Todos se quedaron expectantes ante aquella situación. Todos menos María. Quien corrió hacia el arcángel Miguel y se coloco delante de El en el momento en que Lucifer blandía su espada.

María fue atravesada completamente por la espada de Lucifer. Y cayó en los brazos de su arcángel protector. Lucifer la miro asombrado y vio como su armadura y su espada estaban manchadas con la sangre de la religiosa.

-¡María! –grito Miguel y la sujeto en sus brazos.

-Mi...Mi...guel… –dijo agonizante la monja al mismo tiempo que estiraba su brazo y tocaba el rostro del ser celestial.

-¡Niña tonta! –grito furioso Lucifer.

El demonio fue a atacar pero Gabriel se interpuso y lo ataco.

-María. Resiste. –le dijo el arcángel Miguel al mismo tiempo que ponía su mano sobre el vientre de la monja y la curaba.

Los santos, su diosa y el Arcángel Gabriel se miraron asombrados y vieron como la herida mortal de María se regeneraba gracias al poder del arcángel Miguel. Quien se puso de pie y extendió su mano hacia María. La joven religiosa le sonrío al arcángel, tomo su mano y con su ayuda se puso de pie ella también.

-¿Estas bien? –se acerco a ella el arcángel Gabriel.

-Si. –sonrío María.

Mu, Shaka y Saori se miraron sorprendidos y confundidos debido a la acción de la monja.

-¿Por qué hizo eso? –pregunto confundido Mu de Aries.

Pero en ese momento un grito de rabia retumbo en todo el Infierno.

-¡Miren! –señalo Saori.

Todos miraron a Lucifer y vieron con asombro como su espada y su armadura se convertían en cenizas.

-¡No! ¡¿Cómo puede ser? –grito furioso el demonio.

El arcángel Gabriel miro boquiabierto a María, quien tenía una sonrisa placentera en su rostro, y a su hermano Miguel quien seriamente observaba aquella situación.

Saori, acompañada de Mu y de Shaka, se acercaron a los arcángeles.

-¿Qué significa esto? –pregunto asombrada Saori.

-Es la sangre de María. –respondió Miguel.

-¿La sangre de la Madre Superiora? –pregunto confundido Mu de Aries.

-¿Es eso lo que esta destruyendo a la espada de Lucifer y a su armadura? –pregunto asombrado Shaka.

-Si. Se supone que Padre nos creo a nosotros y a nuestras armas para proteger a su Creación. María es una humana bendecida por Dios. Nuestras armas fueron creadas para protegerla pero… si nuestras armas se levantan en contra de los elegidos por Padre… ¿Qué creen que pasara? –explico con una mirada astuta el líder de la Milicia Celestial.

-Perderá su poder. –respondió Shaka. –Ahora lo comprendo. Para destruir la espada de Lucifer se necesitaba un sacrificio.

-Si. Pero no cualquier sacrificio. Debía ser el sacrificio de una elegida de Dios, de una mujer bendita y llena de gracia entre todas las mujeres. O en cuyo defecto de un miembro del pueblo de Dios. –respondió el arcángel.

-Un cristiano. –opino Shaka.

-Si. Yo no quise que nadie se arriesgara porque para destruir por completo la espada aquella persona debía morir. Me negué porque mi deber era proteger a la Creación de mi Padre. Pero veo que María me desobedeció. –dijo con una mirada escrutadora el arcángel Miguel.

María se sonrojo y miro hacia el suelo.

-Perdóname Miguel pero tenía que hacer algo. –respondió la monja con sus mejillas rojas debido a aquella mirada de su arcángel protector.

En ese momento Lucifer se arrojo contra el arcángel Miguel pero Gabriel se interpuso y lo ataco nuevamente. Lucifer y Gabriel comenzaron a luchar cuerpo a cuerpo.

-Es hora de que regreses a la tierra Atenea. Tú y tus santos. –dijo Miguel.

-Pero… ¿Qué pasara contigo? –pregunto preocupada Saori.

-Regresa ahora. Hasta luego Atenea… santos. –dijo el arcángel y chasqueo sus dedos.

Saori, Mu y Shaka desaparecieron y regresaron a la tierra con los demás guerreros.

-María quédate aquí. –dijo Miguel.

Al levantar la vista el arcángel Miguel vio como Lucifer tenia inmovilizado a Gabriel y lo arrojaba contra una pared. Cuando fue atacarlo con su cosmos Miguel se interpuso y protegió a Gabriel con sus alas.

-Gabriel protege a María hasta que yo acabe con Lucifer. –ordeno el príncipe de la Milicia Celestial.

-Como digas hermano. –respondió agitado el arcángel Gabriel y voló hasta María.

-¿Estas bien San Gabriel? –pregunto la monja.

-Si, no te preocupes. –respondió dulcemente el arcángel.

Lucifer y Miguel quedaron frente a frente mirándose, estudiándose antes de atacar.

-Parece ser que tu recipiente no es ninguna tonta. Pero aunque no tenga mi armadura y mi espada, eso no quiere decir que me vencerás Miguel. –dijo con astucia Lucifer.

-Lo se. Ahora solo pelearemos con nuestros cosmos y nuestra fuerza. Sin trucos hermano. –respondió Miguel y guardo su espada.

Lucifer lo miro asombrado:

-¿Qué haces? –pregunto el demonio.

-Yo no soy como tu. –respondió el arcángel.

El demonio sonrío maquiavélicamente y se arrojo a atacar a su hermano. Pero los golpes de Lucifer eran interceptados por Miguel. Nada surtía efecto en el poderoso arcángel. Quien, con rápido movimiento, sujeto con una sola mano el puño de Lucifer y lo ataco con su cosmos arrojándolo lejos y logrando estrellarlo contra una de las paredes del Infierno.

