¡Vuelvo!

Estuve estresada con el nuevo curso y con algún problemilla familiar, pero al fin encontré tiempo para subir esto. Aunque iremos con calma porque sólo tengo el primer capítulo... y no sé si va a haber segundo... en tal caso lo escribiré a mi tiempo... lento...

Bueno, ¡espero que os guste!

Pairing: SiriusxRemus. LilyxJames

Rating: Vamos a echarle T, sí, por si decido continuarlo.

Summary: SLASH SiriusxRemus. Nunca había pensado en lo que deseaba vivir contigo. Siento haberme portado tan... cínico. Y exigente. Viviría contigo en cualquier lugar. Pero... vivir contigo... significaría que cada luna llena... en casa...

Disclaimer: según Rowling estos dos vivían cuidando plantitas y... ah, no, eso era según... diablos, ¿quién era? Anyway, no soy rubia ni millonaria.

Dedicatoria: Para Isabellatrix, por:

Ser una gran amiga

Ser una gran beta (como es mi beta y me gustan las sorpresas, esto no está beteado)

Para que le guste un poco más portobello

Para que se acostumbre al azúcar

Para que me quiera más :D

Portobello es un barrio de Londres, cerca de Kengsinton. Tiene su estación de metro, su lluvia, sus tiendas, sus casas de colores, sus anticuarios... su Sirius y su Remus.... así que escribí sobre ellos. Ah, y porque viviré allí.

Portobello Belle es una canción de Dire Straits... y dice: Belladonas on the High Street, así que mola el doble. Escuchadla, no tiene pérdida.

Portobello Belle

Remus J. Lupin, Sirius B.

ÁTICO

Potrobello road, 18

W11, Londres

Remus miró el edificio destartalado con aprehensión.

Había estado antes en Portobello, por supuesto. Es más, aquél barrio de antigüedades y librerías de segunda mano se encontraba, como mínimo, en el primer puesto de una larga lista compuesta por sus sitios favoritos de Londres.

Portobello. Increíble.

Sirius estaba a su lado. Lo miró, ansioso. Parecía que de un momento a otro sacaría la lengua, ladraría y le aparecería una cola en el trasero que se pondría a ir de un lado para otro.

-Bueno- dijo-. ¿qué te parece? A juzgar por tu boca abierta, tu mirada de incredulidad y el tic nervioso que tienes en la mano... ¿te encanta?- aventuró.

Remus estaba tan atontado que no atinó a responderle. Alzó la mirada y la dirigió hacia arriba de la casa.

La fachada estaba pintada de un color azul cielo, desvaído por el sol. La pintura se caía a trozos. El edificio constaba de dos plantas más el "ático", y estaba entre dos casas idénticas, pintadas de colores vivos siguiendo la tónica general del barrio.

-Venga, Lupin. Abre- Sirius le tendió una llave que parecía de la época victoriana. Él dejó su mochila de piel en el suelo porque había que empujar la puerta con las dos manos, y con el hombro, y con todo el cuerpo-. ¡Mira, si hasta tiene ascensor!- dijo sin demasiado convencimiento, señalando una especie de lata de sardinas con aspecto de haber sufrido un hechizo para hacerla un poquito más grande.

-Si. Creo que subo andando.

-Deja, ya te llevo yo la mochila.

-No hace falta- sonrió él. La agarró y escuchó cómo las costuras protestaban. Aquella mochila no parecía muy indicada para sufrir un encantamiento de fondo extensible, pero aguantó hasta el rellano del último paso.

Remus dejó la carga con cuidado en el suelo, y sin embargo no pudo evitar sufrir por su colección de vinilos y por sus Obras completas de Charles Dickens, que tenían aspecto de haber sobrevivido a las dos guerras mundiales. De hecho, puede que así fuera.

Sirius sacó otra llave del bolsillo.

-Vale, Lunático, antes de entrar en tu nueva casa te advierto que deberás cargar con las consecuencias de querer pagar la mitad de las facturas.

-Sí, esa es una condición básica. De lo contrario me sentiría como... un gigoló.

-¿Eso es malo?

Remus levanta la ceja derecha dando a entender que sí, que es malo.

Sirius suspira.

-Bueno, el caso es que... como habrás leído en el buzón, pone "ático".

Remus recordó la letra anárquica y picuda.

-y lo escribiste tú.

-Sí, verás, me he tomado la libertad de cambiar "buhardilla" por "ático", porque he pensado que le daba un aire más...

-¿Espacioso?

