro.

- Wood, lo siento mucho, pero de verdad… no puedo entrar en el equipo.

- Evans, déjame decirte algo… - empezó diciendo Oliver sin darse la vuelta – Conozco a muchos como tú en este colegio. Se pasan la vida estudiando y trabajando, pensando que si se distraen no lograrán sacar una buena nota, o ser alguien en la vida cuando salga de aquí. Pero si de algo estoy totalmente seguro… - dijo con una breve pausa, girándose y mostrándole a Harry lo que acababa de coger del armario - … Es que si alguien quiere llegar lejos, debe montarse en una escoba.


Ambos salieron de los vestuarios, cada uno con una escoba voladora en la mano. Una agradable brisa removió la larga bufanda de Harry, aun colgada en su cuello.

Oliver decidió adelantarse y guió al gryffindor más joven hasta el campo de quidditch. Una vez allí, se montaron en las escobas y volaron todo lo alto que pudieron. El capitán se aseguró de que no hubiese nadie merodeando por allí antes de girarse hacia "James".

- Bien, esto es lo que vamos a hacer. – dijo Oliver para captar la atención del joven. Se metió la mano en el bolsillo y sacó algo redondo de color dorado. "James" no pareció bastante ilusionado.

- ¿Me vas a hacer atrapar una snitch? – preguntó sin mucho ánimo.

- Sé que estoy siendo muy pesado. – comentó Oliver – Y también sé que no quieres entrar en el equipo. Pero quiero proponerte algo.

El capitán comprobó que había logrado captar la atención del joven antes de abrir la palma de su mano y liberar la snitch para que volase libremente. El joven gryffindor persiguió con los ojos la snitch antes de que esta se perdiera de vista, y luego miró a Oliver.

- Pensarás que esto es una prueba , y seguramente intentarás hacerlo lo peor posible. Pero ahora olvidémonos por un momento de que te quiero en mi equipo, y de que tú no quieres ser buscador. Somos simplemente dos personas que están pasando el rato atrapando una snitch. Por favor, compláceme al menos hoy… Si hay algo con lo que realmente disfruto, es ver a alguien dar lo mejor de sí.

- Pero… - Harry miró su escoba – Si la atrapo, sé que seguirás insistiendo…

- Y por eso, he aquí lo que voy a proponerte… - dijo Oliver – Si haces lo que te pido, no seguiré insistiendo para que entres en el equipo. ¿De acuerdo?

Ambos se miraron fijamente, hasta que finalmente Harry dejó escapar un suspiro.

- De acuerdo. – repitió el más joven.

Wood observó atentamente como "Evans" comenzaba a buscar la snitch desde donde se encontraba. No perdió detalle mientras contemplaba lo cómodo que parecía James sobre la escoba, ni el minucioso escaneo que le hacía al campo de quidditch sin apenas girar la cabeza. Después de alrededor de veinte segundos, Evans bajó en picado.

Con una amplia sonrisa, Oliver le siguió. Ambas escobas alcanzaban casi la misma velocidad, por lo que era fácil no perder de vista a Evans. Al poco tiempo, incluso el capitán podía ver a la zigzagueante snitch enfrente del más joven.

Pero por más que se esforzaba, Harry apenas lograba recortar camino. La snitch dio un giro y se perdió de vista. El joven gryffindor parecía avergonzado, y tuvo que detenerse un rato para buscarla de nuevo. Cuando la encontró, esta vez mucho más rápido que la vez anterior, volvió a perseguirla. Se impulsó todo lo que pudo, pero aun así volvió a perder la pelota cuando ésta se coló por las tablas de madera que sujetaban las gradas.

- ¡Es imposible! – protestó de pronto Harry.

- ¿Por qué lo dices? – quiso sabes Wood, todavía sonriente.

- Esta escoba es muy lenta…

Oliver soltó una carcajada.

- Lo sé. ¿Por qué te crees que te di esa escoba?

- Pero si lo sabes, ¿por qué me la das? Así nunca atrapare la snitch. – Harry se giró para mirarle.

- Bah, es difícil… - dijo Oliver –… Pero no imposible. Una escoba de este colegio nunca será más lenta que la snitch. Créeme, con una escoba como en la que estás montado se puede atrapar la snitch.

Harry le miró en silencio, y después de resoplar reanudo la búsqueda de la pequeña pelota alada. Cuando la encontró por tercera vez, volvió a lanzarse en picado a por ella.