-¡Miguel! –grito furioso el demonio y deshizo con su poder la pared en la cual estaba incrustado.

Furioso se arrojo contra su hermano mayor y lo ataco nuevamente. Ambos luchaban en el aire y por la fuerza de sus cosmos todo a su alrededor se descascaraba.

San Gabriel protegía a María con su cuerpo y la abrazaba con fuerza para que las rocas que caían no la lastimaran.

-Van a destruir el Infierno. –comento ella abrazada al arcángel.

-Descuida… Lucifer nunca podrá derrotar a Miguel. Nadie puede hacerlo. –respondió Gabriel.

El demonio y el Príncipe de la Milicia celestial forcejeaban entre ellos y ninguno de los dos cedía:

-Que no tenga mi armadura no quiere decir que haya perdido mis poderes. No me vencerás nunca Miguel. –dijo furioso Lucifer.

-Lo dudo mucho. Por más milenios que hayan pasado sigues siendo el mismo… Luzbel. –respondió seriamente Miguel.

Debido a que escucho aquel nombre nuevamente Lucifer aflojo su amarre y eso basto para que San Miguel lo golpeara en el estomago con una patada y mandándolo lejos.

Lucifer se puso de pie rápidamente y miro fijamente a su hermano.

-Ese fue un golpe bajo. –dijo furioso. –Pero este ataque se llevara todo mi poder. Espero que estés listo ¡Miguel! –grito irascible el demonio.

-¡Yo siempre estaré listo Luzbel! –grito Miguel.

-¡Onda de la obscuridad! –exclamo el nombre de su técnica el rey de los demonios.

-¡Atmosfera celestial! –exclamo Miguel.

Dos cosmos gigantes chocaron y todo el Infierno comenzó a temblar.

-¡Miguel! –gritaron preocupados San Gabriel y María.

Pero ninguno de los dos cedía y el poder se hacia mas y mas grande.

-¿Qué es eso? –pregunto atento Dohko al sentir ese cosmos inconmensurable que venia de los dos hermanos que luchaban en el Infierno.

-¿Por qué el suelo esta temblando? –pregunto Seiya.

-Son Miguel y Lucifer. –respondió tranquilamente San Zadkiel.

-¿Miguel y Lucifer? –pregunto Afrodita.

-Si, por eso Miguel te trajo de vuelta a la tierra Atenea. –comento San Rafael. –Para poder protegerte del ultimo ataque.

-¿Del ultimo ataque? –pregunto Saori confundida.

-Si, en donde los dos usaran todo su poder. Solo Gabriel puede resistir para proteger a María. Ustedes estarían en un grave peligro si siguieran allí, en el Infierno. –respondió San Rafael.

-Parece ser que este es el último ataque. –opino seriamente San Jofiel.

-Si. Ni Miguel ni Lucifer se están conteniendo. –respondió San Uriel.

El Rey de los demonios y el Príncipe de la Milicia Celestial se enfrentaban fervientemente y con todo su poder. Pero de a poco el cosmos de Miguel fue ganando terreno y alcanzando a Lucifer.

Cuando este se dio cuenta todo el poder acumulado de Miguel lo alcanzo y arraso con El. Lucifer fue envuelto completamente en la técnica de San Miguel Arcángel y cayó estrepitosamente, como si de un bólido de fuego se tratara, al suelo del Infierno. De las manos de Miguel aparecieron unas cadenas enormes y doradas que envolvieron al demonio y lo apresaron.

Miguel bajo del cielo lentamente y se acerco a Lucifer.

-Haz perdido Luzbel. –comento tristemente.

Lucifer no le respondió solo lo fulmino con su mirada.

-Mírate Luzbel… quisiste ser como Dios, desafiaste su voluntad y mírate ahora. Solo eres un condenado mas en el Infierno. –comento tristemente Miguel.

-Vamos Miguel búrlate de tu hermano menor. Hazlo. Tu no tienes idea de lo que yo he sufrido. –respondió molesto. – ¡Tu no tienes ni idea de lo que he gritado estando encerrado en este lugar!

-Claro que tengo idea. Yo escuche cada uno de tus gritos y sentí tu sufrimiento. –respondió cabizbajo el arcángel ante la mirada atónita de Lucifer.

-Entonces no me dejes con vida. Mátame, ¡Hazlo Miguel! ¡Mátame! –grito desesperado.

El arcángel miro fijamente a su hermano con tristeza y negó con la cabeza.

-No. No puedo matarte. –respondió el arcángel.

Y Lucifer lo miro asombrado y luego protesto como si de un niño caprichoso fuera.

-¡Hazlo! ¡¿Cuánto mas vas a burlarte de mi? ¡¿Cuánto quieres que te suplique? –grito furioso.

-Luzbel. –lo llamo seriamente. –No me estoy burlando de ti. –dijo austeramente.

El arcángel abrió sus brazos y con su cosmos hizo que del suelo el hielo comenzara a sujetar las piernas de su hermano.

-¿Por qué no me matas? –pregunto Lucifer ya cansado y perdiendo sus fuerzas.

-Porque eres mi hermano, Luzbel. –respondió Miguel.

El demonio abrió sus ojos del asombro y miro fijamente a Miguel.

-Eso quiere decir que…

-Eso quiere decir que nunca he perdido la fe en que tú volvieras a ser mi hermano. Siempre creí que le pedirías perdón a Padre y volverías a ser un ángel de Dios y volverías a estar a mi lado. Pero eso solo fue una inocente ilusión mía. –respondió tristemente Miguel.

Lucifer lo miro fijamente y vio como el hielo lo iba apresando cada vez más, ahora había llegado hasta su pecho, por eso antes de ser derrotado por su hermano quiso decirle algo.

-Miguel… lo que dije antes no era mentira. Eres mi hermano mayor y siempre, por más que tengamos que enfrentarnos y seamos opuestos, siempre voy a amarte. –dijo Lucifer.