-iba a decir cool, pero también se acepta espacioso. Y respecto a los antiguos propietarios...- y hace un ademán con la mano. Bahh..., como quitándole importancia.

"Sirius, creo que tenemos un concepto diferente de hacer la compra. Supongo que debí ser más explícito, pero pensé que intuirías que no puedo pasar una semana con cerveza, chocolate y una revista de motos" "Bahh, Remus" "gmfxtrl..."

"¡Black! ¿Le ha puesto un petardo en la silla del señor Snape?" "Bahh, profesora, uno pequeñito" "Grmfxtrl..."

-¿Qué les pasaba a los antiguos propietarios?- preguntó Remus, receloso.

-Sabes que tenía que encontrar un sitio barato para no herir tu orgullo y esas cosas. sé lo mucho que te gusta Portobello, así que empecé a mirar por aquí. Es la parte de las antigüedades, que mola más, y está muy muy cerca del metro. No es precisamente la opción más acogedora que visité, pero tampoco somos un par de maricones que cuidan plantitas y leen el cosmopolitan, porque...

-¿Qué les pasaba a las otras casas?

-Bueno, sabes que me gusta tener vecinos muggles que no me miren raro cuando digo que me llamo Black.

-Oh, sí, otro punto importante.

-Además, el tío me dijo que me rebajaba el precio si me quedaba algunos muebles.

-Eso no ha sonado muy bien.

-Los muebles no tienen nada de raro. Ni sangre, ni ratones muertos, ni semen... lo miré.

-Mmmmmmhh...

-Es que los de antes querían irse tan rápidamente como fuera posible del país. Creo que eran de árabes... de Marruecos, o algo así.

-Los árabes sólo están en la península arábica. En todo caso, marroquíes, o musulmanes, o...

-Remus, me importa una mierda.

-Sí, a mí también.

-Lo único que sé es que eran unos cuantos... y un poco guarros.

-¿De cuántos estamos hablando exactamente?-. Sirius no contestó-. ¿Sirius?

-Bahh... di un número.

-Vale, eh... ¿cinco?

El animago soltó una carcajada.

-Apunta un poco más alto, Lunático.

-Oh, Dios... ¿siete? ¿ocho? ... ¿diez? Sirius...

-Trece. Catorce si contamos al loro.

-¿¡Trece!?

-Supera las expectativas, ¿verdad?- dijo el otro jovialmente-. Pero no te preocupes, he limpiado y ordenado algo antes de pedirte que vinieras conmigo. La moqueta sigue oliendo un poquito a curry, pero...

-¿Cuánto te ha costado?

-¿Eh?

-Esto- señalando la puerta.

Sirius estuvo a punto de poner los ojos en blanco.

-No empieces.

-¿Qué?- bufó-. Pues claro que empiezo, Sirius, ¡has comprado una casa!

-Oh, vamos, estoy podrido de pasta, Remus.

-Y yo estoy harto de que siempre me pagues las cosas. Joder, Canuto.

-Igualmente pensaba mudarme, así que míralo de esta forma: sólo te estoy pidiendo que vengas a vivir conmigo, a mi casa.

-¿Porqué no vienes tú a la mía? ¿Qué tiene de malo?

-Entre otras cosas, está encima de una bolinga.

-Se dice bolera.

-Y la vía del tren hace que vibren los cristales.

-Sabes que pongo hechizos...

-... que hay que cambiar prácticamente cada hora. No puedes dormir por la noche, Remus. Joder, siempre te estás quejando de tu casa ¿y ahora te parece el palacio de Buckingham?

-No, Sirius, sólo digo que...

-¿Porqué no quieres venir?

-Acepta el dinero que me den por el piso.

-Sinceramente, dudo que consigas venderlo.

-Algo me darán.

-Necesitas el dinero. Venga, Remus ¡ya no puedes echarte atrás! ¡Mira esa mochila! ¡Si hasta llevas tus queridos Beatles ahí dentro!

-¿¡Has puesto mis vinilos de los Beatles ahí dentro!?

Let it be, Moony! Échale un ojo al piso, por lo menos.

-Yo... vale- mierda, seguro que le había sonreído.

-Va, abre- Sirius le tendió la llave. Remus intentó recordar alguna ocasión en que le hubiera negado algo a Sirius, y le pareció preocupante no recordar ninguna.

Empujó la puerta.

-No se abre.

-Sí, eh, tienes que empujar un poco, deja que te ayude...

-¡Ay! Padfoot, me has pisado.

-Perdón, perdón...

al fin la puerta cedió a los empellones de los dos jóvenes y éstos entraron.