Oliver, que se había detenido momentáneamente, intuyó por dónde pasarían seguramente la snitch y Evans. Atajó campo a través y, justo cuando el joven gryffindor iba a pasar, se colocó delante de él y le cortó el paso.

Como Harry no se lo esperaba, tuvo que frenar en seco.

- ¡Ey! – protestó el joven. Miró hacia delante, por detrás de Oliver, pero ya era tarde. Había perdido de vista a la snitch. - ¿Por qué has hecho eso? – preguntó algo irritado.

- ¿Ups? – contestó simplemente el capitán, riéndose con fuerza.

Más serio que antes, Harry volvió a buscar la snitch.

Así estuvieron media hora. "Evans" nunca alcanzaba la pequeña snitch. A veces conseguía acercarse, pero siempre acababa perdiéndola o encontrándose con que Oliver se interponía en su camino.

- Vaya, y yo que pensaba que serías bueno en esto. ¿Me habré confundido?

El joven pelinegro no dijo nada, simplemente se concentró en buscar la snitch de nuevo.

- Se ve que lo que vi el otro día era una escoba muy rápida. – comentó Wood, todavía alegre - ¿Quieres que traigamos tu saeta de fuego para ver si logras atraparla?

- ¡No! – contestó rápidamente Harry, sonando irritado.

- O mejor, ¿quieres que la atrape por ti? Sí, creo que eso será lo mejor. ¡A ver quien la coge antes!

Entonces, Oliver comenzó a jugar a atrapar la snitch. Ambos volaban codo con codo, intentando ser el primero en ver la snitch y de llegar más rápido hasta ella. El tiempo seguía pasando, y nunca daba la impresión de que alguno de los dos acabaría cogiendo la snitch.

Al final, Harry tuvo que parar, agotado.

- ¿Te rindes? – le preguntó Oliver volando alrededor suyo.

El joven no le contestó, ni siquiera le miraba.

- De acuerdo… Si no quieres seguir jugando, dejémoslo por hoy.

De pronto, Wood empezó a volar en la dirección de la snitch, fácil de ver porque brillaba con la luz del sol. La escoba del capitán entonces voló mucho más rápido de lo que hacía antes y, aunque tardo un tiempo, finalmente atrapó a la escurridiza pelota.

Harry le observaba sin decir nada.

Ambos bajaron al suelo y se encaminaron a los vestuarios. Oliver guardó las escobas y la snitch, y después le dio al joven sus dos libros.

- ¿Cómo es que tú sí que pudiste atrapar la snitch? – preguntó Harry en voz baja.

- Práctica. – dijo simplemente Wood.

- Pero… parecías volar más rápido que yo…

- Ya te lo he dicho, práctica. – el capitán le dedicó una pequeña sonrisa. – Llevo jugando a esto desde que soy un crío. Ven, sígueme un momento.

Los dos gryffindors entraron al castillo, y una vez dentro Oliver le guió por la planta baja hasta la sala de los trofeos. Allí había un montón de copas y placas conmemorativas, la mayoría sobre partidos de quidditch. Ambos se pusieron frente a las vitrinas de cristal.

- ¿Ves aquella copa dorada de allí? – le preguntó Oliver, indicándola con el dedo - ¿Qué ves allí escrito?

- Veo unos nombres… Uno tiene tu apellido…

- Es de mi padre. – le dijo el capitán del equipo.

Harry miró detenidamente la copa, en silencio.

- Él me enseñó todo lo que sé. – le explicó Oliver – Me mostró que el quidditch podría enseñarme muchas cosas en la vida.

- ¿Como qué? – preguntó el joven.

- Bueno, cosas, ya sabes… Como trabajar en equipo, o entrenar mi cuerpo de forma sana… - luego miró a "Evans" – También me enseñó a no rendirme nunca, por muy difícil que me resultara todo.

El más joven no le miró, simplemente se dedicó a observar todos los trofeos y premios que allí había.

- Ser jugador de quidditch es muy difícil, y lograr entrar en un equipo al salir de Hogwarts lo es más todavía. Yo tengo asumido que seguramente no lograré ser jugador profesional, y que cuando me gradúe me tendré que conformar con un trabajo aburrido. Pero mientras pueda, intentaré jugar aquí todo el tiempo posible y hacer lo que me gusta de verdad.