Miguel lo miro fijamente y con compasión en sus ojos. Su hermano menor estaba perdiendo el conocimiento debido a que el hielo se estaba transformando en un enorme ataúd que lo apresaba, pero antes de que Lucifer perdiera el conocimiento por completo escucho las palabras de su hermano mayor.

-Yo también Luzbel, nunca he dejado de amarte. –respondió Miguel. –En el Nombre de Mi Padre, Luzbel, yo te condeno a una eternidad en este Infierno. –dijo Miguel al mismo tiempo que el hielo cubría por completo a Lucifer y lo enclaustraba.

Lucifer fue sellado por completo quedando encerrado en un enorme ataúd de hielo y a la vez encadenado dentro del ataúd por las cadenas doradas de Miguel.

-Si al menos te hubieras dado cuenta de tu error Luzbel, no tendríamos que haber llegado a esto. –comento Miguel.

El arcángel permaneció en silencio por unos segundos hasta que San Gabriel se acerco a El y apoyo su mano de forma cariñosa en el hombro de su hermano mayor.

-¿Estas bien hermano? –pregunto San Gabriel.

Miguel pareció despertar de un sueño y miro fijamente a su hermano menor.

-Si, todo esta bien Gabriel. –respondió tranquilamente y su hermano le sonrío aliviado.

-Hermano debes regresar al cuerpo de María. –dijo San Gabriel.

-Tienes razón. Acércate María. –dijo mientras extendía su brazo a la monja.

La joven religiosa se acerco a Miguel y el arcángel tomo las dos manos de la chica. En un destello de luz Miguel volvió al cuerpo de María y tomo el control del cuerpo de la joven otra vez.

-Muy bien. Regresemos a la tierra y sellemos la entrada al Infierno. –dijo San Miguel.

-Si. –asintió Gabriel y los dos arcángeles regresaron a la tierra.

-¡Al fin regresaron! –exclamo San Zadkiel.

-¿Tanto me extrañaste Zadkiel? –pregunto San Gabriel.

El arcángel lo miro seriamente y frunció el ceño en forma de respuesta.

-Veo que ya has regresado a tu recipiente Miguel. –comento tranquilamente San Rafael.

-Si. –respondió el arcángel.

-¿Estas bien Hermano? –pregunto seriamente San Rafael.

-Si, no te preocupes Rafael. –respondió San Miguel.

-¿Qué ocurrió? –interrumpió Atenea. – ¿Pudieron derrotar a Lucifer?

-No te preocupes Atenea Lucifer esta encerrado en el Cocito. No volverá a molestar a los humanos. –respondió San Miguel.

Los santos se miraron entre si de forma cómplice y suspiraron aliviados. Por fin la batalla había terminado.

-Debemos sellar la entrada al Infierno. Vengan conmigo, Gabriel, Rafael, Uriel, Zadkiel, Jofiel y Shamuel. –ordeno San Miguel al mismo tiempo que levantaba vuelo.

Sus hermanos lo siguieron y los siete arcángeles volaron hasta la montaña.

Cada uno con una daga dorada cortaron la palma de sus manos y con su sangre sellaron la entrada del Infierno. Con la palma de sus manos cubierta de sangre los arcángeles uno por uno fueron apoyando sus manos en la roca.

-Uriel el Fuego de Dios. –dijo su nombre el arcángel y su sangre formo un símbolo en la roca.

-Zadkiel Plegaria de Dios. –dijo el arcángel Zadkiel y repitió la acción de su hermano.

-Shamuel la Bendición de Dios. –dijo el arcángel y con su sangre un símbolo diferente al de sus hermanos se dibujo en la roca de la montaña.

-Jofiel la alabanza de Dios. –dijo el arcángel y repitió la acción de sus camaradas.

-Rafael el que sana. –dijo el arcángel y repitió la acción de sus hermanos.

-Gabriel el mensajero de Dios. –dijo San Gabriel y apoyo su mano, cubierta con su sangre en la roca de la montaña y se formo un símbolo en la roca.

-Miguel Príncipe de la Milicia Celestial. –dijo seriamente el líder de los arcángeles y con su mano, cubierta por su sangre termino de formar el sello.

Un gran estruendo se escucho y una luz dorada cubrió la montaña y la entrada al Infierno quedo sellada.

Los siete arcángeles volaron hasta Atenea y a sus santos y se pararon frente a ellos.

-Debo agradecerles su ayuda santos, Atenea. Gracias a ti también por habernos prestado tú ayuda. –dijo San Miguel.

Saori lo miro sonriente y respondió a las palabras del arcángel.

-No tienen nada que agradecernos, fue un placer haberlos ayudados.

Los arcángeles sonrieron amigablemente y volvieron a sus formas humanas. Saori suspiro cansada había cosas que quería preguntarle a San Miguel pero este ya no estaba. Ahora tenía a la Madre Superiora frente a ella.

-¿Madre Superiora? –pregunto boquiabierto Milo al igual que sus compañeros que miraban asombrados a la monja.

-¡Ah! ¡Mi Señora! –exclamo la Hermana Ana. – ¿Donde esta su habito?

María los miro con una sonrisa divertida, ya que ella era la única de sus colegas que tenia puesto un vestido idéntico al de Saori pero de color azul.

-Ah… esto. Es que Lucifer rompió en mil pedazos mi hábito cuando saco a Miguel de adentro de mi cuerpo. San Miguel arcángel me vistió con este vestido. –explico la monja.

Sus compañeros la miraban boquiabiertos al igual que los santos.

-No se preocupen, cuando regresemos a la Santa Sede me pondré un habito. No es tan grave. –comento sonrojada la monja ya que los santos la miraban de arriba a abajo.

-María-sama. –se acerco a ella un muy galante santo de Escorpio. –Déjeme halagarla por su belleza. Ese vestido le queda muy bien. –dijo de forma sutil el caballero.