Una pequeña estancia les dio la bienvenida. Remus sospechó que servía a la vez de dormitorio, y no precisamente para el loro.

-¡Dios, mira cuántos colchones por el suelo!

-Sí, bueno, eso lo tiramos-. Remus estornudó-. Y habrá que barrer un poco el polvo. Todo ha sido muy precipitado, pero...

Remus se acercó a las ventanas enormes pintadas de azul que iluminaban la pequeña habitación. Sacó un pañuelo y lo pasó por los cristales; después abrió y se asomó para contemplar la pintoresca calle.

El bullicio de Portobello le hizo suspirar; un hombre tocaba la guitarra en la esquina, protegido de la lluvia bajo toldo a rallas rojas y blancas de una tienda que vendía libros y música de segunda mano. Al lado de éste había comercios de todo tipo, en las plantas bajas de las casas de colores; arriba, ropa tendida que se empapaba bajo una leve pero constante ducha que caía con pereza desde el cielo plomizo, eternamente londinense. Era curioso, pero a nadie parecía importarle; al contrario, el agua era un aliciente para salir a la calle a pasear, a comer en un puesto ambulante, a comprar cualquier cosa o simplemente a caminar sin rumbo. El río de gente que cubría el asfalto se perdía hasta donde alcanzaba la vista. Sus voces mezcladas con música empapaban a Remus, junto con el olor a Portobello... lluvia, especias, papel.

Portobello le recuerda que está vivo. Sí, a pesar de todo, a pesar de su licantropía, que lo consume cada día un poco más; a pesar de la guerra, que está a punto de encontrarlo y asesinarlo... y el fantasma de la guerra parece mucho más lejos y definitivamente más débil en aquella calle feliz.

Remus siente el peso reconfortante de Sirius junto a su espalda y nota sus manos posadas levemente en las caderas. Él cierra los ojos, y nota que aquellas manos se desplazan a su cuello, presionan levemente y él está seguro de que ronronea como un gato.

-Sirius...

-¿Quieres seguir viendo el resto de la casa?

Él asiente para que no se le note la voz tomada, ni las lágrimas emocionadas que pugnan por salir.

Se apartó de la ventana y se dedicó a mirar el interior del salón.

Frunció el ceño.

-Oye, ¿qué es eso?

-¿Eh?- dijo Sirius, que se había quedado mirando por la ventana.

-Eso- replicó Remus.

-¡Ah, eso! Eso es... bueno, ¿no lo ves? Es una especie de silla-hamaca colgando del techo con unos clavos.

-Sí, Padfoot, tengo ojos en la cara. Lo que quiero decir...

-Ya- coincidió el moreno-. Es algo raro.

-Justo en medio del salón.

-Lo podemos quitar- respondió el otro con indiferencia.

-Dejémoslo ahí de momento.

-Vale. ¿qué haces?- dijo al verlo agachado con la nariz pegada al suelo.

-Joder, pues oler la moqueta.

Sirius rió.

-Claro. Oler la moqueta.

-Huele a curry.

-Te lo dije.

-Lo arreglaré. Creo que incluso podríamos poner uno de esos suelo de madera antigua, ¿sabes? Me encanta que crujan, queda como muy casero. Además, son baratos y odio limpiar la moqueta los sábados por la mañana.

-Eso te ha quedado un poco gay.

-Sólo digo que la moqueta acumula polvo.

-Como sigas hablando así nos veremos bebiendo infusiones y regando plantitas rodeados de gatos con nombres como... urght... Little Lion... o Mindy...

-¡Sirius!

-Candy... Britney... Madonna... Barbara Streisand...

-¡Vete a la mierda!

-Vaaaale, vaaaaale. Iré a hacer café a la cocina. Tú sigue oliendo la moqueta- pero Remus no lo escuchó demasiado. Cuando estaba en tal estado de concentración, Sirius había aprendido a dejarlo solo. De lo contrario las consecuencias podían ser catastróficas.

"-Reeeeeeeeeeeeeeeeeeeeemus.

-Estoy estudiando Aritmancia.

-¡Aritmancéame!

-Calla."

Y no había sexo. Ni aun con su mejor sonrisa torcida y traviesa, la camisa deliciosamente desabrochada y el pelo revuelto. cuando Remus estaba concentrado había que dejarlo en paz.