- … Pero no todos piensan del quidditch igual que tú. Puede que a mí no me guste tanto como a ti.

- Lo sé. Por eso quería verte atrapar la snitch hoy. Para comprobar por mis propios ojos si realmente no te gustaba tanto como decías.

- … ¿Y qué has descubierto?

- Que disfrutas volando, pero que no vales como buscador.

Harry se giró de pronto y se le quedó mirando.

- No has conseguido atrapar la snitch, así que ahora sé que cuando te vi atraparla fue porque ibas en una escoba muy rápida. Lo siento Evans, siento haberte molestado. No volveré a pedir que entres en el equipo. Pero igualmente, si quieres, seguiremos quedando para hablar de quidditch, ¿de acuerdo?

Después de dedicarle una sonrisa, Oliver comenzó de nuevo a observar los trofeos. Algo menos entusiasmado, "James" también se puso a mirarlos.

- … ¿Oh? – exclamó de pronto Harry sin poder evitarlo.

- ¿Qué pasa?

- Nada… bueno, es solo que… En aquel trofeo de allí… Pone "James Potter".

- Ah, por supuesto. – dijo Oliver con orgullo – El famoso James Potter, fue buscador de gryffindor. Casualmente se llama como tú James. – Wood le miró – Fue capitán, como yo. Él sí que era bueno, nunca hubo un buscador mejor que él. Jamás perdió un partido.

- Uhm…

- Bueno, creo que ya es algo tarde. – Oliver se separó de las vitrinas – Te dejo Evans. He disfrutado mucho jugando contigo. Nos veremos seguramente más tarde.

El capitán del equipo de quidditch se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Cuando se quedó solo, Harry volvió a contemplar el trofeo con el nombre de James Potter, pensativo.


Harry ordenó su cada vez más lleno baúl. Aunque tiró toda la ropa que heredó de su primo, tenía mucha otra nueva que compró en Hogsmeade. Además, también tenía muchos libros de diferentes cursos, y una despampanante escoba voladora que tenía que meter siempre en diagonal para que entrase en el baúl. Debajo de todas sus cosas, siempre tenía guardado un saco lleno de galeones por lo que pudiera surgir, dinero muggle para cuando terminase la escuela, y sus antiguas gafas.

No se deshizo de ellas, porque planeaba llevarlas cuando llegase a casa de sus parientes.

- Jimmy… - dijo alguien detrás de él.

Cuando se giró, todavía arrodillado frente al baúl, se encontró con un cabizbajo Neville. Harry se quedó sin saber qué decir, y miró al castaño, expectante.

- ¿Podemos hablar? – le preguntó Longbottom, todavía sin mirarle a la cara.

Volvió a hacerse otro silencio aún más incómodo que el anterior. Sin contestar nada, Harry cerro de golpe su baúl. Se puso de pie y caminó hasta la salida del cuarto, pasando de largo del castaño.

- Por favor, James… - insistió Neville siguiéndole por las escaleras.

- No. – contestó secamente Harry.

Salió por el retrato de la Dama Gorda sin pararse en ningún momento, ignorando los compañeros de casa con los que se cruzaba.

- ¡Solo quiero que me escuches!

- ¡Tú tampoco quisiste escucharme a mí ayer! – grito Harry, dándose la vuelta en mitad de las escaleras. - ¡Ni el otro día! – volvió a exclamar, subiendo de nuevo un par de escalones - ¿Por qué iba a escucharte yo ahora?

- … ¿Por favor? – pidió Neville, esperanzado.

- …. No. – giró sobre sus talones y reanudó su bajada.

Pero Neville no se rindió. Bajó las escaleras siguiendo al pelinegro, y también le persiguió por los pasillos.

- ¡Jimmy! – le llamaba Longbottom más desesperado que antes - ¡James! – dio grandes zancadas hasta que por fin lo alcanzó. Sostuvo al joven por el brazo y le dio bruscamente la vuelta. – Por Merlín, ¡no seas tan cabezota!

- ¿Cabezota, yo? – siseó Harry.

- Por favor… - volvió a suplicar Neville, esta vez más calmado. – Sé que hice mal. Me porté como un estúpido ayer… Te pido que me perdones.

El joven Potter se zafó del agarre de su amigo y se cruzó de brazos.

- No lo voy a hacer.

- ¿Q-qué? ¿Por qué?