-Ah ¿si? –pregunto ella. –Bueno gracias por decirlo. –respondió tranquilamente la monja.

-Por el hábito que usa no puede verse que usted tiene una buena delantera. –dijo el santo mirando el escote de la joven. –Porque no deja los hábitos y…

Sus compañeros suspiraron molestos al igual que los acólitos que lo miraban de brazos cruzados y con el ceño fruncido. Shaka se acerco a su compañero y lo golpeo en la cabeza ante la mirada sorprendida de la monja y de los demás presentes.

-¡Auch duele! ¿Qué haces Shaka? –pregunto molesto el santo de Escorpio.

-Es una Madre Superiora, por más que no lleve su hábito puesto. ¡Que cosa contigo! Eres capaz de coquetear hasta con una autoridad de la Iglesia. –respondió molesto Shaka.

-Esta bien Shaka. –intervino María. –Ya conozco al santo de Escorpio. No se preocupe no me ofendió. –dijo María al mismo tiempo que se acercaba a Shaka.

-Lo siento de verdad Madre Superiora, es que mi camarada todavía no puede contener su libido. –respondió Shaka y la Madre Superiora soltó una carcajada divertida.

-Lo se. Por eso no gasto mi tiempo regañándolo. –respondió María.

Todos comenzaron a reír por lo que dijeron la monja y el santo dorado de virgo.

Entonces el padre Franco intervino y dijo lo siguiente:

-María deja que te de mi sotana para cubrirte.

-Bueno. –respondió tranquilamente la Madre Superiora.

Pero cuando el sacerdote fue a caminar sintió un fuerte entumecimiento en su cuerpo. Y quedo paralizado. En un instante el padre Franco se desplomo pero antes de golpearse con el suelo Aldebarán se adelanto y lo sostuvo.

-¡Padre Franco! –exclamo el santo de Pegaso y se acerco al sacerdote. – ¿Esta bien? –le pregunto a Aldebarán.

-¡Franco! –exclamaron preocupados sus amigos.

-Esta bien. Esta respirando. –respondió Aldebarán.

-No lo sueltes, sostenlo. –ordeno Saori.

-Si Atenea-sama. –respondió el santo de Tauro.

En ese momento uno por uno los acólitos fueron desmayándose debido al cansancio de haber estado convertidos en arcángeles y además debido a la lucha que tuvieron que sostener.

-¡Padre Antonio! –lo sostuvo Aioria. –Resista padre. –dijo el santo dorado de leo.

-¡Padre Giovanni! –lo sujeto antes de caer Dohko. –Esta dormido. –anuncio a sus compañeros.

-¡Hermana Fátima! –exclamo preocupado Afrodita y sujeto a la monja antes de que ella se golpeara con el suelo.

-¡Hermana Teresa! –la sujeto Saga. La monja cayó dormida y Saga la sujeto del brazo antes de que cayera al suelo y la cargo en sus brazos. –Esta profundamente dormida. –le dijo a sus compañeros quienes suspiraron aliviados.

La hermana Ana también cayó inconciente pero Camus se apresuro y la sujeto antes de que la monja se golpeara.

-Hermana Ana. Despierte por favor. –le dijo preocupado el santo de acuario al mismo tiempo que con su mano libre le acariciaba el rostro para ver que estuviera bien.

-¿Cómo esta ella maestro? –pregunto Hyoga preocupado.

-Esta bien. Solo esta dormida. –respondió el frío santo de acuario.

-Camus cuida de ella. –ordeno Saori.

El santo dorado de acuario obedeció a su Diosa y sujeto en sus fuertes brazos a la inconciente monja.

La Madre Superiora también cayó inconciente y fue socorrida por Shaka quien la sujeto en sus brazos y le gano en rapidez a Milo.

-Que malo eres Shaka. –dijo molesto el santo de Escorpio.

-Si, dejo que tú la socorras corro el riesgo de que la violes. –respondió molesto el santo de virgo al mismo tiempo que examinaba que la monja estuviera bien.

-¡Como dices eso! ¡Yo soy un caballero! –dijo de brazos cruzado Milo.

-¡Eres un cerdo! –le respondió Shaka mientras sujetaba en sus brazos a la Madre Superiora.

-¡Ey! ¡Cuidado con lo que dices! –dijo molesto el santo de Escorpio.

-¡Basta Milo! –intervino Saori. –Shaka cuida de ella. ¿Esta bien? –ordeno la Diosa Atenea.

-Solo esta dormida Atenea-sama. –respondió el santo de virgo mientras se ponía de pie y tomaba en sus brazos a María.

-¿Qué pasa con ellos? ¿Por qué se desplomaron como si de fichas de domino se tratara? –pregunto confundido Deathmask.

-Deben estar exhaustos. –respondió Mu. –No creo que sea sencillo ser los recipientes de los arcángeles, luchar contra demonios y además usar sus poderes para sellar la puerta del Infierno. Por más que los arcángeles los hayan elegido son humanos y se debilitan.

-Estoy de acuerdo con Mu. –dijo Aioros. –Debemos llevarlos al Vaticano para que los médicos los examinen y para que descansen. ¿No esta de acuerdo Atenea-sama? –pregunto cordialmente el santo de sagitario.

-Si, Aioros tiene razón. Debemos llevarlos al Vaticano para que descansen. Mu ¿Puedes transportarnos a todos allá? –pregunto Atenea.

-Si. Por supuesto. –asintió el santo de Aries.

Con sus poderes Mu transporto a sus camaradas, a su diosa y a sus nuevos aliados hasta la Santa Sede. Allí los cardenales Mario de Medici y Federico Scadarmaglia los recibieron.

-¿Qué ocurrió? –pregunto preocupado el cardenal de Medici.