Se apoyó en el marco de la cocina y observó cómo el otro iba de una punta a la otra del salón rápidamente y hacía cálculos en voz baja. Pasaba las manos por las superficies y examinaba la cantidad de polvo. Arrugaba la nariz levemente. Refunfuñaba cosas del tipo "ni una estantería, ¿se puede saber que hacían sin libros?" mientras comprobaba que la mesa de café no estuviera coja (lo estaba). Se sentaba en el sofá y, al parecer, decidía que no, que fuera el sofá. Probaba cuánto podía avanzar en la sala hasta que su cabeza rozara con las paredes inclinadas. Y de vez en cuando le echaba una crítica mirada al extraño objeto en medio de la casa, como evaluando la posibilidad de dejarlo ahí.

A Sirius se le antojó como un lobo que entraba en una nueva cueva y olisqueaba con cautela.

Remus se levantó y se puso las manos en la cintura, aparentemente satisfecho con sus decisiones.

-Sirius- dijo elevando la voz. Evidentemente no se había dado cuenta de que él lo había estado observando todo el rato-. Necesitamos estanterías para libros. Un sofá nuevo, este me da asco. Cortinas. Sirius, ¡ven!

-Estoy aquí.

-Ah. Oh. ¿Todo el rato?

-Todo el rato- sonrió cálidamente y Remus le devolvió la sonrisa-. Es muy interesante observar cómo inspeccionas el nuevo territorio- sacudió la cabeza, concentrándose-. Estanterías. Cortinas. Sofá. Bueno, nos las apañaremos.

-Creo que podremos salvar las estanterías de mi casa.

-Algunas de la mía.

-De acuerdo. Y me gustaría traer también mis cortinas; las hizo mi madre.

-Lo sé-sonrió Sirius-. Dalo por echo, Moony. Pero no intentes salvar tu sofá; como máximo debe tener un centímetro de grosor.

-No exageres.

-Venga, Remus.

-Vale, sofá nuevo- cedió el rubio.

-como la casa sólo tiene un dormitorio, he pensado que podría ser uno de esos prácticos sofá-cama muggles.

Remus levantó una ceja.

-Pienso dormir agarrado a tu polla todas las noches, Sirius. Si voy a vivir contigo, no habrá ninguna fuerza muggle o mágica que me lo impida.

Sirius rió a carcajadas.

-No te preocupes, Rem, que nadie va a impedírtelo. Pero recuerda aquella vez que tuvimos que esconder a los Longbottom cunado los mortífagos tomaron las calles. ¡no podías irte a tu casa!

-Oh, sí- dijo, Rem-. Les dejamos tu cama y dormimos los dos en tu sofá. Dios, estaba asustado... pero me costó mucho no follarte.

-¿Ves? No vamos a privarte de no poder follarme, ¿no?

Remus se rindió.

-De acuerdo. Sofá-cama, entonces.

-Bien!- dijo el moreno, victorioso-. Pues mañana bajamos a la tienda de la esquina. Abren en domingo y tienen muebles en buen estado y baratos.

-Vaya- inquirió Remus, sorprendido-. No has suplicado que vayamos a una tienda respetable. ¿Ni siquiera a Ikea? Tampoco parece que tengas intención de cargar con los gastos- de golpe lo miró con actitud recelosa-. ¿Pasa algo?

-Ya es hora de enseñarte el dormitorio.

-¿Qué le pasa al dormitorio?

-Bahh...

-Oh, no.

-Sí, bueno, será mejor que lo veas tú mismo- le colocó las manos en los hombros y lo condujo hacia una pequeña puerta adaptada al techo inclinado de la buhardilla-. Venga, abre- le pidió.

Remus se armó de valor y empujó la puerta, entrando en una habitación iluminada por un amplio ventanal que llegaba al suelo. Sospechaba que Sirius había tenido algo que ver, pues ambos odiaban la oscuridad: la oscuridad de la noche, la oscuridad de la luna, la oscuridad de una infancia en Grimmauld Place. Ambos preferían un dormitorio donde pudieran mirarse a los ojos, donde no hubiera espacio para las sombras. Una gran ventana para ver amanecer Londres, para contemplar la lluvia que cae perezosamente justo antes de el sol les deje solos.

La pintura, que en otros tiempos hubo de ser amarilla, estaba ahora agrietada y desvaída por bastantes sitios, pero a Remus sencillamente le encantaba. En la pared había un hueco donde a duras penas cabía un armario empotrado hecho de madera antigua y fuerte. La cama era igualmente de aspecto resistente y robusto, fabricada en hierro.

-Es preciosa. Sirius... Dios mío...de verdad, yo... no tengo palabras...

-Ehm, Remus... convendría que te giraras.

Remus lo hizo.

-¿Eso es...?

-Sí.

-Sólo para asegurarme.

