Advertencias:

- Draco/Harry (y un ligero Neville/Harry (y quizás veáis a alguien más detrás de Harry (pero la pareja principal siempre será Draco/Harry))).

- Powerful!Harry, Sub!Harry (OOC).

- Abuso infantil y escolar.


Prólogo

- James Evans. – anunció Minerva con claridad, levantando su vista del pergamino que sostenía.

Un joven, quizás el más pequeño de todos los recien llegados a Hogwarts, se encaminó hacia el sombrero seleccionador.

James Evans vestía una túnica negra que le llegaba hasta los tobillos, y una gruesa bufanda gris alrededor de su cuello cubriéndole hasta la nariz. Unas gruesas gafas redondas negras arregladas con celofán reposaban sobre su nariz, y el contorno de su cara estaba cubierto por mechones de pelo azabache que brotaban de su cabeza desordenadamente.

Mantuvo su mirada fija en el suelo mientras se acercaba a la profesora, ignorando a duras penas las innumerables caras giradas hacia él.

Se sentó en la banqueta, le pusieron cuidadosamente el sombrero… y esperó.

Esperó y esperó, pero el sombrero seleccionador se mantuvo en silencio, como si fuese un sombrero normal y corriente.

El resto de alumnos y profesores se fueron quedando uno a uno en el silencio más absoluto, esperando con intriga la selección que nunca llegaba.

Y por fin, cuando ya habían pasado varios minutos, se escucho la calmada y orgullosa voz que salía del sombrero seleccionador;

- Gryffindor.


Habían pasado más de dos años, pero algunos alumnos seguían recordando la elección del joven Evans. Nunca alguien había tenido que esperar más de diez minutos para ser enviado a alguna casa. Pero era simplemente una anécdota más, y la vida en la escuela seguía su curso.

James Evans, ahora en sus trece años, estudiaba entre las altas estanterías llenas de libros de la biblioteca con un libro abierto entre sus manos. Deslizó sus dedos bajo los mechones de su despeinado flequillo, tocándose distraidamente la frente.

Era fácil encontrarle leyendo en aquel rincón apartado en la biblioteca. Evans leía tantos libros como le eran posible, ya fuesen de su curso o más avanzados, relacionados con sus clases o por simple curiosidad. Aquello se había convertido en un ritual desde que llegó a Hogwarts. Si alguien se dignase a preguntale por qué leía tanto, respondería que, como venía de un hogar muggle, la magia le fascinaba y quería saber todo acerca de ésta.

Pero en realidad, estaría mintiendo. No lo hacía solo por eso. En el fondo el joven Evans estudiaba porque no podía hacer otra cosa en Hogwarts. No se relacionaba con el resto de alumnos, nisiquiera con sus propios compañeros. No iba a Hogsmeade, ni jugaba al quidditch, y tampoco comía en el gran comedor.

Había algo que "James" no se atrevía a contarle a nadie. Le había costado mucho mantenerlo en secreto. Era la razón por la cual no tenía ni buscaba amigos, y el motivo por el cual no mostraba su rostro en público. El secreto era el siguiente:

James Evans, el chico al que todos llamaban en Hogwarts como "el Espantapájaros", era en realidad... Harry Potter.

El verdadero Harry Potter.

Era algo difícil de creer, que la persona más marginada y menos visible de la escuela fuera el salvador del mundo mágico. Pero solo hacía falta echar un vistazo a su frente para saber que se encontraban ante el auténtico Harry Potter.

Aun así, aun sabiendo lo cómoda que habría sido su vida si se hubiera sabido, "James Evans" nunca reveló su secreto.

Harry levantó la vista del libro cuando un par de alumnos pasaron cerca de él. Hablanban en voz baja para que nadie les oyese y se reían con complicidad, ignorando al joven gryffindor.

Dejó escapar un suspiro con cierto aire de derrota, negó un par de veces con la cabeza y cerró el libro. Estiró un poco su espalda y sus brazos antes de ponerse en pié y salir de aquel pequeño cubículo de estudio. A los dos pasos pisó algo que había en el suelo y, muy calmadamente, se detuvo para recogerlo. Se trataba de una edición de El Profeta de aquel mismo día.

Le echó un rápido vistazo a la portada, donde podía apreciarse una foto de un grupo de personas. Había tres aurores en pose autoritaria, también estaba Cornelius Oswald Fudge, el actual Ministro de magia, y en el centro de todos ellos... Harry Potter, el niño-que-vivió. El auténtico Harry miró a aquel joven mago de la portada. Debía de tener su misma edad, con pelo negro repeinado y dejando ver una peculiar cicatriz en forma de rayo sobre su frente. Era agotadoramente apuesto, y con una sonrisa que indudablemente derretía a todas sus fans. En la foto se le veía saludando a su público, mandando algún que otro beso al aire. Se podía leer en grandes letras negras justo en el margen superior de aquel ejemplar "Harry Potter, un auror prometedor", y más abajo, algún adelanto donde se explicaba cómo el salvador del mundo recibía un riguroso entrenamiento para convertirse en auror...

Pero, ¿para qué? No se veía tanta paz en el mundo mágico desde hacía muchísimo tiempo, hablando, claro está, de la época en la que el-que-no-ha-de-ser-nombrado andaba suelto. Voldemort, como así se hacía llamar, había sido el mago más peligroso y cruel en toda la historia de la magia. Todo el mundo temía incluso volver a pronunciar su nombre. Pero afortunadamente para la comunidad mágica (y muggle)... Voldemort había muerto.