-No lo sabemos. –respondió Saori. –Estábamos hablando y se desmayaron.

-Suponemos que deben estar exhaustos. –opino Shaka, quien tenia a María en brazos.

-María. –se acerco a ella el cardenal, quien fue su maestro. – ¿Ella esta bien?

-Solo esta dormida. –respondió el santo de virgo.

-Llévenlos a sus habitaciones. Llamare a los médicos para que los vean. –dijo el Cardenal mientras se iba.

-Atenea ven conmigo y cuéntanos que paso. Su Santidad te espera dentro de la Basílica de San Pedro. –dijo el Cardenal Federico Scadarmaglia.

-Si. Santos de bronce vengan conmigo. –asintió Saori. –Santos dorados los esperare allí. Ahora vayan y dejen a los jóvenes acólitos en sus habitaciones para que descansen. –ordeno Saori.

-Si Atenea-sama. –respondieron al unísono los guerreros.

Los santos dorados se miraron confundidos entre si debido a que no sabían a donde llevar a los acólitos.

-¿Y como sabremos cuales son sus habitaciones? –pregunto Saga.

-Yo les diré eso. –dijo una joven novicia de unos quince años. –Mi nombre es Loretta y soy la asistente de la Madre Superiora. Síganme les mostrare donde están las habitaciones de mis superiores. –dijo la joven y comenzó a caminar.

Aioria y Aioros dejaron al Padre Antonio en su habitación recostado sobre su cama. El sacerdote permanecía sereno con sus ojos cerrados.

Afrodita y Deathmask llevaron a la hermana Fátima a su habitación acompañados de la novicia, quien les abrió al puerta. Afrodita recostó delicadamente sobre la cama a la joven monja que permanecía dormida profundamente.

Aldebarán y Shura de capricornio llevaron a su habitación al Padre Franco y lo dejaron recostado sobre su cama. El joven sacerdote ni se inmuto y seguía dormido placidamente.

Dohko de libra dejo al Padre Giovanni en su habitación, con cuidado lo recostó sobre su cama. Y salio de la habitación cuando vio que un medico entraba para revisar al sacerdote.

Saga y Kanon llevaron a la hermana Teresa a su habitación y fueron acompañados de cerca por la novicia. Dejaron con cuidado a la monja en su cama.

-Debe estar muy cansada. San Rafael curo las heridas de todos nosotros, eso debe haberle quitado mucha de su energía vital. –opino Kanon.

-Si… tal…vez. –respondió pensativo Saga y no le sacaba de encima la vista a la dormida joven.

Entonces el carraspeo de la novicia les indico que debían salir de allí y dirigirse a la Basílica de San Pedro en donde los esperaban sus compañeros y su Diosa.

Milo y Camus llevaron a su habitación a la Hermana Ana. La joven monja dormía en los brazos de Camus y tenia su cabeza apoyada sobre el pecho del frío santo de acuario. Al entrar a la habitación Camus la dejo con cuidado sobre la cama y se quedo mirándola fijamente.

-Camus. –lo llamo su compañero y el santo de acuario no respondió. – ¡Camus! –lo volvió a llamar.

-¿Qué quieres? –pregunto molesto el santo.

-¿Estas preocupado por ella? –pregunto curioso Milo.

-Que cosas dices Milo. Vámonos y dejémosla descansar. –respondió molesto el santo de acuario.

-Camus. –lo detuvo Milo sujetándolo de la muñeca. –Admítelo has estado muy extraño desde que estamos aquí. ¿Por qué no admites que te gusta la chica? –pregunto el santo de Escorpio.

-Escucha bien descerebrado. Es una monja no puede haber nada entre ella y yo. Y además no se donde sacas esas cosas tan erradas. –dijo molesto Camus mientras caminaba hacia la puerta.

-Dijiste "no puede haber nada entre ella y yo". Eso quiere decir que sientes algo. –insistió Milo una vez que los dos salieron de la habitación.

-Si, Milo si siento algo. –dijo con una mirada astuta Camus. –Siento ganas de congelarte. –dijo molesto el santo de acuario y Milo empezó a correr perseguido de su compañero.

-¡Espera Camus! –grito Milo y se detuvo.

-Si vuelves a decir algo así voy a encerrarte en mi ataúd de hielo ¿Entendiste? –dijo molesto el santo de acuario.

-Esta bien. No diré mas nada. Vayamos con Atenea-sama. –respondió Milo.

Los dos fueron directo a la Basílica de San Pedro con sus compañeros y su diosa.

Mu y Shaka entraron en la habitación de la Madre Superiora y Shaka recostó suavemente a la joven sobre la cama. Con cuidado le corrió unos mechones de cabello que le tapaban el rostro.

El santo de virgo quedo de pie esperando que la joven despertara antes de que ellos abandonaran la habitación.

-Shaka. –lo llamo Mu. –Debemos ir con Atenea-sama. –dijo al mismo tiempo que apoyaba su mano amistosamente en el hombro del santo dorado de virgo.

El santo de virgo pareció despertar y miro a su compañero de armas.

-Si, lo siento. Tienes razón. –respondió.

-¿Estas bien? –pregunto con una astuta mirada Mu. –Ella es muy hermosa. ¿No crees?

-Mu. –lo llamo seriamente Shaka. –No hagas insinuaciones. Te ves ridículo haciéndolas. –dijo molesto.

El santo de Aries soltó una carcajada divertida.

-No creí que eso te molestaría tanto. –dijo entre risas.

-Vamos que Atenea-sama nos esta esperando. –respondió el santo y salio del lugar seguido por su compañero.

Cuando los santos dorados llegaron a la Basílica de San Pedro vieron como Saori y los santos de Bronce estaban relatándoles lo ocurrido a las autoridades de la Iglesia.

El Santo Padre los miraba atento y escuchaba cada palabra de los guerreros.