- No te perdonaré hasta que me digas por qué estabas tan enfadado ayer. – exigió Harry, descruzando sus brazos y dándole con el dedo índice al castaño en el pecho.

Un notorio sonrojo se alojó en las mejillas y en las orejas de Neville poco a poco.

- P-pues… estaba… Estaba enfadado porque mi mejor amigo de repente no es quien yo creía… - empezó diciendo casi en un susurro Longbottom – Y no solo eso, sino que además está saliendo con la persona más slytherin, engreía, imbécil…

- Neville… - le advirtió Harry.

- Perdón. Pero es que no puedo evitar sentirme furioso cada vez que pienso en Malfoy. – se intentó disculpar - Desde que llegamos a Hogwarts fue el primero en ponernos la zancadilla al pasar. Va siempre con esa actitud de chulo, y de repente me dices que sois novios. Me siento como si estuviese en una novela romántica con la típica trama en la que el protagonista acaba con el chico malo, le rompen el corazón y el chico bueno acaba recogiendo los pedazos.

- ¿Qué…? – susurró Harry, intentando comprenderlo.

Neville le cogió de la mano y le llevó hasta un aula de encantamientos que ahora mismo no se estaba usando porque era sábado. Cerró la puerta y llevó a Harry hasta los primeros pupitres que encontró.

- Jimmy… - empezó diciendo el castaño. - Yo… yo estoy preocupado por ti. – susurró, pasándose una mano por la nuca.

- … ¿Por qué?

- Pues porque Draco nunca me ha dado la sensación de que sea una buena persona. Él… él es un Malfoy.

- ¿Y qué tiene que ver su apellido?

- ¡El nombre de una persona es muy importante! – insistió Neville.

- ¿A sí? ¿Y por qué?

- ¡Harry Potter! – exclamó el castaño, y Harry se encogió visiblemente. Ambos se miraron fijamente durante unos segundos. – Tú sabes lo importante que es un nombre. ¿Qué crees que pasaría si la gente conociera el tuyo? Seguro que ya lo sabes… - murmuró – Todos te tratarían como si fueras el Salvador del Mundo Mágico, nadie vería más allá de tu cicatriz, y jamás tendría una vida tranquila. Con Draco Malfoy pasa exactamente lo mismo. Todos esperan de él que sea igual que su padre; un sangre pura conservador predestinado a manipular, a tener una linda esposa y a causar problemas.

- … Pero yo sé que Draco no es así… - susurró Harry, con la voz temblando.

- ¿Pero cómo puedes estar seguro?

- Entiendo lo que me estás diciendo, de verdad que lo hago Nev. Sé que la mayoría de las personas solo se quedan con el nombre, y no se preocupan por conocer cómo es la persona en realidad. Pero yo si sé cómo es Draco, y no pienso hacer caso de las opiniones de la gente.

- Jimmy…

- ¡No me llames Jimmy! – exclamó de pronto Harry.

- ¡Pues Harry! ¡Escúchame! – alzó también la voz Neville. – Ahora mismo verás a Draco como la persona perfecta, ¡pero en realidad no lo es! Es verdad que ahora se está controlando y no se mete con nosotros como lo hacía antes, e incluso nos ha ayudado en alguna ocasión. ¡Pero una cosa es ser amigos y otra ser novios! Los slytherins siempre persiguen lo que más les conviene, y si de repente Draco encuentra a alguien mejor te dejará sin pensárselo dos veces.

- ¡Tú no puedes estar seguro de eso! ¿Por qué insistes tanto?

- ¡Pues porque Malfoy ya lo ha hecho! – gritó aun más fuerte el castaño, creando un largo silencio entre ellos.

- … ¿Qué…? ¿Qué quieres decir? – preguntó confuso Harry.

- Es imposible que seáis novios… porque yo… le vi con ella. – murmuró Neville. – Cuando me dijiste que erais novios no podía creérmelo, y busqué a Malfoy. Tardé mucho en encontrarle, pero ayer… finalmente lo vi en el gran comedor, rodeado de slytherins. Pansy Parkinson estaba justo a su lado, y cuando les vi… se estaban besando. – susurró, mirando a Harry a los ojos.

Cuando dejó de hablar, Harry no reaccionó. Se quedó mirando a su amigo en silencio, escudriñando su rostro en busca de algo que le dijera que todo aquello era mentira.

Pero no fue así.


Continuará…