-Vale, es un error, no hace falta que lo digas en voz alta.

-Sirius... eso...

-Te advierto, Remus..

-¿¡Eso es... una ducha!?

-El baño era muy pequeño y...

-¿¡¡Qué!!?

-¡Economizar espacio, Remus, economizar espacio!

-¿¡Has puesto una ducha en el dormitorio!?

-¡Ya estaba, maldita sea!

-Hmmmmmfff...

-Es provisional, Moony, ya agrandaremos el baño con un hechizo extensible. Piensa que eran muggles, y encima muggles raros.

-De acuerdo- se rindió el otro, muy a su pesar-. Me pregunto cuándo te he negado algo.

-Aunque se me han ocurrido un par de cosas cochinas que me gustaría ver cada mañana desde la cama.

-¿Hmm?

-Bueno, Moony... - dijo atrapándolo por la cintura con esa voz arrastrada y sensual-. No es demasiado convencional, pero sería como tener tele en la habitación con un solo canal.

-No te sigo.

-RemusduchándoseTV, emitiendo únicamente para el aparato de Sirius.

-Sí, el aparato reproductor masculino que estoy notando a través de tus pantalones de pana.

-Ah... ups, perdona.

-No he dicho que te apartases- dijo el rubio dándose la vuelta y agarrándolo por el culo, lo recostó en la cama.

-¿Qué lado de la cama quieres?- preguntó Sirius, sonriendo burlonamente.

-Encima.

-¿Qué..?

-Da igual, déjalo. Era un chiste sobre sexo.

-¿Cómo? ¡Ah, vale, ya lo pillo!

-Eres imbécil, Black- rió Remus.

-Y tú un guarro. Guarro, más que guarro- susurró.

-¡Ja! Como si te importara- dijo el rubio. Se apoyó en el codo y sonrió.

-A propósito de guarradas... ¿adelantamos un poco la noche?

-Sirius son las seis de la tarde.

-Pero llueve y parece que esté oscuro- levantó las sábanas y se metió dentro.

La cama estaba deshecha, y Remus reconoció las sábanas de Sirius, al igual que la revista de Quidditch que había junto a la mesilla de noche.

-¿Has dormido aquí?- le preguntó.

Sirius se encogió de hombros.

-Esta noche sí. No me... no me apetecía volver a casa.

-¿Ah, no?

-No sé. Quería... no sé. Probar la casa antes de que tú vinieras, supongo.

-¿Porqué?

-No me hagas decirlo- murmuró Sirius apartándole el flequillo rubio de la cara.

Remus negó con la cabeza, sonriendo. Se quitó la ropa y se metió en la cama.

Podían contarse con los dedos las ocasiones en que Sirius le decía a Remus que le quería. Por primera vez, a los dieciséis años. Cuando cayó de las escoba en séptimo curso y todos creyeron que se moría. Después, cuando les tendieron una emboscada y todos creyeron que Remus se moría. Cuando James y Lily se casaron. Poco más.

En definitiva, el mundo tenía que estar acabándose como para que Sirius dijera esa mariconada. Al contrario de Remus, quien aprovechaba a la mínima ocasión para agradecer ese amor que no creía merecer. No, Sirius nunca decía "te amo". Pero lo miraba de una manera especial, necesitada, lo cuidaba en luna llena, lo amaba cada noche y estaba a su lado durante el máximo tiempo posible, como el perro fiel que era. En realidad, se complementaban, o eso pensaba Remus. Él necesitaba compañía, y Sirius, aunque no lo admitiera, necesitaba un amo, alguien que le controlara y por quien pudiera dar la vida en un estúpido acto heroico.

Y ahora, va y le compra una casa.

Si eso no es amar a alguien, Remus no sabe lo que es.

-Te quiero, Sirius.

El otro lo cubrió con las sábanas.

-Maldita sea, yo también.

-Nunca había pensado en lo que deseaba vivir contigo. Siento haberme portado tan... cínico. Y exigente. Viviría contigo en cualquier lugar. Pero... vivir contigo... significaría que cada luna llena... en casa...-Sirius lo acalló con un beso, enfadado.

-Remus, no me he perdido ninguna de tus transformaciones desde que tenía quince años. Tengo veinte, y no pienso empezar ahora.

-Sirius...

-Vale, basta de ñoñerías. Pero sí, has estado un borde. Tendrás que compensármelo. Ahora- lo abrazó con fuerza bajo las sábanas y lo besó tanto y tan profundo que casi le deja sin respiración. Casi.

....

to be continuuued... or not, I don't know :D