-¿Así que San Miguel arcángel debió abandonar el cuerpo de María? Bueno me alegro que haya vuelto a ella ahora. –comento tranquilamente el Cardenal de Medici.

-Si, parece ser que los poderes de Lucifer eran de la misma magnitud que de Miguel. Por eso logro hacer eso. –respondió Saori.

-Me alegra verlos sanos y salvos. Atenea te agradezco profundamente que hayas respondido a mi llamado. –dijo con una mirada astuta el Papa de la Iglesia.

-No hubiera dicho que no. –respondió amablemente Saori.

-Lo se. –asintió el Santo Padre y Saori lo miro confundida.

-Atenea ¿Por qué no van a descansar tú y tus guerreros? Creo que es lo mejor después de la agitada batalla que tuvieron. –comento dulcemente el cardenal Scadarmaglia.

-Tienen razón. Iremos a descansar. –dijo amablemente Saori. –Si la Madre Superiora y los demás acólitos despiertan avísennos por favor. –pidió cortésmente la joven.

-Por supuesto. –asintió el Santo Padre.

Saori regreso al hotel donde se hospedaban y antes de que sus santos fueran a sus habitaciones les comento sobre una idea que rondaba en su mente.

-Santos he estado pensado y me gustaría ver regularmente a los jóvenes arcángeles. –comento Saori y sus santos la miraron confundidos.

-No comprendo Atenea-sama. –respondió Aioros.

-¿Han visto su poder? –pregunto pensativa Saori. –Se imaginan que otro Dios pagano resurja para destruir la tierra. Con ayuda de los arcángeles podríamos proteger a la tierra sin necesidad de muertes innecesarias. –respondió Saori.

Sus santos la miraron asombrados. Su Diosa tenia razón les seria de mucha ayuda contar el apoyo de los arcángeles.

-Tiene razón. –dijo Saga. –Con la ayuda de los arcángeles cualquier nuevo enemigo temblaría de miedo ante ellos.

-No solo eso. Ustedes no han visto a San Miguel en su verdadero cuerpo. –intervino Saori y sus santos la miraron fijamente.

-¿Y como era San Miguel Saori-san? –pregunto Seiya entusiasmado.

-Era… hermoso. –respondió pensativa y sonrojada Saori.

Sus santos se miraron cómplices entre si.

-¡Saori-san! –exclamo horrorizado Seiya. La Diosa soltó una carcajada divertida.

-Si, era hermoso y muy poderoso. Me asusta la idea de pensar que en algún momento El se convierta en nuestro enemigo. –respondió Saori.

-Atenea-sama, con todo respeto pero, dudo mucho que ellos se conviertan en nuestros enemigos. Creo que tiene que pasar algo muy grave para que Dios pierda su fe en la humanidad. Y dudo mucho que eso pase. –opino Shaka.

-Talvez tengas razón Shaka. –intervino Dohko. –Pero tienes que admitir que es buena idea tenerlos como aliados. De esa forma no estaremos luchando solos si surge una nueva amenaza. –opino el santo de libra.

-Junto a ellos tendríamos un mayor poder y podríamos proteger a la tierra de cualquier mal. –comento pensativo Aioros. –Es una buena idea Atenea-sama. Yo estoy de acuerdo.

-Entonces voy a proponerle al Santo Padre y a la Madre Superiora convertirnos en aliados para poder proteger a la tierra juntos si surge otra amenaza. –comento Saori.

-Además tenemos que admitir que a muchos de nosotros nos caen bien los acólitos. –intervino Milo con una mirada astuta.

Saori sonrío divertida y el santo de Escorpio siguió hablando.

-¿De que hablas Milo? –pregunto divertida Saori y siguiendo la broma de su santo.

-Seamos sinceros Atenea-sama. Empezare por mi, la Madre Superiora me cae muy bien, espero poder ser un amigo intimo para ella y creo que Shaka y Mu piensan igual. –dijo Milo.

Sus compañeros se sonrojaron y lo miraron de brazos cruzados.

-No digas tonterías Milo. –respondió molesto Mu.

-No digas estupideces. –respondió enojado el santo de virgo.

Sus compañeros soltaron una carcajada divertida al igual que su diosa. Y Milo continuo hablando.

-A Saga le cae muy bien la Hermana Teresa. ¿No es así Saga? –pregunto astutamente Milo.

-¡Cállate alacrán! –dijo enojado y sonrojado el santo de géminis.

-Es verdad. –intervino Kanon. –Mi hermano estaba muy preocupado por ella cuando se desmayo.

Saga lo miro fijamente y esa mirada asesina basto para que su hermano bajara su cabeza y no opinara más.

-Y que hablar de Afrodita que se apresuro a sujetar a la Hermana Fátima. –bromeo Milo.

-¡Cállate! Lo hice porque soy un caballero y no iba a dejar que se golpeara la cabeza. –respondió molesto el santo de piscis.

-Si tu como no. –opino Deathmask con una mirada astuta.

Su compañero lo miro enojado y el santo de cáncer no siguió hablando.

-Y por ultimo… que puedo decir mi mejor amigo Camus. Que fue solo a una misión con la Hermana Ana y al regresar se preocupo mucho por ella. admítelo Camus… tu eres el mas enamorado de todos nosotros. –dijo con una sonrisa traviesa Milo.

Todos soltaron una carcajada al ver como el santo de acuario se sonrojaba, sin duda eso no se veía todos los días.

-Alacrán te mataría si no fuera por que esta Atenea-sama aquí. –dijo molesto Camus.

Pero al ver que Aldebarán no paraba de reírse el santo de acuario no tardo en rematar la broma.

-Y tu Aldebarán no te rías, se ve que te hiciste muy amigo del padre Franco. –dijo con astucia Camus.

Todos se miraron boquiabiertos ¿El santo de acuario estaba haciendo una broma?