Como todo el mundo sabía, Harry Potter había logrado derrotar a Voldemort. Los periódicos relataron incansablemente durante los primeros años un enfrentamiento épico donde los Potter y la rápida actuación de altos dirigentes del ministerio de mágica habían podido lograr la victoria sobre el Señor Tenebroso, y al mismo tiempo sufriendo la trágica pérdida del señor y la señora Potter. Afortunadamente, su único hijo había quedado con vida.

"James Evans" dobló con cuidado el periódico y lo dejó sobre la mesa en la que había estado estudiando. Cogió un libro de pociones que tenía casi olvidado en el pico la mesa y se lo colocó bajo el brazo.

Con una mano intento peinarse el flequillo, o más bien hacerlo más abundante lanzando unos cuantos mechones sobre su frente. Se aseguró de que su vieja bufanda aun cubría hasta la punta de su nariz, para luego encaminarse hacia la salida de la biblioteca.

Cruzó el largo pasillo que había fuera de ésta hasta perderse tras una esquina, solo.


- ¿Queréis dejar de hacer tanto ruido? ¡Estoy intentando estudiar! – se escuchó a una chica bastante irritadar de tercer año que se encontraba sentada frente a una pequeña mesa en la sala común de gryffindor, con un libro de grandes proporciones abierto frente a ella.

- Vamos Hermione – dijo un chico alto y pelirrojo, sentado en un sofá a poca distancia de ella - ¿Por qué no dejas de estudiar por una vez y te vienes con nosotros?

- Ron Weasley, - gruñó ella apretando sus dientes - Deja de actuar como si no hubiese ningún examen mañana y ponte a estudiar… ¡y lo mismo va para todos ustedes! – dijo con seriedad al resto de chicos que rodeaban al pelirrojo, que por un momento dejaron de reírse.

- ¿Y qué quieres que hagamos Granger? Todos vamos a suspender. ¡Estamos hablando de un examen de pociones, del profesor Snape! - esta vez habló Seamus, sentado en el mismo sofá que Ron.

La chica negó con desaprobación y volvió sus ojos al libro de pociones que tenía delante.

- Ni siquiera lo intentan... - refunfuñó exasperada.

En ese mismo momento, se escuchó un ruido tras la puerta de la sala común. El retrato que cubría la entrada se apartó, dejando ver a un chico con el pelo castaño, corto y bien peinado. El joven recién llegado se alisó un poco su ropa con una mano, mientras que con la otra sujetaba su libro de pociones.

- Vaya Neville, por fin apareces. ¿Dónde has estado? - le preguntó Ron.

El chico les miró con un poco de nerviosismo repentino, dejando escapar una leve sonrisa.

- Estaba estudiando para el examen de mañana, como todos. – dijo como si fuese lo más obvio del mundo.

- Ya, pero también podías haberte quedado aquí a estudiar. No sé por qué siempre que hay un examen desapareces todo el día.

Neville se acercó a ellos y dejó su libro sobre una mesa cercana.

- U-uh, b-bueno, es que sois demasiado ruidosos, y con tanto escándalo soy incapaz de estudiar. - dijo tímidamente.

- ¡Por fin alguien que me da la razón! – se escuchó la voz de Hermione, quien cerraba su libro de un manotazo. – Y ahora me retiro a mi cuarto, necesito repasar un poco antes de irme a dormir. – dijo levantándose y recogiendo sus cosas. Luego subió hasta los dormitorios de las chicas.

Cuando se escuchó un portazo a lo lejos, seguramente el de la habitación de Granger, muchos de los chicos suspiraron.

- ¡Por fin se va! Qué pesada estaba con lo de que nos pusiéramos a estudiar y con mandarnos a callar. – dijo exasperadamente Ron.

- Pero ella tiene razón chicos, - se atrevió a decir Neville a la pandilla. – el examen es mañana y aun no habéis abierto un libro.

- Basta Neville, no necesitamos a otra Hermione que nos sermonee. ¿Crees que no lo sabemos? No somos tan listos como tú, o como Hermione. A nosotros nos cuesta mucho trabajo, y ese murciélago de Snape la tiene tomada con los Gryffindor.

- Lo sé Ron, pero si os pusieseis un poco con la asignatura… – dijo tímidamente, sentándose en un sillón junto al fuego.

- En serio, Neville, ¿cómo logras aprobar? Siempre fuiste bastante pésimo en pociones, sin ofender.

Neville se quedó callado durante unos segundos, mirando el fuego.

Fue entonces cuando se escucho un sonido proveniente del retrato que servía como puerta. Los chicos de tercero miraron quién acababa de entrar.

Se trataba de James Evans, envuelto en su gran túnica negra y con el rostro casi oculto. Evans no les saludó a pesar de que ellos se trataban de sus compañeros de curso, y pasó de largo del grupo. Subió las escaleras hacia los dormitorios y sin más se metió en los de tercer año.

Seamus y Dean se quedaron mirando hacia la puerta de aquel cuarto con bastante desconfianza, mientras que Ron se acomodó en el asiento haciendo como el que no había visto nada.

- Ese chico me da escalofríos. – se atrevió a decir Dean. – Es tan... raro…

- ¿Alguna vez le habéis visto la cara? A mi me da miedo cuando se sienta muy cerca mía en clases. – dijo Seamus dándole la razón.

- Lo que pasa es que es un antisocial. – aportó Ron restándole importancia al asunto.

Neville no comentó nada, solo miraba hacia la puerta donde había desaparecido Evans con una extraña expresión en su rostro.

A la mañana siguiente el profesor Snape masacró con su examen a casi todos sus alumnos. Solamente en Gryffindor habían conseguido elaborar la poción a la perfección tres personas: Hermione Granger, Neville Longbottom y James Evans.


Continuará...