-¡Ey! No digas eso. –se cruzo de brazos molesto el santo de Tauro.

Saori soltó otra carcajada y detuvo a sus santos que parecían a punto de atacarse.

-Bueno basta. Dejen de discutir. –los detuvo. –Y Milo que les caigan bien no quiere decir que estén enamorados. –dijo Saori para quitarles la vergüenza a sus sonrojados santos.

-Atenea-sama tiene razón. Hay que admitir que ellos no eran tan serios como pensábamos. –intervino Aioros.

-Es verdad, son amigables si te ganas sus confianzas. –opino Dohko.

-Si yo pensé que seria más difícil. En especial por la Madre Superiora. –comento pensativo Aioria.

-Bueno porque no van a descansar un poco. Creo que lo mejor será que regresemos mañana al santuario. –comento Saori.

-Si, yo nos transportare hasta allá Atenea-sama. No creo que sea necesario volver a viajar en avión. –comento Mu.

-Tienes razón Mu. Con tu poder es más rápido. –sonrío Saori.

Los santos asintieron y fueron a descansar un poco. Unas horas más tarde, al anochecer, una joven monja fue a buscarlos en nombre de Su Santidad para que cenaran juntos. Saori recibió, junto a sus santos de bronce, muy gustosa la invitación de la monja. Los santos dorados se encontraban en sus habitaciones.

-¡Hola Atenea! –la saludo con una sonrisa la Hermana Ana. Quien estaba acompañada de su amigo el padre Giovanni.

-Que gusto verlos restablecidos. Me alegro mucho. –dijo Saori.

-Si, yo pensaba que despertarían mañana. –comento Seiya con una sonrisa.

-Nosotros somos muy fuertes. Descuiden. –respondió amablemente el padre Giovanni.

-Por cierto ¿Dónde están sus santos dorados? Es raro no verlos con ustedes. –pregunto la Hermana Ana.

-Están descansando. Hyoga, Shiryu vayan por ellos. –pidió Saori.

-Si Atenea-sama. –respondieron los santos de bronce.

En ese momento Camus bajaba de su habitación y se encontró con los sacerdotes que estaban hablando animadamente con Saori.

-Buenas noches. –saludo amablemente.

-Buenas noches. –saludo cortésmente el padre Giovanni.

-¡Camus! –sonrío amablemente la monja. – ¿Como has estado? –dijo mientras se acercaba a el y lo tomaba del brazo cariñosamente.

El santo de acuario se sonrojo.

-Bien… muy… bien. –respondió nerviosamente. – ¿Que hay de ustedes? ¿Qué dijeron los médicos?

-Estamos muy bien. –respondió sonriente la hermana Ana.

-Si, solo fue que estábamos muy cansados por haber luchado. Ahora nuestras energías están restablecidas. –respondió el padre Giovanni.

-Me alegro de escuchar eso. –intervino Milo y al ver a la monja prendida del brazo de Camus le dirigió una mirada mordaz a su camarada. Camus frunció el ceño molesto al ver esa mirada de su amigo.

-Bueno ya les hemos dado el mensaje. Los estaremos esperando en la Santa Sede. Y recuerden que no deben ir vestidos con bermudas. Deben vestirse… –dijo el Padre Giovanni pero Milo lo interrumpió.

-Si lo sabemos. –intervino Milo. –Debemos vestirnos con recato.

-Exacto. ¿Vamos Ana? –pregunto el sacerdote y la monja soltó a Camus y se acerco a su amigo.

-Los veremos en la Santa Sede en un rato. –sonrío amablemente la monja.

Los dos acólitos se fueron y regresaron con sus camaradas. Mientras que los santos obedecieron el pedido del Padre Giovanni y se cambiaron de ropa.

Al llegar a la Santa Sede una joven novicia los recibió y los llevo al comedor principal. Pero cuando abrieron la puerta se asombraron mucho de aquella imagen con la que se encontraron.

La Hermana Teresa curaba dos hoyos que el Santo Padre tenía en las palmas de sus manos. Así es el Papa de la Iglesia tenia estigmas.

-¡Su Santidad! –exclamo preocupada Saori. – ¿Esta bien?

-Ah… si Atenea. No es nada. Los tengo desde hace muchos años. Sangran unas pocas veces al día pero siempre tengo a la Hermana Teresa que me cura. –sonrío dulcemente el Papa.

-¿Esos son? –pregunto Shaka anonadado.

-Estigmas. –respondió la Madre Superiora. –Su Santidad fue bendecido por Dios. Hace mucho tiempo ya.

-Por eso usa guantes. –opino Saori pensativa.

-Si. Por eso uso guantes. Yo recibí este don del Señor cuando era un joven sacerdote. –respondió amablemente el Santo Padre.

-¿Don? –pregunto confundido Aioria. –Son heridas y deben doler. –comento confundido.

El Santo Padre y sus acólitos soltaron una carcajada divertida. Y Su santidad explico lo siguiente.

-Los estigmas son señales o marcas que aparecen en el cuerpo de algunas personas, casi siempre devotas cristianas. Estas heridas son similares a las heridas infligidas sobre Jesús durante su crucifixión. El tipo de heridas refleja su correspondencia con la Pasión de Jesús. Se consideran un Don de Dios. Yo solo tengo estigmas en mis manos, pero ha habido casos en que las personas tenían las cinco heridas.

-Ya veo. –asintieron los santos.

-Además los estigmas tienen la particularidad que de las heridas se emana un perfume a flores. Ese es el aroma de la Santidad. –explico la Hermana Teresa quien había terminado de curar las heridas del Santo Padre.

Los santos se miraron entre si cómplices y pudieron comprender el porque lo respetaban tanto y el porque cuando su Santidad los regañaba ellos no podían responderle.

-¿Por qué no empezamos a comer? –dijo cordialmente la Madre Superiora.

Todos sonrieron amablemente y se sentaron. La cena transcurrió en paz y todos hablaron animadamente. Su Santidad y Saori sonrieron felices al ver que sus guerreros al fin habían logrado llevarse bien.

Al terminar la cena todos siguieron hablando animadamente y se dispersaron en grupos.

Shaka y Mu hablaban con la Madre Superiora.

-Cuando estábamos en el Infierno Shaka, usted me llamo por mi nombre y me trato de tu. –comento con una sonrisa astuta la monja.

-¿De verdad? –pregunto anonadado el santo de virgo. –No me di cuenta lo lamento. –se disculpo.

-Oh… no. Olvídelo. No me enfade por eso. De hecho me agrada saber que confía en mí.

-¿De verdad? –pregunto anonadado el santo de virgo.

-Si, dejare que usted y Mu me llamen por mi nombre. Será nuestro secreto. –les guiño el ojo a los dos sonrojados santos.

-Y… ¿A que se debe su confianza en nosotros? –pregunto Mu.

-Ustedes no tenían ninguna obligación de protegerme. Y aun así arriesgaron sus vidas por mí. Siempre voy a estarles agradecidas a ustedes dos y a su Diosa. –respondió amablemente la monja.

-No tiene nada que agradecernos. –respondió Mu.

-Es verdad. Yo la hubiera protegido de todas maneras. –opino Shaka.

-Muy bien. Entonces a partir de ahora usted será María-sama para nosotros. –sonrío divertido Mu.

-Si, procuren que sus colegas no lo sepan. Especialmente Milo. –dijo con una sonrisa divertida la monja y los dos santos la acompañaron en la risa.

Camus y Milo hablaban animadamente con la Hermana Ana.

-Es una lastima que regresen tan pronto. Camus antes de irse procure despedirse de los niños. Ellos le tienen un afecto muy grande. –opino la Hermana Ana.

-¿Solo ellos? –pregunto astutamente Milo. –Creo que usted también Hermana Ana.

La monja se sonrojo y le dio una palmadita en el hombro al santo de Escorpio.

-No insinúe esas cosas. Camus y yo somos buenos amigos. ¿Verdad? –dijo la monja.

-Si, no seas mal educado Milo. –respondió un sonrojado Camus. –De todas formas me despediré de ellos antes de irme y vendré a visitar a más a menudo a los niños.

-Eso los hará muy felices. –respondió sonriente la monja.

-Y a usted también ¿Verdad Camus? –pregunto con una sonrisa traviesa Milo.

-Basta Milo. –lo fulmino con su mirada Camus.

Finalmente la monja soltó una carcajada divertida y le respondió al santo de Escorpio.

-A mi también me haría muy feliz su visita Camus.

Los dos santos se miraron boquiabiertos los dos y finalmente sonrieron y prometieron regresar para visitar mas seguido a los niños del orfanato.

Saga, Kanon, Afrodita y Deathmask hablaban animadamente con la Hermana Fátima y la Hermana Teresa.

-¿Saben algo? Saga… Kanon. Valentino y Santino van extrañarlos, ¿Porque no vienen mas a menudo a visitarlos? Los niños se podrán muy felices de verlos. –comento la Hermana Teresa.

-Es verdad. Ustedes poseen testimonios que serán un ejemplo de vida para ellos. Seria bueno que regresaran de vez en cuando. –estuvo de acuerdo la hermana Fátima.

-Es una buena idea. Además yo extrañare a esos dos niños. –opino pensativo Saga.

-¿Solo a ellos? –pregunto travieso Kanon.

-Kanon. –lo miro seriamente Saga. –No te pases de listo.

Las dos monjas soltaron una carcajada divertida.

-¿Qué es tan gracioso? –pregunto Saga.

-Que… Saga. Se nota que usted es el mayor. –respondió sonriente la reencarnación de San Rafael.

Saori acordó con la Madre Superiora prestarle su ayuda con el orfanato y lo mismo haría la Madre Superiora con la Fundación Graude. De esa forma estarían en contacto y podrían formar una alianza para proteger a la tierra si algo la amenazaba nuevamente.

El Santo Padre les dio su bendición, por esta idea y también estuvo de acuerdo.

Al otro día, temprano en la mañana, los santos de Atenea y su diosa se despidieron de los niños del orfanato y al salir del lugar fueron dentro de la Capilla Sixtina que se encontraba vacía para que Mu pudiera usar sus poderes sin que nadie lo viera, excepto las reencarnaciones de los arcángeles.

-Bueno ya es hora de que volvamos al Santuario. Shion debe estar preocupado. Ha sido un gusto conocerlos. –dijo Saori con una sonrisa.

-El gusto ha sido nuestro. –sonrío la Madre Superiora. –Nos mantendremos en contacto por si algo ocurre. Cuídense y que Dios los bendiga. –se despidió la reencarnación de San Miguel.

-Adiós. –se despidieron los santos con una sonrisa.

-Hasta pronto. –se despidieron los jóvenes acólitos acompañados del Santo Padre.

Atenea y sus santos se despidieron con una sonrisa y Mu los transporto de nuevo al Santuario.

Los guerreros regresaron felices al igual que su diosa, al ver que no solo una nueva alianza se había formado, sino también una amistad.


Notas de la autora: Bueno hemos llegado al final, espero que les haya gustado. No soy buena para los finales asi que... de verdad espero que me haya quedado bien :D

les agradezco mucho a todos los lectores y lectoras que me acompañaron durante el fic, espero no haberlos decepcionado. Y jaelinna lamento que Camus no haya corrompido a la Hermana Ana :P jajaja, espero que no te molestes por eso :P jajaja.

Bueno... me despido, les deseo lo mejor a todos y espero leerlos pronto. Hasta siempre :D Princesa Tsunade.